Capítulo 39

Marcando territorio

Llevaba más de 15 minutos mirándola cuando por fin abrió los ojos. No me dio vergüenza que me sorprendiera así, tan concentrado en mi misión de aprenderme de memoria su rostro, que más que un hombre enamorado pareciera Ted Bundy en posición de ataque.

—Pareces yonqui—me soltó no más abrir los ojos. Fue lo que le sugirió mi expresión, así que imagínense ustedes la cara de guanajo que debía tener.

—Sí, un yonqui embelesado con su cocaína, loco por perderse en ella—me defendí.

—Mira que eres zalamero—dijo antes de darme un beso y salir corriendo al baño.

— ¿Te puedo hacer una petición?—le pregunté a su regreso. Una afirmación fue su respuesta.

—Quiero que te vayas a vivir conmigo y con la Nana cuando termines el curso.

— ¿Me estás proponiendo que me mude contigo sin casarnos todavía, en concubinato? Por Dios Aaron Miller, eso sería vivir en el pecado y yo soy una señorita decente—dijo poniendo una sonrisa ladina en sus labios.
Adoro cuando se hace la chistosa, pero yo no estaba bromeando.

—Tú decente sí serás, pero lo de señorita si ya te queda un poco complicado. Si el Papa supiera lo que estuviste haciendo anoche...vamos, que del purgatorio no te salva nadie. No obstante, yo estaba hablando en serio.

La sonrisa que liberé con mi comentario poco a poco se fue opacando para dar paso a la incredulidad con la que ahora me miraba.

—Sal, si quieres compro un par de alianzas, me hinco de rodillas y te pongo el anillo en el dedo. Nada me haría más feliz que complacerte. Si te pido que vengas conmigo así, sin que medie más compromiso que lo que sentimos el uno por el otro es porque no creo que ningún juez, notario o cura tenga que venir a certificar lo que para mí es un hecho, que eres mi mujer.

—Y yo te aseguro que nada me gustaría más que ser tu mujer, y también me da lo mismo que nuestro amor lo bendiga Dios o los santos africanos; pero me gustaría pedirte un tiempo antes de darte una respuesta definitiva—expresó.

Me lo había imaginado todo, todo, menos que me pondría un PERO.

—Qué es lo que tienes que pensar Salomé, si me amas lo suficiente como para hacer una vida a mi lado, que formemos una familia juntos. Pensé que lo tenías, que lo teníamos claro—sentí que los músculos de mi cara comenzaban a desencajarse.

Yo estaba sentado en la cama con los brazos descansando sobre mis muslos y el cuerpo inclinado hacia adelante. Ella se apresuró a arrodillarse frente a mí y me obligó a levantar la cabeza acunándola con sus manos.

—Sabes que no dudo de lo que siento por ti—me hablaba despacio.

—Entonces de qué se trata.

—De que yo te amo, pero también amo mi profesión y no quiero renunciar a mis sueños profesionales.

—Por Dios Sal—me aparté de ella indignado—estoy lejos de querer que renuncies a cualquier cosa por mí, mucho menos a tus metas profesionales. Estás aquí ¿no? Y yo sigo esperándote en casa, y lo hago encantado porque sé que es importante para ti. Vine a verte, joder, es que eso no te prueba que estoy comprometido contigo y que apoyo que quieras superarte. ¿Quién habló de hacerte renunciar a algo?

—Aaron, piensa un poco y trata de entenderme. Si me voy a vivir contigo eso significaría tener que volver a nuestra ciudad. Tendría que despedirme de mi trabajo en el restaurante, un lugar donde ya he logrado tener cierto prestigio.

—Además, ¿de qué me serviría entonces tanta dedicación y dinero invertido en este curso, para ganarme un diploma y colgarlo como trofeo en la pared? Sí, porque no creo que los borrachos del pueblo sepan apreciar cuando un postre tiene glamour o es solo harina con azúcar; y qué va a pasar entonces, cómo voy a terminar. Pues apostaría mi vida a que acabaría desmotivada e infeliz, y de paso, haciéndote infeliz a ti con mi frustración.

—No es el lugar lo que te hace ser un buen o mal profesional Sal, es tu talento, tu esfuerzo, el empeño que pongas en conseguir lo que sea que te propongas y tú tienes mucho de todo eso—caminé hasta el balcón, necesitaba tomar aire. Ella se recostó al marco de la puerta y desde allí me habló.

—Pero lamentablemente, el lugar sí que te da la oportunidad, a veces incluso sin que medie el talento—ripostó.

En esto último me vi forzado a concordar. La fatalidad geográfica no es un mito, por desgracia.

—Te sobra razón en eso, y por lo mismo, yo ni puedo ni quiero obligarte a que desees hacer tu vida a mi lado sin importar donde estemos. Tampoco me siento con el derecho de pedirte que cambies tus planes por mí. Así que no te preocupes, que no te pondré jamás en esa situación. Es tu vida, tu carrera, tus sentimientos y nadie mejor qué tú sabe cómo conducirlos.

—Por qué será que contigo las cosas siempre son a todo o nada. No se trata de que yo quiera o no cambiar mis planes por tu causa, sino de que me des tiempo para responder a tu proposición, para organizarme, para no hacer nada de lo que deba arrepentirme luego.

—Ya me respondiste: has dudado. Lo siento Salomé pero no puedo verlo de otra manera; y ahora con tu permiso, voy a ir a dar una vuelta. No te preocupes que sé hablar español perfectamente, no me voy a perder.

Me vestí tan rápido como pude y salí disparado de ese edificio.

No sé cuánto caminé, ni a dónde llegué en mi deambular. Nada me parecía lo suficientemente atractivo como para que llamara mi atención y me sacara del limbo en el que ahora me encontraba.

Tanto que soñé nuestro reencuentro, tanto que idealicé nuestra vida juntos y todo se había ido a la porra en un par de segundos.

Pero qué se pensaba Salomé, que íbamos a mantener nuestra relación a distancia, ella en la gran ciudad y yo en el pueblo, o es que acaso pretendía que yo me fuera con ella, ¿sería esa su idea?

Ay Aaron pero mira que eres burro, cómo pudiste ser tan egoísta, otra vez diste por sentado que era ella quien haría los sacrificios, otra vez te pusiste en plan machista.

A ver...¿y si la propuesta te la hubiera hecho Sally primero?, ¿y si te hubiera pedido que te fueras a vivir con ella cuando terminara el curso?, ¿habrías abandonado la empresa, tus proyectos, a tu abuela, por irte a vivir tu amor, a formar la familia que quieres tener con ella?

Debías haber pensado en eso antes de armar el numerito que montaste.

Sí, eso de que la quieres apoyar es verdad, pero lo que le dijiste del curso por Dios, un poquito más y la tía tiene que agradecerte a ti que ella esté aquí en Madrid. Sonó como si le hubieras dado permiso, como si haber venido a verla fuese un enorme sacrificio que hay que reconocerte.

¡Venga ya, pero qué gilipollas!

Ni siquiera tu excusa de no querer dejar sola a Olivia te exculpa de que hayas pretendido imponértele de esa forma.

Y ahora que lo pienso, y tú por qué tienes tanta prisa en que vivan juntos, por qué no puedes disfrutar de tu relación y llevar las cosas con calma.
Hay amor, hay juventud, y tiempo es lo que se sobra, de veras vas a arruinarlo todo porque las cosas no van como esperabas.

Vamos tío, recapacita, no la pierdas de nuevo.

Hacía rato que me había detenido para sentarme en un banco y ya no sabía si estaba reflexionando o regañándome a mí mismo por estúpido. Me daba palmadas en la frente mientras me insultaba.

—Eres un imbécil Miller, el mayor de todos–me dije.

—Estoy de acuerdo contigo—la escuché decir mientras se sentaba a mi lado. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que me estaba insultando en voz alta.

—Qué haces aquí. ¿Cómo me encontraste, me pusiste un GPS en los zapatos?

—No, te he estado siguiendo desde que saliste.

—Y eso por qué, tan poco confías en mi sentido de la orientación.

—Nada que ver. Vine a marcar territorio. Acaso te creías que con lo rebueno que está mi novio yo lo iba a dejar andar solo por Madrid, a merced de las buitres. De eso nada mi amorcito, porque (con el perdón de Laura y de Vanesa que son dos españolas a toda ley que conozco) pero no confío en lo «alegres» que son las europeas.

Me había hecho sonreír. Se le daba de maravillas espantar de mí el enojo, por eso sabía que era la correcta. Por tanto, no haría nada que pusiera en peligro esa complicidad que habíamos logrado, así que le pedí disculpas por mi comportamiento de antes.

Más rápido de lo que podría contarles comenzamos a abrazarnos, besarnos, hablarnos, reírnos, hasta que decidimos volver al apartamento.

—Lo vamos a resolver, verás que sí—me dijo mientras empezamos a andar.
Se aferró a mi cintura y yo volví a respirar tranquilo.

°°°°
Un guiño pequeñito en este capítulo para dos personajes femeninos que me traen de cabeza y para el ingenio de su creador y creadora. Ustedes me inspiran, pero bueno, eso ya lo saben. Espero les agrade 🥰😘🤗

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top