Capítulo 26
Desde muy temprano iniciaron los preparativos para la última reunión del Concilio. El clima no estaba en su mejor apogeo debido a la falta de confianza tras la traición de Indira. Muchos de los negocios decidieron cerrar sus puertas para asistir al juicio. Y mientras un grupo clamaba por la cabeza de la supuesta culpable, otro se oponía a que la enjuiciaran creyendo en su inocencia, lo que terminó en una protesta a las afueras del castillo. Tanto brujas como hadas desplegaron a sus ejércitos para movilizar pacíficamente las fuerzas de oposición.
10:00 AM. La hora del juicio llegó. Filas grandes de los asistentes se hicieron presentes en el coliseo. A paso lento fueron entrando. Nadie quería que una nueva tragedia manchara la memoria de todos. Con los espacios limitados para evitar protestas internas, Samuel Rhodes y Viljem Strauss sugirieron que el juicio fuera transmitido por las pantallas de toda la ciudad. Y tal como era de esperarse, la turba enfurecida trató de entrar por la fuerza.
Finalmente, Corrina y Helena subieron a sus puestos, seguidos de Viljem, quien fue designado de último momento como juez. Todos permanecían en un silencio que solo alimentaba la inquietud de sus participantes. Viljem solicitó que la acusada subiera al estrado y al poco tiempo, Rarán custodió a dos soldados que llevaban casi arrastrada a la prisionera. No fue hasta que Corrina alzó la voz que levantaron a la mujer. Una vez en el estrado, Viljem solicitó con amabilidad que se pusiera de rodillas, ya que así dictaminaban las leyes de Cuatro Lunas.
―Estamos reunidos aquí para dar inicio a la última reunión, donde todos los clanes podrán participar en el juicio ―pronunció con mucha soltura el viejo licántropo―. Ante todo, les pido que respeten a la acusada, porque hasta este momento sigue siendo inocente―. En ese momento una bolsa con excremento fue arrojada desde arriba, del sector de los cambiaformas. Sin embargo, un hechizo devolvió el ataque ensuciando al culpable―. Rarán, ¡saca a los revoltosos de este lugar! No quiero que nadie más se atreva a interrumpir. Por favor sean justos, escuchen y analicen todo lo que se diga, porque si inculpan a un inocente, serán igual de escoria como el que ha provocado todo esto.
Una vez que el guardia los sacó del coliseo, Viljem presentó las pruebas recopiladas, entre ellas el polvillo dejado por los espíritus de la naturaleza en los lugares donde crecieron plantas, además del fragmento de tela, que Indira utilizó el día del atentado. Sin embargo, los resultados obtenidos por Samuel Rhodes y Ryan Wallace dictaminaron que los restos de ADN presentaron ciertas variaciones con los de Indira. Es decir que si bien existía la posibilidad de que la reina modificara su cuerpo para no dejar evidencia, también era posible que alguien muy cercano a ella fuera el verdadero traidor.
―Muy bien, señora Indira, ha llegado su turno de brindarnos su versión ―dijo el licántropo, quien la invitó a subir a un podio―. Por favor, cuente lo más detallado que pueda para ser tomado en cuenta en la deliberación.
―Como recordarán, aquella noche me retiré con Helena, quien se encontraba muy molesta ante mi apoyo a la decisión de que Luna Rosewood y Sally Scarlet... ―dijo la reina, pero terminó siendo interrumpida por la reina hada.
―Entonces, ¿quieres culparme sin pruebas? ―alzó la voz muy enojada y se levantó de la mesa.
―¡Orden, señorita Helena! ―exclamó Viljem, dando unos golpes en el suelo con su bastón―. Le recuerdo que es momento de la acusada de dar su versión y en ningún momento ha lanzado una acusación. Entiendo el nerviosismo, pero si no sabe guardar la compostura, le pediré a Rarán que la regrese al castillo.
Helena se sentó con furia y apartó la mirada del licántropo. Antes de los atentados, nunca había perdido los estribos, lo que preocupaba a su mejor amiga. Con una sola mirada, Corrina intentó tranquilizarla. Pronto sabrían la verdad de todo.
―Traté de tranquilizarla, pero Helena no quiso escucharme y todo terminó en una fuerte discusión ―prosiguió la reina viendo al público, luego volteó a ver al hada―. Nos separamos en el castillo después de que ella me diera una fuerte bofetada―. Viljem hizo una pausa para corroborar la información, que el hada no pudo negar. Luego permitió que la acusada continuara con su discurso―. Después regresé a mi habitación, donde al poco tiempo fui atacada a distancia. Si van a mi cuarto notarán algunas marcas en las paredes...claro, sí no han tratado de borrar evidencias.
Viljem cambió las imágenes en la pantalla con las fotografías otorgadas por el equipo de investigación. De acuerdo a los resultados dejaron restos que coincidieron al asesinado en el primer día. Aquello daría más credibilidad a la reina acusada, pero llegó el momento de los testigos. Primero pasaron los involucrados en el envenenamiento del bar, siendo los encargados quienes comentaron que Indira había conseguido los ingredientes, además de ser la de la idea del postre. Por supuesto se negó ya que ella se supone se encontraba reunida con su clan. Aquella declaración enardeció al público, por lo que Viljem volvió a tomar el control de la situación.
―Les recuerdo que faltan varios testigos para que den su último veredicto ―habló sin ninguna dificultad―. Por favor, mantengan la calma para que esto termine lo más pronto posible y la justicia prevalezca en nuestro concilio.
Llegó el turno de Sally Scarlet e Ixchel de ser llamadas a declarar, aunque desde su sección. Ambas coincidieron de observar esporas cayendo sobre el cielo, pero eso no confirmaba que un espíritu de la naturaleza fuera el culpable.
―Además, durante mi corta estancia con ustedes, he notado que no solo el clan de la señorita Indira manipula la naturaleza ―atacó Sally Scarlet con un mirada que enfureció a varios clanes―. Por ejemplo, hadas y brujas conviven en este palacio y hasta en las tiendas he podido encontrar polvos y pociones realizadas con las plantas de la zona.
―¿Nos acusas así sin pruebas, malagradecida? ―preguntó Helena levantándose de nuevo.
―Creo que ella tiene su punto ―le dijo Corrina, quién colocó su brazo frente a ella para detenerla―. Déjala terminar.
―Gracias, majestad ―dijo Sally agachando su cabeza y luego la subió para continuar su teoría―. No estoy acusando a nadie, pero son hechos de su reino. Además de haber varios clanes que pueden volar y que conocen el uso de plantas como terrorismo biológico―. Entonces, Sally posó su mirada sobre la reina Helena―. Sin embargo, usted se encuentra a la defensiva y eso aquí y en mi mundo indica que algo turbio esconde.
Viljem golpeó el piso con su bastón una vez para que una onda expansiva sentara a Helena, quien intentó lanzar un ataque.
―Luna Rosewood, por favor, explica lo que observaste ―indicó el licántropo.
La adolescente contó su versión, aunque no sirvió mucho debido a la falta de pruebas más allá de las heridas de Indira. Además, el público volvió a acusarla de ser cómplice en el incidente, por que su abuelo sugirió un tiempo corto para descansar y deliberar. Quiso aprovechar para platicar con Luna, pero esta aplicó la ley del hielo y se retiró al área de descanso con Sally. Cerca de la salida alcanzó a ver a los hermanos Strauss, así que se acercó a ellos.
―¿Lo decidieron ya?
―Iremos al mundo humano a busc...Matar a Bull ―respondió Vanja con una sonrisa que intentaba amenazarlo, pero de lo que no temió en lo más mínimo―. Espero que no le digas nada o aquí mismo te corto la cabeza, momia decrépita.
―Está bien, pero antes déjame darte algo ―dijo el licántropo para después darle un fuerte golpe en la cabeza que sorprendió al albino―. ¡A mí me respetas!
Nikolai abrazó a su hermano antes de que ambos iniciara una batalla estúpida para demostrar quién era el alfa de la situación. Sin embargo, el viejo licántropo se llevó la sorpresa cuando este agradeció y le tendió su mano para despedirse. Y mientras observaba su partida desde la gran entrada, pensó en la posibilidad de que ambos podían cambiar de rumbo. No los detendría en su misión de asesinar a Bull. Quizás al final, los hermanos Strauss estaban destinados a luchar entre sí. El futuro les daría la respuesta que tanto buscaban.
Pasado el tiempo, Viljem y el resto de asistentes regresaron a sus asientos. La deliberación esperaba atenta su turno, así que apareció una pantalla con dos círculos: uno rojo que representaba la culpa; y uno azul, de inocencia. La dinámica era sencilla. Solo bastaba con tocar las bolas de cristal de las mesas y pensar en su respuesta para realizar el voto. Luego de unos minutos se tuvo una respuesta: 249 azules y 650 rojos. Aunque el veredicto estaba claro, Viljem esperó para que Corrina aclarara sus pensamientos y por fin brindó su voto en azul.
―Indira, ya conoces lo que procede según las reglas de tu reino ―le dijo en un tono de mucha pena, ya que confiaba en su inocencia―. ¿Tienes una última solicitud?
―Solo pido que liberen a mi clan ―respondió sin verlo al rostro―. Y por favor, que no vean mi ejecución pública.
―Prometo que así será.
Rarán entró al estrado para llevarse a la reina y el resto de guardias ayudaron a ordenar las filas de salida. Mientras tanto, el viejo licántropo se encontró con sus allegados en las afueras del coliseo.
―Indira es inocente ―declaró Asmodeo saliendo detrás del cabello de Sally―. Soy un demonio y por mi naturaleza sé reconocer a un culpable cuando lo tengo en frente.
―En eso creo que estamos todos de acuerdo ―le dijo Ixchel observándolo con un poco de disgusto, aún no se acostumbraba a entablar relaciones con un demonio―. Pero debemos esperar a que el equipo de Samuel encuentre las pruebas antes del mediodía.
Viljem escuchó con detenimiento a todos, hasta que finalmente coincidió en que Helena estaba detrás de todo y que posiblemente se debía a monopolizar el poder.
―Haremos algo y para ello necesitaré la ayuda de todos ―explicó su idea al grupo―. Sawyer e Ixchel, por favor, no se alejen de Corrina y no permitan ser vistos. Sally y Asmodeo, ustedes se esconderán en el Coliseo y rescatarán a Indira antes de su ejecución. Por mi parte, buscaré a mis nietos, tal vez no se han ido y puedan ayudarnos.
Poco tiempo era el que disponían, pero solo aquella confianza les permitiría cumplir su misión. Nadie podía quedarse de brazos cruzados si una vida inocente peligraba. Y mientras ellos se dividían, la situación con el equipo de investigación no distaba de ser diferente. Por horas, Samuel Rhodes y el agente Wallace analizaban las pruebas recolectadas por Timothy y Gaarf a lo largo de la isla. Desde el laboratorio se enteraron sobre el veredicto, por lo que apuraron sus labores. En cierto momento, Gaarf identificó un metal venenoso en armas, así que salió un momento a corroborar sus sospechas a la biblioteca.
El laboratorio quedaba cada vez más en un vacío que ralentizaba la misión, pero era de esperarse ante la decepción de sus ciudadanos. Minutos pasaban y los trazos de huellas y residuos solo ralentizaban más su trabajo.
―A este paso, la reina terminará decapitada ―se quejó Timothy, que muy poco entendía de los procesos.
Samuel permanecía concentrado en su computadora analizando los compuestos, que por lo visto, no escuchó las palabras del zombi.
―Guarda la calma, pequeño. Recuerda que nuestro equipo es el mejor ―le dijo Wallace dándole una dona para tranquilizarlo―. Quien fuese el culpable se las ingenió bien para dejar rastros de varias especies para despistarnos.
Sin embargo, el joven agente también necesitaba un poco aire fresco después de pasar encerrado ahí desde la madrugada. Todo se estaba volviendo más aburrido hasta que de pronto la computadora de análisis emitió una nueva alarma, y los dos miembros restantes dejaron sus puestos para ir a un cuarto trasero. Samuel colocó unos códigos, mientras que su zombi asistente filtró los resultados. Finalmente los indicios arrojaron la presencia de veneno de sapo de las rocas, una especie de anuro que habita en las zonas mineras del Bajo Mundo; además de polvillo de plumas y ectoplasma.
―¡Mierda! ―exclamó el pequeño volteando a ver al comandante―. Señor, esto es más grave de lo que creíamos...¡son muchos los clanes involucrados!
―El ectoplasma es un fluido que queda en situaciones de índole espiritual. Es decir, que los kitsunes, quienes proyectan su alma pueden ser de los infiltrados tomando en cuenta su ansía de supervivencia. Creo que conspiraron bajo la nariz de Hiyori ―dijo Samuel Rhodes―. Sin embargo, del resto no tengo idea alguna. Tú sabes más sobre este mundo, así que te pido que me expliques mejor tu idea..
De acuerdo a la teoría de Timothy, el sapo de las rocas es fuertemente buscado por elfos y minotauros, ya que de esa manera envenenan sus armas y colocan trampas para impedir la visita de intrusos. Además, que su disponibilidad en el mercado negro es muy difícil debido a la apropiación de estos por parte de los clanes. Mientras que el polvillo de plumas solo ha podido verse en hombres-búho, hombres cuervo y harpías. Tal como indicaban las muestras, el porcentaje de espíritus de la naturaleza era casi escaso.
―¿Y de cuánto porcentaje de exactitud hablamos? ―indagó el chico.
―Estas máquinas jamás se equivocan, siempre arrojan una exactitud del 99%, siendo su margen de error del 1%.
―Sin embargo, seguimos sin saber la identidad de los culpables ―dijo Timothy con mucho pesar―. No podemos acusar a nadie sin esas pruebas.
―No, pero ya con esto descartamos a varios clanes―corrigió Samuel Rhodes muy animado―. Levántate, nos reuniremos con Corrina para retrasar la ejecución.
Ambos salieron del laboratorio, pero justo cuando estaban a punto de bajar por las escaleras, una flecha impactó a pocos centímetros, dejando una estela de humo luego de su explosión. Rápidamente Samuel se colocó su máscara, mientras que el niño modificó su rostro para no verse afectado. Poco a poco el humo se fue disipando y pudieron reconocer al causante: Vlyarant, el rey elfo.
―No puedo dejarlo ir, comandante Rhodes ―dijo el elfo muy sonriente―. Usted me agrada, pero arruinará todo el evento. Además la reina Indira y Corrina deben morir hoy.
―Y lo lamento también, Vlyarant, pero el Clan van Vonter está aquí para detenerlo ―le respondió apuntándole con su pistola.
Vlyarant levantó su mano y pronto de todas direcciones fueron disparadas flechas. Pudieron esquivar algunas, pero más se fueron sumando a la lluvia. Samuel usó sus alas a manera de coraza para protegerse a ambos. No había manera de defenderse con aquella emboscada, por lo que Timothy aprovechó el momento para abrir un hoyo en el suelo.
Samuel materializó dos espadas brillantes, que al chocarlas emitieron un fuerte brillo que les permitió escapar. Aunque el enemigo no se inmutó en seguirlo. Aquella sonrisa del rey elfo denotaba que la presa no llegaría muy lejos para contarlo y no se equivocó. El dúo apenas alcanzó a llegar al jardín, donde yacían retorciéndose de fuertes convulsiones. Desde arriba, un grupo de harpías vigilaban esperando el momento exacto para acabar con sus vidas.
Ryan Wallace se encontraba fumando en el pasillo fuera de su habitación cuando notó como volaba un grupo de harpías en dirección de la torre donde se ubicaba el laboratorio. ¿Pero qué podían estar haciendo ahí cuando la ejecución estaba a pocos minutos de comenzar? Prefirió no darle importancia y continuar en lo suyo. Sin embargo, al poco rato escuchó unas fuertes pisadas como si manada subiera las escaleras. Se escondió un poco en la pared y observó como un grupo de encapuchados iban entrando a las puertas. Guardó la calma a pesar de los gritos de muerte que retumbaron desde su interior. Lo más silencioso que pudo, Wallace entró a la habitación y la bloqueó con el código. Luego buscó el baño y removió el techo para meterse dentro.
En ese momento se sentía impotente ante los gritos taladradores que se silenciaban. Quería ayudarlos, pero temía no poder enfrentarse a varios a la vez. Finalmente su puerta fue tumbada y los gritos se intensificaron. Wallace solo podía recordar la escena de su mejor amigo siendo decapitado...un pasado del que se arrepintió no haber podido actuar con rapidez. El cuerpo le temblaba ante la impotencia convirtiéndose en furia.
Después de que el enemigo abandonara la habitación, el joven agente bajó sin hacer ruido y buscó pistolas y municiones extra, bastones, cuchillos y granadas. Si la zona de huéspedes estaba siendo atacada, su jefe y amigo también se encontrarían en problemas. Abrió la puerta descubriendo un pasillo cubierto de sangre y a sus asesinos en la búsqueda de más víctimas. Se colocó una máscara de gas y lanzó una granada que cubrió de humo el escenario.
Rápidamente abrió paso entre el humo y con los bastones electrocutó al enemigo que lo rodeaba, quien apenas lo distinguían como una figura oscura. Continuó por el pasillo hasta llegar a las escaleras, donde un minotauro amenazaba con su hacha a un grupo de niños. Wallace atacó con los bastones nuevamente, pero el voltaje no fue lo suficiente fuerte para tumbarlo.
―Guarden la calma, las sacaré de acá ―les indicó mientras esquivaba un hachazo.
Wallace saltó encima del hacha permitiéndole un impulso que lo llevó a la altura de la cabeza. Activó su gancho para suspenderse y realizó una serie de disparos que acabaron con la gigantesca criatura. Siguió abriendo el paso para proteger a los niños, hasta que por fin pudo esconderlos en el tejado interno de una habitación.
El resto del camino hacia el jardín principal logró evadir al enemigo, pero al llegar a este se tuvo que esconder detrás de unos arbustos. En el césped, sus compañeros se movían violentamente y por el tejado del alrededor, las harpías observaban cuan aves carroñeras esperando su turno. Wallace buscó una salida para ingresar a un pasillo con escaleras que parecían interminables, pero por fin se encontraba en la azotea. Sigilosamente se acercó para no ser notado, aunque llegado a la mitad del camino, el enemigo escuchó un paso fuerte.
Rodeado por nueve harpías, Wallace se maldijo así mismo por no tener habilidades mágicas. Sin embargo, si se seguía quejando no podría ayudar a sus compañeros. Sacó debajo de su chaqueta dos granadas que lanzó al piso generando una gran cortina de humo que fue expandiéndose. Quizás alertaría a más enemigos, pero era la única manera.
Las harpías bajaron atacando con las garras de sus patas en un intento de sujetarlo. Mientras que el agente, logró deslizarse por debajo y luego lanzó una ráfaga de disparos. Dos fuertes golpes en el suelo le avisaron que solo quedaban siete más. Aunque las sobrevivientes batieron sus alas hasta disipar un poco el humo. Wallace ya no tenía más de esas, así que tuvo que huir hasta que lo acorralaron en la orilla de la azotea. Todo su cuerpo le temblaba por las ideas que se agotaban al igual que sus municiones.
―¿Por qué no te rindes humano? Aunque luches no cuentas con la fuerza de criaturas como nosotros ―le dijo una harpía que lucía una roce de bala en el hombro. Entonces se acercó y lo empujó sin lograr aventarlo―. Eres tan débil que das asco.
En medio de la burla, Wallace la sujetó del brazo atrayéndola hacia él y con el cuchillo en la mano derecha, se lo atravesó en la mandíbula.
―Porque el honor de mi clan está en juego ―le respondió escupiéndole con restos de la sangre que le salpicó al sacar el cuchillo―. Salúdame a tus hermanas caídas.
Wallace tiró a su enemiga, que debido al arma bendita, no pudo tolerar el ataque. Al impactarse y fracturarse todos los huesos, tiró el cuchillo y volteó su mirada hacia el resto de harpías en estado de shock ante lo ocurrido.
―¿Qué esperan a matarme? ¡A por mí, harpías! ―les gritó el agente.
Lanzaron un grito de guerra para irse al ataque, pero el agente no se inmutaba. Cuando estuvieron a punto de agarrarlo, se tiró de espalda al vacío y estas lo siguieron. Wallace sonrió al ver a su enemigo rodeándole. Fue entonces que activó el gancho que lo elevó sobre ellas y disparó las últimas balas que le quedaban.
Eran fieras guerreras que continuaron a pesar del sangrado. Wallace se movía a través de las terrazas, árboles y pilares que conformaban el castillo. Acabadas las municiones procedió a atacarlas con sus bastones eléctricos. Las harpías se organizaron para agarrarlos desde todas las direcciones, pero el agente se suspendió un momento. Llevó rápidamente su mano a la chaqueta y sacó un canica que lanzó hacia ellas.
―¡Y caerán como Ícaro al enfrentarse al sol! ―dijo desactivando el gancho.
Wallace desactivó el gancho unos segundos antes de que la explosión carbonizara vivo al enemigo y de que la onda expansiva generara destrozos en las paredes que rodeaban el jardín. Con los ojos cerrados se llevó las manos a la cabeza y colocó su cuerpo en posición fetal para protegerse del impacto en los árboles. Sin embargo, unas gentiles manos lo habían salvado.
―Tú eres...¡Olivia!
―Lamento la demora ―le dijo con una mirada muy triste. Wallace observó entonces una herida en el costado izquierdo―. Tranquilo, no soy tu enemiga. Incluso mi clan conspiró contra mí.
Aterrizaron cerca de los agonizantes Thomas y Timothy, donde el agente se angustió por no saber cómo ayudarles. En ese instante apareció Moria con una poción rosada que les dio a beber y ambos presentaron síntomas de mejoría.
―No fueron los únicos afectados, el clan de lamias fue atacado de la misma manera ―explicó la reina harpía ayudando a sentar al comandante Rhodes―. Fabricamos ese veneno, por lo que también disponemos del antídoto.
―No trates de explicar tanto. Sabemos que no estás detrás de todo esto ―dijo Samuel poniéndose de pie y luego ayudó al pequeño zombie―. No son solo las harpías, ¡los hemos descubierto!
―Elfos, minotauros, harpías, kitsunes y hadas han conspirado para una masacre de clanes ―complementó el zombie―. Si no nos damos prisa, no habrá sobreviviente alguno en Cuatro Lunas.
Antes de que el grupo pudiera alertar a los clanes, un fuerte sonido los inquietó. Eran pequeños temblores provenientes fuera del castillo, que luego se transformaron en el sonido de una demolición. Si algo quedaba claro era que el enemigo buscaba cerrar con broche de sangre el Concilio que tanto les costó formar.
La máquina voladora despegó luego de que los hermanos Strauss regresaran a esta. Una nueva dirección había sido trazada: el mundo humano. Aunque para ello tendrían que visitar otros continentes del Bajo Mundo a cumplir con las entregas del gremio. Esperaban que en algún punto se reencontraron con su viejo amigo pescador. Así que mientras esperaban que la nave se alejara de la isla y abriera un portal sin ser detectados por el sistema global, iniciaron una partida de ajedrez frente a un gran ventanal que mostraba la belleza natural del continente. Mientras que detrás de ellos, Kadbath saltaba y corría por doquier en búsqueda de atención. Era admirable que ambos licántropos pudieran mantener la concentración en el juego a pesar del ruido.
En medio del juego, Nikolai cuestionó a su hermano sí era correcto continuar con la misión. Quizás la vida les ofreció una nueva oportunidad al estar a la deriva hasta ser encontrados por alguien que no le importó su pasado para aceptarlos en su tripulación. Incluso, que terminaron ayudando a un niño, de lo que alguna vez pudo haber sido una víctima más o alimento. Y cuando quiso tocar la amabilidad de su abuelo, Vanja explotó de cólera tirando el tablero al piso, dejando al goblin asustado, quien se puso a recoger el desorden.
―Si tanto quieres quedarte, ¿por qué no te regresas a esa isla? ―le dijo Vanja, quién presentaba indicios de su transformación.
―Solo te di mi punto de vista ―respondió sin moverse de su asiento―. Bull pudo haber muerto también esa noche, no solo Kristoff.
―Kristoff era nuestro hermano, ¿cómo puedes decir algo así? ―cuestionó entre lágrimas de furia.
―Bull también es nuestro hermano de sangre ―le respondió y esta vez se puso de pie para ponerse frente a frente al albino―. Aunque él era habilidoso, le faltaba lo que los Generales tenían. ¿Y qué pasó? Papá lo exilió como hizo con nosotros. ¿No lo ves, Vanja? Bull no es tan diferente a nosotros.
―Pero sí el culpable que él esté muerto.
―Te equivocas, hermano ―refutó Nikolai observándolo con pena―. Lo he pensado por mucho tiempo y siempre llego a la conclusión que en una guerra todos tienen culpa y al mismo tiempo no la tienen.
Aquello se sintió como una traición para el lobo albino, por lo que cegado por la furia, se lanzó a su hermano con un corte en equis. Nikolai se giró a un lado esquivándolo. Procedió a tomarlo del hombro, lo levantó y dejó caer con fuerza para tranquilizarlo. Pero por su lucha por zafarse, Vanja mostró que estaba dispuesto a continuar la batalla sin sentido.
―Di que te arrepientes y puedo perdonar tu... ―le dijo Vanja, pero terminó siendo interrumpido cuando su hermano hundió su cabeza en el piso con la ayuda de su pie.
―No has aprendido nada, hermano ―se negó con mucho pesar en el tono de voz―. Cada muerte que derramas no te llevará a nada y no podrás vengar a Kristoff. Apoyo tu sentido de justicia, porque Wadim debe pagar. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que asesines a Bull, cuando él mismo podría ser nuestro aliado―. Vanja retiró el pie y se agachó para ayudarlo a levantarse. Recuerda que Bull fue el único que pudo derrotar a papá. Ni Gabriel, ni Megan, ni Kristoff tuvieron la oportunidad.
―Y por eso mismo se lo arrebataré ―concluyó el licántropo tomando asiento de nuevo, aunque un poco más alejado de su hermano.
Entonces Nikolai inició una partida con el pequeño goblin que tanto deseaba aprender el juego. Notó que se distraía facilmente y que se perdía en sus pensamientos. Llegaron a la mitad del juego cuando Kadbath abrió sus ojos como si presenciara lo más horrible para su edad y de un salto se colocó frente a la ventana.
―Señor Nikolai, tiene que ver esto ―lo llamó moviendo la mano rápidamente.
Al norte de la isla, se observaban varios portales por las que salían guerreros de Jonathan. Los ya dispersos iban rodeando el castillo, sin que nadie pudiese detectarlos debido al juicio. No era su problema, pero también sintió la necesidad de devolver el favor a su abuelo.
―Creo que debemos avisarle, ¿tú qué dices? ―le preguntó a su hermano.
―Qué mueran los que tengan que morir ―le respondió sin darse la vuelta.
―¡Perfecto! Entonces moriré con ellos.
―¿A dónde crees que vas? Si los matan no es tu problema ―dijo Vanja tomándolo del brazo antes de que saliera de la sala.
―Y sí yo quiero avisarles, tampoco es tu problema ―retiró el brazo y le sonrió con mucha determinación―. Adelántate si quieres, yo decido pelear por lo que creo que es justo.
Después de solicitarle al capitán Ardin el regreso a la isla, Nikolai fue a esperar al puerto de la nave. Faltaba poco para tocar tierra, por lo que miró una última vez a su hermano teniendo la esperanza de que lo apoyara en su deber. Sin embargo, el licántropo reacio solo lo observaba desde la ventana con mucha decepción. Aún así no podía juzgarlo, ya que estaba cometiendo la segunda mayor locura de su vida. Una vez la nave aterrizó, Nikolai sonrió a su hermano y saltó a tierra para luego perderse en su denso bosque.
Mientras que Vanja Strauss se alejó de las ventanas para perderse en el centro de mando, donde Ardin se encontraba colocando una armadura de flechas. Notó que los hologramas proyectaban el mapa de la isla y había varias equis rojas marcadas. El licántropo comprendió que su capitán planeaba apoyar en la defensa, pero también sintió una gran decepción por meterse en guerras que no le correspondía batallar.
―¿Fue mi hermano, cierto? ―le preguntó.
―No todo puede girar alrededor de los deseos de los Strauss ―dijo con tanta seriedad que el licántropo sintió un golpe en el pecho―. En ese Concilio hay miembros de mi antiguo clan y aunque me alejé, tengo personas que me importan. Creo que tu viaje al mundo humano habrá que esperar.
―Bien, me tocará aburrirme en la nave ―soltó una carcajada sarcástica.
―O puedes dejar el orgullo a un lado y apoyar a tu hermano, como él lo ha estado haciendo contigo ―aconsejó el elfo―. Por cierto, si no ayudarás en nada, te pediré que te retires. Ah, casi lo olvido, dile a Kadbath que se encierre en su habitación.
Orgullo y hambre de venganza causan ceguera a cualquier corazón lastimado. Honor y lazos pueden anclar al perdido a la tierra que no encuentra. Y en medio de la confrontación que estaba a punto de estallar, Vanja se replanteaba todo lo vivido hasta ese momento. Poco era el tiempo que disponía para decidir, porque si era demasiado tarde para actuar siempre quedaba la posibilidad de perder al segundo hermano que nunca lo dejó abandonado.
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