- Seis -

Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.

"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escena

... la última vez también dijiste lo mismo — la mirada que dirigía hasta ella podría congelar hasta la llama más ardiente — Deberías dejar de poner excusas y consolidar de una vez por todas tu patética posición

Decir que su actitud le sorprendía era una vil mentira, después de todo su padre no nunca había sido gentil y eso no cambiaría por el simple hecho de haberse vuelto emperatriz.

Sí padre — vió al hombre resoplar para luego desaparecer de sus aposentos cual furioso había entrado en ellos, permitiéndole por fin suspirar con pesadez.

Una vez se hubo marchado, llamó a sus damas de compañía para que pudieran alistarla para la noche, había tenido un día agotador.

Todas aquellas, dirigidas por una enérgica Natsu, prepararon su piel y cabello con delicadeza, para al final ayudarla a ponerse sus ropas y marcharse al terminar deseándole una buena noche.

"Con esta ya es la quinta vez" meditó con cansancio una vez tomó asiento en su tocador. Las impertinentes visitas de su padre se habían vuelto más recurrentes el último mes sobrecargando su ya preocupado corazón.

Su matrimonio con Itachi, actual sol del imperio, había transcurrido con normalidad por casi cuatro años. Él era un gobernante poderoso y hábil, mientras ella cumplía devotamente con su deber de emperatriz y esposa.

Bajo su mando el reino había prosperado, y lentamente gracias a sus esfuerzos las leyes sobre sucesión y aquellas que limitaban la libertad de las mujeres habían cambiado poco a poco. Por esa misma razón se había ganado la admiración de sus serviles, a pesar de la animosidad inicial de los nobles de la corte.

Como emperatriz, era amada y apreciada por su pueblo, tanto que cánticos y eventos eran alzados para honrar su nombre y desear larga vida a la gran luna del imperio. Pero sólo una cosa era reprochable para ambos monarcas, en especial para ella... la falta de un heredero.

Sí, el hecho de aún no haber engendrado un heredero había empezado a alterar a los hombres de la corte del emperador, al punto de cuestionar la fertilidad de la emperatriz a la que servían.

El último año, el parlamento había empezado a presionar a Itachi por este hecho, provocando que las frecuencias con las que pasaba la noche con su esposo incrementaran gradualmente, pero aún así no había funcionado.

¿En qué piensas tanto, mi señora? — un dulce beso fue depositado en uno de sus hombros descubiertos, sacándola de los recuerdos que la atormentaban.

¿Majestad? — murmuró sorprendida por no haber notado su presencia de inmediato, pero pudo recomponerse — N-No es nada — negó con suavidad, encarando a su esposo y cediendo ante su abrazo.

¿Largo día, eh?

No tanto como el suyo, por supuesto — asintió con modestia, no quería quejarse cuando él últimamente llevaba la mayor carga — ¿Algún avance?

No te preocupes demasiado — evadió su pregunta mientras los dirigía a la cama — Déjalo todo en mis manos

Se tumbó sobre ella y la besó con impaciencia, deseando devorar todo de sí a pesar de haberlo hecho con el mismo brío la noche anterior. Para Hinata, disfrutar de los placeres con su esposo era una dicha, pero la recurrencia de los mismos solía dejar cansada y sin fuerzas todo el día. Esa noche, era una de aquellas donde no deseaba el contacto íntimo con su emperador ya que además de estar cansada, presentía en su corazón que algo iba mal y el pelinegro se lo ocultaba, pero como su esposa debía cumplir con su deber y dejarle hacer hasta que estuviera satisfecho.

Lista estaba para recibirle cuando lo vio rodar sobre sí mismo, para proceder a levantarse y tomar de buró una de las esencias de lavanda para volver hacia ella, quien lo miraba desconcertada.

No soy una bestia, Hinata — le dijo apuntando lo obvio y haciéndola sonrojar — Así que túmbate y disfruta

Empapó sus manos del líquido y lo esparció en sus hombros, dando pequeños masajes que terminaron por relajarla y sacarle suspiros de inmenso placer y tranquilidad. Aquello sólo hizo que Itachi riera, continuando com su tarea más amenamente hasta que poco a poco, y sin darse cuenta, quedó atrapada en el mundo de los sueños.

●●●●

"Soy patético" suspiró ofuscado, aún disfrutando de su ducha matutina que se había alargado tras su inconveniente.

Y es que pasar la noche en los aposentos de su esposa sin poseerla apropiadamente sólo le hacían sufrir, y como consecuencia debía aliviar su dolor con sus propias manos más de una vez para poder concentrarse en el trabajo que tenía que hacer durante el día o si no iría corriendo hasta ella hasta clavarse en sus adentros y encontrar alivio en su saciedad.

Pensar sobre eso lo ponía de mal humor, así que movió su mano más rápido para terminar esparciendo su simiente, sintiéndose aún más frustrado.

Soltando una maldición terminó de prepararse para luego dirigirse al salón de audiencias, dónde esperaban por él los nobles con sus quejas para poder resolverlas, en especial aquella que no dejaban de repetir una y otra vez.

... y llegó un pergamino del sureste para usted, majestad

"¿Sureste?" pensó un momento antes de darse cuenta "No me digas que es..."

¿Silla?

Así es Alteza

Aquello era un grave problema. No era secreto que entre los tres reinos la relación más inestable era con Silla, quienes habían empezado a actuar irregularmente, lo que había llevado a la decisión de volver a colocar el ejército al mando de su hermano como su general para mantener vigilado los movimientos de su supuesto aliado. Así que las comunicaciones que pudieran venir de ellos solo significarían problemas.

Y no estuvo equivocado, después de leer detenidamente la petición de que una delegación de la confederación Samhan visitaría el palacio tan pronto lo permitiera supo que tenía que actuar con antelación para proteger sus muros.

Envía un aviso al general, debe volver cuanto antes

●●●●

¡Debería considerarlo su majestad!

La insistencia de aquel viejo lo tenía de los nervios, estaba harto de que repitiera una y otra vez lo mismo.

En la audiencia con la corte, luego de no tener más opción que aceptar a la delegación de Silla para no afectar aún más las relaciones entre ambos reinos, habían resuelto las nimiedades principales sobre el reino desde los impuestos hasta las próximas actividades y festividades imperiales para pasar al tema principal de todos los días, la emperatriz.

Ya he dado una respuesta canciller, y no pienso repetirme

Aún así majestad, debería pensar en el futuro del país — cada vez más alterado, el hombre respondió — La emperatriz...

Tenga cuidado canciller — Hiashi, quien ejercía el cargo de embajador real por ser padre de la emperatriz no tardó en hablar, no dejaría pasar tal humillación.

Ciertamente, debería conocer su lugar

El ambiente era hostil, la corte se dividía cada vez más en bandos, aquellos del lado de los Hyūga, los leales al emperador, los neutrales y aquellos que veían cómo sacar provecho de la situación por la que atravesaba la pareja de gobernantes.

Basta ya — indicó a sus oficiales con voz tajante — Es bien sabido que la emperatriz, ambos, estamos en perfectas condiciones — algunos nobles agacharon su cabeza, mientras algunos sonreían triunfantes — No dejaré pasar otra ofensa contra la luna de este imperio

Disculpe nuestra insolencia, majestad — con un gesto les indicó que se marcharan, quienes salieron del lugar luego de una breve reverencia.

Debido a las mismas quejas, meses atrás, los nobles habían solicitado que la emperatriz fuera sometida a un examen dirigido por el médico imperial. A pesar del disgusto inicial, gracias a la infinita bondad de su esposa, habían accedido para calmar al parlamento con la condición de que él también fuera revisado, no iba a dejarla pasar por aquella situación sola.

Tal vez sea una osadía de mi parte, mi señor — su consejero más confiable tomó la palabra luego de unos minutos — Pero debería empezar a escuchar a los barones de la corte, pensar en el futuro de nuestra nación es necesario — hizo una pausa, sabiendo que era un tema delicado de tocar, pero lo creía necesario — Quizá una concubina sea la solución a nuestro problema

La afirmación no hizo más que crisparle los nervios de una vez por todas.

Tienes razón

¿Si?

No eres más que un siervo insolente

Y hoy, otra vez, no podía estar más harto de aquella situación.


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Según la historia (osea, según papi Google) la confederación Samhan es la base de la fundación del reino de Silla en la era de los 3 reinos de Corea (52 a. C.)

Nos vemos en la próxima (✿◠‿◠)

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