Capítulo 31
Las reinas Corrina e Indira volaban sobre su reino sumido en las llamas y salpicaduras de sangre. Doloroso de ver tomando en cuenta todo el trabajo que llevó tenerlo en su mayor esplendor. Después de varios enfrentamientos en contra de caballeros montados en Spyros, apareció el agente Wallace encima de Ymir, apoyado de Ixchel y el comandante Rhodes, quienes les abrieron paso. Sin embargo, un dragón de fuego se cruzó para luego encerrarlas en un círculo.
Samuel blandió su espada para cortar el círculo permitiéndoles continuar, aunque esta vez con Wallace cuidando sus espaldas por orden de su superior. El chico estaba renuente, pero al alejarse supo que quedarse solo significaba ser un estorbo para ambos. Golem había llegado a la escena y al parecer quería derrotar a quien lo humilló en el pasado.
Llegaron entonces al gran árbol, donde Helena se encontraba reunida con brujas y algunos miembros del clan de las harpías que estaban torturando a brujas, harpías y duendes traidores. Desbordados de ira, las dos reinas se lanzaron al ataque, mientras que el joven agente aprovechó a escurrirse y liberar a los cautivos. Con aquellas heridas y huesos rotos, lo mejor sería que Ymir se los llevara al lugar más seguro en lo que la batalla llegase a su fin.
―¿No crees que deberías acompañar a ese caballo? ―le preguntó Corrina desviando los hechizos de luz enviados por las guerreras hadas que detuvieron su avance―. Creo que peligrarás sin magia en este enfrentamiento.
―No subestimes a Ymir, ni tampoco subestimes a un agente de SOIS ―le respondió en un tono ofendido―. Solo aguanten un poco más, creo que podemos detenerlas.
―Por mí no hay problema, mis plantas quieren nutrirse de sangre ―dijo Indira, quien hizo aparecer una liana que ahorcó a dos elfos.
Ryan Wallace disparó su gancho hacia una de las ramas del gran árbol para perderse entre el follaje. Así sin tenerle que cuidar las espaldas, Indira brotó más lianas en todo el campo para atacar al enemigo, dándole tiempo a Corrina de avanzar hacia Helena que trataba de huir a través de un portal.
―¿A dónde crees que vas, maldita puta? ―le preguntó dándole un fuerte puñetazo con los guantes de SOIS, que hicieron que algunos dientes salieran disparados.
―Se supone que eres una bruja, ¿cómo te atreves a ensuciarte las manos con tecnología humana? ―le respondió limpiándose la boca de sangre con el puño―. Tus ancestros deben...
―¡Cállate ya! ―le propinó otro puñetazo, esta vez dirigido al mentón que la elevó unos metros. Corrina la esperó arriba y le dio otro que la tumbó en el suelo―. Solo eres mierda que debe ser limpiada.
Helena se levantó de un salto y de sus manos lanzó un polvillo dorado que se dispersó rápidamente por el terreno. La bruja conocía sus efectos, por lo que se llevó las manos a la nariz y saltó hacia atrás. Solo bastaba unos segundos de aspiración para provocarle vómitos. Durante años, Helena Deuceur había perfeccionado la magia de hadas, que vendría siendo una subtipo de magia de la naturaleza. Solo que en vez de utilizar las plantas vivas como medio de ataque, aquellos polvos coloridos provenían de plantas muertas, mezcladas con las sustancias excretadas por su clan. Desde los que provocaban sueño o enfermedades intestinales, la reina hada también contaba con alucinógenos y mortales, siendo muchas veces mezclados.
―¿Qué esperas para atacarme, hermanita? ―se burló la reina hada.
Pero la joven bruja la había engañado con una imagen residual. En realidad, Corrina fue más rápida para colarse entre la nube y desde una rama se tiró para lanzarle un hechizo de electricidad. Fue tan fuerte que Helena cayó al suelo retorciéndose, aunque aquello no era un ataque mortal para una criatura de su especie. Con su poca energía concentrada, Helena lanzó con telekinesis un saco de polvo azul hacia la bruja entre las ramas, que esquivó saltando hacia otra rama.
Helena se levantó con las piernas temblorosas que casi se doblaban y la hacían caer al suelo. De su busto sacó un saco que al tirarlo al suelo provocó que una nube de polvo rosa se levantara. Mientras que Corrina alistó sus guantes de nanobots, ya que aquello solo indicaba que la fuerza física y velocidad serían aumentadas en pocos segundos.
―¿Lista para saludar a la perra de tu madre?― le preguntó tronándose los huesos de su cuerpo sin necesidad de mover tan solo un dedo.
―No, prepárate para verla en la otra vida y que ella misma te mate una y otra vez ―le respondió sin perder la compostura.
La reina hada voló en un parpadeo hacia la bruja, quien no se movió en ningún instante a pesar de que podría ser golpeada. Su mirada no titubeó en ningún momento y antes de que su antigua amiga la golpeara con sus puños, un monolito de hierro apareció frente a ella. Helena soltó un alarido ante su puño que se volvió cenizas.
―Aún recuerdo que eres de las pocas hadas que tienen una debilidad por el hierro fundido ―le dijo Corrina con una sonrisa que disfrutaba verla sufrir―. Ni siquiera tu clan lo sabe por miedo a perder su respeto.
―Cuidado con creerte la ganadora, veo que descuidaste tu espalda ―la miró por encima y sonrió―. Sigues sin aprender, amiga.
―¡Corrina! ¡Abajo! ―le gritó Wallace, aunque su voz sonaba más lejos.
Se tiró al piso confiando en su amigo y cuando miró hacia arriba, una flecha venía hacia ella, pero justo el disparo láser del agente terminó por pulverizarla. Alcanzó a notar una figura escabullirse entre las ramas y por su porte supo que se trataba de Vlyarant, el rey elfo.
―¡Tranquila! Lo derrotaré y terminaré lo que empecé ―le dijo el agente antes de perderse entre el follaje―. Solo confía en mí.
Corrina se levantó antes de que la hada asestara una bolsa con polvillos grises que hicieron que la rama donde estaban se enfermara.
―Ese humano es peor que una cucaracha ―se quejó molesta ante su fallo―. Más le vale a ese estúpido elfo que no pierda.
―Pero es mejor que tú ―corrigió Corrina activando los guantes―. Podrá ser un simple humano y aún así he aprendido mucho más que de ti.
Helena sacó su espada que cargaba en la cintura y saltó para hacer un corte. Sin embargo, una pared de lianas con púas le imposibilitó el paso. Cuando porfin pudo cortarlas, Indira, a pesar de múltiples heridas, se encontraba de pie apoyando a la joven bruja.
―No olvides que esta batalla a muerte es de las tres―le dijo la reina de los espíritus de la naturaleza―. Ataca con todo lo que tengas.
Mientras tanto más arriba del árbol, Wallace se columpiaba a través de su gancho esquivando las flechas del elfo. Su escudo de energía ya comenzaba a agotarse y necesitaba acercarse al enemigo, ya que este se especializaba en ataques de larga distancia. De tanto pensar, Vlyrant aprovechó para cortar el cable de nanobots logrando que el chico diera una larga caída.
Probó nuevamente logrando que el cable se anclara en el tronco, lo que lo salvó de ser herido por una cuchilla que pasó muy cerca de su espalda. Sin embargo, Vlyarant había desaparecido rápidamente entre el enramado. No podía verlo, ni tampoco escucharlo. Aquellas explosiones ocurriendo en la gran plaza solo le causarían más problemas. De repente sintió una pequeña ráfaga viniendo por la izquierda, así que el escudo fue activado protegiéndolo de la espada.
Vlyarant se posó en una rama opuesta y preparó sus flechas, esta vez cubiertas de una sustancia negra. El agente se confió, pero pronto se dio cuenta que al impactar sobre la madera, comenzó a pudrirla y nuevamente se vino abajo. Con los guantes pudo sujetarse al tronco, pero de nada le servía si su enemigo cada vez se encontraba más lejos.
―Para ser su maestro de defensa personal, no eres lo suficientemente fuerte para vencerme ―le dijo Vlyarant mientras movía su espada en círculos―. Quiero ver de lo que eres capaz.
―Entonces acérquese, señor Vlyarant ―le respondió sin temblar en su habla―. Permítame sorprenderlo, le prometo que nunca lo olvidará en su vida.
Harto de jugar con el joven agente, Vlyarant saltó empuñando su espada. Confiaba demasiado en que lo mataría en un instante, pero su sonrisa lo desconcertó por completo. Wallace había detenido la espada con su mano mientras que la otra la mantenía detrás suyo. En el forcejeo, Vlyarant terminó siendo engañado y la espada se perdió en la caída.
―Creo que a esto lo llamaré: Boom Boom: Elf Slayer.
―¿De qué hablas idiota? ―preguntó observándolo como si el chico había perdido la cordura.
―Olvidó cuidarse por detrás, señor rey ―le respondió burlón.
Vlyarant giró un poco la cabeza y sin poder bloquear el ataque, unos disparos ahogados sonaron en el interior del tronco, pero las balas venían en picada hacia él. ¿Eran una, dos o tres? Era imposible detectarlo hasta que estas impactaron en su hombro, en la espalda media y en su mano que puso en la cabeza. Un grito largo y desgarrador dejó escapar y es que las heridas se hacían más grande. Wallace se soltó del tronco y abrazó al elfo mientras caían atravesando ramas y hojas. Tras varios golpes dejó inconsciente al rey y antes de estrellarse lanzó el gancho ya recargado hacia el tronco.
―Pensé que no funcionaría, lo que no estoy seguro es sí está muerto ―se dijo así mismo―. ¿Qué importa? No podrá moverse en mucho tiempo.
Debía apurarse para ayudar a las reinas que seguían combatiendo, por lo que terminó de colocar unos dispositivos cuadrados en el tronco. Una vez terminado inició su descenso para ejecutar su plan. Abajo, los efectos de la droga de Helena comenzaban a disminuir y ambas reinas aprovecharon su situación para rodearla con monolitos de hierro fundido. Un solo roce bastaba para lastimarla.
Sin embargo, la reina hada lanzó un polvo celeste que congeló sus obstáculos. De esa manera, las propiedades del hierro ya no la afectarían. Con su espada hizo un corte que dispersó un polvillo gris, que de no ser por el escudo de lianas que ambas reinas se hubieran deshecho por el ácido. De pronto, la espada de Vlyarant cayó en medio del terreno a punto de cortar las alas de la reina. Si su memoria no le fallaba estaba hecha de hierro fundido, del que solían robar los elfos a los duendes artesanos.
No lo pensó mucho más y la bruja corrió a por la espada incrustada en la madera, siendo protegida por las lianas de Indira. Con mucha dificultad pudo sacarla a tal punto que le recordó la legendaria Excalibur. Era pesada para ella, así que se dibujó unas runas que le darían un poco más de fuerza.
―¡Encárgate de sus refuerzos! ―le indicó Corrina a la otra reina después de notar que unas quince hadas se sumaban al terreno―. ¡Tengo un plan! Creo que puede funcionar.
Corrina modificó el espacio donde estaba parada la hada, volviéndola una especie de trampa para moscas. Así con ella inmóvil corrió detrás de ella y le cortó las hadas, que dejaron una marca de quemadura en su espalda. Por su parte, conteniendo su dolor, Helena le sopló un polvillo celeste que comenzó a congelar las piernas de la bruja, pero que lentamente se iba extendiendo. Como pudo, Corrina hizo aparecer flamas que la liberaron. Sin embargo, los efectos durarían poco, ya que sus piernas volvían a congelarse.
A pocos centímetros, Helena sopló un polvo negro del que Corrina por instinto, giró su cabeza aguantando la respiración. De no ser por las flores carnívoras de Indira que la trajeron de nuevo, su cuerpo habría estallado en fuego.
―Esta batalla seguirá extendiéndose más, las tres conocemos bien nuestros movimientos ―le dijo Indira en voz baja mientras contenía un escudo de lianas azotes en contra de unas hadas. De repente cayó de rodillas liberando un grito ahogado―. Lo siento, Corrina, pero la tortura me ha dejado sin energía.
―Pero no conoce su plan, solo nos queda confiar en él ―le respondió, esta vez ayudando a su amiga a reforzar el escudo después de que Helena finalmente se liberara y decidiera seguir lanzando sus polvos―. ¿Ves esta espada? Es la de Vlyarant, eso solo significa que Wallace lo desarmó.
Justo en ese momento escuchó el grito desesperado del chico que bajó rápidamente del gancho. Las hadas restantes intentaron lastimarlo, pero Corrina hizo aparecer un muro de hierro que lo protegió. Parecía que sus ojos se saldría de la órbita y a pesar de su evidente estrés, tomó a Indira y la colocó en sus brazos.
―¡Sácanos del árbol! ¡Esto será un bonito espéctáculo! ―le dijo Wallace con el rostro más relajado o mejor dicho con un éxtasis provocado por la misma adrenalina.
Corrina deshizo el escudo y con telekinesis empujó a Helena, permitiéndoles escapar levitando con su magia. Una gran explosión en serie ocurrió desde la punta hasta la superficie donde se encontraba el enemigo.
―¡Destruíste el maldito árbol! ―le gritó enfurecida, aunque luego suspiró con tranquilidad―. La verdad es que Indira y su gente pueden remediarlo. Pero gracias a ti los hemos derrotado.
―Mierda, esa loca sigue viva ―dijo Indira decepcionada al verla con pocas quemaduras―. Es una maldita hada, no un Lunar.
―Esta vez voy a matarla con esta espada ―declaró poniéndola frente a ella―. Ustedes quedense aquí.
―Espera, tengo una sorpresa para esa perra traidora ―sonrió Indira y luego tocó el filo para esparcir un líquido negro―. ¡Acábala! Demuestra que eres una verdadera reina.
Corrina se acercó velozmente a la reina que asestaba golpes al azar en su desesperación. Pero la bruja fue más rápida para esquivarla y luego de arrojar la espada con el mango, la levantó. Helena suplicó penosamente por su piedad dejando de lado su dignidad. Corrina ignoró todos los buenos recuerdos con ella y con un grito desgarrador bajó la espada para rebanar a la reina en dos, quien se estrelló en el suelo. Abajo la encontraron aún viva gracias a la poción de Indira, que solo prolongaría su sufrimiento por muchas horas aunque la situación de su cuerpo desafiara la lógica científica.
Varios traidores habían caído durante los primeros treinta minutos y aunque contaran con el apoyo de los duendes, la guerra parecía nunca acabar. Así bajo el cielo que cubría la plaza principal, Golem desató una tormenta de arena que empeoraba la situación de los combatientes, pero sobre todo el vuelo de Samuel Rhodes e Ixchel. Además el Lunar comandaba a un gigante de arena que avanzaba lentamente golpeando enemigos y también estructuras que áun estaban de pie.
Tirman, el rey de los gigantes, acudió al apoyo a pesar de ser de menor tamaño que el de arena. También Octavius, el rey minotauro, y un grupo de seis traicionados se unieron al combate contra el coloso. La ayuda no tardó más de parte de brujos que se unieron con hechizos de agua y viento para abrirles paso entre la tormenta. Así el ángel y la uay quedaron dentro del torbellino en que se resguardaba Golem.
―¡Dios! ¡Qué asqueroso se mira su rostro! ―dijo Ixchel con expresión de asco y luego sonrió―. Hicimos buen trabajo.
―¡Maldita bruja! ―exclamó el anciano alistando un círculo mágico―. Red Moon: Earth Element: Mallet of God.
Un gigantesco mazo se formó frente a él y cuando apretó las manos, se movió rápidamente en círculos. Ixchel creó un escudo de energía, pero no fue lo suficiente para protegerla y la empujó por varios metros.
―Salve Divina Magia: Conqueror of Storms ―pronunció Samuel al dibujar una estrella.
Su espada se cubrió de un torbellino dorado y salió disparada hacia el mazo que perseguía a Ixchel. Fácilmente fue destrozado salvándola. Ixchel tenía restos de sangre en la boca, lo que indicaba que el golpe fue demasiado fuerte. Aún así como toda una guerrera se colocó al lado de su amigo.
―El agua es su única debilidad y es más un atacante de larga distancia ―le dijo Samuel por telepatía―. Ambos se nos da la corta distancia, pero necesitamos que alguien se quede aquí para abrirle paso al otro.
―Quédate tú, yo me encargaré de atacarlo con magia de agua ―le propuso la uay―. Sin embargo, debemos apurarnos. Calculo que tenemos dos minutos para inmovilizar a este títere.
―¿No está usando su propio cuerpo?
―No, puedo ver la energía en su interior ―le respondió decepcionada―. El cobarde tiene miedo de morir de nuevo. Solo observa en este momento al no movernos ni dirigirle la palabra no nos considera una amenaza.
―¡Mierda! Realmente quería que lo mataramos.
―Tranquilo, mi comandante Rhodes ―le sonrió la bruja―. Tal vez no podamos matarlo, pero si destruimos el títere, Golem sí recibirá un grave daño y el coloso se detendrá.
―Perfecto, entonces hagamoslo en un minuto o menos ―le dijo en voz alta―. Salve Divina Magia: Longinus.
―Red Moon: Earth Element: Worm.
La espada divina se había transformado en la legendaria lanza que un soldado romano clavó en el costado de Cristo, y que Samuel dejó levitando encima de él. Mientras que detrás del Lunar se formó un gigantesco gusano que vómito cientos más que lo acompañaron en el ataque. Ixchel llevó sus manos al hueco de su pecho donde sacó unas dagas de jade y emprendió vuelo hacia el objetivo.
―Ve tranquila, te protegeré desde acá ―le dijo Samuel sonriéndole y la lanza se cubrió de un espiral arcoiris―. Salve Divina Magia: Soplo de Dios.
La uay se movía en ziz zag esquivando a los pequeños gusanos. Ninguno llegó a rozarle y cuando se dieron la vuelta para perseguirla, la lanza atravesó el campo dejando estelas de varios colores. Longinus la acompañó desintegrando a cada gusano y cuando la madre se colocó enfrente, Ixchel tomó la lanza llevándola al interior de la falsa criatura hasta finalmente derrotarla. Entonces aumentó su velocidad y abrazó al títere, que luchaba por zafarse.
―¡Chaac! ¡Préstame tu poder!―exclamó la bruja.
Las dagas se convirtieron de agua que no derramaba, pero circulaba a lo largo de su filo. Ixchel apuñaló el pecho y la espalda. Se soltó rápido para alejarse y cubrirse con sus alas, que fue imitado por el agente Rhodes. "Golem" explotó arrojando desde lodo hasta piedras. La tormenta cesó permitiendo a aliados y enemigos continuar la pelea; mientras que el coloso se transformó en un montículo que sepultó los jardines externos del castillo.
Al salir del coliseo, Luna y Timothy fueron empujados por la estampida de criaturas que intentaban salvar sus vidas. Únicamente alcanzaron a ver a Sally Scarlet encontrándose sobre los palcos junto a Banra y Trinas. Aunque deseaban ayudarle, su prioridad era pelear contra los invasores de Transilvania Oscura. Recibieron algunos golpes, pero lograron llegar a un parque infantil donde crecían árboles florales.
De repente, Balthazar apareció volando con sus alas de fuego incendiaron algunos edificios cerca. Ambos chicos se miraron para aceptar enfrentarlo y llamaron su atención, pero el Lunar solo sonrió como si se trataran de insectos. Pronto se vieron rodeados de orcos que portaban garrotes, además fueron testigos de como algunos de ellos arrastraban brujas y las golpeaban hasta hacer puré su cráneo.
La joven licántropa apretaba sus puños en señal de impotencia puesto que en su mente solo rememoraba los recuerdos borrados por su abuelo. Quería moverse, pero sus piernas no respondían. Fue entonces que su amigo le dio una gentil palmada en su hombro y procedió a transformarse en una bestia parecida a un licántropo, pero con alas de cuervo.
―No te quedes parada, Rosewood ―le dijo Timothy partiendo a la mitad a un ogro―. Somos un equipo, recuérdalo.
Aquellas palabras fueron efectivas y la licántropa se dio a la lucha con los ogros. A cada uno los desarmó y tras varias patadas rompió sus huesos hasta dejarlos inmóviles. Mientras que el zombie logró salvar a dos brujas, que ya tenían el rostro ensangrentado, y las ayudaron a esconderse. Su victoria no estaba cantada y es que una llamarada de Balthazar estuvo a punto de carbonizarlos, de no ser que Nikolai Strauss en su forma lobo se tirara sobre ellos para protegerlos.
―Gracias, no esperábamos esto de ti ―le dijo Timothy sin poderlo creer aún―. ¿Significa que somos amigos?
―Solo devuelvo un favor a mi abuelo, así que permanezcan vivos, malditos mocosos ―le respondió ya en su forma humana―. Yo me encargaré de Balthazar, ustedes continúen ayudando a los heridos.
Apenas el licántropo se fue, del humo salió aplaudiendo Gabriel Strauss, aquel que aniquiló al clan Rosewood y la asesinó sin piedad. Esta vez, Luna activó su forma Berserker al saltar y luego le dio un puñetazo que Gabriel no pudo esquivar. Solo alcanzó a notar una estrella dorada dibujada en cada ojo.
―Veo que el anciano te entrenó bien todos estos años ―le dijo muy sonriente―. Lástima que tu familia no tenía toda la fuerza que ahora tienes, ya sabes, eran mediocres con su filosofía.
―Aún así, aquella masacre duró horas porque los legendarios Generales Lobo no la tuvieron fácil ―replicó la licántropa con las venas a punto de estallar―. Voy a vengarlos con tu muerte.
―Por mí está bien, me gusta divertirme ―sonrió con malicia―. ¿A quién mataré primero: al zombie o a la lobita huérfana?
Las garras de Luna se alargaron hasta por veinte centímetros para luego saltar hacia su oponente. Su fuerza en las piernas hizo que sus huellas quedaran muy marcadas, algo que Timothy comenzó a temer. La chica no pensaba con raciocinio y cada uno de sus ataques solo era un gasto excesivo sin llegar a lastimarlo.
―¡Retrocede! ―le gritó Timothy.
―¡Tú no te metas! ―le dijo Luna girando un poco la cabeza, solo para que Gabriel le diera un puñetazo que la arrojó a una pared.
Con la chica temporalmente fuera, Gabriel se enfocó en el pequeño, que se defendía con sus garra a manera de espada. El sudor escurría por la frente del lobo, pero el calor era sofocante para ambos. Aún no se sentían mareados, pero no faltaba mucho para tener sus primeros síntomas. Timothy alzó vuelo y lanzó plumas afiladas, de las que el licántropo tomó un bloque de pared para usarlo de escudo y que posteriormente se lo arrojó. Al romperlo con sus garras se levantó una cortina de polvo, por lo que Gabriel aprovechó para transformarse en lobo y acecharlo mientras se disipaba.
Primero un mordisco en la espalda, después un coletazo que lo tiró hasta un tronco incendiado y por último excavó para atacarlo por debajo. Sin embargo, Timothy lo sujetó del hocico y con su rodilla le golpeó la mandíbula. Luego el aspecto de su cuerpo cambió tornándose como el de un erizo, que con sus púas atacó a su cazador, provocándole un sangrado ridículo.
Gabriel dio varios saltos atrás y contuvo su dolor para sacarlas con magia. El sangrado tardó en parar; aún así en su forma humana continuó el intercambio de cortes y golpes, hasta que por fin pudo arrancarle las piernas. Con Timothy arrastrándose por el suelo, Gabriel caminó sonriente y puso su pie sobre la cabeza. Dio un primer pisotón, continuó un segundo y tercero acompañado de una risa desquiciada.
―Salve Divina Magia: Cruz Celestial ―escuchó decir a Luna.
Percibió algo acercándose a una velocidad increíble, pero del cual no sabía su dirección, así que creó un escudo de energía. Sin embargo, frente a él una cruz de energía dorada perforó el escudo y terminó por empalar su cuerpo sin hemorragias. Era incapaz de moverse, por lo que apenas vio a la chica con alas blancas y puntas doradas acercándose a él.
―Con la espada de Azrael tu alma será juzgada ―dijo Luna con los ojos en blanco, quien hizo materializar una espada plateada con marcas de sangre vieja, y un mango que tenía la forma de alas―. ¿Te arrepientes por tus crímenes?
―No, solo me arrepiento no haberlos disfrutado más ―respondió con orgullo.
―Salve Divina Magia: Fuego del averno.
El filo se cubrió con un fuego negro con el que pudo romper las garras del licántropo. Sin embargo, el fuego terminó por cubrir las manos generándole graves quemaduras que no sanaban rápido. Gabriel optó por alejarse, ya que ni siquiera la magia funcionaba para apagar aquella espada. Se había convertido en la presa escondida entre las ruinas y el humo, mientras que Luna cortaba con facilidad las superficies que una espada normal no lo conseguiría. Tosió después de inhalar mucho humo, dándole la ubicación exacta a la chica.
Se alejó lo más que pudo, pero al llegar al final del callejón, Luna descendió del techo. Cruzó sus brazos para proteger sus órganos y no lo consiguió. Parecía que Luna empleó telekinesis para extenderlos y dejó ir un golpe en diagonal. Gabriel concentró su energía para dejarle caer un edificio completo a la chica.
―Espero que esto te regrese a donde tendrías que haber estado todo este tiempo ―dijo después de escupirle a los escombros.
Solo había dado algunos pasos para alejarse, cuando escuchó que los escombros se movían violentamente. Se dio la vuelta escuchando un nuevo ataque: Salve Divina Magia: Juicio Celestial. Las piedras se levantaron permitiendo que Luna se posara con estas girando a su alrededor, cubiertas con un aura dorado muy brillante. Una fue lanzada impactando en el abdomen del licántropo, pero permaneció en pie a pesar del dolor. Luego comenzó la lluvia de la que se defendió y desvió con patadas.
El ataque no cesaba, por lo que Gabriel se dio a la fuga regresando al parque donde Timothy se recuperaba de su herida. Se le acababa el tiempo, así que sujetó al chico del cuello e introdujo sus dedos en la cien. Su plan funcionaba o al menos Luna suspendió las piedras.
―¡Detente o lo mato! ―declaró aplicando más fuerza en el hoyo, causando mucho dolor al zombie―. Tim es igual de mortal que todos nosotros, solo basta que perfore su cerebro modificado para que deje de respirar.
―¡Ignóralo! ―le gritó entre lágrimas―. Viva o muera, lo que importa es detenerlo. No podemos permitir que ellos ganen.
Gabriel sonrió al saber que tenía el combate ganado. Sin embargo, el zombie solo le había tendido una trampa. Bastaron unos cortos segundos para que sus brazos se separaran un poco de los costados, tomando la apariencia filosa con los que acuchilló varias veces al general lobo. Debía defenderse así que soltó a Timothy, quien con un patada baja logró tumbarlo.
―¡Ahora, Luna!
―Salve Divina Magia: Espada del Juicio.
Gabriel intentó levantarse, pero justo en ese momento la espada atravesó su pecho clavándolo en el piso. Cuando sacó la espada , Luna volvió a su forma humana y no pudo evitar ver el rostro del asesino. Lágrimas brotaron de su rostro, pero no por los recuerdos de la masacre. Aquellas iban más relacionadas a un extraño sentimiento como si conociera de toda la vida al licántropo o como si sintiera amor o compasión.
―Dime algo, ¿nos conocemos desde antes de la masacre? ―le preguntó ya más calmada.
―No, aunque Vanja alguna vez dijo que tu olor le molestaba al ser muy familiar ―le respondió Gabriel sin perder la arrogancia―. Y sí, tu olor es desagradable. Es posible que antes de nacer, tuvieses una vida pasada donde igual te matamos. A veces la vida te reencuentra con esas almas con las que tienes pendientes.
―Comprendo, te lo agradezco y realmente espero no verte nunca más en esta vida ―dijo mirándolo con desprecio―. Adiós, Gabriel Strauss.
Sin embargo, el licántropo aún guardaba un poco de energía para usar magia. Esperó hasta que se diera la vuelta para lanzar una espada de ogro que la apuñaló por detrás. Luna cayó en los brazos de Timothy, que lloraba ante lo que presenciaba. Aquel momento pareció detenerse, pero el chico logró contener sus emociones para llevársela volando del parque. Mientras que Gabriel Strauss, acostado en las cenizas, desconocía si su vida acabaría ahí rodeado de llamas. No podía negar que haber tenido la oportunidad de matarla dos veces le causaba mucho placer. Solo era una lástima que sus hermanos no pudieron compartir ese momento tan único para él.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top