Capítulo 21

Al día siguiente del regreso de Sogoma, Maura Tates se levantó antes que cualquier habitante de la casa. El cielo apenas dejaba ver algunos rayos de sol y todo indicaba que habría un clima perfecto. Tomó un metro en la estación más cercana con dirección al Central Park. Ahí encontró unos cuantos niños que reconoció como cambiaformas debido a su energía que convivían con humanos. Lo más sorprendente fue que no estuvieran siendo cuidados por adultos, pero no era su incumbencia preocuparse con ellos cuando Diana Dreyfuss seguía de alguna manera conectada a su mente.

Al llegar al parque buscó el camino hacia el campamento secreto, que por suerte la contraseña seguía siendo la misma. Desde el incidente que atentó contra sus vidas, los hermanos Ravencroft sugirieron crear una contraseña mágica de runas de la que solo personas de confianza tendrían el acceso. Nadie se había despertado, así que Maura se sentó alrededor de una fogata improvisada mientras contemplaba el amanecer en todo su esplendor. Poco tiempo pasó cuando los hermanos salieron de sus tiendas y como cortesía le invitaron a un poco de chocolate caliente y un pan.

―¿No me digas que Dante está en peligro? ―preguntó Alan con una evidente angustia marcada en su frente.

―Creo que eso ya ustedes lo saben, ¿o me equivoco? ―le respondió Maura muy seria―. De no ser así no me habrían puesto un hechizo espía para entrar a la Orden.

¿Cómo te enteraste? ―preguntó Xenovia telepáticamente y su rostro se tornó rosado por una posible verguenza.

―Estando bajo el control mental de Diana supe que ustedes tienen prohibido entrar a esa casa, por un hechizo de Paige ―explicó la agente con una sonrisa―. Por tu novio sabes que Thomas y Bull lo entrenan fuera del edificio, mientras que yo me quedo en casa. Creo que también sospechan que Paige tiene que ver con los círculos demoníacos y la criatura del subterraneo.

Los Ravencroft no pudieron ocultarlo más, por lo que decidieron contar más sobre su pasado. El clan Ravencroft era parte de la familia real de los hombres-cuervo en el Bajo Mundo. Cuando Jonathan ascendió al trono, su clan fue exiliado a la fuerza y se asentaron en bosques de Japón, China y Corea. Debido a una tradición, un miembro femenino era la encargada de proteger una reliquia de la primera gran guerra: el espejo de Zadkiel, a quien su familia le era muy devoto. Xenovia fue la sucesora cuando su madre murió de una enfermedad terminal, mientras que Alan fue encargado como el guardián personal de su hermana. Según la leyenda, Zadkiel regresaría algún día para ayudar en la gran batalla y su reliquia no debería caer en manos equivocadas.

Sin embargo, una noche su pueblo fue atacado por encapuchados. Todos pelearon hasta la muerte, pero la fuerza y la magia del enemigo les sobrepasaba. No eran ni siquiera unos adolescentes ni grandes guerreros, pero los hermanos Ravencroft lucharon contra una mujer cuervo de la la tercera familia de la realeza más fuerte del Bajo mundo. Alan recibió una fuerte herida en la espalda, de la que aún conserva una fea cicatriz, que en ese momento lo dejó inconsciente. Xenovia, por su parte, logró develar el rostro de su atacante: Diana Dreyfuss. Por supuesto, no pudo contra su poder y como trofeo, Diana le arrancó su lengua y las alas.

Desde ese momento, los hermanos han viajado a lo largo del mundo por recuperar la reliquia familiar. También descubrieron, que no solo los ángeles eran cazados, sino también a los demonios que habitaban en las ciudades más grandes del mundo. Pasaron muchos años hasta que finalmente coincidieron en la misma ciudad que su viejo enemigo.

―Parece ser que el destino quiso que nos encontraramos y creanme que pueden confiar en nosotros ―dijo la agente con más calma―. Somos el Clan Van Vonter.

Espera, ¿son los que pelearon hace tres años en Transilvania Oscura? ―preguntó Xenovia con mucho entusiasmo―. ¡Son famosos! Nadie conoce su identidad, pero les dieron esperanza a quienes los habían perdidos. Nuestros padres también habrían estado muy felices de pelear a su lado.

―Gracias, pero no quiero sonar ruda. Necesitamos un plan para rescatar a todos los capturados y salvar a Dante ―dijo Maura sonrojada, pero poco a poco retomó su seriedad habitual―. Como ustedes saben, Diana me ha pedido sus cabezas, pero ella no sabe que he recuperado un poco de mi raciocinio.

―¡Llévanos al culto! ―instó el chico.

―Alan, eso es peligroso si no tenemos un plan ―se negó Maura―. Ya perdieron una vez con ella y todos los miembros están bajo el control mental. Si las cosas se salen de control, muchos inocentes podrían salir perdiendo.

―¿Y? Lo que nos importa son los ángeles y Dante, por supuesto ―respondió Alan de pie, por lo que su hermana lo miró con desaprobación―. En la guerra se deben realizar sacrificios para ganar y sus vidas serán recordadas como mártires.

―Entonces no puedo trabajar contigo ―Maura se levantó y habló sin perder los estribos―. Si quieres salvar a Dante y ayudarnos a desbaratar esa maldita secta, lo haremos de la buena . Así escúchame bien, Ravencroft: ¡Tienes 48 horas para decidirte! De lo contrario, estarás condenando a tu hermana, a tu novio, a esta ciudad y a todos los mundos a su destrucción.

Maura se despidió amablemente de la chica y luego abrió un portal para regresar antes que Diana se despertara y la visitara en su habitación. Mientras que los hermanos quedaron pensativos ante la amenaza de la chica. En el fondo, el hombre-cuervo sabía que el egoísmo le pesaba, pero no podía perdonar lo que esa Orden, fueran o no controlados, les hubiera marcado de por vida.

El plazo venció, pero Maura decidió darles tiempo analizando la situación que vivieron de niños. Antes de que el sol se terminara de ocultar, un ratón espía se materializó en la habitación mientras leía un libro tomado de la biblioteca. Escribió una nota con la dirección y la hora del encuentro. Mientras esperaba la medianoche, la agente Tates se dedicó a aparentar bajo los ojos de Diana, que todo estaba bajo la normalidad. Mientras que en el tiempo libre, dejó una pista debajo de la puerta de sus amigos.

Llegada la hora, Maura se encontró con una lluvia que llegó a crecer el nivel del agua en la calle. Era honesta consigo misma. Tenía miedo de que todo aquello fueran señales para detenerse antes de arrepentirse. Miró el reloj y no quiso hacerlos esperar más. Era la noche que todo podría cambiar y después de contar en su mente hasta tres, abrió un portal que la llevó al Grand Army Plaza frente al Central Park. Ahí cerca de una estatua dorada se encontraban los hermanos, mientras se protegían con un hechizo anti-lluvia. Maura corrió hacia ellos y estuvo a punto de resbalarse de no ser que ambos la sujetaran.

―No me digas que dudaste ―le dijo Alan con una sonrisa de incomodidad.

―Un poco, la verdad ―confesó Maura, quien parecía a punto de darle un ataque de pánico ―. No he podido comunicarme con Thomas o Bull. Si ellos no ven mi mensaje estaremos jodidos. Tampoco he podido contactarlos con telepatía porque Diana ha estado muy cerca vigilando mi cabeza. No puedo concentrarme en tantas mentiras, recuerdos, pensamientos intrusivos...

Guarda la calma, Maura ―habló la otra hermana Ravencroft―. Recuerda que son tus amigos y sin importar que se enteren tarde, ellos no te van a abandonar. Eres valiente por todo lo que has hecho por tu cuenta.

―Tienes razón ―sonrió la agente―. Bien, Fausto sabe que viven en el parque, así que pensé que este sería un buen lugar en el caso hipotético de que todo se salga de control y necesitamos el apoyo del campamento. ¿Les dieron indicaciones?

―No te preocupes por eso: están dispuestos a apoyarnos ―le respondió el hombre cuervo y le guiñó un ojo.

El trío partió a la estación más cercana en la calle 57. Bajaron con cuidado las escaleras. Si bien no podían ver nada, el ambiente era pesado. Maura reconoció que era la misma energía que emanaba las ruinas de Golem cuando lo resucitaron. Nada bueno podría estar pasando en los túneles subterráneos. Se acercaron al pasillo de espera y de pronto, las luces parpadearon hasta que explotaron. Xenovia generó un fuego fatuo que iluminó su alrededor. El lugar se volvió más frío incluso cerca del fuego. Empezaron a escucharse risas y voces que confundieron a los hermanos Ravencroft, ya que eran las mismas de la de sus difuntos compañeros de clan. Mientras que Maura escuchó la de John, Lir y el agente Acosta.

―No es real, concéntrense ―avisó la agente al notar que los hermanos lucían con la mirada perdida, después de darles una bofetada que los devolvió a la realidad―. ¡No son los verdaderos! Es una opresión espiritual. Lo que significa que muy cerca de acá están realizando algún ritual.

Xenovia cerró los ojos y con ayuda de un tercer ojo que surgió en su frente los guio a una vía del tren. Mientras más se adentraban en el terreno, el frío aumentaba y las voces llegaron a escucharse más cerca. Se detuvieron al escuchar unos pasos acercándose, por lo que Alan modificó la pared para esconderse entre los cimientos. Dos miembros caminaban cargando una bolsa que hacía ruido metálico, además de un pilar de cuarzo blanco. Se salieron de la pared y los siguieron por un camino recto, hasta que los dos miembros se metieron a un orificio en la pared.

El olor era nauseabundo como si varios cuerpos en descomposición estuvieran encerrado con ellos. Maura se colocó una máscara que sacó de su bolsón, mientras que los hermanos hicieron aparecer las suyas. Bajaron unas escaleras que parecían no tener final o al menos eso desearon los presentes al ver el escenario que les rodeaba. En las paredes podían verse esqueletos y algunos cadáveres recientes. Maura reconoció a un miembro que vio en un album de fotos que encontró en la biblioteca. El camino se hizo más angosto dando con una puerta de la que salía luz por un hueco oxidado.

Adentro se encontraba Fausto Paige, quién indicó colocar el pilar de cuarzo en un círculo mágico. Un poco más al fondo se encontraba Dante, a quién se le miraba con miedo y tristeza. Fausto le pidió al pelirrojo que se acercara, pero este se vio renuente con la mirada al piso de cemento. Entonces se acercó a él para abrazarlo, le dijo algo al oído que no escucharon. Luego vieron cuando el hombre y la mujer a quienes siguieron, se quitaron toda la ropa y se colocaron junto al círculo.

―¿Maura? Veo que cumpliste con tu parte del trato ―dijo Diana a sus espaldas―. Claro que ellos son bienvenidos.

Los hermanos actuaron como si no comprendieron lo que pasaba. Diana les abrió la puerta y se sentaron donde el sacerdote les indicó. Dante se acercó a los hombres desnudos y con una daga que le entregó el sacerdote, los degolló. Su sangre fue absorbida por el pilar y pronto este emitió un brillo rojizo.

―Ahora es el turno de tu novio y su hermanita ―sonrió el sacerdote con malicia, pero el cuerpo de Dante luchaba por mantenerse en el lugar donde se encontraba―. Hijo, recuerda que los sacrificios son importantes para el bien de nuestro señor.

Los ojos del chico se volvieron blancos y caminó hasta los Ravencroft realizando cortes en el aire con la daga. Mientras que Maura, al ver que Diana y el sacerdote se encontraban concentrados en la cacería, sacó una pistola de su bolso y disparó a la mujer cuervo. En ese instante, Dante recuperó un poco su autonomía, pero los pensamientos le seguían atacando en su cabeza. Entonces, Fausto Paige se dio a la caza de la agente, a quien intentaba acuchillar con su daga. Maura salió de la sala y corrió a las escaleras de manera que las estructuras le apoyaran al momento de utilizar su gancho extensible.

Aunque le sorprendió que Paige fuera capaz de levitar y mucho más rápido en el aire que en tierra. Esquivó su túnica que cobró vida e intentaba agarrarla. Subió unos metros y saltó mientras se columpiaba con ayuda del gancho. Fausto agarró las balas con su túnica y las disparó hacia su propietaria, quien logró generar un escudo de energía.

―¡Eres sorprendente, Maura Laura! ―exclamó el sacerdote sin borrar su sonrisa.

―Solo mis amigos pueden llamarme así ―aclaró la agente lanzándose a él para atacarlo con un puño cubierto de energía espiritual―. ¡Sacerdote de mierda!

Fausto usó la túnica para retener el ataque, pero el golpe fue más fuerte de lo que creyó, ya que lo mandó a la pared fragmentándola. En el otro lado de la habitación, los Ravencroft trataban de tranquilizar a Dante de su magia alterada. No tenían ni siquiera la oportunidad de destruir el ritual porque la oscuridad los atacaba.

―Debo reconocer que eres fuerte para enfrentarte a un guerrero como yo ―le dijo Fausto mientras giraba unos kunais que materializó en sus manos. Su sonrisa se abrió más dejando ver sus dientes convertidos en colmillos―. Me agradas, mujer...¡Quiero que seas parte del nuevo mundo!

―Gracias, pero no quiero ver tu sonrisa asquerosa ni escuchar tu molesta voz―se burló la agente, quien ya se encontraba en el piso.

―Lamento decirte que será a mi manera ―dijo el sacerdote lanzando los kunais.

Maura logró esquivarlos, pero estos seguían siendo controlados. Cubrió su cuerpo de la energía espiritual ambar para detenerlos. Agarró para cubrirlos y luego los lanzó. Fausto lanzó otros logrando detenerlos y luego procedió a atacar con patadas a la chica, quien contraatacó con los mismos movimientos. Fausto levantó sus brazos para golpear como martillo. Maura fue más rápida y le propinó un golpe en el abdomen que empujó varios metros en el aire al sacerdote, quien pudo girar y caer de pie sin ningún problema.

Cada exhalación creaba pequeñas nubes de vaho ante el clima que se volvía más frío, pero eso no evitaba que ambos contrincantes estuviesen bañados en sudor. Maura saltó hacia él para una segunda ronda, pero cayó de golpe al suelo. Un fuerte ardor en el corazón le aquejó y experimentó náuseas. Miro al sacerdote quien sonreía ante su caída y por último escuchó unas fuertes pisadas que se acercaban detrás de ella. Su cuerpo ya no temblaba del frío, sino del miedo que le provocaban las pisadas y esa respiración pesada. Temía por quedarse inconsciente y mientras sus ojos se iban cerrando, la agente Tates trató de mandar un mensaje a sus amigos.

―No puedo creer que una humana ordinaria como ella te diera batalla ―habló la criatura en medio de la oscuridad, de lo que único que podían verse eran sus ojos rojizos.

―Podría ser una excelente paladín ―le respondió Fausto semi hincado―. Además, logró engañar a Diana...¡es una grandiosa bruja de la mente!

―Si no me fallas, por supuesto que lo pensaré.

―Tengo noticias que lo pondrán muy alegre, mi señor ―dijo Fausto con entusiasmo―. Llevaremos a cabo el ritual esta noche con los artefactos que hemos recolectado.

―Pero se escapó uno de los ángeles asquerosos ―reclamó la criatura―. ¿Cómo piensas completar la tarea si tus seguidores fallaron con una simple tarea?

―Esa chica es la clave, Dramonio ―señaló con dedo índice―. Nunca dudes de la capacidad de mi orden.

―¿Qué hay sobre los molestos Ravencroft?

―Dante los dejó incapaces de luchar ―respondió Diana que se acercaba a pasos suaves a la conversación―. ¿Los termino de matar o lo quiere hacer usted?

―Enciérralos acá, ¡qué la basura sirva por primera vez! ―finalizó con una inquietante carcajada.

Diana Dreyfuss juntó a los dos hermanos y los colocó en un círculo mágico. Pronto una energía los cubrió y sus cuerpos tiritaban. No de frío ni de miedo. Solo eran sus almas siendo debilitadas para nunca más habitar en aquel mundo. Fausto cargó el cuerpo del pelirrojo, mientras que Diana el de Maura para entrar a un portal que los llevaría al inicio del ritual que tanto habían esperado.

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