Capítulo 4: Noches jóvenes.
La agradable música seguía sonando en el local. El cantante que había subido al escenario tras Kise era un gran artista de Jazz. Aomine nunca se había detenido a escuchar con detenimiento una música como el Jazz. Su madre siempre había tocado baladas, música romántica que él escuchaba con ternura cuando su madre cantaba a los pies de su cama y le arropaba de niño. Ahora sus gustos habían cambiado, el rock era uno de sus estilos favoritos aunque Kise tampoco parecía tocarlo.
- ¿Te gusta el Jazz? – preguntó Kise sonriendo observando cómo Aomine miraba embelesado al cantante del escenario.
- No especialmente. Me ha sorprendido que alguien aquí pudiera tocar Jazz.
- No hay mucha gente en Tokyo que lo toque.
- ¿Tocas Jazz?
- No. En absoluto – sonrió Kise como si para él fuera algo impensable.
- ¿Qué tocas entonces?
- Depende lo que me pidan. Generalmente en este sitio buscan canciones románticas, en el parque suelo tocar cosas más movidas, con más ritmo.
Aomine dio un sorbo a su vaso de whisky y se miró en el espejo alargado detrás de la barra. Desde esa posición también podía ver a Kise a su lado. Era tan extraño ver a un chico rubio en Japón.
- ¿De dónde eres?
- De aquí – sonrió.
- Venga, no hay ningún japonés rubio.
- Mis padres eran extranjeros – comentó – pero yo nací aquí. ¿Tan extraño es mi cabello? A la gente suele gustarle.
- No he dicho lo contrario – le sonrió Aomine – sólo he dicho que no hay japoneses tan rubios como tú.
Kise tenía toda la intención de dar un sorbo a su bebida, cuando una sonrisa se escapó de sus labios obligándole a dejar el vaso de nuevo en la barra sin haber bebido. Aquello llamó la atención de un sorprendido Aomine que no entendía qué había dicho de gracioso para que aquel chico sonriera.
- ¿Qué ocurre?
- Nada – sonrió tratando de darle el sorbo a su bebida.
- Esa sonrisa es por algo. ¿Qué he dicho?
- Es más bien lo que has hecho.
- ¿Qué he hecho? – se miró las manos Aomine sorprendido y es que él no había hecho nada.
- Estás aquí. ¿Puedo suponer que siempre aceptas las invitaciones de los chicos rubios? – preguntó Kise con aquella gran sonrisa.
- Por supuesto, de esas no me pierdo ninguna – sonrió Aomine entendiéndole finalmente.
- Menos mal que somos pocos los rubios o tendría que competir contra mucha gente para poder captar tu atención e invitarte a una copa.
- A esta copa te he invitado yo – le dijo Aomine haciendo sonreír de nuevo a Kise que agachó la cabeza ligeramente mirando sus piernas.
- Cierto.
- Cuando acabes la copa, si quieres puedes acompañarme al coche. Lo tengo muy cerca de aquí y hay algo que me gustaría darte.
- ¿En serio? – preguntó Kise con una gran sonrisa acercándose ligeramente hacia el rostro de Aomine – y... ¿Qué quieres darme?
- No seas impaciente – le susurró Aomine acercándose también hacia su rostro – ya lo verás.
- Qué curiosidad – susurró nuevamente volviendo a dar un sorbo a su bebida.
El cantante de jazz acabó su actuación dando continuación a otro artista, esta vez un monólogo al que ellos apenas prestaron atención. Ninguno de los dos podía apartar la mirada del otro pese a que acababan de apagar las luces para iluminar por completo a la persona que hablaba en el escenario haciendo reír a la gente.
- ¿Te gustan los monólogos? – preguntó Kise.
- Supongo que sí.
- Entonces... ¿Cabe la posibilidad de verte más a menudo por este club?
- Es posible – sonrió Aomine – quizá me apetezca venir a ver a un joven cantante rubio que toca la guitarra y que extrañamente, crea baladas como hacía mi madre.
- ¿Tu madre es artista también?
- No, ya no. Antes componía y tocaba, ahora trabaja en una revista de moda. Ella publica los artículos referentes a músicos y esas cosas.
- Vaya – exclamó Kise colocándose serio por primera vez en toda la noche.
Kise agachó la cabeza mirando cómo su mano derecha movía en círculos el vaso, moviendo así lo poco que quedaba de su bebida. Lo tomó de un trago haciendo un gesto de asco por lo fuerte que estaba, pero no dijo nada, simplemente dejó el vaso en la barra apartándolo de su lado y miró al hombre del monólogo.
- ¿Quieres ir al coche? – preguntó Aomine con el vaso en su mano.
- Claro.
Aomine bebió también lo último que le quedaba de un trago y se levantó cogiendo la americana de detrás de la silla para colocársela. Kise siguió a aquel chico moreno hacia la puerta de salida y continuó caminando a su lado buscando con la mirada el coche. Ni siquiera sabía qué coche conducía, quizá por eso miraba todos con detenimiento hasta que Aomine se acercó a un todoterreno abriendo la puerta del copiloto para sacar una guitarra.
Kise se quedó estático durante unos segundos. Había estado toda la noche desde que le había comentado lo de ir a su coche pensando en que aquel chico querría sexo y ahora le sorprendía sacando una guitarra. Sonrió por haber pensado algo tan pervertido como aquello pero al menos, era algo que Aomine no sabía.
- ¿Por qué ríes ahora? – preguntó Aomine sonriendo también mientras apoyaba su codo en el morro del todoterreno.
- Por nada. Una tontería que se me había pasado por la cabeza. ¿Tocas también la guitarra? – preguntó al ver aquel instrumento.
- Oh, no. Yo no sé tocar la guitarra. – se apresuró a responder Aomine.
- Pero... ¿Tu madre no era artista? ¿No te enseñó?
- No quise yo aprender en aquel momento. Estaba absorto pensando en la idea de ser un deportista profesional y en hacerme policía si no lograba mi objetivo de jugar al baloncesto.
- Y te hiciste policía.
- Sí. Toma, es para ti.
- ¿Por qué ibas a regalarme una guitarra? Yo no puedo pagarte algo así.
- No tienes que pagármela, te la estoy regalando.
- Vale... - dijo dudando sin cogerla - ¿Por qué harías algo así? ¿Quieres algo a cambio? ¿Sexo quizá? – preguntó sonriendo.
- No. Me sentía culpable por lo que le ocurrió a tu guitarra.
- No fue tu culpa. Quédatela y olvida ese incidente. Me salvaste, en serio... te debería yo algo a ti más bien.
- Kise... me encantaría que tuvieras la guitarra. En mi casa lo único que hace es coger polvo y deteriorarse en silencio. Yo no puedo tocarla. Estoy convencido de que le darás mejor uso que yo y además, me haces un gran favor y me quitarás un peso de encima por lo del incidente. Me gustaría que la tocases.
- La aceptaré con una condición – comentó Kise mirando la guitarra segundos antes de mirar los ojos de Aomine.
- Tú dirás.
- Que vengas a verme siempre que puedas. Me gustaría que estuvieras allí cuando la toque.
- Vale. Siempre que pueda vendré al local a verte.
Kise observó a Aomine durante unos tensos y silenciosos segundos. Parecía que el tiempo hubiera decidido detenerse en aquel preciso instante dejándose perder por el intenso azul de los ojos de ese policía que le había salvado el día anterior. Una parte de él se sentía tan idiota por haber dudado de la palabra de aquel chico, sólo quería darle una guitarra y él había pensado que le invitaba a su coche para tener sexo. ¡Como si fueran unos simples colegiales que no tuvieran otro lugar al que ir como para hacerlo en un coche!
Sonrió antes de levantar sus manos en busca de la funda de la guitarra. Ya pensaba que aquel chico no le daría ninguna señal cuando al coger la guitarra, sus manos se rozaron unos segundos, comprobando Kise cómo se sonrojaba ligeramente Aomine quedándose completamente paralizado frente a él.
Ambos chicos levantaron la vista mirándose fijamente a los ojos. Kise también se había sonrojado al sentir la suave piel de aquel joven bajo sus manos. Pensó en soltarle con rapidez, pero algo se lo impedía, simplemente no quería hacerlo. Notaba la calidez de sus manos y deseaba dejar las suyas allí. No pudo evitar el impulso cuando al mirar sus labios los vio temblar con cierto toque tímido y a la vez sugerente. Levantó levemente el talón y se lanzó hacia sus labios uniendo los suyos a los de aquel moreno.
Quizá en algún momento le entró la duda creyendo que le apartaría, pero no fue así, aquel chico se había quedado inmóvil al principio pero cuando él quiso separarse por miedo a haber cometido un error, fue Aomine quien colocó su mano tras la nuca del chico impidiéndole que se separase de él.
Kise agarró el labio inferior de Aomine entre los suyos disfrutando de aquella sensación. Sentía la suavidad de aquellos labios delineando su labio superior con ternura y tranquilidad. Cerró los ojos dejándose llevar por el sugerente movimiento de sus labios atrapándose mutuamente una y otra vez, intensificando y acelerando el ritmo hasta convertir un simple beso prácticamente robado en algo mucho más pasional. Kise escuchaba la respiración entrecortada de su compañero, por ella es por lo que se daba cuenta de que ambos deseaban aquel beso, quizá por ese motivo no se esperó cuando Aomine se apartó de golpe cogiéndole por los hombros para evitar que volviera a lanzarse hacia él.
Los ojos de Kise reflejaron la confusión del momento mientras trataba de indagar en lo más profundo de aquellos ojos azul intenso para descubrir qué estaba ocurriendo, pero Aomine cerró los ojos, agachó la cabeza y prácticamente hizo una reverencia antes de disculparse.
- Lo siento, no debí haber hecho algo así. Lo siento mucho.
- No pasa nada – comentó Kise sin entender aún nada de lo que estaba ocurriendo. ¿Cuál era el problema si ambos se lo estaban pasando bien? ¿Dónde estaba el problema si ambos lo deseaban? No podía comprenderlo.
- Yo... tengo que irme – dijo Aomine empezando a rodear su coche en busca de la puerta del conductor – te llamaré – le dijo al final abriendo la puerta del conductor, entrando y arrancando con rapidez para marcharse de allí.
Kise todavía sostenía la guitarra entre sus manos cuando vio el coche perderse calle abajo. Seguía sin comprender lo que había ocurrido, quizá no debió lanzarse, era posible que ese chico escondiera algo y él había forzado demasiado la situación, apenas se conocían. Sonrió incrédulo al darse cuenta de que Aomine no le llamaría, ni siquiera le había pedido su número de teléfono.
Aomine se maldijo mentalmente durante todo el trayecto hasta su casa. Aparcó el coche estresado y agobiado por lo que había hecho, él no era de esos que se acuestan con el primero que veía en un bar. La imagen de Kagami no paraba de aparecerle en la mente y tras darle un golpe al volante mientras lanzaba una maldición, arrancó de nuevo el vehículo para dirigirse a la casa de Tetsu.
Tuvo que tocar varias veces al timbre. Por suerte para él, Tetsu vivía a las afueras de la ciudad, en una pequeña casa de dos plantas con jardín delantero, así que no molestó a los vecinos. La puerta se abrió dejando ver a un somnoliento Tetsu que miró a Daiki con cara confusa antes de apartar sus ojos para mirar el reloj de su muñeca. ¡Las 05:16 am!
- Aomine... son las cinco de la mañana – le dijo Tetsu – mañana era mi día libre y podía haber dormido todo el rato que quisiera. ¿Qué haces aquí?
- He besado a un chico.
- ¿Me has despertado para contarme eso? – preguntó Tetsu incrédulo - ¿No podía esperar a mañana?
- No – dijo Aomine con cara de preocupación.
Tetsu al ver aquel rostro que se derrumbaría en breve, decidió dejarle pasar. Mientras Aomine se quitaba los zapatos a la entrada, Tetsu se marchó a la cocina a preparar un poco de té. Al girarse con los vasos en una bandeja, se encontró a Aomine arrodillado junto a la mesa de la cocina envuelto en sus propios pensamientos.
- ¿Qué ha ocurrido? – le preguntó Tetsu dejando el vaso frente a él.
- Que yo no soy así – le dijo Aomine directamente – he besado a un desconocido, yo no soy de esos que en una primera cita se acuestan, de hecho ni siquiera era una cita. Por un momento he recordado a Kagami y lo que teníamos – le comentó cabizbajo rodeando con sus manos la taza de té.
- Aomine... no es algo malo ni algo de lo que sentirse culpable.
- ¿Qué va a pensar ese chico de mí?
- Eso no lo sabremos, pero yo sí sé qué pensar de ti. Vamos, Aomine, abre los ojos. Ya no estás con Kagami y no le debes nada, ni respeto en este momento ni explicaciones, es tu vida y si quieres besar a otro chico está bien. Kagami ya no está en tu vida. ¿Por qué te sientes culpable?
- No lo sé.
- Yo te lo diré... Eres una gran persona que se oculta bajo esa faceta de chico duro. Quizá a veces eres algo impulsivo pero eso no es malo. Te has dejado llevar por un impulso. ¿Y qué? Si te gusta ese chico todo está bien. Kagami no podría reclamarte nada.
- Eso lo sé, pero duele.
- Te duele su traición. No es el beso lo que te ha preocupado – sonrió Tetsu – tienes miedo a iniciar otra relación y que te vuelva a ocurrir lo mismo que te pasó con Kagami. Es lógico pero a veces... es necesario lanzarse a la piscina e ir poco a poco descubriendo a la otra persona. No puedes quedarte encerrado bajo esa capa de orgullo y frialdad, todo el mundo necesitamos a alguien que nos quiera y no eres diferente, Daiki.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top