Capítulo 09

Desde muy temprano, las tres reinas ordenaron a sus respectivos clanes para arreglar el coliseo, un edificio construido específicamente para albergar el concilio. Se ubicaba al norte de la ciudad, detrás del gran árbol y donde no existiera alguna interrupción con las ajetreadas calles comerciales. Tenía diez pisos con diez secciones para cada clan; con bancas y mesas de piedra y una gran bola de cristal que funcionaría de micrófono y de cámara, siendo esto último una idea del clan Van Vonter. Mientras que en el centro se elevaba una plataforma con los tronos de sus reinas y una mesa también de piedra.

Los representantes del Clan Van Vonter hicieron su aparición: Samuel Rhodes, Sawyer Oras, Gaarf de Tardat y Ryan Wallace. Fueron ubicados en el tercer piso, teniendo de vecinos al clan de los duendes y de los elfos. Mientras que los Uauy los ubicaron en el séptimo piso con el clan de los kitsune y nagas. Ryan se encontraba maravillado al ser representante, ya que siempre consideró que aportaba poco en las otras misiones del clan. Esta se convertiría en la oportunidad de enorgullecerlos. Sabía que su naturaleza humana sería un factor en desventaja, pero realmente quería interactuar con los gigantes, las harpías y lamias, los faunos y centauros. Entre más observaba, su entusiasmo incrementaba. Poco a poco los espacios se fueron llenando y sus vecinos terminaron pidiéndole el espacio restante de la banca que correspondía a los ausentes de Timothy y Luna.

Indira y Helena subieron a la plataforma y tomaron espacio. Todos guardaron silencio como muestra de respeto. Sin embargo, la espera de la recién coronada reina Corrina se estaba haciendo muy tardada. Ryan supuso que la bruja se sentía atemorizada ante la idea de hablar en público como figura de autoridad, así que salió del coliseo en búsqueda de la reina bruja. Con ayuda de unos guardias pudo llegar a la sala donde se encontraba. No presentaron resistencia gracias a la alianza forjada entre ambos clanes. Ryan tocó la puerta tres veces y ante una respuesta positiva, entró. Corrina se encontraba siendo consolada por el viejo Strauss. La sospecha estaba en lo cierto: tenía miedo de defraudar a su clan.

―Reina Corrina, ¿qué haces aquí? El concilio no puede tardar más ―le preguntó el agente agachándose para tenerla más de cerca, pero Corrina terminó cubriéndose el rostro con sus manos. No quería que la viesen en ese estado anímico―. ¡Basta! ¿Acaso no eres su líder? ―exclamó alzando la voz, que hizo que la reina sobresaltara―. Entre más tiempo dejes pasar, Jonathan y Lilith harán que tu reino se sucumba. ¿Quieres perder más seres queridos? ¿Qué hay de tu mejor amiga o de las personas que confían en ti? ―Corrina negó con la cabeza. Su boca permanecía semiabierta, pero no era capaz de emitir palabras―. Entonces, ¿qué estás esperando para ir a esa maldita reunión?

―Para ti es sencillo decirlo cuando no tienes tantas responsabilidades ―respondió Corrina levantándose. Caminó hacia una ventana y se detuvo para contemplar el bosque―. Dime, ¿acaso eres rey?

Ryan no supo contestar y no porque no supiera la respuesta, sino porque la postura de Corrina era muy estúpida. Viljem, entonces, decidió responder por él:

―En nuestro clan, todos somos líderes y tenemos las mismas responsabilidades, señorita Corrina ―la chica se dio la vuelta para prestarle atención al anciano―. Es verdad, puede que el joven Wallace no sea un rey, pero puedo asegurar que puede aprender mucho de él.

―¿Qué puedo aprender de un humano? ―preguntó con disgusto y luego caminó hacia el agente que ya se encontraba de pie―. Sorpréndeme y tal vez me inspire para ir a la reunión.

―Olvídalo, al final sigues siendo una caprichosa ―respondió Wallace. La observó con mucha decepción y antes de salir de la habitación le dijo―. Soy humano, pero eso jamás me ha detenido para luchar por mis convicciones. Espero que cuando recapacites no sea demasiado tarde para tu pueblo.

La puerta se cerró de golpe y Corrina empezó a sentirse muy culpable. Ryan tenía razón. No dejaba atrás su actitud caprichosa cuando solo trataba de ayudarlo. Decepcionada de sí misma, se dejó caer en el sillón.

―El agente Wallace no se detuvo ni con la decapitación de su mejor amigo frente a sus ojos ―pronunció Viljem tomando asiento junto a ella, quien ya parecía mostrar interés en el discurso del viejo licántropo―. Siguió adelante mientras ayudaba a civiles, participó en la invasión del Castillo van Vonter y se las ingenió para sobrevivir y gracias a sus conocimientos pudo traer a salvo a su clan y a los fugitivos de Kronosphera. ¿Necesita más, majestad o puedo irme con los míos?―. Debido a que la reina no respondió, Viljem se dirigió a la salida―. Bien, les diré que empezaremos sin usted y tal vez en la próxima pueda unirse.

Cuando el licántropo la dejó sola, una llama ardía en su semblante. Las palabras del humano resonaban en su interior mientras revivía la muerte de su madre. Necesitaba tomar una decisión, pero de lo único que estaba segura es que quería huir de sus cargos.

Para Luna Rosewood no poder asistir a la primera reunión era el peor castigo de su vida. Sin embargo, le era imposible desde la tormentosa noche que experimentó con sus pesadillas. No recordaba nada, excepto la voz de una mujer y la de un hombre, siendo esta profunda y que imponía presencia. Fue la primera en despertarse, aunque no era de esperarse con su corazón agitado. Creía recordar que ya había escuchado la voz masculina cuando el clan Rosewood fue masacrado por los Generales Lobos. En medio de las llamas, Luna se encontraba atemorizada ante el sonido de su familia siendo desgarrada, la sangre salpicada y los órganos que caían al suelo. Tuvo que darse una bofetada para volver a la realidad. Faltaba poco para empezar el concilio, pero sinceramente no se encontraba bien para soportar largas horas escuchando y conversando con diferentes clanes, (y más cuando era demasiado mala con las interacciones sociales).

Así que la joven licántropa decidió tomar una ducha y caminar por los alrededores. Creía que tal vez de esa manera podría recobrar un poco de paz, pero lo que menos esperaba era que ese día ocurriría un encuentro que cambiaría su historia para siempre.

Tomó algunas cosas para comer y las metió en su bolsa de tela. Tuvo suerte que la salida se les fuera permitido a su clan, así que los guardias no reprocharon su solicitud. Cuando salió del castillo, una mano fría la tomó del hombro. No era lo que esperaba, pero tal vez la compañía de Timothy e Ymir, el spyros, le ayudarían. El pequeño era lo más cercano a un amigo de su edad.

―Escuché tus quejidos en la noche, dime, ¿estás bien? ―preguntó el zombie, quien caminaba a dos metros de distancia de ella, para respetar el espacio que necesitaba.

―Solo fue una pesadilla, no tienes que preocuparte ―respondió la chica sonriéndole, aunque en el fondo, Timothy sabía que era una mentira―. ¿Por qué no fuiste a la reunión?

―Platiqué con el señor Viljem y consideró que sería bueno que te vigilara ―dijo Timothy, pero esto hizo que la licántropa se detuviera de golpe―. Luna, no te estoy espiando, pero desde la noche había una extraña energía saliendo de tu habitación.

Luna siguió caminando. En su cabeza no cabía la idea de que algo extraño estaría pasándole. Solo fue una pesadilla y tal vez había entrado a la adolescencia, ya que el entrometimiento de su abuelo adoptivo no le parecía correcto. Timothy, por su parte, siguió detrás de ella, mientras acariciaba al spyros. Al cabo de un rato, quedaron rodeados por el espeso bosque de árboles gigantes y lianas colgantes; además de una camino un un poco lodoso. Era posible que un nacimiento de agua se encontrara cerca. No seguían una dirección en particular, ya que la licántropa solo buscaba explorar.

Durante el tiempo que había vivido junto al anciano Viljem, adquirió una vida nómada y le disgustaba mantenerse quieta. Sin embargo, esto solo era la paranoia de ser asesinada por los vasallos del monarca oscuro. Luna Rosewood fue la única sobreviviente y fue hasta la batalla en el castillo que se enteraron sobre su existencia. Y así, perdida entre sus recuerdos más felices junto al clan y sus pensamientos más oscuros, terminaron llegando a la orilla de un río. Tiró su bolsa en el pasto y se lanzó a un hongo gigante que crecía cerca. Timothy, por su parte. se sentó apoyado de un árbol e Ymir reposó sobre las piernas del niño zombie.

―¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de volver a ver a tus verdaderos padres? ―preguntó Luna mientras contemplaba las nubes―. Yo, sí, aunque no pretendo revivirlos...¡Creo que es anti-natural!

―Como yo ―respondió el chico entre risas.

―Lo siento, creo que escogí mal mis palabras.

―Aunque quisiera, mis verdaderos padres murieron hace siglos, y sus almas pueden que reencarnaran o esperen su juicio ―confesó el zombie―. Tengo pocos recuerdos de mi antigua vida, por lo que mi verdadera familia está en el clan.

De pronto se escuchó un chapoteo cerca, por lo que caminaron en silencio unos metros arriba y se escondieron detrás de una gran roca. En el agua se notaba la silueta de alguien nadando. ¿Sería una sirena o uno de los tantos espíritus de la naturaleza que no pertenecían a clanes? Después de un buen rato observando, la figura salió a la superficie. Se trataba de una hermosa mujer de cabello escarlata y ni siquiera las cicatrices de su cuerpo le quitaban su belleza. Intentaron guardar silencio para no llamar su atención, pero el relincho de Ymir hizo que posara su mirada en su dirección. Aquella mujer nadó rápidamente hasta quedar frente al grupo.

―Disculpe señorita, no queríamos asustarla ―dijo Luna mientras le cubría los ojos a su amigo―. Escuchamos un ruido cerca y como vivimos en tiempos tumultuosos, solo queríamos asegurarnos que no fuera algún enemigo.

―Puedo sentir sus intenciones, pequeños y sé que no me harán daño ―respondió la mujer―. Hace poco tiempo terminé varada en este bosque. No quiero sonar atrevida, pero ¿tendrán comida que puedan darme?

Luna asintió y pidió que los acompañara, no sin antes entregarle una toalla que hizo aparecer con magia. Por suerte, ambos habían cargado un poco de comida. Y así como si nada, tuvieron un picnic con la mujer de cabello escarlata.

―Me llamo Sally Scarlet ―dijo después de finalizada su comida―. Y tal como están pensando, soy una vampira y alguna vez fui humana. Sin embargo, me rehúso a probar sangre de nuevo, por eso es que he aguantado el hambre.

―Puedes quedarte con nuestras raciones ―dijo Timothy entregándole su bolsa―. Donde venimos tenemos más comida y si gustas, podemos traerte más mientras te encuentres en este bosque―. El chico se detuvo con una sonrisa incómoda y se dio un golpe en la frente―. Una disculpa, yo soy Timothy Vo..., bueno, solo Timothy y ella es mi amiga, Luna Rosewood.

―Estaré siempre agradecida con ustedes ―respondió Sally con lágrimas en los ojos que procedió a limpiarse―. Perdonen mis lágrimas, desde que fui convertida por un anciano llamado Banra he pasado por tantas cosas―. Sally se detuvo al ver que los chicos parecían reconocer el nombre de su victimario―. Por favor, no me digan que son aliados de Jonathan van Vonter.

―Al contrario, Sally Scarlet ―respondió Luna con una sonrisa de orgullo―. Él es el enemigo acérrimo de nuestro clan. Él y sus malditos aliados también nos jodieron la vida.

Fue como si la tranquilidad volviera a su cuerpo y aquella tensión en sus músculos la liberaran. Sentía el alivio de encontrar posibles aliados en un territorio que desconocía, mientras encontraba la manera de reencontrarse con Owen y Dimitric. Así que la dama escarlata terminó contando su historia y sus vivencias en Nueva York hasta el momento que fue atacado por un cazador. Los chicos se maravillaron ante la coincidencia, ya que su grupo también partió a la famosa ciudad para buscar a una persona.

El tiempo transcurrió con rapidez o al menos así fue percibido. La campana repicando en la distancia les avisó que la primera reunión había finalizado y era hora de regresar sin llamar la atención de otros clanes.

―Ha sido un gusto conocerte, Sally ―dijo Luna extendiendo su mano, que fue aceptada por la mujer―. Prometemos que te visitaremos y buscaremos la manera de ayudarte.

Y así partieron los dos menores acompañados por el caballo de fuego, que le pareció la criatura más hermosa que había visto en su vida. Sin embargo, le preocupaba la chispa que sintió al tomar la mano de la licántropa. ¿Era acaso una obra del destino haberse encontrado con ellos o solo una coincidencia? Los observó hasta que se perdieron en la sombra de la arboleda y justo en ese momento, la presencia del ángel fue percibido en su cabeza.

―Me alegra saber que no me equivoqué al abrir el portal ―expresó aliviado y Sally notó en su sombra como se extendía un ala emplumada a la izquierda y un ala de murciélago a la derecha―. Pronto sabrás a lo que me refiero, Sally Scarlet.

Entre los diferentes sonidos de las criaturas y los gritos de su voceros, el concilio estaba siendo un total fracaso. Ni siquiera las reinas podían controlar el orden, ya que en sus mismos clanes existía ciertos roces pasados con algunos presentes. Luego, el pleito escaló a una mayor magnitud cuando el jefe de los minotauros terminó cortando la cabeza a un gigante que manchó por completo a los faunos. La pelea campal no se hizo esperar y los guardias tuvieron que escoltar a sus reinas para evitar ser lastimadas en la batalla; mientras que el clan Van Vonter procedió a buscar una salida entre el tumulto.

Para el disgusto del viejo Gaarf, su hermano Kleffinder les abrió paso con ayuda de sus hombres. No podía permitir que él volviera a brillar como el héroe cuando tiempo antes fue el responsable de su desgracia. La ira se acumuló en su mente y sin pensarlo mucho, Gaarf se lanzó hacia su hermano para propinarle una serie de puñetazos. Ambos rodaron entre el intercambio y no hubo nadie que lo pudiera detener, ya que en ese momento, Gaarf revivía lo ocurrido en el pasado.

Era un frío noviembre cuando el ejército de Jonathan amenazaba con invadir el país de los duendes, Petraxulis. Con el reinado de Gaarf lograron detener su avance, pero muchos quedaron damnificados y las pilas de cadáveres incrementaron al punto de volver Petraxulis en el punto cero de enfermedades. Mientras que Gaarf se recuperaba de una dura batalla contra el líder de los orcos, Orgaw, un golpe de estado se llevaba a cabo. Al final del mes, Gaarf junto a su esposa e hija fueron sacados del pequeño castillo para llevarlos al centro de la mina.

Fue ahí cuando apareció Kleffinder, portando una armadura ostentosa de gemas incrustadas y una sonrisa que jamás había visto en su vida. Frente a todo Petraxulis, a su rey le despojaron su armadura y a su familia le marcaron con fuego un sello en la espalda. Gaarf, con la poca fuerza que le quedaba, se dio a una pelea de espadas, donde ambos contrincantes se dejaron cicatrices. Gaarf debía luchar por el honor de su familia, de su título, pero sobre todo por el pueblo que tanto confiaba. No obstante, el rey de los duendes cayó ante el fuerte golpe que le fracturó las piernas. Humillado ante Petraxulis, el duende y su familia fueron obligados a marcharse en una vieja carreta...

―¡Gaarf! ¡Reacciona, maldito viejo ! ―le decía una voz que lo devolvía a la realidad. Sintió las sacudidas―. ¡Compórtate, viejo decrépito! ¡Gaaaaaaaaaaaaarf!

Samuel Rhodes y Sawyer detuvieron al anciano, quien se dio cuenta que la persona que lo llamaba se trataba de Wallace. Tenía una gran marca en el ojo derecho debido al golpe y su mirada temerosa. Nadie había visto al duende comportarse de esa manera. A su alrededor eran observados por el clan de los uay y el de los duendes. Kleffinder, por su parte, se encontraba con el rostro cubierto de sangre, pero pudo levantarse con ayuda de sus allegados. Gaarf se acercó a su amigo, pero este se alejó entre asustado y molesto.

―Tómate esto ―ordenó Sawyer entregándole una hoja rosada―. Te ayudará a calmarte y por favor, recapita lo que acabas de hacer.

―¡Silencio! ―gritó una persona que entraba al coliseo y todos los presentes comenzaron a guardar la calma. Luego de una última vez, la pelea acabó―. La reina les ha ordenado, ¡silencio! El que no obedezca pediré que me entreguen su maldita cabeza para adornar nuestro árbol sagrado.

Viljem y el agente Wallace fueron los más sorprendidos ante la llegada de la reina, ya que pensaron que huiría después de lo ocurrido en la sala de descanso. Corrina caminó hasta su silla y detrás de ellas, Indira y Helena. Sus clanes procedieron a hincarse como una manera de rendirles respeto y una vez tomaron asiento, el resto de presentes hicieron lo mismo.

―Hoy aprendí algo gracias al joven humano que nos acompaña y también al licántropo más sabio que he conocido en mi corta vida ―pronunció Corrina con mucha elocuencia y sus palabras pegaron en la incomodidad del humano que sintió la mirada de varias criaturas―. Veo un par de cabezas e intestinos en el piso...¡Y por eso estamos acá! No podemos seguir matándonos cuando el destino de nuestros clanes, pueblos y reinos corre peligro de ser gobernados por el tirano de Jonathan―. Corrina se levantó de su silla y caminó hasta el borde de la plataforma para observar a cada uno de los líderes―. Así que la mejor forma de conocernos bien es que nos cuenten su pasado y sus expectativas con esta alianza.

Vlyarant, el líder elfo peliazul y de piel grisácea, se levantó de inmediato. Su clan únicamente quería asilo después de que el Lunar de la tierra destruyera gran parte de su reino para establecer su base de criaturas. Llevaban una vida nómada en los bosques de Cuatro Lunas durante el último año. Lo mismo ocurría con los centauros y arpías, que muchos de los suyos fueron tomados como botín de parte de Tartaros Vonnes. Mientras que los kitsunes tuvieron que regresar al Bajo mundo después de haber sido descubiertos en el mundo humano.

Por otra parte, los nagas y las lamias tuvieron que aliarse aliaron para protegerse entre ellos después de haber sido expulsados por humanos. Cuando llegó el turno de los duendes, nuevamente Gaarf se desbordó de cólera y más ante la declaración de su hermano:

―Fuimos aliados de los Vonnes en la última guerra, pero nos olvidaron y nuestro población se ha visto diezmada ―expresó con voz de arrepentimiento, pero Gaarf no se lo creía―. Estamos aquí para disculparnos con nuestros hermanos minotauros y espíritus de la naturaleza, a quienes masacramos en el pasado―. Kleffinder se dio la vuelta a su hermano y con una sonrisa continuó―. Y también a ti, hermano. Te traicioné, conspiré contra ti y por mi culpa, tu esposa e hija fueron masacradas por los Vonnes.

―Kleffinder tiene razón, este es un buen momento para disculparnos entre todos ―intervino Helena quién se unió a su mejor amiga―. Y aquí, en nuestra primera reunión, el clan de las hadas pide una disculpa a las molestias causadas a los colosos de tierra.

En ese momento, un gigantesco humano de barro, que portaba una corona de roca volcánica, se levantó y se acercó a la reina Helena. Luego se hincó para quedar más cerca de su rostro. Varias hadas hicieron aparecer sus arcos para amenazar al coloso, pero Helena les indicó con su mano que se detuvieran. La tensión en el lugar incrementaba a medida que nadie imaginaba las siguientes acciones del coloso de tierra. Sawyer notó un cierto parecido al gigante con el que batallaron en El Cairo. Sin embargo, emanaba una energía muy diferente a las creaciones de Golem. De acuerdo al viejo licántropo, surgieron cuando finalizó la primera guerra, donde tanta sangra mágica derramada en tierra y matorrales, dieron origen a una raza muy temida por su apariencia, pero de carácter muy gentil. Se dice que en su interior sirve de hogar para otras criaturas que lo necesiten.

Su rey se llamaba Tetris y había sido reclutado por el Lunar de tierra, pero prefirió escapar. Desde entonces, también se ha visto en constantes luchas de territorio con las hadas. En su primera reunión prefirió dejar atrás su molestia y extendió su gigantesca mano hacia Elena, quien aceptó colocando la suya sobre la del coloso. Aquella escena causó conmoción entre el público y para Gaarf, observando como su hermano nuevamente destacaba con mentiras, solo lo enfureció más. Se lo pensó muchas veces, pero correspondió hipócritamente el abrazo.

―Qué todo quede en el pasado, querido hermano ―dijo en voz baja el rey de los duendes artesanos―. Ellas estarán felices después de esto.

―Lo intentaré, aunque me cuesta creerte, Kleff ―respondió el duende entre dientes.

Y así una primera reunión llegó a una conclusión. Quizás no fue tan fructífera como muchos esperaban, pero lograron conocer sobre los males que preocupaban a los diferentes clanes. Dado por finalizado, las reinas declararon un tiempo libre para relajarse en la ciudadela y convivir con los diferentes participantes. No obstante, entre las harpías, una mujer joven observaba con mucho desagrado al guardián del cementerio, Sawyer Oras. Sin perderlo de vista, mostró una evidente mirada de desprecio y deseos de arrancarle el corazón.

Nota: ¿Qué piensan de la inesperada interacción entre la licántropa y la mujer de cabello escarlata?  En "Ritual de sangre" tuvieron una participación secundaria, pero a partir de este libro estarán más involucradas. 

PD: cualquier error de dedo me avisan :(. Con los 27 años que me cargo me estoy volviendo más ciego y por alguna extraña razón, el documento donde escribo no me señaló varios errores.

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