Capítulo 16


Samuel Rhodes caminaba junto a Sally en los diferentes rincones que albergaba la ciudad. Quería darle un poco de tiempo para que la mujer se tranquilizara por lo acontecido en el coliseo. Era evidente que la hizo revivir traumas, por la manera en que se hirió con sus propias uñas y que luego trató de esconder cruzando sus brazos. Fueron a una panadería donde le otorgaron un pan de setas y un taza de té de verde. En ese pequeño puesto de paredes de madera y frente a una ventana, Sally recordó sus vivencias con Banra, pero sobre todo la muerte del niño. Su ansiedad incrementó al punto que botó su taza y todo la infusión le cayó sobre su ropa. Samuel buscó unas servilletas de tela y le dio su abrigo, en caso quisiera cambiarse en el baño. No quería incomodarla. En cualquier momento, la pelirroja se destaparía.

―¿Cómo se encuentra Thomas? ―preguntó finalmente viéndolo al rostro, donde Samuel notó un rubor que era señal de vergüenza―. Es un buen muchacho como...―por un instante casi mencionaba a Owen y luego de unos segundos de silencio incómodo prosiguió―. Como usted. Perdóneme, señor Rhodes. Tengo la cabeza en otro mundo.

―Él se encuentra bien. No pudo asistir al Concilio debido a una misión que está cubriendo en New York con otros agentes ―respondió con la sonrisa tan amable que la tranquilizó un poco―. Llegamos a pensar que Banra te había asesinado.

―Desarrollé magia Lunar gracias a la sangre de Banra ―confesó la pelirroja y luego hizo una demostración creando una silueta de sombras―. Él deseaba volverme una guerrera de Jonathan Van Vonter, pero incluso mi magia llegó a aterrorizar a ese maldito hombre...Jonathan me dejó al borde de la muerte y yo terminé en otro mundo muy lejano a este y al Bajo Mundo. Ahí conocí más sobre mi pasado y el por qué fui escogida por Banra.

―Lo sé, Sally Scarlet.

Aquella respuesta la dejó pasmada sin saber qué palabras pronunciar. Samuel le indicó que guardara silencio y con la mano le señaló para que lo acompañara a un lugar más solitario, ya que la cafetería comenzaba a llenarse del clan de las hadas. Se dirigieron cerca de la base del gran árbol, en la parte trasera para no llamar tanto la atención.

―Necesitaba probarlo sin que ningún clan lo notara, pero creo que lo entenderán más si se los muestro ―dijo Samuel, quién dejó al descubierto su torso desnudo.

―¿Entenderán?

―Sé que alguien te acompaña, puedo percibir su energía demoníaca entre tu cabello.

Asmodeo salió de su escondite para posarse sobre el hombro de la pelirroja. De repente un círculo mágico con la estrella de David apareció en los ojos del comandante y de su espalda, se irguieron tres alas plateadas y tres alas doradas; mientras que su torso se cubrió de una malla dorada , adornada con tres ojos azules.

―También soy el portador de un ángel...mas bien de Shamsiel.

―El sol de Dios ―dijo Asmodeo sorprendido―. Uno de los arcángeles que participaron en la primera gran guerra. La última vez que nos vimos fue cuando los Oras y sus discípulos sellaron a Dramonio.

En ese momento, la cabeza de Sally punzaba, por lo que se llevó las manos a su frente. Vio en lejanos recuerdos, posiblemente de Esther, a una criatura gigantesca que surcaba por el desierto. Emitía un brillo esmeralda y un gas que deshacía a los guerreros que intentaban detenerlo. Los recuerdos se desvanecieron y tuvo que sostenerse del comandante Rhodes para no derrumbarse.

―Señor Rhodes, ¿de casualidad usted también tiene recuerdos de sus vidas pasadas? ―preguntó la pelirroja―. Luna Rosewood es la portadora de Azrael. Si Metatrón, mi ángel, me trajo aquí antes de ser asesinada por un cazador, significa que estamos relacionados desde el pasado.

―No tengo esos recuerdos que mencionas, pero la razón por la que porto un ángel es muy compleja ―comenzó a dar su explicación y regresó a la normalidad para que el brillo no llamara tanto la atención de los vigilantes―. Hace tres años los Devoradores acudieron a mí para entregarme una reliquia familiar que mi hermano Owen prometió darme alguna vez antes de su desaparición. Tras meses de investigaciones descubrí que la familia Rhodes desciende de uno de los discípulos de Marcus Oras.

―Ahora entiendo porqué algunos ángeles y demonios desaparecieron antes de ser cazados ―interrumpió el demonio―. Sus antiguos portadores los sellaron en reliquias, ¿no es así? ―Samuel asintió con su cabeza y la rata prosiguió―. Yo fui atacado por Dramonio en Nueva York, donde me encontré con Sally...Al parecer, "la profecía divina" se está cumpliendo.

Pero antes de que Asmodeo contara sobre la profecía, una fuerte energía negativa invadió el ambiente. Dieron la vuelta al árbol para descubrir que los transeuntes se desmayaban, incluyendo a los vigilantes que volaban sobre el área. Samuel creó círculos divinos que evitaron que el impacto de la caída los matara. Bajaron a investigar y ahí el experto agente intuyó que se trataba de una espora.. Sin imaginar lo que se vendría esa noche, se cubrieron la nariz y boca, y caminaron por toda la citadela con la esperanza de encontrar al culpable.

Como era de costumbre en cada noche, Sawyer Oras y Gaarf visitaban la taberna para compartir anécdotas con los diferentes clanes. Aunque Sawyer prefería escuchar antes que hablar. No era muy cómodo contar sus aventuras con el Clan Van Vonter, teniendo la mirada penetrante de Olivia, la líder de las harpías. Trataba de no encontrar su mirada, por lo que bebía mucha cerveza y se enfocaba en reírse de las bromas de su amigo.

Esa noche, Ixchel también entró al bar teniendo la certeza que lo encontraría. Después de lo ocurrido la otra noche, prometió vigilarlo más para no meterse en problemas. Por supuesto, el guardián del cementerio se lo agradecía. Ixchel se había convertido en un gran apoyo en los últimos tres años. Al verla llegar en aquel vestido azul claro no pudo ocultar lo maravillado que estaba por su belleza. Se acercó más a Gaarf para darle espacio suficiente y además le consiguió una cerveza. A decir verdad, su presencia le mejoró mucho el ánimo y no supo si era parte del estado alcohólico que ambos se pusieron un poco coquetos. Encontraron su mirada y se acercaron dispuestos a darse un beso, hasta que Moria fue empujada con fuerza a la mesa.

―¿Quién se atrevió a lastimarla? ―preguntó Gaarf parado en la mesa sujetando su hacha―. Quien se meta con el clan de las lamias, se mete contra todos nosotros.

―Baja el arma ―indicó Ixchel mientras ayudaba a la chica a levantarse―. Solo empeorarás las cosas.

―Pero Ixchel, no podemos permitir ese tipo de actitudes...¡Somos aliados!

Sawyer notó como Olivia regañaba a una harpía que se encontraba frente a ella. Supuso que Moria encontró pruebas sobre el ataque ejecutado días atrás e intentó abogar por él. En el poco tiempo que tenía de conocerla, la chica lamia había demostrado ser una persona muy leal con los suyos y que no le importaba el pasado de nadie. Y por su culpa, la pobre ya se había envuelto en la venganza de la harpía. Terminó de beberse su jarra de cerveza y se levantó para agradecer a la lamia. Luego se dio la vuelta y caminó hasta la mesa de las harpías, quienes compartían el espacio con los elfos.

―La próxima vez controla a tus subordinados, Olivia ―dijo con un tono serio, pero en su estado de embriaguez reconoció que sonaba un poco tonto. Ixchel se acercó para llevarlo de regreso a mesa, pero él le hizo una seña para que lo dejara terminar―. Eres su reina y ni siquiera puedes controlar sus impulsos.

―¿Quién te ha dado permiso en hablarme en ese tono, sicario? ―le preguntó Olivia levantándose de la mesa, acción por la cual terminó derramando su jarra.

―Te hablo como el amigo que una vez fui ―respondió con firmeza―. Pero si por mis pecados, no les das un escarmiento a tus amigos cada vez que ataquen a los míos...creo que podemos pelear limpiamente.

―No quiero pelear limpiamente, solo quiero tu cabeza.

―¿Y así quieres "limpiar" la imagen de traidoras que tienen las harpías? ―le dijo Sawyer con una amplia sonrisa.

Aquellas palabras junto a la mirada estúpida del guardian del cementerio, hizo que Olivia se lanzara hacia él para acuchillarlo con una daga. Sin embargo, Sawyer esquivó cada ataque y con sus cadenas encantadas tumbó a la reina harpía al suelo. El resto de harpías saltaron de su asiento para atacar a un ebrio Sawyer, que empezó a recibir varias heridas. Ixchel y Gaarf se unieron a la batalla para ayudarle. Sin embargo, en el intento de alejarlos terminaron arrojandolos a otras mesas, lo que provocó que los otros clanes se unieran a la batalla. Sangre, sudor, saliva, dientes y miembros sobrevolaban sobre todo el bar y para sus meseros parecía que aquello no era nuevo. Solo les bastó observar desde el mostrador donde disfrutaban de bocadillos.

Una vez liberada, Olivia atacó a Sawyer por la espalda, clavándole seis veces su daga y se mantuvo agarrada de esta mientra él intentaba liberarse. Ixchel lanzó dos cuchillas a la harpía que se incrustaron en su hombro y esto la hizo soltarse del vampiro.

―¡Silencio! ―gritó Vlyarant, el rey de los elfos―. ¿Qué les ocurre descerebrados?

La batalla se detuvo ante la fuerte presencia que Vlyarant imponía desde la puerta. Caminó entre los combatientes observando sus heridas.

―Mientras ustedes peleaban como pubertos, el reino recibió a una intrusa, ahora invitada ―dijo para luego pedir una cerveza a un mesero―. Las tres reinas parecen estar en desacuerdo, por lo que acciones como estas solo llevarán a que nuestra alianza se vea rota. ¿Saben lo que significa? Qué todos nos iremos a la mierda.

Aunque Sawyer y Olivia habían empezado la trifulca se acercaron al rey de los elfos e hicieron una reverencia como disculpa.

―No es a mí a quién le deben una disculpa, es a ustedes ―refutó el saludo y buscó un asiento entre el desorden―. La verdad no me interesan sus líos, solo traten de no pelear e involucrar a los demás. Resuelvanlo como criaturas adultas que llevan más de un siglo de existencia. Ahora bien, ¿qué tal si disfrutamos de un postre? La reina Indira mandó a hacerlo esta mañana para que todos los clanes convivieran.

Con el postre, la tensión fue desapareciendo hasta que las risas y anecdotas volvieron a ser parte de la conversación. Mientras que Sawyer e Ixchel se salieron un momento para tomar aire fresco. Todo el movimiento hizo que el vampiro vomitara detrás de unos arbustos. Sawyer aceptó que la bebida se había vuelto un problema desde que llegaron a Quatro Lunas y Olivia era parte de ello. ¿Cómo disculparse de alguien que te guarda tanto odio y no quiere escuchar? Le daba su razón, pero ya estaba harto de que algunas criaturas lo siguieran llamando "el sicario de los Vonnes". Lo juzgaban a pesar del control mental al que era sometido y lo juzgaban por intentar reparar sus errores. Su pasado como sicario revivía en cada mirada y murmullo que escuchaba de las criaturas.

―Pero burlarte y desafiarla tampoco son la solución ―dijo Ixchel acariciándole el cabello―. Sawyer, ¿cuántos años más cargarás con toda esa carga? Y no vuelvas a decirme que hasta que pagues por todos tus pecados. Sigues con vida y has vuelto a empezarla a pesar de tantas batallas...¡No te castigues más!

―Ixchel, sé a lo que quieres llegar, pero no puedo corresponderte o al menos no aún ―dijo Sawyer sentándose para verla cara a cara ―. Disfruto mucho tu compañía, pero no puedo rehacer mi vida contigo con lo que soy.

―Lo sé y no voy a presionarte más ―le sonrió la reina uay―. Pero sí quiero apoyarte como tu amiga. No quiero dejar que te hundas más en esa miseria. Eres importante para tu clan, para mí y para muchas criaturas de acá. Solo mira lo que hizo Moria, una lamia que no guarda rencor de una masacre en la que murieron sus padres―. Ixchel le colocó el dedo índice sobre los labios del vampiro que intentaron refutarle su putno―. Sawyer, escúchame bien. Es innegable que el rencor exista y que ellos vean en tu mirada lo que hiciste, pero tarde o temprano toca enfrentarlo. Estás aquí como un guerrero que quiere continuar con el legado de su hermano, que también se enfrentó a sus traumas. Por eso, estoy segura que lograrás hacer las paces con Olivia.

―Agradezco tus palabras y lamento interrumpir, pero ¿no sientes algo extraño? ―preguntó Sawyer que no dejaba de ver la cantina que se encontraba a pocos metros―. No hay risas, ni discusiones. ¿Y qué pasa con los transeúntes? Esta calle es muy transitada a toda hora.

―¡Ponte la máscara! Creo saber la razón.

En el cielo se movía una nube que desprendía un polvillo naranja. Sawyer sacó su máscara de "La Peste" que estaba un poco remendada debido a los daños recibidos en la batalla del castillo; mientras que Ixchel sacó de un portal una máscara de gas. La nube se acercaba hacia ellos, por lo que corrieron hacia el bar. Sin embargo, la sorpresa fue mucho peor al descubrir a todos los presentes retorciéndose. Algunos derramaban saliva al punto de atragantarse, mientras que otros sangraban de los ojos y la boca.

―¡Ayuda! ―exclamó Valiant que se arrastraba hacia ellos. Su voz era muy ahogada y su rostro se había tornado violeta. Cuando por fin alcanzó la pierna de Sawyer notaron su presencia―. ¡Ayuda!

Tomaron al rey elfo y lo sentaron apoyado sobre un banco. Procedieron a quitarle su camisa y descubrieron un bulto que se movía en dirección al corazón.

―¡Mierda!

―¿Sabes lo que es? ―preguntó Ixchel con un poco de disgusto al ver que el bulto crecía más.

―Un parásito quimera ―le respondió y se puso alistar un cuchillo con alcohol―. Son parte de los experimentos de los Vonnes. Si no hacemos algo, todos morirán en cuanto el parásito de la primera mordida en el corazón―. Sawyer procedió a realizar un corte en el pecho del elfo, quien lanzó fuertes gritos en cuanto el cuchillo se adentraba más. Ixchel tuvo que sujetarlo con magia, ya que se dispuso a atacar al vampiro―. Necesito que reunas a los reyes o guerreros que encuentres y les hagas un corte en la misma zona que yo realicé.

Ixchel acató las órdenes y una vez listo, el vampiro los atrajo con su magia para colocarlos alrededor junto al rey elfo.

―Red Moon: Blood Element: Parasite Stinger.

Un círculo mágico rojo se dibujó frente al vampiro. La sangre que salía de las heridas volvió a introducirse al cuerpo. Era un tanto asqueroso ver como el bulto se movía como si estuviera a punto de explotar. Golpe tras golpe levantaban la carne adolorida de las víctimas. Sawyer permaneció con los ojos cerrados y se mordía sus labios ante el dolor que también le provocaba. Los bultos fueron arrastrados hasta salir por el orificio del pecho. Era un gusano de unos cincuenta centímetros y a su alrededor sobresalían púas.

―Ix, ¡pulverizalos ahora!

La bruja uay atrajo el fuego de las antorchas con el que los destruyó en cuestión de segundos. Pronto, los afectados sanaron sus heridas y lo apoyaron con el resto de afectados. Fue una ardua tarea que drenó toda su energía. Una vez finalizó, el vampiro cayó inconsciente en los brazos de Ixchel. Él ya no pudo escucharlo, pero todos ese día le agradecieron con aplausos y felicitaciones. Excepto la reina harpia, quien prefirió regresar a su nuevo hogar sin ni siquiera volverlo a ver.

Solamente se escuchaban sus pasos que se guiaban a lo largo del corredor que los llevaría a la habitación de la reina bruja. Para ella le resultó extraño no encontrar ningún soldado custodiando las puertas, pero quiso atribuirlo a las celebraciones de la ciudad. No le dio más importancia y le pidió a sus amigos que podían retirarse. Por fin, ya se encontraba en su habitación donde se desnudó y se dirigió a la tina. Si bien consideraba un progreso en sus habilidades, no se sentía una digna representante a su clan. Las palabras de su madre brindándole consejos en el pasado solo la llevaron a desbordar sus lágrimas. Estaba cansada de ocultar su malestar detrás de una mirada seria ante su clan. De verdad, odiaba su nuevo puesto.

Aunque no pasó mucho tiempo hasta que un ruido fuera del baño la alertó. Tomó su toalla y se la colocó para investigar. Abrió la puerta con cuidado y dio algunas vueltas buscando señales. ¿Lo habría imaginado? Pensó que posiblemente dejó algún objeto mal colocado y que terminó por caerse. Tampoco consideraba la posibilidad que Ryan o Timothy entraran sin su permiso, ya que no se percibía su energía. Al no encontrar nada, se dirigió de nuevo al baño. Sin embargo, cuando giró la perilla escuchó un ruido encima de ella. Subió la mirada y notó un musgo, que antes no se encontraba, expandiéndose por el techo.

―Saludame a la perra de tu madre en el más allá ―le dijo una voz que no reconocía, ya que parecía estar alterada.

Corrina se dio la vuelta y una figura encapuchada con máscara de demonio la apuñaló en el abdomen. Luego la atrajo hacia ella para sacarle el puñal y la empujó tirándola al suelo. Se arrastró alejándose de su atacante que la perseguía amenazándola con el puñal. Se levantó como pudo y se echó a correr, no sin antes de hechizar el piso para formar una barrera. Llegó al corredor y pidió un auxilio del que ningún guardia atendió. De pronto, el atacante apareció frente a ella para una nueva puñalada. Corrina se deslizó debajo de las piernas de este y luego le propinó una patada en la espalda.

La bruja invocó unas lianas que sujetaron a su adversario, pero este se esfumó antes de lograran alcanzarla. De pronto, las lianas sujetaron las piernas de Corrina y la aventaron a la pared. Apenas pudo crear un campo de energía para reducir el impacto; mientras que la herida se abrió un poco más. No podía permitirse morir de forma tan tonta y mucho menos que la encontraran desnuda. Juntó las lianas en su cuerpo dándole forma de una armadura que la alistó para el combate físico. Corrió hacia el atacante e hizo que de las lianas dispararan espinas.

―También tengo mis trucos ―le dijo muy orgullosa la reina bruja.

―Oh, reina Corrina, pero siempre bajas la guardia como la reina de los estúpidos ―se burló su atacante.

Su armadura se prendió en llamas, así que la reina tuvo que rasgarlas y de lo que consiguió algunas quemaduras leves. Soportó el ardor que la desgarraba y saltó hacia su atacante, quien esquivó todos sus golpes. Corrina encantó los ladrillos de las paredes que fueron lanzados y esta vez sí logró tumbarlo.

―No te olvides que soy la reina de las brujas y conseguiré atraparte ―la amenazó mientras continuaba lanzando los ladrillos, aunque esta vez cubiertos de fuego―. Y haré que pagues por la muerte de mi madre.

De nuevo, el atacante se esfumó y Corrina no dejaba de dar vueltas mientras que los ladrillos giraban a su alrededor como un escudo. En vez de su adversario, una explosión la tiró a la pared y todo el pasillo se cubrió de un humo amarillo que apestaba a podrido.

―¡Corrina! ―era la voz de Ryan Wallace―. ¡Toma la máscara de gas! Nosotros nos encargaremos de ella.

Apenas podía distinguir sus figuras en el humo, ya que su visión se nublaba y parecía que su cuerpo no reaccionaba como debería. Timothy le colocó la máscara de gas a la bruja y en su forma Berserker atacó al intruso. Wallace lanzó unos dados que succionaron la mayor parte del humo y se unió a la pelea. Cuando Timothy logró sujetar al enemigo, el agente lo electrocutó con sus guantes, dejándolo incapaz de pelear.

―Quítale la máscara ―solicitó con dificultad acercándose, por lo que Timothy se acercó para servirle de apoyo―. Necesito saber quién es el traidor.

Sus ojos no los engañaban. Estaba claro que la persona detrás de la máscara era la reina de los espíritus de la naturaleza, Indira. La mujer que alguna vez fue la mejor amiga de su madre. Aquella que le dio consejos y que tanto había admirado por años. Y ante su sonrisa de burla, toda la admiración se transformó en un deseo de cortar su cabeza.

―¿Sorprendida? Eres tan fácil de engañar como la perra de tu madre ―le dijo Indira, quien no dejaba de reír con descaro―. Un círculo mágico se dibujo debajo de ella sin que ellos pudieran notarlo por concentrarse en ella―. Podré no matarte este día, pero no falta poco para que todo tu clan caiga.

Indira desapareció en forma de humo junto al círculo mágico. De repente, la alarma sonó por todo el palacio y notaron un fuego naranja que signficaba el ataque enemigo en la ciudad. Corrina deseaba ir a investigar lo ocurrido, pero su herida no cicatrizaba bien. Así que el niño zombie se encargó de cuidarla, mientras el agente Wallace buscaba ayuda médica. Aunque lo único que encontró fueron soldados muertos. Salió del castillo donde se encontró a Ixchel cargando a un Sawyer inconsciente y al comandante Rhodes llevando en sus brazos al viejo licántropo; mientras que atrás de ellos caminaban Sally Scarlet, Moria, Gaarf y Helena.

―Corrina fue atacada ―dijo el agente bastante nervioso―. Necesitamos un médico cuanto antes...la herida no está sanando bien. Creo que su puñal estaba envenenado.

―Te encargo a Sawyer, me encargaré de la reina ―se ofreció la reina uay, quien entregó a Gaarf al vampiro.

Ixchel abrió un portal en el cual también entró el comandante Rhodes. Mientras que Wallace fue detenido por la reina de las hadas antes de que el portal se cerrara.

―¿Conozco al traidor?

―La reina Indira es la traidora del Concilio ―respondió con firmeza―. Tiene que levantar la orden de captura.

El rostro de la hada mostró confusión para luego evidenciar su furia. Sin decirle ninguna palabra al agente, se metió a un portal y pronto las bolas de cristal aparecieron en el cielo. La alarma volvió a sonar más fuerte y en el interior de la bola apareció el rostro de la reina traidora.

―No creo que ella sea la traidora ―dijo Sally Scarlet viendo el rostro de la reina―. Deben haber más clanes involucrados. El ataque fue muy organizado como la vez que Balthazar Vonnes atacó el pueblo.

―Yo digo que fue el bastardo de mi hermano ―bramó el duende.

―Fue ella, tenía su rostro...

―Agente Wallace, lleva una vida como agente que pelea contra fuerzas paranormales ―interrumpió Sally y esta vez mirándolo con franqueza―. Incluso ustedes poseen una tecnología muy buena. ¿Por qué no cree en la posibilidad que alguien más se hiciera pasar por ella?

Aunque el humano no quisiera admitirlo, Sally Scarlet estaba en lo cierto. Incluso dentro del clan de las brujas pudo haber alguien inconforme. Miró a sus amigos inconscientes y recordó a Corrina cubierta de sangre. Todo le hacía revivir el momento en que Megan Strauss asesinó a su amigo ante sus ojos y de cómo el fuego convirtió en ceniza a muchos agentes cercanos. Temblaban sus piernas y solo podía escuchar su corazón. En ese momento, Ryan Wallace sólo pudo hacerse una promesa: atrapar al verdadero culpable y hacerle pagar su crimen. Esta vez sí podría aportar enormemente por el bien del Concilio.

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