Capítulo 17: Disfraces I
Ruborizada por las cosas que Fabián le hacía sentir a mi cuerpo, me encontraba frente a tres cajas misteriosas que colocó muy bien en una mesa continua a la cama. En cada una había un objeto con el cual me castigaría, pero solo el que yo eligiera sería el acertado. La sensación que me carcomía en ese instante era indescriptible, sentía una mezcla de nervios, con adrenalina y sobre todo de éxtasis que me nublaban la vista. Las cosas que ese hombre lograba con una mirada, con un beso, era pecaminoso. Decidida a pasar una noche cargada de lujuria, me decanté por la del medio, no la elegí por algo en particular porque todas eran negras, sino porque así me gritaba mi cabeza. Observé el rostro juguetón de Fabián dándome a entender que sabía de cuál se trataba.
—Mmmm vamos a ver —murmuró con una voz sensual que hacía temblar mis piernas.
Haciéndome sufrir a cada instante mientras abría lentamente la caja, logré ver un antifaz de color rojo. Lo tomó con premura entre sus manos volteándose hacia mí con esos ojos aterciopelados que me debilitaban por completo. Mi respiración al imaginarme todas las cosas que me podía hacer con eso, comenzaba a delatarme. Sentía como mis mejillas ardían por el vapor que comenzaba a emerger desde mi estómago hasta mi cara. Fabián depositó un beso ardiente en mis labios mordiéndolos con delicadeza, provocando que mi zona más íntima reaccionara ante la caricia. Se separó de mí obligando a mis pies a girar despacio para colocarme la máscara que de inmediato me impedía ver. La suave tela cubrió mis ojos prohibiéndome la visibilidad a la tenue luz y a Fabián. Ahora él dirigía mis pasos doblegados por el deseo; ahora él sería el encargado de hacer volar mi mente a los lugares más inimaginables de la tierra.
—Camina tres pasos adelante y detente, quedarás justo en frente de la cama —me susurró en el oído. Hice lo que me pidió hasta notar que me cargaba entre sus brazos y mi espalda tocaba la suave sábana.
Escuché sus pasos alejarse, pero aún continuaba dentro del cuarto como si buscara algo. Pasado unos minutos, podía sentir su presencia cerca de mi piel. Comenzó a besarme con dulzura logrando que mis nervios se controlaran un poco. Luego con sus manos sin separarse de mis labios, recorrió con delicadeza mis senos expuestos a él, continuó el recorrido hasta mis muslos masajeándolos con deseo. Con sus dedos rozaba los pliegues de mi sexo humedecido incitando a que una corriente excitante se posara ahí. Regresó a mis senos dejando mi boca para tomarlos entre sus dientes y jalarlos con sutileza, provocando apasionantes descargas en todo mi cuerpo; instintivamente obligué a que hiciera lo mismo en el otro.
—Cada castigo tiene reglas y si vuelves a mover tus manos, usaré las esposas para que no lo hagas más —se detuvo un instante para alertarme de lo que pasaría, pero dudaba mucho que pudiera cumplir con eso sin poder tocarlo.
—Intentaré no volver a hacerlo —dije agitada.
—Relájate cielo, te prometo que lo vas a disfrutar —comentó—. Enseguida regreso, no intentes bajarte de aquí —me ordenó.
Percibí la puerta abrirse mientras me quedé embelesada por la romántica melodía que se adueñaba de la instancia convirtiéndola en un lugar digno de dos enamorados. Por un momento asomé mis ojos fuera del antifaz y Fabián no regresaba. Minutos después de mi desesperación, la puerta se abrió una vez más.
—Ya estoy aquí cariño —exclamó próximo a mi—. Ahora si Victoria, manitas quietas.
Degusté el sabor dulce y acaramelado del chocolate de almendras desmoronarse en mi boca, al saborearlo directamente de la lengua de Fabián que se movía juguetona. Sus labios acariciaban los míos con vehemencia mientras el delicioso gusto a uno de mis dulces favoritos, era el protagonista de aquella noche. Al instante, se separó de mí marcando círculos en mis pechos, abdomen y ombligo con una pequeña brocha repartiendo ese líquido por esas zonas. Deslizó su boca con lentitud por mi cuello y de ahí hacia cada uno de esos lugares estremeciéndome con cada lengüetazo. Mis manos tomaron vida propia acariciando su cabello implorando más. Necesitaba sentir sus calientes labios en el centro de mi deseo, sentir como era capaz de hacerme suya con tan solo ese hecho.
—Tú te lo buscaste —soltó con voz ronca.
Se apartó de mí un minuto y en el otro las esposas entrelazaban mis manos contra el espaldar de la cama, sin poder moverme. De alguna forma esa sensación no me gustaba porque para mí era necesario el contacto con su piel, pero estaba tan excitada que no me importaba. Después de deleitarse un rato quitando los restos del chocolate, hizo lo que mi cuerpo le pedía a gritos. Primero besó la cara interna de mis muslos demorando lo que anhelaba. Un dedo se coló dentro de mi empapada vagina haciendo movimientos estimulantes, su lengua se aferró a mi clítoris provocando espasmos enloquecedores. Fabián consciente de que estaba a punto de explotar de placer, se retiró de ahí.
—Aún no cielo, quiero que lo hagamos juntos —sus palabras me volvían loca.
Aguanté un poco más mientras se acomodaba dentro de mis piernas. Se introdujo dentro de mí de un tirón estremeciéndome toda. Comenzó a mover sus caderas con mayor rapidez alzando mis pies en sus hombros. Sentía como su pene escandalosamente duro se encajaba en mi interior y yo no podía menearme. Mi cuerpo era guiado por sus embestidas, cada una más certera que la otra. No pensaba, no veía, solo disfrutaba del momento tan placentero que me ofrecía. Mi mente en ese instante se elevaba a un lugar donde el morbo y el placer eran lo mismo, donde el mundo a mi alrededor no tenía sentido sin Fabián. Una lágrima solitaria se escapó de mis ojos al recordar todo el daño que le causaría con mis mentiras, él no se merecía que le hiciera eso, pero solo faltaba un día, un día y mis planes finalmente estarían cumplidos. Por suerte el antifaz impedía que viera el debate que se instauró en mi mirada y solo me permitía disfrutar. Mis manos en un segundo quedaron descubiertas y Fabián se aferraba a mis labios con locura; destapó también mi rostro necesitado de verme.
— ¡Mírame cielo! —exigió embistiéndome con celeridad hasta que nuestros fluidos mezclados nos recordaban todo lo que había pasado.
Fabián descansó su frente contra la mía controlando su agitada respiración. Lo besé con cariño demostrándole cuanto lo amaba, aunque fuera incapaz de expresarlo con palabras. Esas cinco letras quemaban en mi garganta como ácido impidiendo sacarlas a la luz sin que pesaran tanto. Guardaba la esperanza de que él sintiera lo mismo y me reconfortaba con la idea de que esta entrega, era concebida solo para aquellos que se amaban. Acaricié su ancha espalda reteniendo su esencia en mis manos mientras su cuerpo tensado se relajaba poco a poco. Un rato después de estar así, se bajó de encima mío con una sonrisa en el rostro.
— ¡Que me estás haciendo Ramos! —exclamó justo como dijo la primera vez que estuvimos juntos en esa misma cama.
—Que te voy a hacer. ¿Sabías que la venganza es aún más dulce? —murmuré rozando mis labios por su oreja.
—Mmmm eso suena incluso mejor —comentó incorporándose para ir al baño. Esperé un instante a que regresara para hacer lo mismo y prepararme para el segundo asalto liderado por mí.
Esta vez solo utilicé las esposas como objeto de castigo y con el chocolate lo haría vibrar bajo mi cuerpo. Dispuesta a devolverle el placer que me ofreció, me senté a horcajadas sobre su pene y cubrí mis dedos de aquel líquido llevándolos hasta sus labios, cuello y pecho. Estiré mi parte superior hacia esos lugares eliminando con mi lengua cada espacio impregnado de aquella sustancia pegajosa, pero una horrible arqueada provocó que saliera pitando para el baño. Mi reflejo en el espejo era deprimente, estaba pálida mientras controlaba la arqueada que pugnaba por salir de mi boca. Fabián gritaba afuera de la puerta y lo calmé como pude. El nudo que tenía alojado en la garganta estaba a punto de expulsarlo. Encajé mis rodillas cerca del inodoro y solté todo lo que el chocolate provocó en mí. En momentos como esos, era imposible no echar afuera lo que mi estómago envió a mi boca. Un sabor amargo se alojó en mi vientre, aunque una vez que eso pasó, me sentía aliviada. Limpié la suciedad de la letrina y enjuagué mi rostro calmando mis nervios; sin dudas me sentó mal tanto dulce. Salí afuera encontrándome con la cara de Fabián sentado en el piso a mi espera.
— ¿Estás bien? —me preguntó tomándome entre sus brazos.
—Si cielo, al parecer la venganza se viró en mi contra —reí restándole importancia a lo que sucedió.
—No hemos comido nada y seguro el chocolate te causó la gastritis que muchas veces tienes, ¿cierto? —vi una pequeña duda en sus ojos.
Imaginando lo que pasaba por su mente, me apresuré a decirle que no era lo que pensaba. Yo estaba al día con la píldora, aunque mi periodo aún no caía, no significaba nada ¿o sí? Borré esa idea de mi cabeza antes que comenzara a crear una película y las nauseas volvieran. Me coloqué la camisa de Fabián para dirigirnos a comer, antes tomaría un brebaje que tenía en la cocina que aliviaba precisamente el malestar que dejaban las repugnancias. Dos horas después de haber llenado mi panza, me encontraba un poco mejor; el suceso había sido olvidado. Lo que pasó con antelación, no fue para nada un motivo para incumplir con mi venganza, todo lo contrario, eso acrecentó mis ganas hacia Fabián que a cada segundo se quedaba maravillado con las cosas que mis manos y mis labios, fueron capaces de hacerle. Sacié los deseos carnales que sentía por ese hombre una y otra vez en aquella sala de juegos. Ninguno se cansaba, solo éramos conscientes de cuanto nos necesitábamos el uno del otro; nuestros cuerpos unidos lo decían todo, las palabras sobraban en aquella habitación, solo la pasión y el deseo hablaban por sí solos.
****
El día de la fiesta llegó más rápido de lo que esperábamos. Izan, Emily y yo permanecimos juntos hasta ese momento, preparando la operación. Por fin cumpliría mis planes de destruir a Romero y con la ayuda de ellos eso no hubiera sido posible. Mi relación con Emily mejoró bastante, ahora nos habíamos convertido en aliadas con un único fin, poner punto final a la intachable figura de Romero. Fabián en varias ocasiones se extrañó que Emily ya no nos molestara como otras veces. Yo trataba por todos los medios de hacerle creer que las personas tenían derecho a corregir sus vidas, pero él no lo creía, no era de los que pensaba que alguien como ella, pudiera cambiar. La verdad, Emily se le notaba el cambio desde que sentía el apoyo mío y de Izan, ya no estaba sola y algo me decía que se convertiría en una amiga. Por otra parte observaba como Izan transformó su forma con ella. Cuando estaban juntos se olvidaban de que yo existía, pero ninguno se atrevía a decir nada, preferían seguir con su dolor cada uno por su lado, antes de admitir que se necesitaban para sanar. Ahora me convencía a mi misma que ella era la guerrera de la que tanto me refería. Acercarme a Emily me ha hecho replantearme ciertas cosas y más cuando Izan tras investigar, descubrió que la persona que amó tanto a su madre aunque su padre se encargara de hablar mal de los dos, aún vivía. Lo mejor de todo fue cuando nos reunimos con él en la casa de Emily y él le contó cosas de su madre que Romero se encargaba todos los días de destruir. Su aura en estos días era diferente, ahora los recuerdos buenos de su madre la impulsaban a que su memoria no fuera dañada por las palabras desagradables de Romero. Otra cosa significante que aconteció esos días, fue que no solo encontramos al notario con vida, sino que estuvo dispuesto a testificar en contra de Romero. Todo estaba saliendo a la perfección, pero aún faltaba lo último, lo que sacaría al gran Esteban Romero Díaz del camino, la fiesta de disfraces que se ofrecía en su casa por el aniversario del bufete. Esa mañana en particular todos en el Bufete comentaban ansiosos lo que lucirían en aquella fiesta. Muchos se pusieron contentos porque era la primera vez que asistirían a un evento como este y debían ir como mandaba.
Sin que nadie nos viera, avisé a Martha de todo lo que pasaría en la noche para que estuviera preparada. Ella no estuvo de acuerdo en nada, pero sabía que era necesario. Romero le dio la tarde libre a cada trabajador para que estuviesen despampanantes en la festividad. Aproveché que Carlos y Fabián estarían ocupados decidiendo que usar y yo me dirigiría al salón de Diego; ahí Valeria e Izan me esperaban. El local de mi amigo era de lo más agradable, en poco tiempo logró hacerse conocido en el área y las clientas le llovían. Esa tarde solo íbamos a estar nosotros para poder planificar todo con lujos de detalles. Al entrar, Diego se lanzó encima de mí contento porque lo haya visitado aunque fuera por un motivo en específico. Observé la decoración por dentro y estaba alucinando con el espacio tan grande que había. Varios sillones y lavabos se desplazaban por todo el lugar llenándolo de vida; grandes espejos se ubicaban en las paredes de color blanco y gris permitiendo a las mujeres sentirse poderosas. Además, varios poster adornaban todo con tips para el cuidado del cabello; ellos no solo se dedicaban a la peluquería, además ofrecían servicios de manicura y pedicura. Hoy era día de disfrutar de la magia de Diego, tenía que estar radiante en la fiesta. Mientras Izan me iba diciendo que sus agentes estarían encubiertos, Diego lavaba mi cabello masajeándolo con esas prodigiosas manos. Mi Val en cambio solo protestaba por las cosas que hablábamos, ella estaba en contra de toda esa violencia, pero por esta vez comprendía que mi objetivo era ese y nadie me iba a impedir hacerlo. Mi cabello creció considerablemente hasta mis hombros y ya había perdido un poco el corte. Diego lo mantuvo, pero un poco más largo resaltando la forma de mi cara. A Val solo le recortó las puntas y le retocó su tinte negro en la raíz. Izan solo necesitaba un pelado y enseguida se fue dejándonos solos, él debía hablar con sus hombres para que todo saliera bien. Llevaba días afectado por el despido de su jefe, pero sabía que su honor y su ímpetu le impedían no haberlo delatado. Además, si capturaba al capo de "Las cobras" quien sabía la remuneración que le podían brindar. A mi aún me costaba asimilar que Romero lo fuera, eran muchas noticias seguidas que me dejaban descolocada.
—Ya estás Vicky —aplaudió Diego feliz por el trabajo que hizo.
Miré mi aspecto en el gran espejo y como siempre su labor me dejaba más que satisfecha. Me maquilló de una manera a la que no estaba acostumbrada. Usó tonos entre claros y oscuros para mis palpados con un delineado perfecto que resaltaba mis ojos verdes; pintó mis pómulos con una base de acuerdo a mi color de piel y le aplicó a mis labios un brillo liso ideal para la ocasión.
—Fabián no me va a conocer cuando me vea. Estoy que flipo, madre mía Diego, bendita esas manos —exclamé emocionada por el resultado—. Pero Val no se queda atrás. Yo voy a ver a quién quieres impresionar porque estoy segura que unos cuantos querrán acercarse —murmuré viendo su cara coqueta.
—Lo siento cariño, sabes que no se pueden resistir a este cuerpo —los tres reímos por su comentario—. ¿Vicky estás segura de esto? —preguntó preocupada.
—No les voy a negar que me asusta un poco tenerlo frente a frente y revivir esos eventos me pesan, pero cuando pienso en mi madre y en todo el daño que le provocó aquel disparo, la rabia vuelve a tener el control de mi cuerpo —confesé con los ojos empañados. Ellos de inmediato me abrazaron para darme fuerzas.
— ¿Y Fabián? —insistió Val separándose de mi.
Dudé un instante en contestar porque la verdad sabía que era el fin para nuestro amor. Aunque con el paso del tiempo él entendiera mis motivos, dudaba si me perdonaría.
—Lo voy a perder, de eso no tengo dudas —me causaba un gran vacío en el corazón esas palabras.
—Si te ama de verdad como creo que lo hace, te perdonará —dijo Diego dándome un poco de esperanza.
—Eso espero porque yo ya no concibo mi vida sin él —revelé ese detalle a mis amigos. A ellos no les podía mentir.
— ¡Ohh! Mi amiga cabezota terminó enamorada de ese español —chillaba emocionado Diego y Val se le unió—. Yo siempre supe que así sería, es nada más ver tu cara iluminarse con su presencia —continuó. No paraba de sonreír.
—Bueno venga, que tenemos una hora para terminar —di por finalizada la conversación.
Al poco rato un mensajero tocó a la puerta con el traje y todos los accesorios que solicité para la gran noche. Cuando develé el contenido de la bolsa negra, mis amigos se quedaron sin habla. De inmediato nos pusimos manos a la obra con el vestuario. La verdad que mis elecciones siempre daban en el clavo. Me decanté por un vestido de lentejuelas dorado que tenía una caída en forma de "U", sus tirantes delgados y brillantes se cruzaban por mi espalda y se enroscaban en mi cuello simulando un precioso collar. El escote en mi espalda dejaba a la vista mi piel desnuda; las sandalias de tacón a juego con algunas piedras incrustadas a los lados, me hacía sentir confiada; el antifaz combinaba muy bien con mi atuendo, siendo el dorado el color que resaltaba en todo el conjunto. En mi tobillo llevaba un arma pequeña adaptada a una funda para permanecer allí sin ser vista en caso de que Romero intentara sobrepasarse.
Fabián y Carlos pasaron por nosotros a la hora acordada y al verlo vestido de traje con la pajarita ajustada en su cuello, se veía muy sexy. A mi mente llegó la imagen de su cuerpo desnudo con tan solo eso. Sonreí con picardía para mis adentro mientras él se acercaba a mi comiéndome con la vista. En su saco había destellos dorados que combinaban con mi vestido y el borde del pantalón también tenía.
— ¡Guao! Me has dejado sin palabras. ¿Dónde está mi novia y quién es esta señorita guapa de aquí? —comentó causándole gracia a mis amigos. Tomó mi mano para darme una vuelta y comprobar que ciertamente era yo.
—Gracias mi cielo, pero tú no te quedas atrás. Ya me tocará estar toda la noche en guardia por si alguna enmascarada se atreve a robarte —murmuré con mis labios cerca de su sensual boca.
—Nadie me va a secuestrar salvo tú —respondió con seguridad.
Me apretó contra su pecho y me dio un pequeño beso para no correr mi labial. Al separarnos no podía dejar de mirar curiosa a Carlos que observaba cada detalle en el vestuario de Val. Es que era imposible no mirarla, iba disfrazada de ninfa con el cabello suelto lleno de ondas cayendo sobre su cintura; un cintillo cubierto de flores en tonos morados y azules adornaban su pelo mostrando una cara angelical y a la vez atrevida con un maquillaje sencillo; una falda hilada cubría sus piernas con flores de varios colores; un corsé marcaba sus prominentes pechos y lucía una cintura bien definida por el ajuste; sus mangas a los lados dejaban al descubierto sus hombros combinándolo con unas sandalias romanas blanca.
—Señoritas, muy bellas esta noche —dijo Carlos en voz alta captando la atención de Val que tampoco dejaba de mirar sus grisáceos ojos y su cuerpo.
—Muchas gracias caballeros, ustedes también están guapos esta noche —exclamó Valeria ganándose una mirada cómplice de Carlos.
—Bueno qué ¿a mí nadie me dice nada? —protestó Diego al ver que sus miradas estaban centradas en nosotras.
—Diego hombre, muy original —habló Fabián logrando cambiar la cara de él.
Mi amigo llevaba un disfraz muy peculiar de Cruella de Vil, pero a su forma. Nosotras lo ayudamos a pintar su pelo mitad blanco y mitad negro para que fuera real; su traje de saco era blanco con puntos circulares negros por todos lados y su pantalón era todo lo contrario. La máscara que usaría tenía plumas en las esquinas combinándolo con unos zapatos de punta fina a juego. Todo un espectáculo para la vista sin dejar de lado su estilo único y elegante.
—Gracias mi Licenciado hermoso —indicó coqueto—. Y tú —se dirigió a Carlos—, acaba de reconocer que te mueres por los huesitos de mi Val. Ponte las pilas o ya será otro quien disfrute de sus dotes. —todos nos quedamos mudos por las ocurrencias de Diego.
Valeria abrió los ojos como si se lo fuera a comer y Carlos con su traje gris impoluto se volteó para regresar al auto. Fabián y yo no pudimos contener la risa ni un segundo más ante la cara de los mencionados. Entramos en la limusina que el Bufete contrató para el personal y nos dirigimos hacia nuestro destino. Antes de bajar del auto, todos excepto Val, nos colocamos los antifaces. Carlos usaba un antifaz veneciano negro y gris y Fabián una máscara de fantasma de la opera dorado a juego con su traje. Descendimos del coche para acercarnos a la mansión de la familia Díaz. Todo en su exterior estaba lleno de luces resaltando el verde opaco de sus paredes, con un aire elegante. Contaba de dos pisos, una terraza amplia en los laterales daba vista a un gran jardín. Avancé de la mano de Fabián por el camino de piedra iluminado hasta la puerta donde una mujer nos esperaba. Al ver de quién se trataba, apresuré el paso obligando a Fabián a moverse rápido.
—Buenas Noches, bienvenidos a nuestra casa —saludó Emily que lucía un vestido negro corte de princesa con un lazo al costado en su falda negro. La parte superior se ajustaba a sus pechos y su máscara llevaba plumaje en su diseño. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes de seda hasta las muñecas; unas medias del mismo color, tapaban sus largas piernas y calzaba unos zapatos de tacón alto. Su cuello era sujetado por una gargantilla con piedras colgantes y su cabello rojo suelto le sentaba de maravilla.
Planté dos besos en sus mejillas mientras ella me decía que todo estaba listo y que Romero era el de la mascarilla de media cara plateada. Cada uno repitió la acción adentrándonos a un salón enorme con dos escaleras a los lados dando paso a un balcón donde veía a Romero como me dijo Emily. De inmediato un camarero nos llevó a nuestra mesa cerca de la puerta que daba salida al jardín. El ambiente y la música era agradable, la decoración en el interior estaba cada vez mejor, Romero había tirado la casa por la ventana sin dudas. Fabián me sacó a bailar en varias ocasiones y yo intentaba relajarme a toda costa mientras miraba a los alrededores en busca de Izan. Después de bailar una pieza, regresamos a la mesa a por bebidas y canapés. Mi celular sonó en ese momento recibiendo una nueva notificación y al ver el mensaje de Izan en mi pantalla, sabía que la hora del espectáculo estaba por comenzar. Consciente de que una vez traspasara la puerta del estudio de Romero en donde todo transcurriría, besé a Fabián con intensidad a modo de despedida. Él me miró fascinado por el impulso que tuve y sin darse cuenta me había regalado la última mirada cargada de amor. Susurré en su oído que iría al tocador y le pedí a Val que me acompañara. Diego observó mis movimientos y con un gesto de cabeza, entendió lo que íbamos a hacer. Avancé entre la multitud agarrada de Valeria hasta entrar por el pasillo debajo de la escalera encontrándome con Izan y Emily dentro del baño. Repasamos el plan por última vez en lo que Izan me preparaba con el micrófono que usaríamos para avisarme cuando Romero mordiera el anzuelo y me siguiera al despacho.
— ¿Tienes lo que te pedí? —me dirigí a Emily que sostenía en sus manos la foto que había tomado de las cosas de Romero.
—Aquí está, espero que todo salga bien. Nosotros estaremos al tanto de ti —dijo Emily mirándome profundamente.
—Vicky, ¿estás lista? —habló Izan tomándome por los hombros.
—Desde el instante que yo decidí entrar en el Bufete, lo estaba y ahora que por fin ese desgraciado caerá por su propio peso, estoy más que lista. El único perjudicado en todo esto es Fabián, me va a odiar, pero supongo que me tocará pedir por su perdón —suspiré sintiendo el escozor de las lágrimas en mis ojos.
Izan me abrazó dándome fuerzas para continuar y yo me aferraba a los brazos que me brindaba.
—Fabián te quiere Vicky y si no te perdona será por tonto. Tu eres una mujer maravillosa que solo quiso protegerlo de la maldad de ese hombre, si él no es capaz de creer eso, entonces no te merece —indicó Izan con cariño acariciando mi cabello.
Me separé de sus brazos para quedar frente a Val que hasta el momento permaneció callada.
—Escúchame muy bien Victoria Marshall, se acabó el sentimentalismo. Vas a subir a ese despacho, acabarás con la persona que lastimó a tu familia y te encargarás de que no vuelva a pisar el suelo por el que camina. Cuando te mire, quiero que vea el terror en tus ojos; que sienta miedo de ti y que no te intimide su pose de asesino. El pulso no te puede temblar para gritarle a los cuatro vientos quién eres. Tú eres mi hermana, pero también eres una guerrera, una luchadora y Fabián sabrá apreciar todo eso y si no lo hace, puedes estar segura que yo misma me lo cargo —reímos todos por lo último que dijo.
—Bueno ya, se acabó esto que voy a empezar a chillar aquí y en vez de miedo, me van a tomar por loca. Gracias por su apoyo, saben que ustedes son mis hermanos y que esto va por ustedes también —miré a Izan seguro de lo que hablaba. Val aún no tenía idea que Romero estaba detrás de la muerte de sus padres y aunque Izan se mostraba tranquilo, no veía la hora de encerrarlo para siempre.
—Victoria, yo sé que tu y yo no empezamos bien, pero esto que vas a hacer es admirable. Te quiero agradecer por estar para mí estos días y con respecto a Fabián, yo he visto como te mira y si no es amor lo que siente, lo disimula muy bien —se detuvo Emily unos minutos—. Estaré contigo cuando sea mi turno, juntas acabaremos con esto —nos tomamos de las manos sellando una promesa.
—Ya todos mis hombres están en sus puestos. Emily nos confirmó la presencia de los demás socios. Hoy matamos dos pájaros de un tiro —afirmó Izan.
—Bien, ya me voy. Les encargo a Fabián —miré mi aspecto en el espejo reconfortándome a mi misma y con el último aliento expulsado, me encaminé a mi objetivo.
Emily me habló por el micrófono para indicarme dónde estaba el despacho. Subí con firmeza los peldaños de la gran escalera, miré a los lados en busca de Romero, pero al no verlo, supuse que estaría en el piso de abajo. Eso permitiría que me viera moverme entre la multitud y así me seguiría. Caminé por un pasillo adornado por cuadros y giré a la izquierda encontrándome con una puerta de color carmelita como me dijo Emily. Me cercioré que otra persona no merodeara por aquí antes de abrir la puerta. Tomé la copia de la llave que Emily sacó para mí introduciéndola en la cerradura. Busqué el interruptor a la derecha iluminando el extenso estudio. La combinación de colores y muebles, era muy parecido al del Bufete con la diferencia que otra puerta daba acceso a un pequeño balcón. Recorrí la estancia asqueándome por el perfume de Romero en el ambiente cuando alguien me hablaba por el micrófono.
—Vicky, se dirige hacia ti —anunció Izan.
—Copiado.
Respiré profundamente acomodándome en el sofá, preparada para dar inicio al juego. Observé la manigueta girarse y adopté una posición relajada. La sangre dentro de mi cuerpo bullía logrando avivar la llama del odio que fluía por mis venas. Nadie sale de este mundo debiendo nada. Pronuncié en mi interior.
— ¿Perdida?
Hola a todas mis queridas lectoras. Aquí les dejo el otro capítulo que lo dividiré en dos partes para que puedan disfrutar más puesto que estamos entrando en la recta final.
¿Qué les está pareciendo hasta ahora mi historia?
¿Qué creen de lo que Victoria está a punto de hacerle a Romero ?
Las leo en los comentarios. Con cariño: ToryLim
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top