Capítulo 22
Habían transcurrido dos días después del intento de asesinato de la reina Corrina. Por cielo, río y tierra fue buscada sin cesar, pero Indira, la culpable no se veía desde esa noche. Todos los clanes cooperaron en la búsqueda. Aunque también existían ciertos señalamientos a posibles involucrados en los ataques de la ciudad y la del envenenamiento en la cantina. Mientras que la dos reinas representantes ordenaron un mayor control en la frontera de la isla, Samuel Rhodes, Ryan Wallace y Timothy fueron designados como miembros de investigación.
Hasta ese momento, los tres coincidían que Indira solo había sido suplantada. En un mundo de magia era más fácil disfrazarse de alguien y que los demás se creyeran su mentira. Pero la rabia de Corrina ante la que fue la mejor amiga de su madre, se desbordó del todo. Incluso llegó a encerrar al clan de Indira para evitar nuevos ataques.
Estaba cansada de las malas noticias que recibía cada media hora. Ni en esa isla, ni en las otras aledañas la habían visto, pero la bruja aseguraba que no podía haber ido muy lejos. Se encerró en su habitación y tuvo que huir debido a los atormentantes recuerdos. Salió corriendo del palacio, con un corazón que desafiaba su cordura. Corrina se dirigía sin rumbo. Solo corría sin ver ningún lugar y ningún ser vivo, hasta que chocó con un bulto con el que rodó en un barranco del bosque. Aquella persona le tendió la mano para levantarse y ahí observó el hermoso cabello rojizo que se ensució con algunas hojas y ramas.
―Espero haber servido de amortiguador, señora Corrina ―le dijo Sally Scarlet sonriéndole―. Aunque la próxima vez debería tener más cuidado. Puede que sea su hogar, pero los bosques siempre pueden ser peligrosos.
―Disculpa, pero ya no recuerdo tu nombre ―repuso la bruja sonrojada de verguenza―. ¿Sarah?
―Sally Scarlet, su majestad, pero usted puede llamarme como más le guste.
―Sally, un gusto ―extendió la mano que fue aceptada por la pelirroja―. Pero llámame Corrina y por favor, tuteame o en serio pediré tu cabeza.
―Por tu mirada, intuyo que no sabes si confiar en la reina Indira o en la teoría del señor Rhodes, ¿verdad?
Los ojos de Corrina se llenaron de lágrimas que no se atrevían a desbordarse y aunque se las limpió lo más discreto que pudo, su dolor no la dejaba esconderlo. Sally tomó a la chica y le dio el abrazo que necesitaba. La conocía desde hace pocas horas, pero se vio así misma en la joven bruja cuando ella rechazó la ayuda de SOIS y confió en el que le impuso la maldición de ser una vampira. Caminaron hasta el río, donde desnudaron sus pies para meterlos al agua y dedicaron a tirar piedritas al agua.
―¿Qué harías en mi lugar? ―preguntó la joven reina.
―Tienes todo el derecho a desconfiar hasta de tu reflejo, te lo digo por experiencia ―Sally le tomó la mano a la chica y se la llevó al corazón―. Pero no dejes que tu rabia te impida actuar correctamente. Puedes confiar en el señor Rhodes y también en lo que dicta tu interior. Sabes que Indira merece una explicación y no sabemos si fue obligada o perdió los estribos por alguna razón.
―Solo quiero justicia y...
―No, solo buscas a la primer persona que aparezca en el caso para tener un rostro a quien culpar y de quien vengarte ―interrumpió la dama escarlata―. Corrina, eres una joven valiente que logrará grandes cosas en su reino. No entres a una llamarada en la que dejarás de respirar.
Corrina agradeció a la pelirroja por las palabras de aliento. Era una mujer muy peculiar, que a pesar de una tristeza tallada en sus ojos, en aquel momento la llenó de paz. Se despidió y regresó al castillo para buscar pruebas que podrían haber ignorado. Aunque lo único que encontró fue a su mejor amiga, Helena Deuceur, quien le traía noticias sobre la asesina.
La máquina voladora tiró sus anclas cerca de los farallones que rodeaban la isla de Cuatro Lunas. Para bajar, solo era necesario que Ardin activara un botón que desplegaría una escalera metálica. Los hermanos Strauss junto a Owen Rhodes y el rey Dimitric se adentraron al bosque, aunque este último se construyó una máscara de zorro con madera, ya que no deseaba que su identidad fuera descubierta antes de lo planeado.
Unos vigilantes del cielo los alcanzaron a ver, por lo que bajaron a interrogarlos sobre su visita. Owen les explicó que eran parte de la tripulación de Ardin y que necesitaban realizar una entrega especial. El vigilante hada abrió el saco que cargaba Nikolai y después de corroborar su contenido, les permitió avanzar no sin antes pedirles su colaboración en caso avistaran a la reina fugitiva. En ese instante, Vanja recordó haber visto restos de humo al norte de la isla, cerca de unos montículos gigantes de piedra y una cascada.
Con la circulación permitida, el grupo llegó a la puerta principal del castillo. No podían llamar demasiado la atención, ya que había guardias en la muralla y las torres, por donde sobresalían cañones y arqueros. Debido al ajetreo de las reinas, Rarán los recibió y después de validar el pasaporte del gremio, abrió la puerta. Mientras más se adentraban al reino escondido, ningún hermano lobo identificaba el olor de Bull, solo los de algunos aliados. Nikolai quería convencerlo de irse antes de complicar las cosas, pero la mirada del albino solo indicaron que no lo escucharía. Al llegar a la plaza comercial, les fue entregado un puesto donde colocaron los objetos solicitados.
―No quiero ver esos rostros alegres esperando los artículos de humanos, ¿te importaría representarme? ―dijo Vanja después de entregar unos audífonos a unos niños elfos―. No me iré de acá hasta que pueda sacar información donde está la mierda que buscamos.
―Vanja, solo escúchame antes de que te vayas ―Nikolai le había tomado el brazo para detenerlo―. No mates a nadie que no sea Bull. Estoy harto de escapar y no quiero meter en problemas a Ardin, le debemos el favor.
Vanja rodó los ojos e hizo una expresión de asco, pero no respondió. Rápidamente se metió entre la muchedumbre y recorrió el camino hasta el castillo del cual percibía el fuerte aroma de su abuelo. Entró detrás de un guardia y se escondió detrás de una estatua mientras el grupo reunido se dispersara. Había demasiadas puertas y el olor provenía de todas, así que escogió la que estaba frente al salón.
―¿Qué estás haciendo acá? ¡Nos ordenaron capturar a la señora Indira! ―escuchó decir a una guardia.
―Solo estaba tomando un descanso, estoy harto de tanto trabajo en los últimos días ―le respondió con voz somnolienta, por lo que el otro guardia le dio un fuerte golpe en el rostro―. Oye, ni siquiera eres mi jefe.
―No lo entiendes, estúpido ―replicó el primer guardia―. Según lo que le escuché a Mariam, la ama de llaves de la reina Helena, el clan Van Vonter podría estar encubriéndola. Ellos son los únicos culpables de tanta desgracias.
―¡Haberlo dicho antes! ―exclamó el segundo guardia.
"Así que tampoco quieren al anciano y a sus amigos, ¡esto no me lo esperaba!", pensó el licántropo quien deseaba soltar una carcajada. Esperó a que los guardias se fueran a través de un portal para continuar por el pasillo con puertas a la derecha y un largo ventanal que daba a los jardines laterales. Puerta tras puerta fue abierta, encontrando desde salas de torturas hasta una colección de juguetes. En la última encontró unas escaleras que lo llevaron a una terraza con jardín de sombra.
―Tanto tiempo has pasado en el mar y de niñero que ya no sabes como encontrar a tu abuelo ―se dijo así mismo después de un gruñido―. ¡Eres patético, Vanja Strauss!
Escucho unos pasos de personas corriendo y de pronto una fuerte alarma lo llevó a cubrirse desesperado los oídos. Todo le daba vueltas mientras intentaba escapar del lugar, pero antes de que pusiera un paso en las escaleras, un disparo lo electrocutó. Vanja se retorcía en el suelo y como si fuera poco, le había faltado la promesa a su hermano.
―Te lo dije, Wallace, un general lobo se encontraba en el castillo ―dijo una voz que reconoció como la de Timothy―. Él tiene que ver con los atentados y el enemigo lo ayudó a infiltrarse.
Sintió como unas manos lo giraron y ahí pudo corroborar que si se trataba del niño y de un agente SOIS, del que poco recordaba su rostro. Le colocaron las manos en la espalda y Wallace le puso la esposa inhibidora en una mano.
―Lo siento, humano asqueroso, pero no te haré el favor ―le dijo Vanja logrando dar vuelta y luego le tiró una patada que lo noqueó.
Vanja se dio a la fuga siendo perseguido por el niño en su forma Berserker, que también era acompañado por guardias hadas y brujas. El castillo le resultaba un laberinto molesto. Parecía que puertas aparecían y desaparecían de la nada. Algunas simplemente no abrían o lo llevaban al lugar donde empezó. Las cosas se le complicaron cuando la alarma sonó de nuevo y lo llevaron a perderse en los jardines internos. Una pantalla apareció en el cielo anunciando su rostro y un video de su infiltración en el castillo. La implementación tecnológica humana ni siquiera le impresionó teniendo en cuenta el apoyo de agentes de SOIS.
Su escondite entre unos arbustos de buganvilias no duró mucho. Una fuerza invisible lo arrastró por el suelo hasta sacarlo. Vanja descubrió al responsable detrás de la fuente de agua, por lo que con magia le hizo que se golpeara así mismo con la fuente. Corrió hasta las escaleras más cercanas, pero los soldados ya se encontraban ahí. Retrocedió y ya se encontraba rodeado.
―¿Qué esperan idiotas? Necesitarán más de ustedes para derrotar a un General Lobo ―amenazó el albino―. ¿Acaso tienen miedo? Yo que ustedes lo tendría.
Los soldados se lanzaron hacia él, empuñando espadas, escudos y lanzas que el albino esquivaba con destreza. Los tomaba del hombro para aventarlos o agarraba las cabezas para chocarlas entre sí sin matarlos. De una torre le lanzaron flechas, pero tomó un escudo para protegerse. Al poco tiempo intervinieron más soldados que lo acorralaron hasta el punto que la ansiedad se apoderó. Entre la alarma, el olor y el jadeo constante de sus adversarios, Vanja sacó fuerza para embestirlos a todos.
Trepó por una columna para llegar al tercer piso. Sin embargo, cuando estaba por cruzar el pequeño muro, Timothy lo tacleó. En el aire, el niño zombie extendió unas alas de águila e inició un forcejeo con el licántropo. Ambos se desgarraron el rostro forzando a su cuerpo a intentar regenerarse de forma rápida, pero ninguno se detuvo. Vanja se liberó con un golpe en la barbilla del niño, aunque solo consiguió caer de una gran altura. Terminó suspendido en la plaza antes de estrellarse con el piso de adoquines. Timothy aprovechó el apoyo de Rarán para terminar de colocar las esposas al intruso.
―Vanja Strauss, quedas detenido por infiltración en el castillo y posible cómplice de los atentados en la ciudad ―anunció Rarán frente a todos los transeúntes reunidos en la plaza―. Debido al peligro inminente para todos nosotros, tu ejecución se realizará en este momento.
Raran desenvainó su espada y la alzó para realizar el corte. Justo a cinco centímetros del corte, Nikolai salió entre la muchedumbre y empujó al líder de los guardias. Se transformó el lobo y amenazó a todos con destazarlos.
―¡Maten al lobo!―ordenó Raran―. ¡Ciudadanos, colaboren!
En ese momento, un portal se abrió entre ambas oposiciones. Desde el interior, un golpecito de bastón se escuchaba más cerca. Y los licántropos reconocieron al viejo licántropo que tanto despreciaban.
―Nadie morirá hoy, ni siquiera ellos ―dijo el anciano desafiando la autoridad del guardia arrogante―. Mis nietos no tienen nada que ver con lo que está ocurriendo.
―¿Sus nietos? Eso significa que usted es cómplice Indira también ―acusó Rarán luego de escupir un poco de sangre al suelo.
―Para ser un líder de tu comunidad, no te interesa lo que ocurre fuera de tu ciudad. Eso sí es patético ―se burló el anciano quien le tiró un periódico―. Ellos son buscados desde hace semanas por el mismo mandato de Jonathan. Incluso tienen recompensa.
―¿Y qué sugieres, Viljem Strauss?
―Espósenlos y yo daré mi cara por ellos ―el viejo licántropo volteó hacia sus nietos y les sonrió, un gesto que les molestó mucho―. En caso lleguen a traicionar la confianza que les demos, estoy dispuesto a ser castigado con mi vida por ello.
Luna Rosewood no había regresado al castillo desde la discusión que tuvo con su abuelo. En ese momento, no tenía cabeza para escuchar más regaños y que le negaran conocer más sobre su origen. Terminó tomando como consuelo el largo bosque que rodeaba el castillo. Se dirigió sin rumbo, aunque por no conocerlo, llegó al norte, una zona donde abundaban montículos de rocas que eran tan altas como los árboles de la zona. Encontró una cueva en uno de estos y se estableció con la esperanza de no volver a saber de su abuelo. Seguía sin comprender cómo le ocultó su relación con Claude Van Vonter. Ya no podía confiar en el hombre que la crio y que más que su mentor, se convirtió en una figura paterna.
Aquella noche fue muy larga debido al incesante alarma que provenía del castillo. Aunque siendo sincera, no le interesaba lo que ocurriera a los presentes. Desde la cueva podía verse el cielo con algunas estrellas, pero si algo le llamó la atención fue un portal que se abrió sobre el bosque y sobre el que se estrelló una luz que cambiaba a los colores de un arcoíris. Su curiosidad le instigaba de ir a investigar aquella anormalidad, pero hizo caso omiso creyendo que podrían ser eventos del Bajo Mundo. No conocía mucho de su naturaleza, ya que pasó la mayor parte de su vida en lugares inhóspitos del mundo humano.
Sin embargo, al amanecer se dirigió al bosque debido al olor conocido que emanaba el lugar del impacto. En la orilla de una laguna cubierta de ninfas, se encontraba la reina Indira inconsciente de la que pudo haberse enfrentado a una fiera batalla. Tenían hematomas en los brazos y sangre en la boca. Luna no dudó en llevarla a la cueva y luego aplicó sus conocimientos herbolarios del viejo licántropo para tratarla. La reina despertó unas horas después, pero por más que intentara hablar, las palabras no salían. Luna intuyó que el culpable de haberla herido, fue el mismo que aplicó un hechizo.
Luna intentó que la reina le indicara dibujando en el lodo o a través de señas, pero también fue en vano. Quizás lo mejor era regresar al castillo y pedirle ayuda a su abuelo. Cuando se lo comentó a Indira, esta se movió salvajemente indicando su desaprobación ante la idea. Sus ideas se agotaban y la noche volvió a cubrir la isla. Luna consiguió algunas bayas como alimento y también hirvió el agua para poderla consumir. Indira sufrió una fiebre intensa, por lo que la joven licántropa no durmió bien para podérsela bajar. Despertó a las ocho de la mañana siguiente, que aprovechó para buscar más alimento y entrenar sus habilidades, aunque solo buscaba una forma de olvidarse de la ira que no dejaba de pensar ni en sus sueños.
De regreso a la cueva, le llamó la atención que varios portales se abrieron en el cielo. Luna escuchó los gritos de la reina, por lo que tiró las frutas y hierbas para socorrerla. Escondida detrás de un gigantesca roca, observó como un grupo de soldados arrastraban a una desnuda Indira, quien luchaba por liberarse. Un soldado hada le colocó unas esposas que terminaron por doblegarla.
―¿Qué les pasa? La reina Indira no ha hecho nada malo ―dijo Luna fuera de su escondite―. La encontré herida en la laguna y parece estar hechizada.
―Oh, pero sí es Luna Rosewood, la loba rebelde ―se burló el soldado hada―. Eso quiere decir que posiblemente seas su cómplice.
―¿Cómplice? ¿De qué hablan?
―Indira intentó matar a la reina Corrina y es culpable de varios atentados en el pueblo.
Luna sintió un dolor en el pecho. A pesar de su enojo con Viljem, en el castillo también se encontraban sus amigos. No creía para nada que Indira fuera la culpable, así que se transformó en loba para amenazar al grupo. Le apuntaron con sus espadas y lanzas, pero la batalla nunca empezó debido a que Corrina y Helena aparecieron en medio de ambos lados. Luna volvió a su forma humana y se disculpó ante su aliada.
―Creo que Indira merece un juicio justo y al menos que no la humillaran de esa manera ―dijo Luna específicamente a la reina bruja―. Tus soldados la han arrastrado desnuda. Si hubieras visto su rostro me entenderías y ninguna mujer lo merece.
―Pues para mí merece que todos la apedreen de camino a la prisión ―dijo Helena mirando con desprecio a la que alguna vez consideraba amiga.
―Luna tiene razón ―le corrigió su amiga―. Bajo mi mandato no voy a permitir esa clase de humillación. Haré caso al consejo que recibí esta mañana y aunque no te guste, Helena, ella solo es una sospechosa hasta que la investigación acabe.
Helena evidenció una molestia ante la falta de apoyo de su amiga, pero no podía hacer nada si ella misma fue la víctima del ataque. Corrina, por su parte, le entregó su abrigo para cubrirla y le pidió a Luna el permiso de cargarla en su lomo, quien accedió al instante.
Una vez regresaron a la ciudad, muchos ciudadanos esperaban humillar a la supuesta traidora con frutas podridas, heces y piedras. Corrina no lo permitió y al primero que lanzó una bolsa con excremento, la detuvo con magia y la devolvió al rebelde. Dejó en claro que si alguien atacaba a Indira, la acompañaría en la celda y serían sometidos al escrutinio público.
En ese instante, apareció Rarán comunicándoles que atraparon a dos Generales Lobo que habían invadido el reino. Corrina aprobó la propuesta del viejo licántropo, ya que confiaba en sus decisiones. Por supuesto, el guardia no se mostró contento por darle mucha libertad a un individuo externo, pero también su reina lo aprobó. Tras eso, los hermanos Strauss quedaron en libertad, pero tendrían que usar supresores mientras estuvieran de invitados en Cuatro Lunas.
Luego de esa noticia inesperada, Indira fue llevada al calabozo bajo el cuidado de miembros de confianza de la reina. Sabía que cualquier resentido ante su petición podría burlar seguridad para matarla, por lo que mandó a instalar cámaras de seguridad y reforzar con hechizos el área. Una vez su gestión había finalizado, llamó a Luna Rosewood al trono, quien testificó lo que había presenciado, además de querer dar su declaración en el juicio que se realizaría al día siguiente.
―Sigues siendo sospechosa ―dictaminó la reina Helena―. Deberías estar encerrada en tu propia celda. Ni siquiera tu abuelo ha sabido...
―Piensa lo que quieras, mi clan me respalda ―interrumpió Luna muy molesta―. Y a mi abuelo no lo metas en este asunto que no le concierne. Podría decir lo mismo de ti, Helena. No solo la reina Indira podría burlar la seguridad del castillo.
―No me pondré a pelear con una niña que ni siquiera se conoce así misma ―le dijo con profundo asco―. Ahora, si me lo permites, quisiera platicar con la reina Corrina sobre asuntos que no le conciernen a plebeyos.
Luna hizo una reverencia que acompañó con una falsa sonrisa a la reina de las hadas. Cuando las puertas se cerraron, Helena Deuceur regañó a la bruja por las últimas decisiones tomadas que involucraban a miembros del clan Van Vonter. La reina hada se preocupaba que la imagen de Corrina se viera afectada por la desconfianza de su propio pueblo.
―Nadie confía en un clan que ni siquiera pudo proteger a su fundador y pieza clave ―dijo el hada―. John van Vonter está muerto y todos sus amigos ni siquiera podrían hacer frente a Jonathan y sus aliados.
―Solo te pido que respetes mis decisiones, ¿tanto te cuesta? ―Corrina se llevó las manos al rostro. De verdad se sentía cansada de los mismos regaños y que ni siquiera su amiga la entendiera―. Confío en ellos porque me han dado esperanza y el soporte después de la muerte de mi madre.
―Sí, porque dime, ¿qué harás si no encuentran las pruebas a favor de Indira?
―Supongo que solo bastará con destronar a Indira y encerrarla ―dijo la bruja quién se tardó mucho en responder―. Su ejecución no solucionaría nada.
―Tu madre estaría muy decepcionada de ti ―aseguró la reina hada―. Quizás la influencia de humanos y criaturas de ese mundo te han vuelto débil. Sigue así, Corrina y solo conseguirás que tu propio pueblo no te respete.
Helena la dejó sola físicamente en el trono, porque en su cabeza era diferente. Pocas horas faltaban para un juicio donde debería emitir una sentencia: vida o muerte. Palabras con mucho significado tras lo vivido desde que inició el Concilio. Abrumada ante la presión de complacer a su pueblo, la reina Corrina fue a su habitación, donde sacó un frasco pequeño con un líquido negro que bebió teniendo la esperanza que le ayudaría a olvidarse de sus obligaciones.
Sawyer Oras recibió un mensaje debajo de la puerta que pedía su asistencia a una reunión cerca del gran árbol. Sin firma y ninguna pista de su emisor, el vampiro le pidió a Ixchel que lo acompañara en caso se tratara de una trampa. Ya era suficiente el revuelo causado por los hermanos lobo y el encuentro de la reina como para verse involucrado en una pelea que solo afectaría a su clan.
A eso de las siete de la noche, cuando el cielo se dejaba cubrir con su manto espectral, Sawyer e Ixchel llegaron al lugar acordado. La ciudad se encontraba en silencio debido a la inseguridad desde el ataque, por lo que solo algunos locales permanecían abiertos y por sus calles y techos eran custodiados por los guardias reales. De la copa bajaron algunos miembros como la reina Olivia y Moira, del clan lamia; Timburth, un guerrero naga con quién ya había bebido; además de Hiyori, un kitsune.
―¿Qué significa todo esto? ―preguntó el vampiro confundido ante la presencia de la reina de las harpías que anteriormente lo atacó en la cantina―. ¿Acaso es una emboscada?
―Al contrario, queremos evitar que te embosquen ―le respondió Oliva sin quitar la seriedad en su mirada―. Nos salvaste aquella noche y aunque no me guste, te debo la vida.
―¿Tiene algo que ver con el intento de asesinato del la reina Corrina? ―interrogó Ixchel―. Si es así, debemos comunicarle al equipo de investigación.
―No lo sabemos de todo, pero sí podemos asegurarte que circula un rumor que Luna, Viljem, Sally Scarlet y tú tienen que ver con los atentados ―dijo Timburth con la mirada baja―. Fui uno de ellos, he de confesar, pero te esforzaste en salvarnos.
―¡Mierda! ¿Cómo pueden pensar eso cuando mis amigos y yo los necesitamos para la maldita guerra? ―elevó su voz muy frustrado, por lo que Ixchel lo tomó de la mano para tranquilizarlo―. Si ya están acá, por favor, cuenten todo lo que saben.
La noche anterior, Moria fue a la cantina como de costumbre para compartir tiempo con sus amigos del clan de las nagas. Ambos habían sido enemigos declarados desde que las primeras criaturas surgieron, pero con el concilio pudieron limar sus diferencias. Se sentaron en una mesa que no llamara la atención, aunque con el establecimiento casi vacío era fácil reconocer a sus clientes.
En el centro se encontraba reunido Vlyarant junto a miembros del clan de los centauros, duendes, harpías y otro tipos de cambiaformas. Lo más extraño es que ningún lider o rey se encontraba entre ellos, a excepción del elfo. Timburth, con sus oídos más desarrollados, pudo darse cuenta de que el rey elfo hablaba mal sobre las decisiones de Corrina y que atribuía toda la culpa al clan Van Vonter. Si la reina bruja continuaba apoyando sus sugerencias, el resto de clanes podría verse afectado por su mal juicio.
La harpía que atacó a Moira señaló que posiblemente entre los miembros del clan van Vonter se encontraba algún infiltrado del monarca oscuro. Viljem se había vuelto demasiado cercano a Corrina e Indira, y sus discursos eran aprobados sin discutir por ambas reinas, teniendo solo como oposición a la reina Helena. Por otra parte, Luna Rosewood no asistía a las reuniones para convivir con una completa desconocida y que ahora se hospedaba en el reino. Además de que la licántropa había mostrado una actitud rebelde dejando muy mal parada la educación del viejo Strauss. Y por último, Sawyer Oras, quien antes operó como un sicario de los Vonnes y ahora era un Lunar, tras haber adquirido la magia de sus antiguos patrones.
Hiyori también descubrió una reunión clandestina fuera del castillo, donde elfos trataban de convencer a los centauros, minotauros y gigantes sobre votar para echar al clan Van Vonter del país. El kitsune habló con sus compañeros y tras haber jurado lealtad por Sawyer al haberlos salvado, decidieron reunirse con otros clanes que creían en su inocencia. Sin embargo, desconocían desde qué momento se habían estado dispersando tales rumores, solo de la gran influencia que Vlyarant había conseguido para el resto de clanes.
El vampiro le pidió al grupo que no se lo comentaran a nadie más por el momento, además de mantenerse atentos ante cualquier movimiento extraño en los alrededores. Si ponían a los clanes a dudar entre sí, solo provocaría un sanguinario enfrentamiento peor al del primer día del concilio. Antes que se retiraran, Olivia miró apenada al vampiro, tratando alguna manera de hablar un tema diferente al rumor. Sin embargo, la reina harpía no estaba preparada y Sawyer lo entendía, por lo que se prometió así mismo de darle tiempo necesario, así como John y sus amigos se lo dieron.
Antes de regresar a sus habitaciones, Sawyer e Ixchel decidieron cenar en la única cafetería que permanecía abierta en una época de terror. El vampiro chocó con un hombre rubio que le recordaba a Thomas Rhodes, que además iba acompañado por un hombre con máscara de zorro. No era lo más extraño que había visto, pero jamás los vio en alguna reunión del concilio. Se quedó pasmado viéndolos, mientras en su mente pululaba la idea de que se trataban de los posibles invasores. Entonces, su acompañante le desordenó el cabello para que volviera a la realidad de su cita.
―¿No te pareció conocida el rostro de ese hombre? ―preguntó Sawyer tomando asiento junto a la venta. Dudó un momento antes de decirlo, ya que no deseaba parecer loco―. Era parecido a Thomas.
―Sawyer, estamos en un mundo mágico donde podrás encontrar hasta doppelgangers ―se burló la bruja uay mientras le servía café de una prensa italiana―. Además, Thomas es joven y se encuentra en Nueva York sin saber la ubicación exacta de Cuatro Lunas.
A pesar de que el mesero les explicó que se trataban de mensajeros que estaban de visita, Sawyer Oras seguía pensando en dónde había visto aquel hombre. Recordó entonces una fotografía mostrada por Thomas en un descanso...¡Era su padre! O tal vez solo exageraba. Solo quería toparse de nuevo con él para salir de su incertidumbre. Quizás una noticia de esa magnitud desbordaría de esperanza a su buen amigo.
A Vanja y Nikolai Strauss les fue otorgado una habitación cerca del clan Van Vonter, donde se supone estarían bajo el cuidado de su abuelo. Tenían la libre circulación por las calles y negocios, así como al coliseo de reuniones, excepto la entrada a las alas reales. Su habitación era pequeña, pero lo suficientemente cómoda en comparación a los lugares en los que durmieron las semanas previas a su llegada. No deseaban hablar con el viejo licántropo, mucho menos agradecerle por abogarlos. Mientras lo esperaban, se pusieron a jugar una partida de ajedrez que duró por horas y que fue interrumpida ante el olor de su abuelo en la habitación.
Al principio permanecieron callados, pero al ver que les traía comida, decidieron empezar a contar sus peripecias en el mar hasta que llegaron a Transilvania Oscura. Sin embargo, ningún hermano quería contar realmente el motivo de su fuga y el porqué los han estado buscando con una alta recompensa. Nikolai observó al albino para pedir permiso, ya que al final no perderían nada.
―No es la primera vez que Wadim hiciera algo así ―comentó el anciano con su mirada perdida en los recuerdos―. Cuando su madre fue asesinada, Wadim viajó a Transilvania Oscura para recuperar su cuerpo y alimentarse de su alma, pero su cuerpo ya se encontraba vacío.
―Una cosa es que su esposa lo engañara con alguien más y otra cosa es aprovecharte del alma del hijo que lo trajo de vuelta a este mundo ―dijo Vanja, quien dio un golpe en la mesa al recordar aquella escena que lo cambió todo―. Arruinó los sueños de su propio hijo.
―¿A qué te refieres? ―preguntó Viljem.
―Cuando nuestro padre nos dejó, cada uno de nosotros prometimos que si moríamos, nadie haría algo por el otro para así reencarnar en otra vida ―respondió Nikolai―. De cierta forma, estabamos hartos de ser sirvientes especiales de Jonathan, sin recibir algo bueno a cambio.
―¿Hay alguna manera de que su alma reencarne? ―preguntó Vanja mirando con súplica al anciano.
―Una vez un alma es absorbida se fusiona con la anterior...y es como si esa alma nunca haya existido ―respondió Viljem con una sonrisa apagada. En el fondo deseaba ayudarlos, pero no había vuelta atrás―. Sin embargo, necesito saber qué hacen en Cuatro Lunas.
―Lo más obvio, anciano, ¡quiero matar a Bull y tragarme su alma! ―respondió el lobo albino con un brillo en los ojos que reflejaban su rencor―. Solo así podré vengar a Kristoff.
Viljem soltó una carcajada que confundió a los hermanos. Luego se acercó y los golpeó en la cabeza.
―¿Qué te pasa en la cabeza, decrépito? ―preguntaron al unísono muy molestos.
―Tragar almas no es la solución, ignorantes ―les explicó con voz calmada―. Y aún así, no podrían ganarle a Wadim. Son licántropos, ¿qué los vuelve fuertes? ―ambos se voltearon a ver, pero ninguno quiso responder―. Únicamente trabajando como manada podrán ganar. Apropien la ira y el rencor, pero no la vuelvan parte de su corazón. De los tiempos oscuros saldrán y con garras escaparán y solo si la manada unida está, el adversario entenderá que su final ha llegado.
Antes de irse, Viljem Strauss les dijo que si alguna vez necesitaban su ayuda, las puertas de su casa siempre estarían abiertas. No pensaba detener su plan casi suicida teniendo la esperanza que ambos recapacitaran. El anciano no estaba tan equivocado, Nikolai dudaba en continuar por el camino de su hermano. Pero, ¿sería lo suficientemente valiente para tomar una decisión aunque llegase a lastimar a Vanja?
―¿En qué piensas? ―preguntó el albino al notar que no movía la pieza en su turno.
―Solo había olvidado lo amable que puede ser ese vejestorio ―respondió con una sonrisa y finalmente movió la pieza derribando la del descuidado licántropo―. ¡Jaque mate!
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