Capítulo 13

Los días posteriores al incidente de la iglesia transcurrieron sin mucho que hacer para los miembros de la orden. Fausto los obligó a seguir estudiando numerosos libros de magia. Sin embargo, para el clan van Vonter sólo sufrieron marginación por sus compañeros. Tenían prohibido acercarse a muchos espacios e incluso el contacto con Dante había disminuido. Así que por las noches, Thomas y Bull llevaban al pelirrojo al sepulcro de Anna Oras para un intenso entrenamiento; mientras que Maura se quedaba en su habitación para investigar sobre las criaturas atrapadas por la orden.

En aquella víspera de junio, como de costumbre, la agente colocó runas en las paredes para evitar que algun espía observara sus actividades. Desde el regreso de Diana Dreyfus sintió una mayor hostilidad siempre que se la encontraba. Incluso estaba segura de que Diana la había estado vigilando en las duchas donde practicaba algunos hechizos sencillos. No era una observación amorosa, sino como si analizara cada movimiento.

Sacó de su mochila un libro de demonología y otro de angelología que robó de la biblioteca y los colocó en el escritorio. Con el poco ruido nocturno en la casa, Maura pudo concentrarse para leer decenas de páginas. Aunque si era honesta, hubiera preferido leer sobre demonios durante el día. Podría ser sugestión, pero percibía como si esas entidades la observaran. De acuerdo a los registros de SOIS, los únicos demonios que aún se encontraban con vida se trataban de rangos inferiores. Tampoco podía confiar mucho y más cuando Thomas le cerró la boca con los ataques vampiros en San Marcus.

El libro de demonología estaba más que claro: Fausto trataba de reunir a los demonios que representaban a los pecados capitales. Mammón, el demonio de la avaricia, era la criatura con vestiduras doradas y que en vez de ojos, contaba con monedas; Belfegor, la pereza, era el gigantesco anciano desnudo con cadenas en sus piernas: y Asmodeo, el trícefalo que representa la lujuria. Por otra parte, el libro de angelología mencionaba a: Sariel, el encargado de los espiritus pecadores; Zadkiel, el que transmite la misericordia de los dioses; Cassiel, el árcangel de las lágrimas y la ira; y finalmente, Sandalfon, el mensajero de los creyentes.

Detuvo un momento para descansar la vista. No podía creer la cantidad de páginas que leyó en una hora. Volvió a la bolsa que ubicó en su cama para sacar una libreta y unos marcadores. Necesitaba grabar un mapa con los datos nuevos y los que tenía sobre la orden. Hasta ese momento, Maura teorizaba que el sacerdote se encontraba bajo la influencia de Dramonio y que esa era la criatura que atacaba en el subterraneo. Y sí les prohibía socializar con Dante, solo signficaba que el Dramonio buscaba aprovecharse de la magia lunar del chico.

Maura trajo datos sobre algunos miembros con los que había tratado en la estadía. Mirabel y su hermana Julia, provenientes de México y muy creyentes, al punto de unirse después de que la Orden exorcizó a su pueblo. Una historia muy parecida fue la de Hari, un huérfano de la India que creía que su padre era un demonio, hasta que Fausto y compañía lo exorcizaron. Si los analizaba a profundidad, su teoría de que el Dramonio los influía con su magia estaba en lo cierto.

Debo ir a la oficina de Fausto ―pensó la agente aún sabiendo las consecuencias―. No se ha acercado a la residencia...¡Puedo hacerlo!

Mientras abría un portal, Maura dudó por unos segundos. Fausto no era el peligro, sino su espía o algún miembro de la orden. El sacerdote no dejaba que nadie más que Diana o Ava entraran sin su presencia. Sin embargo, la agente entró. Valía la pena enfrentar el riesgo por el bien de su clan.

―¡Vaya sorpresa! Si es Maura Laura Tates ―dijo una voz en la oscuridad cuando apenas había sacado su cabeza del portal. Escuchó un chasquido y la luz se prendó―. He investigado sobre ti, perra hipócrita.

Diana Dreyfus la había descubierto, pero la agente Tates no se arrepintía de su decisión. Si tocaba enfrentarla, lo haría. No le importaba si la sangre de ambas era derramada. No se iría de esa habitación sin lo que buscaba.

No era la primera vez que viajaba en un Divine portal, ya que era un hechizo básico para la Orden. Sin embargo, le sorprendió el mecanismo tecnológico que los agentes usaron para ingresar en una catacumba. Antes de iniciar la batalla conoció un poco sobre la historia de los Oras y como Anna, la única persona enterrada, luchó contra las fuerzas oscuras de Lilith. Se puso nervioso. No se sentía digno de estar en un lugar sagrado, además de la mirada juzgadora del licántropo no contribuía, pero el entusiasmo de Thomas lo motivó en seguir con el plan.

En los últimos días, Thomas y Bull batallaron contra él sin uso de magia o transformaciones. Por lo que aplicar magia "vampira" le asustaba a pesar de la protección que existía en el lugar. Siguió las instrucciones de Thomas para crear círculos mágicos y luego concentró la energía del ambiente en los círculos. Aquella masa oscura, de la que tanto le atemorizaba, comenzó a extenderse. Era fría como los cadáveres de su familia y esos terribles recuerdos lo hicieron rendirse.

―Lo estás haciendo bien, no te detengas ―le dijo Thomas con mucha calma que relajó un poco al pelirrojo, pero este se quedó inmutado―. Pulguitas...―Thomas volteó hacia su compañero, quien tenía una mirada furiosa, pero al imaginarse lo que se venía, su sonrisa se agrandó y todo su cuerpo se cubrió de pelo―.¡Haz lo tuyo!

Ante aquella figura bestial lanzándose hacia él, Dante Walsch se hizo a un lado para esquivar la embestida, pero el astuto licántropo hizo aparecer su cola con la que empujó al pelirrojo hacia la pared. Dante se levantó mareado para continuar esquivando los puños y patadas. Se desconcentró al punto de no notar a Thomas, con sus alas de murciélago extendidas, volando hacia él.

―Esto es trampa, maldito hijo de perra ―dijo el pelirrojo mientras era sujetado por Thomas. Ya se sentía a punto de vomitar con los movimientos en el aire y los golpes del licántropo.

―En primer lugar... ―dijo Bull quién agarró al chico de la cabeza, luego de que Thomas se lo lanzara. Alistó su puño concentrado de energía espiritual, que no dudo en dirigirla al estómago―. La señora Rhodes, ¡merece respeto!

Thomas lo atrapó y lo llevó hasta el suelo, donde provocó una fragmentación en la zona.

―Y en segundo lugar, niño, ¡usa tus malditos poderes! ―le dijo Thomas mostrándole los colmillos―. Eres un Lunar reencarnado. ¿Crees que el enemigo te golpeará como nosotros?―. Bull, transformado en lobo, se acercó para intimidarlo mientras le olfateaba el rostro―. Los otros Lunares vendrán a tí, los Generales Lobos y Lilith también. Si no aprendes a dominar tus poderes...oh, pequeño Dante, podrás despedirte de tu amado.

―Me rindo ―murmuró.

Pero esas fueron palabras que no querían escuchar. Thomas comprendía muy bien al chico, ya que al enterarse que no volvería a ser humano le dolió un poco. Al poco tiempo, incluso utilizando la tecnología de SOIS, la necesidad de consumir sangre era tan intensa que lo llevó a cazar en el bosque. Solo el exhaustivo entrenamiento con Ixchel y viejo Viljem lo llevaron a dominar sus habilidades de vampiro. No fue fácil. Tuvo que revivir traumas para incrementar su poder, para luego encontrar la calma interior que necesitaba.

Así que no dudó en amarrarlo con magia y luego hizo aparecer a Devi, quien tocó la frente del pelirrojo. Se retorció y gritaba con tanta desesperación, al punto que Bull trató de convencer a su amigo de detenerse. Le sorprendió la mirada fría ante la tortura mental del chico, pero antes de que Bull rompiera el hechizo del diablillo, Thomas le indicó que guardara silencio y observara las manos de Dante emanando oscuridad.

―Aumenta la pesadilla ―ordenó Thomas.

Dante se liberó como si hubiera roto las sogas invisibles que lo ataban y alrededor circularon sombras que formaron un remolino. Thomas preparó la espada de luz y Bull pasó a su forma Berserker. A pesar de aquella masa, ambos sabían que ya no se encontraba ahí, por lo que juntaron sus espaldas para cubrirse mutuamente; mientras que el diablillo se sentó en la cabeza de Thomas listo para disparar sus rayos.

Cuando el torbellino los cubrió por completo, Thomas procedió a girar la espada hasta despejar el campo. Finalmente pudieron localizarlo en el techo. Bull lanzó a Thomas quien asestó un golpe con la espada, pero no esperaba que Dante hiciera aparecer la suya.

―Lo estás haciendo bien, sigue así ―dijo Thomas muy emocionado al ver la sonrisa que su adversario mostraba en ese momento, que le recordó a su viejo amigo―. Ahora usa un hechizo y antes que digas que no puedes, recuerda que no solo eres un Lunar, sino también un dios vampiro.

―Red Moon: Dark Element: Shadow Hound.

Desde el pentagrama púrpura salió un gigantesco perro con cuernos que se dirigía hacia ambos. Devi se acercó al chico sin que lo notara y le disparó algunos rayos que le hicieron perder la concentración. Bull saltó frente de Thomas para que desviar con su propia fuerza el hechizo a la pared. Mientras que el vampiro aprovechó la distracción creada por el diablillo para asestar un golpe en el abdomen de Dante, quien perdió el conocimiento por unos segundos. Al despertar se encontraba siendo tratado por el diablillo.

―¿Gané? ―preguntó el pelirrojo.

―Lo lograrás en la próxima, pero has avanzado bastante ―dijo Thomas y le guiñó un ojo―. Incluso inventaste un hechizo, tienes talento para esto ―hizo una pausa para que el diablillo se posara en su hombro y el vampiro supo que quería ser presentado―. Este es Devi, un pequeñín problemático, pero que ayudó mucho en la batalla. Solía proteger el sepulcro hasta que se unió a nosotros.

Devy se acercó al puño de Dante para chocar su diminuta mano. Lo vio fijamente y luego a Thomas, quien le asintió.

―¿Qué dijo? ―preguntó Dante.

―Fue un placer haber ayudado, pero debe regresar a cuidar el campamento ―le respondió Bull preparando un portal por el que el diablillo entró―. Cuando nuestra misión se acabe, conocerás al resto del clan y nuestra base de operaciones.

La plática dio por finalizado cuando Dante propuso continuar con el entrenamiento. Al menos una buena noticia para el clan. Dante podía dudar mucho sobre sus habilidades, además de tener miedo de la poderosa oscuridad, pero estaba dispuesto a superarlo sin importar que no comprendía del todo su misión. Fue así que en la siguiente ronda, el joven Walsch usó su magia lunar para dividir a sus adversarios. Tenía ideas estratégicas, pero las pensaba tanto que no lograba ejecutarlas a la perfección. Bull pudo salir de la prisión de oscuridad, mientras que Thomas con el apoyo de portales golpeaba al pelirrojo enfurecido.

Mientras Dante atravesaba la pared fue creando una telaraña que redujo el impacto. Bull, en su forma de lobo, aprovechó los hilos de oscuridad para correr por estos y al llegar cerca del chico pasó a su forma humana para atacar con sus garras. Por su parte, Dante creó un mazo con el que aventó al licántropo con tanta fuerza que apenas pudo ser agarrado por Thomas.

―Tienes el espíritu de lucha de John, no cabe duda que eres un descendiente Van Vonter ―dijo el vampiro y sus palabras hicieron latir el corazón de Dante―. Pero no te creas superior por ello o cometerás el mismo error que los Lunares.

―¿Puedes callarte, por favor? ―preguntó entusiasmado el pelirrojo mientras se acercaba a sus mentores―. Quiero volverme más fuerte de lo que soy ahora.

―Lamento decirte que las cosas no funcionan así, Walsch ―repuso el licántropo con los brazos cruzado―. Ser fuerte también implica saber cuando descansar. Te falta mucho por aprender en el manejo de tu magia.

―Puedo hacer esto toda la noche, te lo... ―dijo el pelirrojo antes de que su cuerpo se debilitara y se desplomara en el suelo.

―La magia Lunar consume mucha energía y si la utilizas mucho puedes empeorar tu salud ―replicó Bull y con la ayuda de Thomas lo ayudaron a apoyarse entre sus hombros―. Aún no desarrollas bien tu naturaleza de vampiro, por lo que recuperarte de esta podría ser difícil. Será mejor que regresemos antes de que nos descubran.

Thomas abrió un portal hacia la habitación de Dante, por la cual lanzó al chico quién cayó en su cama. Después abrió otro para su habitación, por el que Thomas entró primero. Sin embargo, el licántropo se detuvo ante la sensación de algo saliendo de sus ojos y nariz. Se llevó la manos a estos para descubrir que se trataba de sangre. Buscó de inmediato un fragmento de espejo por el que pudo ver los ojos de su padre en los suyos. Ante el susto pulverizó el espejo y trató de limpiarse con magia la sangre, pero esta volvía a aparecer. Así que el licántropo usó magia para cubrir su rostro ensangrentado y volver con su amigo.

Había sido sometida durante horas a un sinfin de castigos, pero a la agente Maura Tates no le resultaba ser su primera vez en una situacion parecida. Entrenó durante años para trabajar como espía en misiones y el haber tenido como maestra a una semidiosa maya, le dio más fortaleza mental. Diana Dreyfus podía herirla y sanarla muchísimas veces, pero la respuesta se mantenía en asegurar que no sabía nada acerca de los secretos del sacerdote.

Diana, por su parte, estaba cansada y de su frente escurría sudor. Jamás había empleado magia de tortura por mucho tiempo. Fue capaz de conectarse con los recuerdos de la chica, pero en ninguno encontraba relación con el evento de la iglesia. Sin embargo, le llamó la atención unas espadas y a Dante reuniéndose a escondidas con Thomas y al hombre con olor a lobo, Bull.

―¿A dónde se llevaron a Dante? ―preguntó Diana clavándo sus uñas en la muñeca, de una manera que logró hacerla sangrar―. ¿Qué planean hacer con sus poderes? Puedo ver tus memorias, agente Tates.

―Las personas tienen derecho a tener su intimidad, ¿lo sabes? ―respondió la humana, pero solo consiguió una fuerte bofetada que la botó al suelo con todo y silla―. Mañana reportaré este incidente con el señor Paige.

Diana estuvo a punto de darle una patada, cuando de pronto la puerta del despacho se abrió y de esta emergió una brisa helada que la hizo saltar del susto. Unos pasos se acercaron en la oscuridad y se detuvieron detrás de ella.

―Te pedí mantenerlos vigilados, no que actuaras violentamente sin mi autorización ―dijo el padre Fausto tomando el hombro de Diana―. Levántala y quita todo rastro de la tortura―. Se dio la vuelta dispuesto a retirarse, pero luego se regresó con una amplia sonrisa en su rostro, del que Maura estaba segura de haber visto una escama verde arriba de la ceja derecha―. Creo que la señorita Tates puede ayudarnos como una espía, Diana. ¿Qué te parece si aplicas ese hechizo? Es imposible que alguien lo descubra.

Diana dibujó un pentagrama en la frente de Maura y luego puso sus manos, de manera que ochos dedos tocaran el centro y los pulgares se ubicaran en la sien. Recitó unas palabras que Maura no distinguió, ya que solo podía escuchar una vibración en su cabeza como si fuera taladrada. No existía dolor, más allá de los dedos fríos de su captora. Cuando Diana retiró las manos, el pentagrama desapareció; mientras que Maura se percibía como una extraña en su propio cuerpo.

―Bienvenida a los Paladines del Caos, agente Maura Tates ―pronunció el sacerdote, quién colocó una huella de sangre que pronto fue absorbida por frente de la chica―. ¿Tanto querías saber sobre nosotros en aquella noche? Solo lo hubieras pedido, siempre hay vacantes para un sacrificio.

―Será un honor servirle, mi señor ―respondió Maura haciendo una reverencia―. Juro por mi alma que cumpliré todas sus órdenes.

―Me informarás lo que haces tus amigos y además, necesito que me entregues al amado de Dante y a esa maldita muda ―ordenó Fausto y al terminar de hablar, las luces se prendieron. Maura no se equivocaba, el sacerdote tenía muchas escamas en el cuello y unas dispersas en el rostro―. No temas ante mi apariencia, es de los dioses y sus traiciones de quienes deberás temer.

Fausto desapareció en un parpadear, por lo que Diana escoltó a la chica hasta arriba de las escaleras y luego regresó a su habitación. Maura se culpó ante su mala decisión sin avisarle a sus compañeros. No obstante, siendo una agente experimentada del SOIS y miembro del Clan Van Vonter, estaba segura de encontrar una solución a su problema.

Al entrar a su habitación, se colocó la ropa y tiró la sucia al suelo, de la cuál sospechó haber visto una lagartija correr hacia la pared y luego esfumarse como polvo. No le dio tanta importancia, ya que no era lo más extraño que había visto en su vida. Quizás solo se trataba de los espías de Fausto Paige o era solo su imaginación sugestionada por lo acontecido. Por el momento solo le quedaba descansar, así que ignoró cuando sus compañeros tocaron su puerta. Solo deseaba que al momento de abrir sus ojos, todo se tratara de un mal sueño. Eran apenas las cuatro de la mañana cuando escuchó unos pasos en su habitación. Buscó su celular para alumbrar para descubrir a Diana Dreyfus como una mujer cuervo frente a su cama.

―Alístate, que las demás nos esperan ―le dijo Diana lanzándole ropa que le cayeron en la cabeza―. Iremos a la caza de unos amantes y hay que regresar antes de que termine el día.

Obedeció sin rechistar y siguió a su hechicera a través de un portal que las llevó a la iglesia. Ahí se encontraban tres mujeres y dos hombres con los que ya antes había hablado. Aunque en su cabeza solo trataba de resolver la identidad de los amantes. Una vez reunidos, Diana les entregó unos guantes plateados y luego entraron a otro portal que las llevó a un corral donde se encontraban dos grifos, criaturas mitad león y mitad águila. Sin embargo, lucían muy lastimados, con cicatrices que ni siquiera fueron bendecidas con el nacimiento de más plumas. Diana indicó que subieran y después de emitir un grotesco graznido, emprendió vuelo y detrás de ella, también lo hicieron los grifos.

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