Capítulo 24

La presencia del Lunar del hielo hizo que la temperatura alrededor de la casa de Astryd Lombardi y Ruffus Allard disminuyera demasiado y también la noche anterior generó una tormenta de nieve que cubrió varios kilometros. Así tenían preparado el terreno con trampas ocultas y muros de hielo donde yetis tenían una vista de 360 grados.

Desde la madrugada, Astryd sacaba el filo de su alabarda y el tridente de su esposo. Sabían que Jonathan van Vonter no se tocaría el corazón con ellos y tampoco escucharía su verdad. Ambos Lunares lucharían hasta que la nieve se manchara de sangre y sus cuerpos quedaran con las entrañas al aire para luego ser devoradas por los esbirros del usurpador. No les importaba su final mientras le daban tiempo a Dorete de alejarse de la batalla.

Cuando terminó con las armas, Astryd caminó por los pasillos y el resto de habitaciones de la que había sido su casa los últimos años. Entró a la habitación de su hija y del escritorio tomó una foto. Sonrió al ver como se retrataba la felicidad de su familia y amigos. Había pasado mucho tiempo, pero rogó a la vida misma que nadie saliera lastimado por el enfrentamiento que se libraría en unas horas.

―Ellos son buenos, estarán bien ―le comentó Claude desde el marco de la puerta.

―Sí, para ser humanos, lo son ―afirmó con una sonrisa―. Les debemos todo―. Astryd devolvió la foto a su lugar y se sentó sobre el escritorio―. Claude, si él sabe que nos ayudas, te castigará de nuevo y con la muerte.

―Es un riesgo que voy a tomar ―dijo el Lunar del hielo con una sonrisa que encendió de esperanza el corazón de su amiga―. Ustedes me ayudaron a pesar de las consecuencias... Ahora es mi turno.

Astryd lo llevó al comedor donde le sirvió chocolate y pan recién horneado. Mientras comía, también le mostró un album de fotos de su estadía en Islandia, del que el Lunar sintió una alegría genuina en su amiga, pero mucha tristeza por lo que estaba por perder. Cuando eran jóvenes, Claude y Astryd eran muy unidos y gustaban de irse de caza. Fue durante esos dorados años que la sonrisa de la Lunar del aire lucía como la actual. Luego estalló la segunda guerra de clanes y los doce dioses vampiros tuvieron que enfrentar a sus progenitores como siglos atrás ocurrió con los doce del Olimpo. Astryd perdió su sonrisa después de matar a su tirana madre, a quien atravesó con su alabasta y con la que sacó sus entrañas.

Claude y Ruffus le pidieron a su hermana Thelma para que pudiera eliminar los recuerdos y recuperar aquella sonrisa cálida. Sin embargo, Astryd se enteró y solo generó un conflicto entre los amigos, ya que ella se negaba a eliminar los recuerdos de lo que la había vuelto una guerrera más fuerte. Sufría en silencio por decisión propia y llegó a aislarse un tiempo, hasta que ambos amigos la encontraron. Durante esa época conviviendo en una cabaña, Astryd y Ruffus procrearon una hija, lo que hizo que Claude se alejara para dejarles su espacio.

Unas lágrimas rodaron por el rostro del Lunar, quien se las limpió rápidamente para no llamar la atención de Astryd. En un momento así, no podía perderse entre los buenos recuerdos de un ayer que no volvería. Fue a la ventana para observar los copos de nieve cayendo frente a él. Solo esperaba que Beth, su aprendiz, no se encontrara en peligro. Hacía pocos días recibió la noticia sobre la sospecha que los Vonnes eran los verdaderos traidores. Si bien confiaba en ella, no la consideraba lista para que se enfrentara a ambos con tan poca experiencia en el uso de magia lunar.

―Claude, ¿acaso eres papá? ―le preguntó Astryd.

―No...Espera, ¿acaso se me nota la preocupación? ―replicó con sorpresa.

―Para un hombre que siempre se muestra calmado ante cualquier situación, tu mirada en este momento me muestra un Claude muy diferente al que conozco ―explicó Astryd , de la que no pudo evitar que terminara con una pequeña carcajada―. Sea biológica o adoptada, esos ojos reflejan lo cuánto que te preocupas por esa persona.

―Se llama Lizbeth, aunque prefiere que la llamen por Beth ―dijo el Lunar del Hielo―. La encontré muy herida hace unos años y al ver que no estaba dispuesta a morir, le brindé la oportunidad de vivir como mi aprendiz. Desde ese momento se volvió mi prioridad y me preocupa que esté en el castillo sin mi protección.

―Eres un excelente guerrero y amigo, no me sorprendería que esa tal Beth logre superarte como yo lo hice a los quince años ―consoló Astry tomándole de la mano―. Y no digas que me dejaste ganar, porque no quiero que mates este momento.

Mientras los dos amigos compartían su charla sobre sus aventuras, en el bosque, los lobos y zorros árticos que fungían como vigilantes estaban siendo aniquilados por flechas incendiadas que los volvían cenizas en el impacto. Los sobrevivientes no podían distinguir de quién se trataba, pero no hacía ningún ruido y no dejaba huellas en la nieve, por lo que su cazador podría encontrarse en las copas o atacaba desde el cielo. La blancura comenzó a teñirse de gris anunciando que la batalla estaba a punto de estallar.

Por la playa caminaba un vampiro, que para los ojos de cualquier humano, solo se trataba de un humilde pescador. Descalzo y disfrutando de la arena colarse por encima de sus pies. Estaba fría debido a la nieve, pero a Ruffus Allard no le importaba. Se dirigía cerca de una cueva debajo de un risco. Ahí se escondía su querido Kloptis, una criatura última en su especie y de la que ha incluso había sido marginada y asesinada en el Bajo Mundo, debido a su aspecto incomprensible.

Más que una simple mascota, Ruffus consideraba a la criatura como su mejor amigo. Lo conoció desde que era un huevo abandonado en una isla cercana a Lágora. Buscó a sus padres, pero solo encontró la trágica noticia que toda su especie fue aniquilada en la zona porque supuestamente atraían la calamidad. Y aunque sus compañeros Lunares le pidieron que solo lo dejara morir, la sensibilidad por la vida hizo que lo empollara con ayuda de Astryd. Pocas semanas después, la criatura nació y la bautizó con el nombre de su especie. Sin embargo, todos esos buenos recuerdos parecían que dejarían de crearse. KIoptist fue severamente herido durante la batalla contra Sartana y sus tritones.

Heridas que no cicatrizaban ni con la magia de curación del agua y llantos que podían escucharse desde fuera de la cueva. Ruffus Allard se armó de valor para entrar en ella y hacer lo que podía para no perder a su querido amigo. Subió las rocas que rodeaban la poza y puso sus manos sobre las heridas. El agua lo cubrió y ante los quejidos, Ruffus prometió que todo estaría bien.

―Aunque no estés de acuerdo, sabes que lo haré ― le dijo el vampiro colocando sus manos encima de las heridas y algunas grietas se vieron en sus manos al momento de terminar―. Ahora llevarás una parte mía, querido amigo. Por favor, no te esfuerces ¡y vive! Más aventuras nos esperan en altamar.

Kloptist emitió un sonido extraño, por lo que Ruffus corrió hacia la entrada de la cueva. Observó una anormalidad en la marea cuando varios remolinos se formaron, además de escuchar un cántico proveniente debajo del mar.

―Te he dicho que no quiero que te veas involucrado en esta batalla ―elevó la voz y volteó a ver al monstruo―. En caso de que Astryd y yo muramos, quiero que cuides a Dorete desde la distancia.

Un cuerno de guerra sonó y aquel inquietante canto se detuvo. De las profundidades emergieron un ejército de sirenas vestidas con armadura plateada y casco de huesos; mientras que de los remolinos aparecieron los tritones empuñando sus tridentes. Kloptist emitió de nuevo otro sonido.

―Sí, estás pensado lo mismo que yo ―dijo el vampiro―. Nos quieren dividir mientras atacan a Astryd y eso, ¡no lo permitiré!

Ruffus agarró impulso y se lanzó al terreno de batalla. Su salto fue tan profundo que dejó un hundimiento en la arena. Aterrizó con un golpe provocado por el tridente que hizo aparecer en el trayecto, generando una onda expansiva que arrastró a todos. Reconoció a una de las guerreras, Nif, quien antes formaba parte de sus ejército.

―Otra traidora que prefirió a Jonathan ―le dijo con una mirada de decepción―. Has condenado a tu pueblo.

―Solo hago lo que puede ser mejor para ellos, señor Allard ―aclaró la sirena acercándose a él con el arma abajo―. Usted mató a Sartana y ahora yo fui coronada como la nueva representante de nuestro clan.

―¿Quieres llegar a un acuerdo?

―Así es, por el aprecio que le tengo y porque sé que es el Lunar más débil entre los doce ―respondió con la cabeza agachada. Luego la subió y extendió su mano esperando ser correspondida por su antiguo jefe―. ¿Está de acuerdo?

―Dime, ¿qué carajo quieres?

―¡Entréguese! Solo así detendremos el ataque y la búsqueda de su hija.

―¡Jamás! Prefiero ser asesinado en esta batalla y que mi sangre se mezcle con este mar, pero jamás aceptaré un crimen que no he cometido―Ruffus había elevado la voz y todo su cuerpo se cubrió de agua formando una armadura―. ¿Sabes la respuesta o necesitas que mate a uno de tus súbditos?

―¡Sirenas! ¡Tritones! Lo han escuchado ya ―Nif se dio la vuelta para dirigirse a todo su clan―. Levanten sus armas y ataquenlo sin piedad.

El clan de las criaturas acuáticas alzaron su grito de batalla mientras lo rodeaban. Debajo de Ruffus se formó un tromba y con su tridente fue repeliendo cada ataque del enemigo. Por un momento, Nif desapareció de su vista e incluso dejó de percibir su presencia. Ruffus cerró los ojos y lanzó su tridente al mar, que al instante generó más trombas creándole una defensa natural.

―Red Moon: Water Element: Sacred Snake ―pronunció su hechizo.

Un rayo rojo impactó en el agua y los guerreros comenzaron a huir en todas direcciones. Todo el campo se cubría de rojo y algunos enemigos perdieron miembros. Ruffus atrajo su tridente a sus manos y giró velozmente para detener la alabarda de Nif.

―Supuse que haría eso ―le dijo la sirena y aplicó más fuerza para conseguir una herida en el brazo del vampiro―. Ya debería de aceptar su derrota, ¡conozco todos sus hechizos!

―Creo que se te olvida que aún hay fieles criaturas que me respetan ―replicó con una sonrisa maliciosa. De pronto, una gran sombra cubrió el campo de batalla. Se trataba de un Umibozu―. Tu ejército ha sufrido bajas y solo has conseguido una pequeña herida.

La serpiente de agua subió por el tridente, que fue empuñado para arrojar la alabarda. Nif retrocedió y se metió de nuevo al mar. Estaba siendo perseguida por el vampiro montado sobre la serpiente.

―Red Moon: Water Element: Poseidon's Judgment.

Se formaron varias corrientes de agua que se cruzaron entre sí y bloquearon el camino de la sirena. Ruffus rompió el tridente y lanzó los fragmentos a través de las corrientes. Nif preparó su escudo y un primer golpe lo partió. Un segundo le dio en las hombreras aboyándolas y un tercero le quitó el asco. Después los golpes los recibió en la cola donde recibió varias heridas y su sangre le cubrió su visión. Cada fragmento fue golpeando con más furia y precisión hasta que su armadura fue destruida. Finalmente el tridente se restauró y la sirena no pudo esquivar un último golpe que terminó atravesando su abdomen. Nif se llevó las manos al tridente e intentó sacarlo, pero solo consiguió que los huesos de su mano se rompieran. En ese momento, las corrientes se disiparon y pudo ver al Lunar acercándose a ella.

―Oh, Ruffus, sabes muy bien que esto no me detendrá a mí o a mis súbditos ―le dijo la sirena con una sonrisa que buscaba disfrazar el dolor que la agonizaba―. La invocación del Umibozu no durará mucho tiempo y creo que las criaturas solo obedecerán a mi, la única reina de los mares.

―Nif, ¿por qué aspiras a muy poco?―le preguntó Ruffus tomándola del mentón y con fuerza sacó el tridente―. Ni siquiera eres capaz de dominar mi arma sagrada, el obsequio del que fue alguna vez tu dios.

De repente, un hilo de sangre subió frente al vampiro y cuando pudo reaccionar se dio cuenta que un arpón se había anclado en su costado izquierdo. Lo halaron con fuerza y parte de la carne fue arrancada. Ruffus contuvo su grito y lanzó el tridente hacia el tritón que se encontraba debajo. En ese instante, Nif se lanzó a la espalda para detenerlo. Más sirenas y tritones se unieron para herirlo, pero Sacred Snake formó un muro que fue despedanzando a cualquiera que lo atravesara. Nif hizo un corte en el cuello del vampiro para liberarse y se alejó girando en círculo antes de que el tridente volviera a golpearla.

―A este punto su mujer debe estar siendo partida a la mitad por el señor Jonathan ―provocó la sirena cubriéndose la herida en un intento de sanarla con magia, pero la hemorragia no se detenía―. ¿Qué esperas por matarme para comprobarlo?

―Te equivocas, no conoces para nada a Astryd Lombardi ―aseguró con mucha tranquilidad en su tono de voz―. Sé que puede esperarme un poco más.

Un nuevo arpón se ancló en la espalda del vampiro y lo haló con una velocidad que no le daba tiempo para sacarlo. Con un nuevo Poseidon's Judgement logró que el tridente cortara el arpón y Ruffus se metió dentro de las corrientes para sorprender al enemigo atravesándolos con el tridente. Solamente faltaba Nif, quien a pesar de sus heridas aún contaba con la determinación suficiente para defenderse. Sacred Snake apareció detrás de ella empujándola con la cola a la corriente donde el vampiro esperaba impaciente.

Entre ambos se hicieron varias heridas, pero Ruffus aprovechó la sangre del enemigo para potenciar su poder. Finalmente salieron de la corriente al cielo abierto y mientras caían de vuelta, el Lunar pronunció un último hechizo: Red Mood: Water Element: Dragon Gate. El tridente se volvió líquido y del mar flotaron varias bolas de agua que se juntaron hasta formar un dragón que giraba en círculos. Nif se encontró con los ojos dorados del dragón y al conectarse, este atravesó a la sirena dejándola fuera de combate.

Ruffus aterrizó de pie sobre el agua, quien en medio de jadeos contempló la asquerosa escena de guerra que lo rodeaba. Odió a Jonathan, de no ser por él nunca habría pasado. Observó el cuerpo de su contrincante y decidió sanarla para luego enviarla a través de un portal. Después de todo, Nif fue una vieja amiga y también era una madre que solo buscaba lo mejor para su supervivencia. De pronto, Kloptist emitió un sonido de molestia y Ruffus se impulsó para llegar cerca del risco. Ahí su amigo se enfrentaba con tritones y soldados vampiros que trataban de invadir la granja. No lo pensó dos veces para saltar sobre la cabeza de su amigo y apoyarlo en detener la emboscada. Poco faltaba para que el veredicto de aquel enfrentamiento sin sentido fuera dado a conocer, pero donde la muerte siempre estuvo asegurada.

Desde la misteriosa partida de Jonathan van Vonter y de la cuál tomó unos cincuenta mil soldados, el castillo permanecía más solitario que lo acostumbrado. Beth recorrió los pasillos con Lilith, que no deseaba entrenar ese día. Con la sospecha de los Vonnes, Lilith se encargaría de la investigación que nadie más en el castillo se le había ocurrido. Fueron a la habitación de Palkha donde solo encontraron la cama perfectamente tendida y unos cuantos dibujos realizados con sangre, pero de lo que nada podía resaltar más que figuras abstractas.

Luego se dirigieron al jardín donde se encontraba el hijo que le traía una mala espina. Nunca lo quiso confesar hasta ese momento, pero Lilith sentía que aquello sucedió en su pasado y odiaba haber perdido sus recuerdos. Incluso en el Bajo Mundo, el crecimiento acelerado en solo tres años era anormal para cualquier criatura y ni siquiera bajo un hechizo podría lograrse. Lilith nunca deseó convertirse en su madre y aunque no lo amaba, su poco instinto maternal le provocaba un genuino interés en protegerlo.

Lilith se agachó para averiguar qué eran los dibujos que su hijo realizaba en el fango: círculos mágicos, tres coronas interpuestas entre un triángulo invertido y doce figuras humanas rodeando el símbolo de un cáliz. Sin embargo, lo que más le inquietó una criatura de tres cabezas, de aspecto serpentino y alas de murciélago. Se detuvo en sus ojos y creyó haber visto unos amarillos en su cabeza. Pronto llevó la mano a su frente debido a la fuerte jaqueca que obtuvo de impresión.

―¿Te gusta mami? ―preguntó el chico girando un poco su cabeza y Lilith notó su sonrisa inquietante―. A papá no le gustaron mis dibujos, cree que no soy digno.

―Son hermosos ―dudó en responder por lo que tartamudeó un poco. Lilith señaló la serpiente y se dirigió de nuevo al chico―. ¿Qué es esta serpiente?

―Buscas ignorarlo, pero en el fondo ya lo conoces ―respondió regresando su mirada a los dibujos, pero sin perder su sonrisa―. El caos viene ya y tú, la que venció a los dioses y su castigo, la corona obtendrás. Ascenderás o caerás, dos opciones la vida te pondrá.

Espantada por su propio hijo, la vampira se echó para atrás. El dolor de cabeza la llevó a sacar un grito. Entonces Beth la ayudó a levantarla y la llevó a una banca para que tomara un poco de aire. Sin embargo, Lilith no dejaba de ver desconcertada a su hijo y más cuando su mentora le confirmó que ella no vio nada de aquello. Realizó un ejercicio de relajación con su ayuda y luego regresó con el adolescente. Acercó su frente con la de él y colocó sus manos a los laterales de la cabeza.

Así inició su viaje por los recuerdos de su extraño hijo, pero no había nada anormal hasta que vio como la puerta de la habitación se abría. Notó un vestido rojo moverse que se detuvo frente a la cuna. Apenas lograba distinguirlo por la visión nublada, como si Palkha se encontraba más en el sueño que en la realidad.

―¿Por qué no lo matas en este momento? ¡Estás perdiendo nuestro tiempo! ―le preguntó una voz distorsionada que la hizo sobresaltar.

―El engendro podría servirnos más adelante, en caso las cosas no salgan como planeamos ―respondió la mujer, que sin duda se trataba de Elizabeth Vonnes. Acarició la frente del niño y luego le dio un beso―. ¿Conseguiste el veneno?

El misterioso hombre le entregó un recipiente cilíndrico con un líquido de un tono cobrizo. Elizabeth lo examinó para verificar que fuera lo indicado, así que al terminar sacó un ave de sangre de su boca al cual entregó el veneno.

―No bastará una sola vez, pero creo que es lo suficiente para continuar con el plan ―dijo la dama sangrienta sonriéndole al pequeño.

Al cerrarle los ojos, Lilith no consiguió ver si la conversación continuaba, pero sí alcanzó a ver nuevas visitas, siendo la última cuando los encontraron saliendo de la habitación. Elizabeth lo maltrataba con su magia y llegó a extraerle sangre para sus tratamientos de belleza. Sin embargo, cuando Palkha creció, la sonrisa maliciosa de Elizabeth se transformó en una de terror como la que antes había experimentado.

De pronto, un fuerte golpe la devolvió a la realidad. Se encontraba rodeada de nieve y parecía que un muñeco de nieve amortiguó su caída. Más adelante, Beth trataba de proteger al adolescente de los ataques de Elizabeth, quién le dirigía criaturas de sangre. Lilith, entonces, agarró impulso y se creó una armadura de sangre que absorbió a las criaturas. Luego tomó a la Lunar de los hombros y la estrelló en la fuente. Lilith dio un salto atrás quedando al lado de su mentora y procedió a juntar los escombros para atraparla.

―Elizabeth, ¿cómo pudiste? ―reclamó la diosa acercándose, quien apuntaba con una daga el cuello de la Lunar―. Les ayudé a ti y a Tartaros después de casi morir e hice lo mejor que pude con tu rostro―. Con las mano temblado de furia, Lilith realizó un pequeño corte en el cuello―. Pensé que podíamos ser amigas.

―¿Amigas? Solo somos sus malditos sirvientes, nos quitaron nuestros títulos y ustedes no hacen nada por lo que prometieron ―la dama sangrienta elevó su voz soltando finalmente la frustración que cargaba―. Ni Jonathan ni tú, la supuesta diosa y guerrera, son dignos del trono.

Lilith presionó más la daga para que cortara la piel con mayor profundidad, pero Beth la haló hacia ella cubriéndose con un cúpula de hielo. Aquel cuerpo no se trataba de Elizabeth Ezrath, sino que era un cuerpo de sangre que explotó en balas que llegaron a astillar el hielo. Si la teoría de Beth estaba en lo correcto, la dama sangrienta estaría utilizando diversos cuerpos para distraerlas. Un castillo sin soldados le afectaba en utilizar su magia sin su desventajas.

―¡Mamá! ¡Ayúdame! ―gritaba Palkha entre llantos.

―Lilith, escúchame con atención ―Beth posó sus manos en los hombros de la diosa―. Si el recipiente es dañado, pondrás en peligro todo por lo que has luchado. Yo me encargaré de rescatarlo

―¡Déjame ayudar! ¡Es una orden!

―Si sales podrás empeorar la herida ―le dijo señalando un corte que Lilith no había notado en la pantorrilla. Por suerte, Beth logró controlarlo con su magia de hielo―. La sangre de sus creaciones está contaminada con el veneno. Además, yo solo le sirvo al señor Claude.

Beth cerró la cúpula al salir, dejando a la diosa vampira frustrada ante la situación. De haber sido más precavida e inteligente como la chica no habría caído en la trampa. Sin embargo, ella tampoco le servía a Beth. Dibujó un pentagrama púrpura en el aire del cuál disparó un rayo oscuro que abrió un orificio.

Arriba de la muralla distinguió a Beth luchando contra dos clones de Elizabeth, mientras mantenía al adolescente inconsciente levitando a su lado. Lilith tomó impulso y con un rayo oscuro interrumpió un ataque de aves de sangre que iban hacia su mentora. Y así ambas mujeres se dispusieron a cuidarse la espalda, esperando a encontrar a la verdadera Lunar muy cerca de su terreno de batalla.

Claude Van Vonter tuvo que retirarse ante una señal de auxilio de parte de su pupila. La Lunar del aire no lo reprochó, ya que él se estaba arriesgando mucho con el apoyo de sus subordinados vigilando el terreno. Una salpicadura de sangre en la ventana del comedor alertó a Astryd, quien continuaba mirando el album familiar.

Se colocó su casco de cornamenta que tenía en la mesa y tomó la alabarda que había colocado a un lado de la encimera. Al ver que el tridente faltaba, dedujo que su esposo se encontraba batallando en algún lugar cercano. Solo podía esperar que encontrara la manera de ganar, porque ella también daría lo mejor de sí misma para no ser humillada de nuevo. Un golpe se escuchó en el techo y luego unas fuertes pisadas sonaron a lo largo de este. Lentamente se fue alejando hacia la sala.

De pronto, una granada explotó arriba logrando que todo el techo se viniera abajo. Astryd se cubrió en una bola de viento que utilizó para ascender, trayendo consigo el fuego y los cimientos que disparó a los soldados que rodeaban la casa. No notó a Jonathan por ninguna parte, pero conociéndole dejaría el trabajo sucio para sus subordinados. Del bosque salieron los yetis y animales de nieve creados por Claude, que atacaron a los invasores ocultos entre rocas y arbustos.

Astryd deshizo la burbuja para lanzarse al ataque con su alabarda. Se movía en círculos girando con agilidad el arma que empuñaba. Como se notaba su sed de sangre en cada cuerpo partido a la mitad con el hacha y con cada corazón extraído por su filosa punta. El rostro y su ropa salpicados de rojo la devolvían a su yo más joven junto al resto de Lunares.

―Señorita Lombardi, nosotros nos encargaremos del enemigo en tierra ―le dijo un yeti con una pronunciación torpe, debido a la falta de costumbre―. Usted vaya por las gárgolas que se avecinan por el oeste.

Astryd se elevó quince metros y comandó un hechizo que hizo que el viento actuara como shuriken que hirió a una decena de gárgolas. Conocía su punto débil que se alojaba en el abdomen, por lo que le fue más fácil deshacerse de ellos. Y aunque derrotó a todo el ejército, aquello solo era el calentamiento de la batalla que más anhelaba. Un humo negro descendía del cielo y al llegar a su altitud, tomó la forma de Jonathan van Vonter, quien lucía extasiado como si las cosas estuvieran saliendo bien para su incursión.

―Ha pasado un tiempo sin verte, Astryd Lombardi ―le dijo mientras se cubría de una armadura de un material parecido a la obsidiana―. Pero es una pena que sea el último de tu maldita existencia.

―Este enfrentamiento solo es una pérdida de tiempo ―respondió sin dejar de girar su alabarda―. Ni Ruffus ni yo sabemos lo que pasa en tu reino utópico. Te has ganado enemigos durante siglos y crees que quienes estamos ausentes conspiramos contra ti―. Astryd se cubrió entonces de una armadura plateada con orbes que contenían pequeños tornados en su interior―. ¡Abre los ojos, Jonathan! El enemigo también puede estar en casa.

―Me cansé de charlas estúpidas, hoy mismo decidiré tu juicio― dijo el usurpador lanzándose al ataque―. Despídete de tu vida mediocre con los humanos.

Astryd bloqueó el ataque con el mango de su arma, pero la fuerza de su oponente hizo que la arrastrara con él por varios metros. Soltó el arma dejándose caer al vacío hasta perderse en el bosque. Jonathan detectó dos tornados dirigiéndose hacia él, pero que pudo contrarrestar con dos tornados de oscuridad. El choque propició a un caos donde soldados, yetis, árboles, animales y escombros fueran succionados.

―Red Moon: Wind Element: Piuma di dio.

Del pentagrama celeste salieron disparadas un centenar de plumas que persiguieron al monarca oscuro. Apenas podía defenderse o esquivarlas, por su rapidez y falta de color, lo que lo llevó a que su armadura consiguiera algunas abolladuras.

―Red Moon: Dark Element: gaură neagră.

Un pentagrama púrpura se formó frente a su usuario, que giró contra las manecillas de reloj hasta que formó un gigantesco agujero negro. Astryd hizo lo mismo con su alabarda encantada con su magia lunar, pero la fuerza del otro hechizo era superior. Faltaba poco para ser tragadas, así que rompió su alabarda y la lanzó pronunciando su hechizo "Red Moon: Wind Element: Quattro venti".

En el interior, Astryd giraba salvajemente, pero cuatro corrientes de aire se cruzaron para permitirle moverse a su ritmo. No duraría poco ya que Jonathan se había encargado de reducir el oxígeno. Con los fragmentos reunidos, Astrid los encantó y disparó a las diferentes corrientes, permitiéndole una apertura. A los pocos segundos, el hechizo de su adversario se había disipado. La Lunar cayó sobre un yeti muerto en batalla y notó que a pocos metros se encontraba Jonathan con la alabarda atravezándole la espalda.

―No has perdido el toque para llevar una vida mediocre de granjera ―dijo Jonathan entre quejidos al sacarse la alabarda, que procedió a desintegrarla y la masa de oscuridad entró a la herida cerrándola por completo―. Celebra tu ingenuidad, Astryd Lombardi.

―Celebra la tuya, Jonathan ―replicó Astryd poniéndose de pie―. Puedes jactarte como el favorito de Lilith y el único rey de Transilvania Oscura. Pero de algo siíestoy segura: ¡No eres un dios! ¡Eres solo un vampiro corriente! Red Moon...

Sin embargo, una masa de oscuridad comenzó a halar a Astryd a la profundidad de un abismo sin fondo. Estaba perdiendo la esperanza de volver a ver a su hija y amigos, pero una voz resonó en su cabeza: "¡Toma el tentáculo!". Al principio pensó que era su imaginación, pero al abrir sus ojos, un tentáculo sobresalía de un portal. Astryd acató la orden y fue halada al portal, que la transportó a la gigantesca cabeza del Kloptist, donde también se encontraba su marido cubierto de sangre y entrañas, y una sonrisa que le invitaba a pararse.

―Lamentamos la tardanza ―le dijo ayudándola a levantarla―. Nos encargamos de limpiar la playa de sus soldados.

―Justo a tiempo ―sonrió y luego lo abrazó conteniendo las lágrimas―. Si esta es nuestra última batalla y perdemos, quiero que muramos juntos.

Jonathan se acercó a la pareja y en su espalda giraban orbes de oscuridad que esperaban ser lanzados. Su paciencia se colmaba ante las cursilerías de ambos Lunares. No entendía su amor hacia la vida que optaron vivir. Así que muy cansado de esperar, las disparó, pero fueron reenviadas por un golpe de Kloptist. Entonces, Astryd y Ruffus se tomaron de la mano y saltaron al terreno, donde los tres combatientes iniciaron una combate físico, ignorando que un portal se abría en la entrada del bosque, y que de este salía Koras, con su familia amiga y la pequeña Dorete amordazados y con muchas heridas.

Lilith consiguió mantener a su hijo protegido bajo su hechizo "Dark Lock", que encerraba al objetivo en una burbuja de su elemento lunar. De esa manera, ambas mujeres le hacían frente a los clones de la Lunar de sangre. Después de derrotar al clon de la muralla, una risa proveniente del jardín les alertó que una nueva había aparecido. No obstante, allá abajo solo se vieron emboscadas por una jauría de perros sangrientos. Debían ser cautelosas, porque una sola mordida podría ingresar veneno al torrente sanguíneo. Rodeadas por estos, Beth y Lilith se cubrieron con una armadura de su elemento que les permitió abrirse paso.

―Señora Lilith, ¡cuidado por debajo! ―le gritó Beth al ver que un pentagrama rojo se activaba.

La tierra se abrió dejando ver un abismo con esqueletos y criaturas moribundas tratando de escapar. Lilith se elevó antes que la tomaran y de un círculo mágico disparó armas filosas para evitar su salida.

―Beth, aléjate del suelo― advirtió la reina vampiro quién había dibujado un círculo mágico. Llevó sus manos a este y lo giró hasta crear otros dos―. Red Moon: Dark Element: Hell on Earth.

Desde las alturas, Beth vio como un pentagrama se dibujaba en todo el terreno del castillo. Se abrieron grietas que no dañaron las estructuras y de ellas emergió una nube oscura acompañada de gritos.

―Tápate los oídos o te verás afectada ―le habló Lilith por telepatía y que permanecía con los ojos cerrados en su máxima concentración―. Tampoco te muevas o hables.

Beth sintió una molesta presencia acechándola e incluso una manos tocándo sus pies, halándole el cabello. Aquella nube se fue dividiendo en siluetas humanas que volaban en todas direcciones y sus gritos se volvían más estridentes. Después de unos segundos de búsqueda, un último grito resonó en una grieta ubicada en una torre.

―Red Moon: Dark Element: Juicio del verdugo oscuro.

Lilith colocó sus manos formando un rombo y frente a estas se formó un circulo mágico. Aquel rayo rojo de la luna descendió acompañado de un galopeo y al atravesar el círculo, este adaptó la forma de una parca que bajó hasta lo más profundo de la grieta. Beth había perdido de vista el hechizo, pero pronto lo encontró subiendo hacia donde se encontraban. Con su mano izquierda arrastraba del cabello a la dama sangrienta; mientras que en su mano derecha cargaba una hoz que goteaba un líquido viscoso. La parca lanzó a Elizabeth como si se tratara de un muñeco de trapo y con su hoz realizó un corte en equis. Sin embargo, a pesar del estallido de sangre, Elizabeth lucía sonriente observando la burbuja que protegía al príncipe Palkha.

―Red Moon: Blood Element: Parasite Blast ―alcanzó a murmurar y la reina de los vampiros pudo escuchar.

Lilith deshizo el hechizo ante el desgarrante grito de su hijo y se adelantó para atrapar a un chico que derramaba sangre como si fuera una nube de lluvia. Sin embargo, aquello solo se trataba de una trampa, ya que también Beth se vio afectada por el hechizo. La diosa vampiro creó una red de lianas para salvar a la chica de una fuerte caída y luego mandó ahí a Palkha a través de un portal, para luego encerrarlos dentro de más lianas.

―De nada servirá encerrarlos, Lilith ―se burló la dama sangrienta, quien había sanado sus heridas con facilidad―. Mis parásitos siguen haciéndo las suyas con la espiga nubosa que les inyecté. Incluso tú te verás afectada más pronto de lo que crees.

―Creo que se te olvida que yo cree la magia lunar ―le refutó con una sonrisa desafiante y luego chasqueó los dedos―. Así que empezemos un nuevo round.

De pronto, las cicatrices del rostro de Elizabeth se abrieron y la piel sobre estas se cayó. Un fuerte calor ardió en el rostro de la Lunar como si revivieras las heridas provocadas por Sawyer Oras en Venecia. Se llenó de furia despertando su modo Berserker, del cual se desplegaron dos alas de murciélago y en su frente salieron seis ojos; sus uñas se alargaron y de su frente crecieron dos cuernos pequeños.

―¡Te mataré, maldita puta! ―gritó la vampiresa lanzando sus aves de sangre―. Red Moon: Blood Element: Chant du Rossignol

Lilith formó un escudo de energía que los deshizo o al menos eso pensó. Nunca esperó que aparecieran por detrás atravesandola. Vio que su piel estaba siendo comida y el cuerpo no reaccionaba a sus ordenes. Cerró sus ojos y en su cabeza vio a una criatura extraña, formada de ruedas y alas brillantes con ojos.

―No es tu cuerpo, Lilith ―le dijo aquella criatura y que pronto recordó que se trataba de Santiel―. No eres fuerte en un recipiente y si muere su cuerpo, ambas almas morirán. ¡Déjanos encargarnos de esto!

―¡Cállate, maldito ángel! Yo soy una diosa, soy su creadora y soy la guerrera que la derrotará.

―Si tanto te interesa tu maldito paraíso, deberías ceder a las circunstancias ―declaró el rey de los ángeles―. Además, los refuerzos están acá...¡Confía en tu alma humana!

A Lilith no le quedó más opción que confiar en un ángel que tanto odiaba. Amber se materializó frente a ella y aunque compartiendo mirada de disgusto, se dieron la mano. Abrió los ojos y Amber había tomado posesión nuevamente de su cuerpo. Hizo aparecer sus alas y en su mano derecha la espada resplandeciente, su gran aliada de combate.

―Tú eres la otra perra que deseo matar ―dijo Elizabeth gruñendo―. Voy a robarte el rostro.

―Lo siento, creo que no te conozco ―replicó Amber con una sonrisa burlona―. ¡Claro! Elizabeth Vonnes. No te ofendas, pero pareces una quimera de las que tanto asesiné. ¡Das asco!

La desquiciada Lunar apareció frente de Amber e intentó desgarrarla el rostro con sus afiladas uñas. Sin embargo, una pared de hielo se materializó y al fragmentarse recibió esquirlas que la hirieron. Elizabeth intentó de nuevo, pero esta vez Claude van Vonter le propinó una patada que la aventó a una torre.

―Gracias, señor Claude, pero quisiera que me dejara esta batalla para mí ―aclaró la chica―. Allá abajo, Beth y Palkha necesitan ayuda. Yo no sé como controlar esos parásitos.

―Entendido, señorita ―respondió con dulzura―. Recuerde no mancharse de sangre, la necesitamos vida para que inocentes no paguen con castigo.

Tan pronto el caballero de la nieve partió a cumplir la petición, Amber Hills se dirigió a la torre para finalizar la batalla. Ahí mismo, Elizabeth la esperaba con una bandada de aves de sangre que lanzó sin avisar. Amber blandió su espada hasta que no quedara ninguna y por el jadeo de su adversaria, era evidente que su energía estaba disminuyendo. La Lunar se cubrió lo brazos con sangre dándole forma a una lanza giratoria. Se movía tan rápido que Amber no podía adivinar su siguiente movimiento, aunque sí era capaz de esquivar sus ataques.

Recordó que el atractivo físico era lo más importante para Elizabeth, así que se alejó mientras ella la perseguía. Se liberó de una nueva bandada y la llevó a las afueras del castillo. Una vez en el suelo, Amber dibujó un circulo mágico que las rodeó a ambas. De la tierra emergieron espejos que las encerraron. Tal como lo supuso, la Lunar se detuvo y se dejó caer de rodillas, al ver como su rostro mostraba la carne viva y parte de los huesos.

Gritó con desesperación lanzando hechizos que no se completaban y las lágrimas de impotencia no se hicieron esperar. Amber se acercó y con el mango de la espada la golpeó en la nunca, logrando que Elizabeth dejara de ser un peligro para todos. La chica tomó a la vampira en sus brazos y voló donde se encontraba Claude, quien también le trató los parásitos que circulaban en su interior. Y gracias al factor regenerativo, sus heridas no dejaron ninguna cicatriz visible.

―¿Qué hay sobre ella? ―preguntó Amber viendo a la Lunar con unas esposas supresoras.

―Llévala a la sala del trono y que Jonathan se encargue de ellam―respondió Claude, quien abrió un portal―. Aún tengo una masacre por detener. Fue un placer verla de nuevo, señorita Hills.

Para Jonathan fue una sorpresa ver las habilidades de batalla del Lunar más débil. ¿Acaso toda aquella fiereza se escondió por siglos en esas botas viejas y sombrero de sol? No importaba que hechizo los atacara, Ruffus Allard reaccionaba con la misma rapidez que su esposa para desviar el ataque. Así que cubrió el terreno con una espesa masa negra con el intento de entorpecer su trabajo en equipo. Estaba muy confiado, aunque eso le jugó en mal por el apoyo de Kloptist indicando con su rugido la ubicación del Lunar oscuro.

―Red Moon: Water Element: Seadragon's tears.

Sintió el aliento en su nuca, por lo que giró y atacó con su alabarda. Sin embargo, nadie se encontraba ahí. Dio varios golpes en el aire al escuchar pasos rápidos moviéndose en el charco de agua. Entonces, un primer corte en el rostro lo empujó y después más cortes lo levantaron de la oscuridad y terminaron por fragmentar su armadura. Allá arriba lo esperaCba Astryd, quién empuñó la alabarda hasta atravesar por completo al monarca.

―Adiós, Jonathan ―le dijo Astryd para luego darle una patada que lo tiró hacia Ruffus, quien atravesó su tridente―. Saluda a nuestros padres de mierda.

De repente, Jonathan desapareció llevándose las armas incrustadas, pero su presencia y la de otro desconocido aún se percibía. Astryd, por su parte, entró en un ataque de ansiedad donde los jadeos ni siquiera la dejaban hablar. Su instinto de madre supo que la pequeña Agnes también se encontraba en el campo de batalla. Mientras que al Lunar de agua, no se lo esperaba, por lo que abrazó a su esposa en un intento de tranquilizarla. Poco a poco, la densa oscuridad se opacó hasta quedar como neblina. Cerca del bosque caminaban dos figuras arrastrando unos cuerpos que se quejaban y la más grande preocupación del matrimonio se hizo realidad.

Jonathan arrastraba a una Lena insconsciente, a quien se le miraban heridas en el rostro y de la boca le brotaba un hilo de sangre; y en su otro brazo cargaba a Dorete, también con heridas. A su lado, también caminaba un hombre búho, arrastrando a Gustav y Liljas, siendo la pequeña más afectada por los golpes y de la que alcanzó a ver una fractura de pie. Para ese entonces, las heridas provocadas por el tridente y la alabarda comenzaban a cerrarse.

―¡Te voy a matar, hijo de puta! ―le gritó Astryd intentando liberarse de los brazos de su esposo.

―¿Estás segura? ―le preguntó con una sonrisa burlona y luego volteó a ver a su compañero.―. Kraros, sorprende a la ilusa.

Kraros soltó los cuerpos para dibujarles una círculo mágico en la frente de los cuatro, permitiéndoles despertar poco a poco. Como deseaba torturar el semblante de los Lunares, Jonathan los tumbó a la tierra mientras los sujetaba con una cadena oscura.

―Ellos no tienen nada que ver con esto ―dijo Allard con la voz un tanto temblorosa y al ver a sus amigos suplicando su ayuda por medio de la mirada, solo pudo soltar lágrimas―. Nos entregaremos, pero te pido que los dejes fuera de esto.

Pero el monarca oscuro no se lo pensó ninguna vez y con su espada, cortó la cabeza de Gustav ante la sorpresa de los presentes. La sangre salpicó exageradamente, que bañó el rostro de Liljas y provocó el grito desgarrador de Lena.

―Y bien viejos amigos, ¿quién será el...? ―preguntó Jonathan, pero fue interrumpido por un fuerte golpe que lo hizo volar y golpearse con árboles, rocas y casas.

La furia había invadido por completo a Astryd Lombardi, quien en cuestión de segundos se impulsó para sujetar a su antiguo compañero. Golpeó y golpeó sin cansancio, canalizando todo el odio y hasta que sus puños se tiñeron. Pero la risa de Jonathan se volvía más insoportable para su estado enajenado, que ignoraba los intentos de Allard y Kloptist tratando de proteger a los rehenes.

Jonathan pudo cambiar el rumbo de la batalla después de que invocar orbes de oscuridad que golpearon en repetidas ocasiones a la vampira. Luego la tomó del cuello y la llevó de vuelta al terreno solo para observar como Ruffus continuaba su batalla a pesar de las flechas venenosas incrustadas desde el cuello hasta los pies, y también al Kloptist, que protegía con sus tentáculos del ejército de vampiros que salían por nuevos portales.

―Ahora dime, Astryd ―le murmuró Jonathan en la oreja―. ¿Qué final deseas? Lo dejaré a tus manos: la muerte de Ruffus y tus amigos o la de tu hija.

―Ninguna de las dos ―respondió con dificultad―. Red Moon: Wind Element: Dance of Swans.

Con el hechizo provocó que el Oscuro Lunar la soltara para protegerse de los golpes y cortes invisibles de Astryd. Su escudo de energía no duró tanto y comenzó a verse realmente lastimado sin la posibilidad de defenderse. Astryd dio un salto en el aire y lanzó un último ataque, pero su adversario hizo aparecer a Dorete para utilizarla como un escudo. Fue una muerte rápida donde la pequeña apenas parpadeó después del disparo en el corazón. Entonces la vampira cayó de rodillas, perdiendo la fuerza para levantarse.

―Ahora entiendes lo que significa pagar la traición a mi reino ―le dijo Jonathan tomándola del cabello para que lo mirara a sus ojos y luego le escupió en el rostro―. Te perdono, vieja amiga, pero vivirás con el sufrimiento de haber matado a tu propia hija durante toda tu maldita existencia.

Al ver el cadaver de su hija, Ruffus intentó recuperarlo yendo a enfrentar a Jonathan, pero por las indicaciones de este, Kraros le disparó más flechas envenenadas que lo tumbaron al suelo en un ataque epileptico.

―¿Qué haremos con las humanas? ¿Quiere que las matemos? ―preguntó el cazador aputándoles con su arco.

―Las llevaremos como esclavas ―le respondió mirando a Astryd―. Drenaremos hasta la última gota de su sangre. Quiero que también vivas con la culpa de su castigo.

Jonathan y el cazador partieron con sus trofeos a través de un portal, dejando a Kloptis defendiendo a su amigo con las pocas fuerzas que le quedaban. Aplastó y arrojó, trituró y tragó. Hizo lo que pudo hasta no dejar ninguno, pero el veneno también le comenzaba a afectar. Entonces se colocó encima de él para protegerlo de los apuñalamientos, mientras absorbía el veneno en el torrente de Allard. Durante una hora soportó el sufrimiento, hasta que soltó un último quejido y de un golpe cayó al suelo. Cuando terminaron de verificar, los soldados se retiraron del lugar.

Pronto comenzó a nevar y unos pasos en la nieve encontraron a la pequeña Agnes con marcas de pisadas. El frío Lunar soltó unas lágrimas desconsaladas y se llevó el cuerpo a su pecho. Se levantó y buscó entre los escombros a algún sobreviviente, pero solo encontró el cadáver de la bestia y el de otros combatientes de ambos lados. Golpeó el suelo con su pie y detectó un latido irregular debajo de la criatura y con ayuda de telekinesis sacó al pescador para colocarlo en sus piernas.

―Prometo que haremos justicia por tu hija, tenlo por seguro, mi viejo amigo ―le dijo acaraciándole el cabello y luego le dio un beso en la frente―. Por ahora, sana tus heridas y vive tu dolor... ¡No te dejaré caer!

Nota de autor: así de sangriento y trágico termina la segunda parte. Debo confesar que sufrí haciendo sufrir al matrimonio Allard-Lombardi :(, pero no me arrepiento de nada. Espero hayan disfrutado el capítulo ;).

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