Año nuevo

Respiro lentamente, controlando la sensación de opresión que tengo en mi pecho. Sé que sabe que estoy aquí, del otro lado de la puerta. Él puede escuchar el pálpito de mi corazón sin dificultad. Tomo el picaporte de la puerta y la abro. Dimitri está de pie, junto a sus aposentos de piedra, y me observa con detenimiento.

-¿Por qué dudabas? Ya es de noche, no me enojare si me despiertas-dice, con aquella voz celestial. Sus ojos rojos brillan en la oscuridad.

-Estoy un poco nerviosa, nada más-replico. Desvió la mirada de aquellos letales ojos, y me acerco a una de las velas para encenderla.

-¿Por tu boda?-me pregunta con tono burlesco.

-Si-miento, aunque sé que no tiene sentido, él lo sabrá. Siempre lo sabe.

No me sorprendo cuando siento sus frías manos en mis brazos. Pega su cara a mi nuca, y siento su nariz rozar mi cuello. Cierro los ojos, y un escalofrío me recorre.

-Hueles delicioso-susurra, con voz provocativa.

Me voltea, y atrapa mis ojos con su mirada. Hace varios años, el rojo carmesí de sus ojos me aterraba, pero después de compartir una década con él, ahora me resultaban familiares, e incluso agradables. Podía ver a través de ellos su alma, si es que se podía decir que tenía alma.

-¿Ya has pensado en lo que le dirás a Henry de tus escapadas nocturnas?-me pregunta. Niego con la cabeza.

-Dimitri-susurro, el entrecierra los ojos y me observa atentamente.- No quiero casarme con él.

Se aleja en un abrir y cerrar de ojos, quedando al lado de la ventana, dándome la espalda.

-Ya hemos hablado de esto, Theresa, no puedo ayudarte-dice con voz grave.

Los gritos de afuera nos distraen. La fiesta ha comenzado. Una gran fogata ha sido armada para celebrar el comienzo de un nuevo año. Miro nuevamente a Dimitri. Ahora está más cerca, de cara a mí. Mi corazón se acelera.

-Di lo que tengas que decir-me espeta.

-No quiero que te enfades-musito.

Su expresión es dura. Desvío la mirada, y doy un paso hacia atrás. En menos de un segundo, se encuentra cerca de mí, acorralándome contra la pared de piedra. Una de sus manos se posa en mi mejilla. Es impresionante que su mano sea más fría que la mismísima muralla que tengo pegada a mi espalda.

-¿Puedo?-pregunta, mirando mi cuello.

Ladeo la cabeza para facilitarle el acceso, abre la boca, y sus colmillos crecen hasta hacerse muy puntiagudos. No tardo en sentir su boca, mordiendo mi cuello, y succionando mi sangre. Sus manos agarran mi cintura, y yo coloco mis manos en su pecho. Lleva solo puesta una holgada camisa blanca, de tela muy fina. Mis manos tocan la piel desnuda de su pecho, que se deja entrever por la camisa abierta. Sus manos me aprietan contra él. Separa su boca levemente de mi cuello, y luego siento su lengua por sobre la herida que me ha dejado, sellándola. No se separa de mí. Su mejilla roza la mía. Pega sus labios a mi oído, haciéndome estremecer.

-¿Qué es lo que quieres, Theresa?-susurra. Vuelvo a estremecerme. Se separa un poco de mi para mirarme. Él sabe que no puedo negarle nada cuando me mira así.

-Quiero que me conviertas, Dimitri. Quiero escaparme, contigo-susurro.

Su mirada se hace severa. Suelta mi cintura y da un paso hacia atrás.

-No Theresa, no puedo hacer eso-asevera. Doy un paso hacia él.

-Dimitri, no quiero casarme con Henry. Sabes que eso ha sido un arreglo de mis padres. No le amo-le digo.

-¿Y por eso quieres que te condene a una vida en la oscuridad? Henry es un buen hombre para ti-dice Dimitri. Se voltea, pero corro hasta colocarme frente a él nuevamente.

-Dimitri, te amo a ti-susurro, con voz quebrada. Agarro su brazo, pero fácilmente se suelta y se aleja, quedando del otro lado de la habitación.

-Theresa, yo estoy muerto. No puedes amarme-replica él.

-Pero es la verdad. Dimitri, te amo, desde hace años. ¿Es que no lo ves?

En un abrir y cerrar de ojos, lo tengo frente a mí. Su mirada es severa. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.

-Lo único que veo es a una niña. No puedo amarte, Theresa eres humana. Una simple y frágil humana.

Mi pecho duele. Sabía que era una ilusa por haberme enamorado de esa criatura hecha de hielo, pero tenía que intentarlo, al menos una vez. Seco mis lágrimas, aunque no sirve de nada, porque mis mejillas rápidamente se llenan de otras nuevas. Respiro hondo y lo miro a los ojos.

-Entonces concédeme un último deseo-digo firme.

-¿Cuál?-pregunta intrigado.

-Libérame. No quiero volver a verte, Dimitri.

Su expresión cambia de la seriedad a la sorpresa, y de la sorpresa a la incredulidad. Noto quizás una pizca de tristeza, pero creo que me lo imagino.

-¿Liberarte?-susurra. Asiento.- Theresa...

-Por favor-le digo con dureza.

Sus ojos me analizan. Definitivamente no se lo esperaba. Pero yo me había prometido a misma que esta seria o la noche donde comenzaría mi vida junto a él, o la noche en que terminaría.

-Bien-dice finalmente.

En mi pecho, otra punzada de dolor me atraviesa, pero la ignoro. Coge mi mano izquierda, y me saca la pulsera que me había regalado desde el comienzo. Un distintivo que distinguen los vampiros para saber de quienes no pueden alimentarse.

-Adiós Dimitri-le digo. No dice nada. Sus ojos son fríos.

Me giro y me largo. Cuando salgo de aquel viejo y abandonado castillo de piedra, dejo que el dolor de mi pecho se expanda. Me abrazo a mí misma, y camino lentamente por la tierra hacia el pueblo. Son pocos metros los que separan aquel lugar del resto de la población. A lo lejos, logro divisar la columna de humo y el resplandor de la fogata. Las lágrimas caen por mi rostro. Dimitri estuvo en mi vida desde los doce años, y ahora, sin más despedidas que un simple adiós, se ha ido. El bullicio de la gente celebrando se hace más fuerte a medida que me acerco.

De pronto, unas manos frías me agarran de los hombros, haciéndome detener. Por un momento, tengo miedo de que sea otro vampiro, que me haya encontrado deambulando sola por aquí, sin mi pulsera, pero cuando miro aquellos ojos rojos, mi corazón pega un brinco.

-Theresa-susurra, si aliento choca contra mi rostro.- ¿Porque me has hecho esto? ¿Por qué?

-¿Hacerte que?-pregunto sin entender. Posa una de sus manos en mi mejilla, y la otra baja a mi cintura, acercándome a él.

-¿Por qué me haces elegir?

Cierra los ojos, y acerca su cara a la mía. Cierro mis ojos, disfrutando de su toque. Sus labios besan mi mejilla, capturando una lagrima. Comienza a esparcir besos por todo mi rostro. Mis parpados, mi nariz, mi frente, hasta llegar a la comisura de mis labios. Se detiene ahí, dejando que su aliento choque contra mi boca.

-¿Recuerdas aquella noche en que te dormiste en mis brazos?-pregunta. No me siento capaz de responder.- Esa fue una de las mejores noches de mi existencia. ¿Recuerdas aquella noche que saliste con ese hombre adinerado?

-Peter Weasley-susurro.- Lo recuerdo.

-Casi lo asesino por haberse atrevido a besarte.

Abro los ojos para mirarlo. El tiene los suyos abiertos, observándome.

-Siempre pensé que yo era el que arrastraba hasta la oscuridad. Que estaba condenado a sentir esto, en mi corazón hueco, y verte ser feliz con otro hombre.

-No quiero a nadie más que a ti, Dimitri-musito.

Sus labios besan la comisura de los míos. Cierro mis ojos, y dejo que sus labios rocen mi boca. Me estremezco. Con suavidad, me besa, y mueve sus labios con delicadeza sobre los míos. Entreabro mi boca para dejar que su lengua roce la mía. Mis manos se pegan a su pecho, y sus brazos me estrechan contra él. el beso se profundiza, y comienza a acelerar su ritmo. Lo deseo con toda mi alma, quiero estar junto a él por toda la eternidad. Separa nuestras bocas y nos miramos.

-¿Estas segura de esto Theresa? Porque no hay marcha atrás-dice Dimitri, con la voz cargada de emoción.

-Si. Dimitri, hazlo-le digo.

Ladeo la cabeza. Los labios de Dimitri se pegana mi cuello, y luego siento el típico dolor punzante. Succiona la sangre de micuerpo, y pronto me siento medio mareada. Me dejo caer en sus brazos, que mecobijan. Hoy comienza mi vida eterna.

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