Capítulo 33

El monarca oscuro había regresado al castillo con nuevos rehenes y para la sorpresa de sus súbditos se trataba de Astryd Lombardi, siendo arrastrada por el hombre búho; además de dos humanas inconscientes levitando. Se escucharon algunos cuchicheos que terminaron por apagarse cuando la mirada del rey se dirigió al personal del castillo.

Llamó a una ogra sirvienta para que llevara a las humanas a una celda, además de proveerles alimentación decente para cuando despertaran. Jonathan no estaba seguro de que hacer con ellas por el momento, pero tal vez podrían proveerle de sangre fresca por unos meses. En cuanto a Astryd, quien pataleaba por ayudar a su familia, fue golpeada con una bofetada de parte de Jonathan. Su mirada le ordenó silencio si realmente quería que ellas dos vivieran.

Se mantuvo quieta, pero sin dejar de ver a todas direcciones por si tenía la oportunidad de liberarse. A Astryd ya no le importaba vivir, pero no quería arrastrar a su amiga a un conflicto del que nunca debió ser parte. Koras, al percatarse de lo que estaba ocurriendo, la agarró del pelo con fuerza y continuó arrastrándola, hasta que se detuvieron en la puerta de la sala del trono. Astryd no podía ver qué ocurría detrás de su espalda, así que solo escuchó la voz de una mujer joven desconocida.

―¿Quién te dio permiso de visitar esta ala sin mi permiso? ―preguntó Jonathan mirándola con sospecha―. Puedes ser la fiel lacaya de mi hermano, pero en este momento no estoy de humor.

―Con todo respeto, yo estoy al servicio de la reina Lilith y ella me ha dado permiso de estar acá ―respondió Beth en un tono que hizo enfadar al vampiro. No le gustaba para nada perder autoridad y más que alguien de su rango se revelara de ese modo―. Mientras usted se fue, en el castillo vivimos un duro momento. Tanto la señora Lilith, su hijo y yo estuvimos a punto de ser asesinados por la traidora.

―¿Eres ciega? La única traidora es esa mujer ―señaló el vampiro a la Lunar del viento―. No hay nadie más que quisiera hacerme más daño que ella y su esposo.

―Tiene que verlo con sus propios ojos para que lo entienda ―trató de sonar más amable, pero lo único en que pensaba era en la ingenuidad del que se llamaba "rey legítimo"―. Créame, su corte de guerreros está plagada de traidores que comen y viven con usted.

Beth abrió la gran puerta empujándola con las dos manos y luego permitió que Jonathan y el otro hombre entraran. En el trono estaba sentada Lilith bebiendo una copa de sangre y como alfombra viviente se encontraba Elizabeth Ezras. El monarca oscuro se acercó rápidamente y lleno de incredulidad. Retiró los mechones rubios para descubrir el rostro desfigurado de la que alguna vez fue una hermosa dama. Mientras que Beth subió al trono para colocarse detrás de su reina.

―¿Elizabeth? Tiene que ser un error ―dijo Jonathan volteando a ver a las dos vampiras en el trono.

―Simplemente bajamos la guardia, pero esto refuerza mi idea de que los Lunares tarde o temprano van a conspiran en nuestra contra ―le comentó Lilith y luego retiró sus pies para empujarla por los tres peldaños―. Aún no se ha dignado en decir quiénes están involucrados en la conspiración y tengo mi sospecha que se trata de Tartaros.

―¿Han regresado ya de Cuatro Lunas? ―preguntó y Lilith solo negó con la cabeza―. Koras, llévatelas a la prisión, una de las sirvientas puede mostrarte el camino. Son muchos los castigos que habré de ejecutar este día, así que prefiero sea en una sola ocasión.

Koras se colocó a la dama sangrienta en el hombro y obedeció lo indicado por su nuevo patrón. Beth, por su parte, no se despegó ningún segundo de Lilith, a pesar de la evidente molestia de Jonathan. Sin haber obtenido una conversación a solas, prefirió retirarse a follar con las concubinas que tampoco ayudaron a liberar el estrés. Luego de echarlas a gritos, se quedó observando el cielo desde la terraza. Tres de los que él consideraba los más fieles lo habían traicionado. ¿Açaso haber traído a Lilith solo era el inicio para que todo lo que él construyó se derrumbara?

Así de confundida y llenas de preguntas se encontraba Astryd Lombardi. Tiritaba de frío tras haber sido desnudada y sin nada que cubrirse. La habían colocado encadenada a la pared con tecnología humana; mientras que al otro extremo se encontraba la dama sangrienta en las mismas condiciones. Llevaban más de una hora encerradas, pero lo que la desesperó por completo fue el llanto de Elizabeth preocupada por su belleza. Incluso cuando la muerte esperaba por hacer "justicia", su obsesión la tenía en otro mundo.

―Astryd, no te había notado, cuánto tiempo sin verte ―le dijo Elizabeth luego de que Astryd le lanzara un ratón que mató con los pies―. ¿Verdad que me veo hermosa?

―Tu rostro de mierda da asco ―respondió la Lunar viendo a otro lado para no encontrarse con su mirada desquiciada.

―¡Maldita puta! Siempre me has tenido envidia por mi belleza y por haberme casado con un Vonnes ―gritó la mujer y trató de correr hacia ella, pero las cadenas le causaron una pequeña descarga que la hicieron sentarse. Pero incluso aquello no parecía sacarla de su locura―. ¡Soy hermosa! ¡Soy hermosa! ¡No hay nadie como yo!

―Te casaste con tu medio hermano, Elizabeth ―le contestó esta vez observándola con disgusto―. Mataste a su prometida para casarte con él. Contrario a ti, no me va el incesto. No me arrepiento haberme quitado el apellido Ezrat e inventarme otro. No me gustaría que fuera de los Lunares sepan que somos hermanas.

―Y aún así, las dos estamos encerradas esperando a que nos maten ―dijo Elizabeth sonriéndole, para luego acabar con una risa descontrolada―. Yo moriré como la más hermosa y tú como la más fea.

Pero el ataque de risa continuó hasta que las lágrimas se convirtieron de dolor. Astryd ya no pudo más y lanzó un grito que logró calmar a la vampira.

―¿Por qué estás tan enojada si de todos modos ya eras considerada una traidora?

―Por tu culpa, mi esposo, su mejor amigo y mi hija fueron asesinados ―respondió casi con la voz cortada por lo último. Tragó saliva y continuó a pesar que las lágrimas no dejaban de salir―. Siendo tu hermana, arruinaste mi vida cuando yo nunca te traicioné. Pero qué sabrás de amor cuando no pudiste engendrar un hijo y su creación los traicionara por ser malos padres. Si pudiera, yo misma te matara las veces que fueran necesarias para que sufras lo que ellos pasaron por tu culpa.

Elizabeth continúo preguntándole si aún era hermosa, dándole el peor castigo a una madre que acababa de perder su única felicidad. Una hora después, la puerta se abrió y Koras entró para tomarlas con todo y cadenas. Dos hermanas eran llevadas al verdugo por una supuesta justicia de un usurpador. Aquellos húmedos y oscuros pasillos se hacían interminables y la luz de las antorchas aterradoras.

Tres golpes fueron los que dio el hombre para dar señal de estar listo de entrar a la sala real. Y al llegar al centro, fueron arrojadas a un espacio iluminado por los rayos lunares del submundo que entraban por los vitrales del techo. Entonces Astryd descubrió a los reyes sentados en el trono y a los lados, los hermanos Vonnes y el rey Golem; más allá en la oscuridad entre los pilares que sostenían el techo observaba la chica de vestimenta blanca y rostro cubierto.

Las puertas volvieron abrirse dando paso a Banra y Trinas, quienes miraban hacia el suelo. Traían esposas inhibidoras y eran escoltados por dos guardias vampiros. Jonathan les indicó colocarlos detrás de la dos Lunares y luego solicitó que el resto de empleados pasaran a reunirse alrededor de la sala. El silencio sepulcral le ganaba el trono al usurpador, que llegó incluso a intimidar los latidos de varios presentes.

―Todo aquel que ose a interrumpir este juicio será castigado como los que se encuentran en el suelo. No podrán hablar hasta que yo lo indique, tampoco podrán moverse de sus puestos ―indicó Lilith observando a los empleados y a los Lunares―. Entonces, damos inicio y le doy mi palabra a su rey.

―Astryd Lombardi, el reino de Transilvania Oscura te considera aún una traidora tras abandonar tus labores en la guerra ―habló Jonathan mirando fijamente a los ojos rabiosos de la Lunar del viento―. Como no participaste en la conspiración en contra de Lilith y mía, hemos decidido perdonarte la vida.

―¿De qué me sirve eso ahora? ¡Mataste a mi familia! ―elevó su voz y como pudo se levantó, pero Koras haló las cadenas para botarla de nuevo―. Eres tan idiota que ni siquiera notaste que los traidores dormían en tu maldita hogar.

Koras la abofeteó por ordenes del rey y luego colocó su pie para que esta besara el suelo.

―Qué sus muertes te recuerden lo que pasa por traicionar al rey ―le sonrió Jonathan―. Estarás en prisión máxima por un tiempo y luego podrás volver al castillo como una sirvienta más. ¿Quién sabe? Quizás sirvas como la ramera de mis invitados ―Jonathan entonces pidió que hincaran a Elizabeth y el hombre-buho le sostuvo la cabeza para que no la agachara―. Elizabeth Ezrat se comprobó que intentaste asesinar a la familia real. No obstante, sigues sin confesar quién fue tu cómplice. ¿Acaso fue tu esposo?

Elizabeth volteó a ver a Tartaros Vonnes, quien bajó la mirada ante la sonrisa deforme de su esposa. Jonathan preguntó de nuevo y la dama sangrienta asintió con la cabeza. El Lunar intentó escapar por un portal, pero unos guardias vampiros le colocaron unas esposas para luego tirarlo junto al resto de acusados.

―Así podremos irnos juntos al más allá, mi vida ―le dijo Elizabeth viéndolo de reojo, pero ya no quedaba nada de su belleza lo que llevó a su esposo a poner una sonrisa incómoda―. ¿Verdad que me veo hermosa?

―Mi señor Jonathan, debe saber que yo no tuve nada que ver con esto. ¿Acaso no ve que ha perdido la cabeza? ―intentó aclarar el vampiro y su afirmación sorprendió hasta a Astryd, quien no pudo ocultar su cara de asco ante la traición a la supuesta mujer que amaba.

―¡Eso es mentira! ¡Tú y yo lo hicimos juntos! Dile que estás bromeando mi vida ―gritaba la mujer mientras forcejeaba con Koras.

―¡Perfecto! Te daré la oportunidad de redimirte ―Jonathan se paró y caminó hacia él para entregarle un espada―. Rebana la cabeza de tu esposa, que los sesos caigan al suelo y bebe su sangre desde su cabeza.

―Koras, suéltala y deja que ruegue por su vida mientras es perseguida por el hombre que ama ―ordenó Lilith, quien también se acercó sedienta del espectáculo.

Tartaros realizó el primer corte, pero Elizabeth pudo esquivarlo. Se levantó y a pesar de haberse doblado el tobillo, la vampira continuó corriendo. Gritaba que se detuviera. Gritaba por el dolor de ser traicionada por el amor de su vida. Ya no le quedaban más fuerzas. Pedía ayuda a los empleados. Suplicó a los reyes y a sus compañeros Lunares, pero ninguno se movió. Lilith ordenó que acabara con todo, también estaba cansada de los gritos de Elizabeth.

Entonces Tartaros la empujó y antes que su esposa se levantara le colocó el pie encima. Sus ojos se encontraron por última vez: ambos lloraban, ambos se destrozaron. Tartaros cerró los ojos y realizó un corte en diagonal que rebanó la coronilla, dejando que el cerebro cayera al suelo mohoso. La sujetó del cuello y bebió su sangre hasta que se atragantó con ella. Jonathan se acercó a su oído y sus palabras lo terminaron por quebrar: "Hubieran muertos juntos. Lamento decirte que desde ahora eres un maldito sirviente y dormirás entre la mierda". Sacó una cuchilla del pantalón y realizó un corte para formar una sonrisa que le recordaría siempre el vil traidor que resultó para su esposa.

Con gritos que hicieron temblar a muchos presentes, Tartaros fue sacado de ahí junto al cadáver de Elizabeth. La Lunar del viento deseaba irse con ellos, no quería presenciar más muertes. Pero como si el monarca oscuro supiera sus anhelos, prefirió dejarla como una testigo más de lo que vendría. La tensión había aumentado llevando a algunos sirvientes a un intento de escapar, pero solo consiguieron que sus cabezas fueras cortadas por el hombre-búho. Luego que se paralizaran del terror, Jonathan hizo que el anciano y la hechicera se levantaran. Aunque a diferencia de los otros enjuiciados, ellos levantaron la mirada como fidelidad a su señor.

―Entre todos estos, su traición es la que más me dolió ―confesó Jonathan y en su tono estaba claro cuánto le dolía lo ocurrido―. Yo enfrenté a Sally Scarlet y aún así la tuve difícil. Jamás los hubiera castigado si no la mataban o si ella hubiera encontrado la manera de escapar. Aún así prefirieron mentirme. ¿Qué palabras tienen para ello?

―Trinas no tiene nada que ver con esto ―habló el vampiro decrépito antes de que su compañera abriera la boca―. Así que yo acepto toda la culpa, mi señor. Hoy volvimos a enfrentarla y está del lado del Clan van Vonter.

―¿Pudieron matarla? ―le preguntó clavando una mirada de esperanza, con los ojos bien abierto y con la que llegó a pensar en perdonarlos.

―No, esa mujer significa un peligro para todos ―respondió Trinas con la cabeza agachada―. Sally es usuaria de magia lunar y magia divina. Si la puedo describir es como un híbrido de vampiro-ángel. Ni trabajando juntos pudimos noquearla...¡nos ganó en pocos minutos!

Jonathan retrocedió tambaleante, por lo que la diosa vampira decidió meterse al interrogatorio. En todo este tiempo no sabía sobre ninguna criatura que significara un peligro para todos.

―¿Dijiste ángel? ―preguntó con los ojos bien abiertos y es que en su interior su corazón latió con mucho terror, pero a la vez como si se alegrara de saber sobre su existencia―. ¿Ángel? ¿Estás segura? ―Lilith tomó a su esposo de los hombros y lo sacudió para que le pusiera atención―. ¿Sabes lo que significa y lo ocultaste? Esa tal Sally Scarlet debe ser una de las mujeres que profetizaron los Devoradores en el pasado. ¿Por qué ocultaste algo de esa magnitud?

―Pensé que la había matado. Nada sobrevive en el basurero ―le respondió, pero lo único que consiguió fue una bofetada que lo dejó perplejo sin saber con qué palabras responderle.

―Es de la trinidad divina, ¿cómo crees que podrás vencerla tan fácil? ―le cuestionó la diosa con una mirada penetrante―. ¿Sabes qué significa eso? Si no la matamos a ella y a Amber, las tres se unirán tarde o temprano y no lograremos nuestra meta. Necesitamos avanzar, necesitamos conquistar el otro mundo. Si dejamos pasar más tiempo, ellos habrán ganado más poder, más terreno.

―Sí, amada mía...¡te lo prometo! ―le respondió con muchas dudas y luego se dirigió a sus sirvientes―. Fracasaron en su misión y mintieron a su rey. Dado a la confesión de Banra, te condeno a la muerte. En cuanto a ti, Trinas, te perdono la vida, pero no tu traición.

―¿Significa que podré seguirle sirviendo? ―le preguntó para luego besarlo en los pies.

―¡Apartate! ―le gritó tirándole una patada―. ¿Eres idiota? Desde ahora ya no tienes más poder, eres una esclava más. Irás a prisión y solo saldrás cada vez que Koras quiera follarte y cuando necesitemos tu apoyo para sacar el cuerpo de Lilith del espejo. Pero recuerda esto, una vez cumplas tu propósito, solo existirá un exilio para que le hagas compañía a ese anciano

―Acepto su castigo, mi señor ―dijo el anciano con una sonrisa genuina―. Siempre disfruté mucho servirle desde que usted tiene memoria. Me voy de este mundo sin ningún arrepentimiento.

Jonathan lo levantó del cuello y a pesar del dolor que sentía de decirle adiós, llegó a la conclusión que solo fue un sirviente más. Cerró los ojos y procedió a apretar fuertemente hasta fracturar su cuello. Pronto el cuerpo se volvió un polvillo púrpura que se transformó en un báculo fragmentado. Aquello fue una sorpresa para muchos, ya que en todos estos siglos pensaron que el anciano era un vampiro real de carne y hueso. Incluso presenciar su muerte con tal de proteger a la hechicera, la rompió por dentro. En todo este tiempo solo actuó por el bien de su amo, pero ahora ya no significaba nada por él.

―Todos recuerden este momento, porque no quiero que me quiten el tiempo para repetirlo de nuevo― amenazó a todo el personal del castillo―. Cualquier traición incluso sea un error, ustedes y su familia pagarán con la muerte. ¡Este es mi maldito reino! ―y por un momento Beth sintió la mirada del monarca lanzando la amenaza directamente a ella―. ¿Escucharon bien? ¡Mi reino! No quiero más fracasos, quiero avances. Solo contamos con dos meses para terminar los preparativos del festival de la Luna eterna. ¿Qué esperan para irse a sus puestos?

Inmediatamente, todo su personal abandonó la sala. Mientras que Koras y los soldados se llevaron a Astryd y Trinas. La sala real lucía más espaciosa, pero la tensión entre los ambos reyes y la mirada expectante de Beth daba una atmósfera asfixiante, como si estuvieran siendo aprisionados.

―¿Por qué no te has ido, sirvienta? ―cuestionó mirándola con asco―. Yo veo que tus oídos funcionan, pero si lo deseas puedo cortártelos.

―En primer lugar, majestad, yo solo le sirvo a su reina y únicamente ella puede ordenarme cuándo irme ―le respondió acercándose más hasta quedar a pocos centímetros―. Si no le gusta puede contratarme y sacarme de aquí. Claro, con una modesta tarifa.

―¡Perra insolente! ―levantó la voz y soltó su mano para darle una bofetada, pero la diosa vampira se la detuvo y la llevó con fuerza hasta la cintura.

―A Beth no la tocarás, porque sino el que la pagará eres tú, Jonathan ―amenazó Lilith, que ante su enojo las venas negras de su frente se hicieron presente―. Para que lo sepas, me iré del castillo porque estoy harta de tus falsas promesas. ¿Quieres que vuelva? Entonces dame mi cuerpo real. Mata a esa tal Sally Scarlet, al clan Van Vonter y a la maldita Amber Hills. Y no me hagas repetirlo más―. Lilith se dio la vuelta en dirección a la salida, por lo que Beth se apuró en alcanzarla. Sin embargo, se detuvo y le dio la vuelta para unas últimas palabras―. Me llevaré a Palkha, no confío del todo en los Lunares y lo sabes....mucho menos en tu forma de gobernar.

La puerta se cerró de golpe, lo que también implicó en la apertura de un resentimiento a su diosa. Después de todo lo que había hecho por ella no comprendía su odio repentino. Tal vez se equivocaba, pero solo cabía la posibilidad de que esa tal Beth, una foránea, la hubiese puesto en su contra. Ni siquiera su hermano conocía el pasado de la chica y por su forma de actuar, pareciera ser una espía del enemigo.

El castillo volvió a sentirse con una soledad inquietante. Ni los gritos nocturnos de su hijo, ni el calor de su esposa desnuda, ni las comidas con los Lunares...Todo lo había perdido, excepto las pesadillas con los devoradores. Aquella noche no fue la excepción. Su extraño líder le mostró a una serpiente de escamas onyx y verdes, con ojos esmeraldas y un aliento que distorsionaba todo lo que alcazaba. En su corona se sujetaba Lilith, quien había recuperado su cuerpo real. Mientras que su amado palacio había sido partido en tres.

Llegó a la sala del trono y ahí se encontraba él, agonizando en soledad. Jonathan despertó agitado y al levantarse vio a tres Devoradores observándolo con una sonrisa desde la terraza. Lanzó entonces unos orbes de oscuridad, pero los acechadores se desvanecieron en cuestión de segundos. ¿También era un sueño o la realidad? De lo único que estaba seguro era de que ni él se encontraba seguro en su propio hogar.

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