Capítulo 3: La llamada

El sonido estridente de mi teléfono, hizo que diera un salto en la cama. No sabía en qué momento me dormí. Lo último que recuerdo fue haber cerrado mi portátil e irme a la cama; me sentía agotada. Estas últimas semanas en el bufete habían sido muy estresantes. Contesté de rapidez sin mirar en la pantalla la persona que llamaba.

—Hola —respondí soñolienta.

—Buenos Días ¿Usted es la Licenciada Victoria Ramos? —preguntó una voz de mujer desconocida.

—Soy yo ¿quién habla? —respondí alarmada.

—No tengo mucho tiempo para explicarle. Necesito hablar urgentemente con usted esta misma mañana si es posible. Nos vemos a las ocho en la cafetería familiar que frecuentan. Por favor confío en su discreción, no falte —sonaba desesperada.

— ¿Y cómo sé que esto no es una broma? —cuestioné.

—Porque la vida de alguien importante para este país, está en juego y créame que no acudiera a usted, si no estuviera al tanto del prestigio que tiene el bufete para el que trabaja —contestó segura de lo que decía.

—Ahí estaré.

Y sin más, se cortó la línea ¡Que extraño!

Me levanté de la cama, con gran premura, tomé una ducha rápida y me arreglé como todos los días. Bajé a la cocina a prepararme un café y unas tostadas para desayunar. Aún tenía tiempo para llegar al encuentro. Mientras devoraba mis alimentos, recordaba esa llamada. Quien llamó sonaba nervioso y preocupado. Tenía el presentimiento de que nada bueno iba a ser. Algo me decía que la mañana prometía. Seguidamente, marqué el número de la cafetería, debía avisar que estuvieran al tanto de cualquier situación. Un timbre, dos y al tercero, la voz de mí querida Rosa salió:

—Hola mi niña ¿Cómo amaneciste? ¿Qué se te ofrece? Ya tengo horneando los brownies que tanto te gustan —me dijo con su dulce voz.

—Hola Rosita ¡que rico! tu siempre complaciéndome en mis caprichos. Llamo, porque necesito que mantengas apagadas las cámaras de vigilancia, dentro de media hora llego. Recibí una llamada algo extraña y pidieron encontrarse conmigo ahí. Por eso te ruego me hagas ese pequeño favor. Además, reserva una mesa para que tengamos privacidad. Si notas algo fuera de lo normal, me llamas de inmediato.

—Tranquila, así será.  Nos vemos entonces y cuídate.

—Nos vemos Rosa.

Al colgar el teléfono, me apresuré en agarrar mi bolso, las llaves del auto y bajé a toda marcha; la curiosidad me estaba matando. Así pues, arranqué mi coche y fui al encuentro. Por suerte el tráfico estaba menos congestionado que otras veces y me permitió llegar a tiempo.

Fabián

Diez minutos antes de la hora acordada, estaba sentado en una de las mesas de la cafetería, disfrutando de un exquisito café con leche. Esa misma mañana, había recibido una llamada que me pedían encontrarme a las ocho en este lugar. No supe reconocer de quien se trataba, solo sabía que era una mujer. Y aquí me encontraba esperando, ante situaciones así, llegaba un poco antes para recorrer el área y descartar posibles amenazas. Estaba leyendo la prensa como todos los días; de repente me detuve a mirar a la persona que entraba por la puerta.
Mis ojos buscaban los de ella y sabía que me miraba, pero sentía que me esquivaba, como si no quisiera aceptar que entre nosotros comenzaba a surgir algo que aún no sabía explicar, algo que iba más allá de lo profesional y que sin dudas moría de curiosidad por averiguar. Había pasado un mes desde que comenzó a trabajar con nosotros y cada que teníamos oportunidad de hablar de lo sucedido aquella noche en la discoteca, simplemente me ignoraba o pasaba de mí. Era imposible olvidar su cuerpo, su aroma, su sensualidad. Victoria era diferente y eso la convertía en única, especial, alguien que sin dudas despertaba mucho interés en mi.

—Buenos Días Licenciada Ramos ¿vienes por tu café? —pregunté mientras se acercaba a mí.

—Así es Licenciado Duarte —respondió con su característica sonrisa.

— ¿Te puedes sentar conmigo si quieres? Digo es lo que hacemos siempre ¿o esperas a alguien? 

—La verdad es que estoy esperando a alguien, pero no te preocupes podemos almorzar juntos —respondió.

—Te noto nerviosa ¿es por tu cita?

—Digamos que sí —reveló con cierta chulería.

—Bueno entonces no te molesto más, no quiero que tu cita piense que entre nosotros hay algo.

—Dudo que piense eso, solo somos compañeros, así que tranquilo —me contestó con tono provocativo.

—Quien sabe, a lo mejor es celoso, digo no todos los días aparecen hombres como yo —alardeé para provocarla. Me encantaban los gestos que hacía cuando se enfadaba.

— ¿Eres siempre tan engreído?  —enarcó las cejas como siempre hacía cada vez que le decía algo—. Mejor me voy antes de que empieces con tu rollito —soltó de muy mala leche.

Cuando se disponía a darse la media vuelta, una voz la detuvo.

— ¿Son ustedes los Licenciados Duarte y Ramos? —cuestionó una mujer.

Ambos asentimos.

—Yo fui quien los citó aquí —confesó.

Victoria y yo nos miramos asombrados por tal revelación, no teníamos idea de quien se trataba o qué quería. Por otra parte me había gustado mucho la actitud de Ramos al no contarme nada, su táctica de hacerme dudar funcionó, ahora tenía la espinita en el cuerpo si eran otras las veces en las que ella se encontraba con alguien más en este sitio. Debía reconocer que cada día me llamaba más la atención, ella no era una mujer como las que frecuentaba, tenía personalidad, algo que sin dudas me gustaba.

— ¿Podemos conversar en un lugar más reservado? —preguntó la desconocida devolviéndome a la realidad.

—Sí, antes de venir para acá hablé con los dueños y nos tienen preparado el área de reservados —contestó Victoria satisfecha ante mi cara de sorpresa ¿es orgullo lo que estoy sintiendo? Pensé.

—Vaya Ramos, ya veo que lo tenías todo preparado —exclamé.

—Una mujer precavida vale por mil —susurró Ramos mientras me guiñaba un ojo.

Victoria le hizo una seña a Rosa y enseguida nos llevó a la mesa que tenía lista. Tomó dos comandas para las mujeres. Yo estaba cómodo, no necesitaba nada. Rápidamente la dueña llevó a la mesa los pedidos y nos dejó a solas.

La mujer que momentos antes se había presentado ante nosotros, nada tenía que ver con la persona que teníamos en frente; era alguien que muchos conocíamos bien. Llevaba lentes oscuros y una peluca para pasar desapercibida. Al despojarse de esos accesorios, inmediatamente sabíamos de quien se trataba. Cuando se disponía a hablar, señaló a una de las cámaras.

—Tranquila —dijo Victoria sosteniéndole la mano —mandé a apagar las cámaras antes de llegar aquí —su perspicacia en ocasiones me dejaba boquiabierto, por eso quería hacer lo que fuera para conquistarla.

—Gracias, ahora estoy segura que hice bien en elegirlos —respondió un poco más relajada.  Creo que deben saber quién soy, aún así, me presento, soy Noelia Sandoval, esposa del candidato a diputado Hugo Sandoval —extendió su mano en señal de saludo.

—Mucho gusto señora —respondimos al unísono.

—Ahora se preguntarán cuáles son las razones de mi llamada y de este encuentro —comenzó a explicar la señora tomando aire—. En la tarde de ayer, se presentaron en la Compañía de autos que tiene mi esposo, unos inspectores de la Policía Nacional con una orden de arresto en su contra por el delito de tráfico de drogas. En la misma constaban las evidencias de todo esto, al parecer encontraron heroína en los autos de alta gama que se vendían ahí y que a través de ellos la transportaban a distintas partes del país. Para nosotros eso fue un golpe muy fuerte, mi esposo es inocente, todo es un malentendido. De inmediato busqué el mejor bufete de abogados penalistas de la ciudad y me topé con el vuestro. En esa página aparecían sus nombres y contactos, fue por eso que decidí llamarlos de esta manera. Alguien quiere sacarlo del camino, lo presiento y todo sucedió en su ausencia —explicó alterada.

— ¿A qué se refiere con que todo sucedió en su ausencia? —cuestionó Victoria.

—Sandoval llevaba días enfocado en su campaña y solo frecuentaba la empresa una vez por semana, ayer fue ese día —aclaró.

—Lo que usted nos acaba de contar es muy común dentro de los políticos. Con esto no quiero decir sea el caso de su esposo. Me refiero a que el señor Sandoval está a nada de ganar y según lo que cuenta, hay personas que no les conviene que él esté en el cargo —comenté ante la información que nos proporcionó.

No era la primera vez que trataba con este tipo de casos, fue por eso que me especialicé en esta rama al igual que Ramos. En poco tiempo había demostrado ser una excelente abogada y tenía la sensación que como pareja, conseguiríamos salir de esta.

—Precisamente por eso, es que debemos apurarnos. Esto puede comprometer la carrera política de mi esposo, esto es una injusticia —sonaba frustrada Noelia.

—Señora Sandoval ¿su esposo tenía idea de esto? —interrogó Victoria que anotaba cada detalle en su libreta de notas.

—Hasta donde sé no, ambos estábamos concentrados en su campaña que no lo vimos venir. Su vicedirector está al frente de la Compañía, creo que deberían hablar con él.

—Necesitamos acceso a todas sus cuentas, incluyendo la del negocio de autos. Nos debes facilitar acceso a sus cosas personales, notas, documentos, cualquier cosa que nos pueda servir de ayuda —dije.

—Les daré todo lo que me pidan —asintió Noelia.

— ¿En dónde lo tienen detenido? —preguntó Victoria.

—Está en la Unidad de Droga y Crimen Organizado —ahí llevaban a todas las personas que se les vinculaba con este tipo de delitos.

— ¿Alguien más está al tanto de este encuentro? —increpé.

—La única persona que sabe es mi guardaespaldas, me cercioré personalmente de eso —indicó segura de lo que decía.

—Así es mejor, mantengámoslo de esa forma, mientras menos personas lo sepan mejor. No se preocupe  señora, dentro de un rato nos dirigiremos hasta allá para hablar con él y que nos reconozcan como los abogados oficiales de él. Cualquier detalle que usted recuerde por más mínimo que sea, no dude en llamar. Puede contar con nuestra total discreción.

—De acuerdo, no esperaba menos de ustedes, estamos en contacto. —se despidió de nosotros prometiéndonos llamarnos al día siguiente.

Una vez Noelia abandonó el local, decidimos regresar al trabajo para recoger nuestras cosas y dirigirnos de inmediato a la Unidad. Aún no informaríamos nada hasta estar seguros de a qué nos enfrentábamos. Le dimos las gracias a Rosa por la discreción y nos encaminamos hacia la salida. Mientras cruzábamos la calle, tenía la sensación de ser observado, por más que volteara a ver, solo veía sombras al pasar. Comenzaba a especular que alguien nos pudiera estar siguiendo, pero me reconfortaba la idea de que fuera solo producto de todo lo que acabábamos de conocer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top