Capítulo 31
La visita
Apenas aquella lata con alas tocó tierra le puse un WhatsApp a Sal, que a esa hora seguramente debería estar volando ya rumbo a la capital española, o a punto de embarcar.
—Sano y salvo en casa. Que tengas buen viaje. Regresa pronto, que ya te extraño—escribí.
Su respuesta llegó casi al segundo y no saben cuánto lo agradecí. Nada se compara a la emoción que se siente cuando esperas un mensaje de la persona que te gusta y en la pantalla del chat se ilumina la palabra escribiendo...pura adrenalina.
—Gracias por los buenos deseos. Yo también te extraño—texteó.
––«¿Y lo de regreso pronto? ¿Se te olvidó?»—pensé; pero yo mismo me llamé a la calma. Tranquilo muchacho, sin presiones, recuerdas. No la cagues otra vez.
Guardé mi teléfono y me encaminé al aparcamiento a recoger el auto..
Estaba que me moría por ver a la Nana y contarle lo feliz que estaba por los nuevos acontecimientos.
Sé que nadie en este mundo disfruta más mi felicidad que ella, me lo ha demostrado toda la vida. Su atención y dedicación para conmigo, habían sido siempre el rayo de luz al que me aferraba cuando las sombras de mi pasado se empeñaban en consumirme.
La Nana no solo era mi abuela, era mi madre y mi padre también.
Ahora que lo pienso, qué clase de idiota fui.
Cómo pude siquiera valorar la posibilidad de llevar a cabo ese plan de venganza. Ese odio absurdo casi me quita al amor de mi vida y total, para qué, ¿para llamar su atención? Qué tonto, si tenía la atención de Olivia, si nunca fui un niño carente de amor filial, aun cuando no lo recibí de quienes estaban obligados a dármelo. Cuántos serían los que envidiarían mi suerte, y yo dándome el lujo de decepcionar a los que me quieren.
Pero bien. No vale la pena llorar sobre la leche derramada, la lección fue aprendida a tiempo y afortunadamente ya las aguas andaban niveladas.
No obstante, han escuchado eso de que la felicidad en casa del pobre dura poco. Yo estaba a punto de descubrir que eso, era una verdad de Perogrullo, tan cierto como que Papá Noel no existe y que el Hada de los Dientes y el Ratón Pérez son la misma persona.
¿Que por qué les digo que se acabó mi felicidad? Enseguida les cuento.
Cuando llegué a casa alguien esperaba sentada en uno de los sillones del porche. Era ella, Sandra, mi mamá, o, mejor dicho, la madre que me parió.
No puedo decirles si descubrir su presencia allí, fumando apaciblemente, como si el hecho de estar a punto de enfrentarse a un hijo que la detesta no le preocupara en lo más mínimo, me hizo exteriorizar algún tipo de sentimientos, me gustaría pensar que no, porque esa mujer de mí no merece siquiera, un cambio de semblante.
La cosa sucedió más o menos de esta manera.
Subí al porche, me dirigí a la puerta sin mirar a los lados, giré el picaporte, entré y volví a cerrar. Desde el umbral la escuché gritar:
—Hijo mío, solo te pido que me escuches por favor.
—¿Será cínica?, todavía tiene la cara dura de llamarme hijo—me dirigí a la abuela mientras le daba un beso y un abrazo como saludo.
—Lleva horas ahí fuera. Llegó, y por supuesto que no la dejé pasar. Esa mujer en mi casa no vuelve a poner los pies. Preguntó por ti, le dije que no estabas y dijo que se quedaría a esperarte—me contó la Nana mientras me preparaba café, la verdad es que no me agrada mucho esa bebida, pero cuando estoy nervioso o necesito estar bien despierto, es el mejor de los remedios.
—Te aseguro que no la he echado a patadas del porche porque no estoy de ánimo para armar un escándalo y darles motivos a los vecinos para cotillear sobre nosotros, no le pienso dar ese gusto—prosiguió Doña Olivia ya visiblemente molesta por la situación.
Yo la verdad que no entendía que hacía ella aquí, qué quería ahora de mí.
Lo último que supe de Sandra me lo había contado Don Emilio cuando me hizo llamar para aclararme las cosas.
Se había largado con un nuevo amante, pero antes le exigió a su esposo dinero y parte de las acciones de la empresa para acceder a darle el divorcio. El señor Salvador no tenía pruebas de su o sus infidelidades porque nunca le interesó que tuviera aventuras, así que no pudo optar por llevarla a juicio y solicitar el divorcio alegando adulterio. Aunque tampoco habría querido hacerlo y tenía un par de poderosas razones.
Primero, se trataba de la madre de su hija y para él, hasta lo más terrible tenía perdón, pero no hacer sufrir a Maggie. Segundo, cualquier precio a pagar por salir de ese matrimonio fallido, era una cantidad ínfima en comparación a lo que nos cuesta mantener una relación en la que ya, se ha perdido todo. Por supuesto, no hablaba de dinero sino de algo mucho más importante, paz y amor propio.
Pensar en todo ello no hacía más que martillarme las entendederas y despertar mi lado más curioso.
Quería saber y seguiría en ascuas a menos que abriera esa puerta y le preguntara directamente a la madre que me parió, qué vientos huracanados la habían traído hasta mi casa y cuál era el motivo real de su visita.
—Iré a ver qué quiere—le avisé a mi abuela.
No dijo nada, más la preocupación se alojó de pronto en su mirada. Lo noté.
°°°°
Nuevo viaje que comienza. La misma historia, pero ahora desde otro punto de vista, el de él. No será muy larga, pero sí espero que un poco más esclarecedora y que logre redimir a Aaron ante todos los que han llegado a odiarlo. Besos y cariños. No olviden votar y comentar
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