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Si algo odiaba Kirishima -una de las pocas cosas que odiaba en realidad- era perder el sueño.

Desde niño había tenido problemas para dormir, pero milagrosamente en la preparatoria había perdido ese habito la mayoría de las veces.

Y ahí estaba él, pensando en sus problemas, y oh vaya, Kirishima tenía cinco problemas que rondaban en su mente a las dos de la mañana.

El primero que era conseguir un trabajo antes de que el mes finalizara y el administrador del edificio dejara correr su deposito -lo cual era un problema ya que Kirishima no podía darse el lujo de perder en deposito en estos momentos-.

El segundo -el más esperado tanto que ni siquiera sabia si en verdad debía llamarlo problema- era cuidar a su sobrina de cuatro años, y aunque Eijirō amaba a la niña, no se tenia lo necesario en su hogar para cuidarla y no podía retrasar la visita más ya que la niña lo venía esperando desde hace dos meses -Eijirō era un mal tío a veces-.

El tercero era su pequeña hermana menor que lo llamaba cada tres horas por malestares por su segundo embarazo -y el pelirrojo repetía las más mismas palabras desde el primer embarazo-.

El cuarto es Bakugō Katsuki. No había mucho que decir al respecto, para Eijirō tenerlo cerca ya era un problema -un problema desde hace nueve años-.

Y el último -y el que el pelirrojo consideraba más importante- Bakugō Sukishima -suponía que ese era el apellido del pelinegro con mechones rubios-, el hijo de Katsuki y de alguien más.

A Kirishima se le retorcía en estomago solo de pensar que alguien más había tocado a Bakugō, porque mierda, él seguí igual de enamorado del rubio como el primer maldito día, y aunque se jurara por lo más sagrado que existiera que lo iba a olvidar, no podía o mejor dicho no quería; el rubio fue -¿es?- su maldito t o d o, no era tan sencillo arrancar a Katsuki de mente, de su ser entero.

El pelirrojo frotó sus ojos con desesperación y frustración y se levantó para ir a la cocina y beber un poco de leche tibia, y a Eijirō no le gustaba en lo más mínimo esa leche.

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El sol golpeaba la amplia espalda del pelirrojo -el cual se había sacado la playera blanca {que ahora colgaba en el costado de su short negro} a la cuarta vuelta al parque por el sofocante calor- mientras agitaba su corto cabello luego de mojar su cabeza con un poco de agua del bebedero público -y beber del mismo- al terminar nueve de sus trece vueltas -Kirishima era demasiado "atlético" para el bien común-.

El clima estaba caluroso y sabía que hacer eso le traería consecuencias, pero que más daba, se moría de calor.

Comenzó a caminar su última vuelta -prometiéndose comenzar las tres vueltas restantes con otro entrenamiento {y también prometiéndose bajar las vueltas al parque por el infernal calor}- al parque a modo de calentamiento para después ir a su casa y descansar.

Iba realizando sus estiramientos cuando un cartel en uno de los pequeños puestos internos del parque llamo su atención.

“¡¡Se busca entrenador de gimnasio!! Experiencia mínima de tres años”

Kirishima casi gritaba y saltaba den gusto; había sido entrenador desde que salio de la preparatoria hace seis años y había renunciado a ese empleo el año pasado.

El pelirrojo saco su teléfono celular de la bolsa de su short deportivo y guardo el número.

Tal vez su suerte iba para mejor una vez más en su vida.



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Kirishima en multimedia:D

Aki.

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