Capítulo 11: Revelaciones I
Con una imborrable sonrisa entré a mi apartamento, recordando la excelente noche que tuve; nunca antes me había sentido tan viva y deseada. Fabián era un excelente amante, alguien que sin dudas sabía cómo tocarme hasta perder el sentido, hasta perder la razón. Sus manos viajaron por todo mi cuerpo sin medida y con pasión, logrando que cada parte de mí vibrara con su toque. Con esos vivos recuerdos, arrastré mis pies a la ducha para tomar un baño que me sacara de esa burbuja de ensoñación en la que me encontraba. Era imposible quitármelo de la cabeza, era imposible borrar la marca de su piel contra la mía, ese maravilloso momento que provocó tantas emociones en mí, sin dudas marcarían un antes y un después para nuestras vidas, o al menos para mí.
Tomé un conjunto de lencería del armario, una camisa blanca, un pantalón negro de vestir, un blazer a juego con mis tacones Louboutin. Cepillé mi corta cabellera enmarcando pequeñas ondas en las puntas, le apliqué un poco de maquillaje a mi rostro como siempre y estaba lista para un nuevo día de trabajo. Llevábamos tiempo sin tener noticias de Sandoval, aunque aún no se cumplía el plazo que tenía la policía, me preocupaba la idea de que mientras más tiempo pasaba, las cosas se complicaran. Dejando de lado cualquier pensamiento, me dirigí al auto para conducir hacia el Bufete. En el trayecto, prendí mi estación favorita de música cuando la voz de Malú sonaba a toda frecuencia, con uno de sus temas "Blanco y Negro" que me recordaban a unos de mis libros favoritos de la escritora, Megan Maxwell, alguien a quien sin dudas me encantaría conocer.
Una vez en las instalaciones, estacioné el carro en el lugar habitual y me encaminé hacia los elevadores. Debía reconocer que estaba nerviosa como una colegiala, aunque una parte de mi no quería ilusionarse, algo me decía que mejor ir con calma. Saludé con cariño a Vanessa que justo salía de su oficina, mientras yo continué mi camino en dirección a mi departamento. Cuando me dispuse a abrir la puerta, unas voces en el interior me detuvieron.
— ¿Tanto me deseas? —de inmediato reconocí la voz de Fabián, pero me era imposible saber a quién se dirigía con tanta sensualidad—. Hoy en la noche ponte linda para mí, te haré lo que quieras, ahora estamos en el trabajo, no me gustaría que tu padre entrara y nos viera así.
— ¿Lo prometes? —dijo Emily. En ese instante deseé que la tierra se abriera bajo mis pies y me tragara.
—Por supuesto caperuza, hoy el lobo feroz va a jugar contigo —comentó Fabián. Esas últimas palabras fueron la gota que colmó el vaso, no podía seguir ahí ni un minuto más. Di media vuelta recogiendo la poca dignidad que me quedaba, jurándome a mí misma que nunca más me dejaría utilizar por nadie y menos enamorarme.
La respiración comenzaba a faltarme y sentía el escozor de las lágrimas en mis ojos. Lloraba de rabia, de impotencia; lloraba porque creí que esa noche había sido especial, pero sobre todo lloraba porque le abrí mi corazón sin quererlo. Nunca pensé que Fabián fuera ese tipo de persona que jugara con los sentimientos de los demás, pero a partir de ahora, lo trataría como se merecía. Limpié mi rostro hasta borrar cualquier rastro de lágrimas y fui hacia la cafetería de Rosa. En el instante que mis manos tocaron la puerta de la entrada, alguien tocó mi hombro. Al voltearme, me encontré con un preocupado Izan que me miraba directo a los ojos.
—Vicky, ¿qué te sucede? —preguntó notando que algo me pasaba. Él me conocía como nadie.
—No tengo nada Izan, que gusto me da verte por aquí —abrí mis brazos para abrazarlo y con mi silencio sabía que no quería hablar.
—Vale, si no me quieres contar no te voy a obligar, solo espero que el culpable de eso pague por tenerte así.
—Tranquilo Inspector, por el momento no tienes que arrestar a nadie por lastimarme, me sé cuidar muy bien —su carcajada no demoró en hacerse presente.
—Venga te invito a un café —dijo mientras entrabamos y Rosita se dirigió a nosotros con una sonrisa ubicándonos en mi mesa habitual.
Unos minutos después la tristeza que sentía, desapareció. Verme rodeada de personas que me querían, me reconfortaba, ningún hombre cambiaría eso, ni siquiera uno con el que solo pasé la noche. Mi amigo me puso al corriente de la investigación en contra de Sandoval, algo que me puso feliz porque todo apuntaba a Barroso. Según Izan, Gonzalo, el abogado, los ha estado ayudando a encontrar aquellos objetos de los que nos habló y gracias a las cintas de las cámaras de seguridad, pudieron rastrear al hombre que le llevó el paquete a Barroso y confesó que él le pagó de más para mantenerse callado. El juez le concedió una orden de registro para la casa de Barroso, pero el muy inteligente sabía lo que hacía. Según Gonzalo esas cosas debían estar en la Empresa y él estaba dispuesto a ayudarlos.
—Tenías razón con respecto a la implantación de huella, aunque no localizamos los instrumentos para ello, ahora se convirtió en el principal sospechoso del caso. Hace unos días lo citamos a declarar y supo defenderse muy bien, incluso con las evidencias delante, pero eso lo puso sobre aviso, ahora está fugitivo —comentó Izan.
—Siempre tuve mis dudas en relación a esto de Sandoval porque no creía que un hombre con tanto prestigio como él, fuera capaz de hacer eso, de lo contrario, la policía lo tuviera en la mira hace tiempo.
—Además no hay indicios que indiquen su culpabilidad en esto. Quiero que te cuides, el laboratorio confirmó lo que sospechábamos, el Cartel "Las Cobras" está involucrado en esto, aún no sabemos si Barroso pertenece a esta organización, no se encontró huellas que lo ubiquen en la escena, pero sí de los demás miembros —explicó Izan mostrando cierta ansiedad.
— ¿Cómo estás por eso? —le pregunté consciente del tiempo que llevaba detrás de esos desgraciados que le arrebataron a sus padres.
—Estaré bien cuando encierre a esos hijos de puta, por ahora me preocupas tú. Presiento que Barroso está con ellos, cierta fuente está tras esa pista.
—Yo voy a estar bien, si tu miedo es que ellos quieran venganza por haberlos descubierto, descuida, ya tomé todas las precauciones —dije restándole importancia al asunto—. Por cierto, los hombres que neutralizamos en casa de Gonzalo, ¿hablaron? —recordé que aún teníamos chance de atrapar a Barroso.
—No han querido hablar, pero creo que tendremos suerte con uno de ellos.
—Puedo ayudar si quieres, soy bastante buena sacándole información a los delincuentes, fui entrenada por mi padre.
—Lo voy a pensar vale. Ahora me tengo que ir, debo seguir trabajando —justo en ese momento que él se despedía de mi, Fabián entró por la puerta.
—No, no te puedes ir. Necesito un favor, dime que vamos a salir en la noche en plan no amigos, ¿entiendes? —le supliqué poniendo mi mejor cara de perdonavidas. Izan se volteó entendiendo el motivo de mi ruego.
—Después quiero los detalles —me guiñó un ojo con esa complicidad que nos caracterizaba. Fabián se acercó a nuestra mesa sorprendido de vernos juntos.
—Buenos Días —saludó con seriedad. Izan extendió su mano y yo ni siquiera volteé a verlo, no podía mirarlo a los ojos después de lo que escuché.
—Victoria, no esperaba verte aquí —se dirigió a mí.
— ¿Se necesita mi presencia en el Bufete, Licenciado Duarte? —comenté irónica, no entendía como podía ser tan cínico.
—Yo la intercepté en el camino, debía advertirle de algo —intervino Izan tratando de alivianar el momento.
— ¿Tiene que ver con Sandoval? —arrastró sus ojos hacia Izan. A continuación mi amigo le comentó lo que me había dicho a mí hace unos minutos.
—Entonces eso quiere decir una sola cosa, él está detrás de todo —asentimos.
—Tienen que cuidarse porque ellos deben saber que ustedes estuvieron en esa casa, cualquier cosa rara que noten, me avisan de inmediato —se levantó de su asiento con aquella postura que imponía y se dirigió a mí como le pedí—. Paso por ti a las ocho, ponte más guapa que nos espera una buena noche por delante —sonreí asegurando mi presencia, aunque no tuviera ni idea a dónde íbamos; él solo me siguió el rollo.
—Espero que la pases bien —comentó Fabián antes que recogiera mis cosas para macharme. Veía en su rostro una expresión de enfado que pocas veces mostraba. Eso me hizo saber que el plan funcionó, ahora solo esperaba que lo recomiera por dentro.
—Gracias, así será no lo dudes. Disfruta tu noche también —lo reté con la mirada quedándome muy a gustito con lo que le dije.
Con pasos firmes me dirigí a la salida, aunque por dentro me estaba muriendo por gritarle todo lo que se merecía, opté por callarme, no le iba a dar el placer de verme mal, primero muerta que sencilla. De regreso al Bufete, mi teléfono sonó indicando que un nuevo mensaje llegó. Al ver de quién se trataba y lo que escribió, no pude contener las ganas de reírme. Izan me recordó que lo de la noche iba en serio, pero con la diferencia que sería una comida en su casa. Eso significaba que mis amigos me someterían a un tercer grado con respecto a Fabián, porque Izan seguro se iba de lengua. Al entrar a la oficina, me sumergí en la computadora a trabajar en un caso aparte que tenía con otro cliente. Emily entró en varias ocasiones mirándome como quien mira a una rival y con mi mejor sonrisa le demostraba que se lo podía quedar todito. Carlos se percató de las continuas miradas de Emily hacia mí, pero no comentó nada. Ese día Fabián no se portó por la oficina, supuse que algo urgente le surgió, aunque la verdad no me importaba.
Una vez en mi casa, después de un día largo, recordé que faltaba poco para tener a Nico conmigo. Aproveché que aún era temprano para ir a casa de Val, por lo que decidí ir a correr hasta el parque El Retiro como parte de mi rutina de ejercicios. Cambié mi ropa por una sudadera, un short y mis zapatillas cuando el timbre sonó, algo raro porque no esperaba ninguna visita. Avancé extrañada hacia allá y al mirar por la mirilla de la puerta, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Abrí de inmediato encontrándome con quien menos esperaba.
— ¿Martha? pero ¿cómo sabes tú dónde vivo? ¿Sucedió algo?
— ¿Puedo pasar Victoria Marshall? —abrí los ojos como platos al escuchar mi apellido; se me había adelantado.
— ¿Cómo...? Mis padres ¿cierto? —le indiqué para que tomara asiento.
— ¿Sorprendida de verme? —asentí como una niña pequeña, apenas podía articular palabra.
En ese instante recordé aquella misteriosa llamada en el bufete y comencé a atar cabos. Claro era ella, mis padres la llamaron para decirles que estaba en Madrid.
— ¿Te doy la versión corta o la larga?
—Vayamos directo al punto —exclamé.
—Tú madre llamó esta mañana para contarme que estabas en la ciudad por un contrato de trabajo y me pasó tu dirección para ir a visitarte. También me dio tu número de celular, así que decidí marcarte para saber si podía pasar a verte y me llevé la sorpresa del siglo. Cuando me decidí a marcarte, me di cuenta que salías con Fabián de la oficina de Romero y fue por eso que colgué de inmediato al reconocerte.
—No hay más que decir, ya sabes quién soy —me miraba con cierto brillo en los ojos.
—Ven aquí mi niña hermosa, estoy muy feliz de volver a verte —abrió sus brazos y yo me refugiaba en ellos como cuando era pequeña. Un calor inundó mi rostro, dándole paso a las lágrimas.
—Tiita, creerás que es mentira, pero estaba a punto de revelarte mi verdadera identidad. Yo sabía quién eras tú desde que nos vimos en mi primer día de trabajo, algo en tus rasgos me hizo sospechar y sé que tú tuviste la misma sensación.
—Tienes razón mi niña, esos ojitos son imposibles de olvidar, ¿Qué haces aquí Victoria?
—Me ofrecieron esta oportunidad en el bufete y la verdad no me pude resistir. Además, quería regresar a mi ciudad natal, ver a Valeria y a Diego.
—Ajá, ¿crees que me voy a creer ese cuento? —me fulminaba con la mirada.
—Martha no hay otra excusa —respondí mientras me dirigía a la cocina a preparar algo de tomar y de comer para las dos. Ella se puso de pie para seguir interrogándome. Por una parte, quería que me ayudara, pero no sé qué tanto conocía de lo ocurrido.
—Podrás engañar a tus padres, pero no a mí. Desde que eras una niña siempre te mostrabas desafiante en frente de las personas y me decía que un futuro ibas a ser tan buena o mejor que tus progenitores en esto de la abogacía, pero nunca creí que te fueras a convertir en una mentirosa —hizo una pausa—. Yo estuve ahí —de mi mano resbaló un vaso de cristal haciéndose añicos en la caída.
— ¿Cómo...?
—Yo... yo vi todo Victoria, todo —un escalofrió recorrió mi espalda ante tal revelación.
— ¿Ese desgraciado lo sabe? —la interrogué colocándome frente a ella y su cuerpo comenzaba a temblar ante mi pregunta.
—Uno de sus guardias me vio y desde entonces me mantiene a su lado para cerciorarse que no abra la boca. Me dolió muchísimo cuando se tuvieron que marchar, pero no podía decir nada o la vida de ustedes corría peligro y yo no los iba a exponer a una de las locuras de ese hijo de puta.
—Tiita, me tienes que ayudar a que ese bastardo pague por todo lo que nos hizo, por lo que te hizo a ti. Nos arrebató la posibilidad de seguir aquí, nos tenía vigilados todo el tiempo. Nosotros le hicimos creer que estábamos en Londres, pero después de un período decidimos viajar a los Estados Unidos y allá a donde fuera que íbamos, nos encontraba. Con el paso de los años desistió y hasta el sol de hoy. Sabe que abrimos un bufete allá y que ya no somos un problema para él. Media vida huyendo de ese gilipolla, crecí con el miedo y la preocupación de mis padres, fue por eso que decidí regresar bajo el nombre de Victoria Ramos y poder recuperar lo que nos pertenece. Tú eres la única que me puede dar la información que necesito para desenmascararlo.
—Mi niña es peligroso, ¿qué pasará si descubre tu verdadera identidad?
—No lo hará tiita, si somos más inteligentes que él. Necesito que me des acceso a su oficina.
—Tú no sabes las cosas que es capaz de hacer Romero Díaz, no Victoria, yo no quiero perderlos otra vez.
—Pues cuéntamelo, tú eres nuestra única testigo. Solo quiero fisgonear en sus cosas. Tú no debes preocuparte por nada.
—Respóndeme una cosa más, ¿Fabián y túsiguen defendiendo a Sandoval?
—Sí, pero hasta que no culmine el plazo de investigación no podemos hacer nada. De hecho Romero se ha mostrado un tanto interesado.
—Aléjate de eso, te lo exijo. No tienes idea en dónde te estás metiendo Victoria. —su rostro se tornó serio.
— ¿Por qué tiita? Explícame para saber a qué cosas nos enfrentamos.
—No puedo Victoria, no te quiero exponer.
—Tu sabes algo más y lo estás ocultando. Un inocente puede ir a prisión por eso, ¿De verdad quieres que la historia se repita? ¿Estás dispuesta a vivir con ese cargo de consciencia?
—Por supuesto que no, si él descubre que hablé, nos va a matar. Mis nietos son una prioridad para mí al igual que mi hija. Lo siento Victoria, pero no.
—Izan el hermano de Valeria nos puede ayudar, él es inspector de la Policía Nacional, los puede proteger, solo debes decir lo que sabes.
—Es muy arriesgado, además son solo sospechas —en su rostro se reflejaba el miedo, algo muy malo debía ser. La tomé de las manos para darle fuerzas, mientras regresábamos al sofá.
—Cuéntame, juntas vamos a salir de esto.
—Cuando el bufete cayó en sus manos, muchas cosas cambiaron. Se llevaron a cabo obras de reparaciones para que no quedara rastros de lo que un día fue "Marshall y Asociados", despidió a todos los que trabajaban con tus padres; se encargó de manchar la reputación de Estela y Stephen, aunque si cumplió con su parte del plan y por supuesto, me obligó a seguir con él. De repente había dejado de ser ese Romero que respetaba y quería a la familia Marshall, para darle paso a un hombre déspota, ambicioso, mezquino y un tanto peligroso. De la noche a la mañana los clientes nos llovían, fue así como se convirtió en uno de los mejores en España, pero lo que siempre llamó mi atención, eran las personas de cargos importantes que acudían a su ayuda, desde políticos corruptos hasta senadores sospechosos de narcotráfico, no había un caso que no ganara.
«Poco tiempo después nació Emily y había ciertos rumores acerca de la paternidad de Romero. Él se tomó eso muy mal, no pasaba un día en que no estuviera enfadado con todos a causa de eso. Un día los comentarios terminaron porque la propia Paula (esposa de este), desmintió todo tipo de acusaciones, aunque siempre tuve mis dudas porque la niña nada tenía que ver con él. Cada vez que visitaba a la señora en su casa, tenía algún rasguño y la notaba triste, Romero me prohibía cualquier trato con ella, por eso la veía a escondidas, yo era su única amiga —respiró profundamente llenando de oxígeno sus pulmones y sus ojos se tornaron brillosos, con las lágrimas a punto de brotar—. Hace cuatro años, Paula murió en un terrible accidente. Ella nunca salía de la casa y ese día por alguna extraña razón salió. El caso lo dieron por cerrado,declarando que en efecto fue un accidente automovilístico, que no respetó las leyes del tráfico; nunca me tragué ese cuento»
— ¿Crees que Romero tenga algo que ver con eso?
—Ante los ojos de todos, el Licenciado Díaz era un esposo y un padre dedicado, pero nada era como se aparentaba.Alguna que otra vez fui testigo de sus desplantes para con su señora. Paula estuvo a punto de revelarme aquello que la tenía deprimida, pero siempre el gilipolla de su marido llegaba y me sacaba fuera de la casa. Mi niña, sospecho que, si tuvo algo que ver, pero no tengo pruebas.
—Lo que me cuentas es bastante espeluznante, yo de ese señor espero lo peor ¿Emily será una víctima más de su padre?
—Emily es otra que,pese a su altanería, sufrió mucho con la muerte de su madre; él la trata con indiferencia.
—Ahora más que nunca quiero vengarme de él, no solo por lo que nos hizo a nosotros, sino por todo el daño que les ha provocado a otras personas. Me tienes que dar información de sus movimientos, a dónde va, con quién se reúne, quiénes son sus socios, algo para seguirlo.
—Ahora que lo comentas, todos los jueves se va de la oficina sobre las diez de la mañana y regresa al mediodía. No me percaté de eso hasta ahora, pero resulta curioso que lleva ocho años haciendo lo mismo.
— ¿Tienes idea a dónde? —eso último despertó curiosidad en mí.
—No.
—Bien, ya sé cuáles serán mis próximos pasos. Ahora debemos planear bien cuando acceder a su oficina.
—Todo esto me resulta peligroso, pero ya es hora que pague por el daño que ha hecho. El martes es el día, siempre se reúne con los accionistas en el Hotel de las Convecciones.
—Tiita mis padres no pueden enterarse de nada, tienes que prometérmelo, esto lo hago por ellos.
—Te lo prometo, pero si tu vida peligra, si me veré obligada a contarles.
—Esperemos que eso no suceda. Mientras tanto debemos seguir como estábamos, nadie puede sospechar que nos conocemos—. Tita, ¿mi padre conoce a Sandoval? —pregunté convencida de la respuesta.
—Si, pero por el momento no puedo decir nada más —se levantó del sofá dejándome con las dudas. Fuere lo que fuere, lo descubriré.
La acompañé hasta la puerta y nuevamente la abracé, estaba muy feliz de volverla a ver. Quedamos en reunirnos aquí cada vez que nos quisiéramos ver y así estar al tanto de todo. Después de aquel encuentro, miré mi reloj que marcaba las seis y media, ya casi debía ir a casa de Valeria, por lo que me encaminé a tomar una ducha. Tomé de mi clóset un conjunto de ropa interior, unos jeans oscuros ajustados a mi piel, una blusa hilada blanca de mangas largas y unas sandalias a juego. Me maquillé un poco resaltando mis ojos verdes, nada exagerado, laceé un poco mi melena corta y fui a por las llaves del auto.
De camino a casa de Valeria, recibí dos llamadas de Diego con su desparpajo habitual para saber dónde me encontraba. Él como siempre me hizo soltar unas carcajadas. Diez minutos después, me hallaba con las personas más maravillosas del mundo. No había puesto un pie dentro de la vivienda y ya Valeria me miraba con ojitos juguetones; eso me daba a entender que alguien dijo lo que no tenía que decir.
—Se puede saber ¿por qué me siento como si estuviese en un interrogatorio? —exclamé sentándome en una de las butacas recién compradas por Val.
— ¿No crees que ya va siendo tiempo que nos cuentes qué se traen Fabián y tú? —preguntó Diego.
—Ya después hablaremos tu y yo Izan Rivera —me dirigí a él que reía con malicia.
—Vale, ¿qué quieren saber? Que me acosté con él, pues ya está —confesé cruzándome de brazos.
—Ya sabía yo, por algo la tensión, pero mi instinto me dice que pasó algo más —comentó Izan, mientras mis amigos se miraban entre ellos atentos a cada detalle.
Les conté muy brevemente sin entrar en detalles, lo que escuché y por qué actué así. Val y Diego reían a carcajadas cuando Izan les dijo lo que le hice hacer para quitármelo de encima.
—Como toda una reina —murmuró Diego.
—Lo peor de todo es que me entregué a él como nunca antes lo había hecho, pues nada, lección aprendida, disfruté el momento y ya está. Los dos somos libres de hacer lo que queramos con nuestra vida —concluí tratando de dejar a un lado el tema Fabián, aunque los ojos acusadores de Valeria, me decían lo contrario—. A ver, dispara ya, ¿qué tienes atorado ahí?
—Es un gilipolla, pero no nos puedes negar que te gusta más de lo que quieres aparentar, yo digo que lo mejor es hablar con él. Tu misma dijiste que esa tal Emily lo sonsaca todo el tiempo, a lo mejor le dijo eso para salir de ella —todos la miramos atónitos. Es obvio que mi amiga era ingenua y no veía la maldad en nada.
—Vamos a ver Val, ¿por qué tendría que hablar con él de su vida privada? O acaso olvidas lo que significa esa palabra —protesté ante su comentario, que, aunque no tuviera ni pies ni cabeza, llevaba algo de razón.
—Serás cabezota, solo digo que no vale la pena estar enfadada por algo que quizás tiene explicación. Algo me dice que si Mahoma no va a la montaña... ya te sabes el resto —se mofó.
Una duda se sembró en mi interior ante lo dicho por Val, ¿será que Fabián me buscará? De no ser así, yo no lo haría, mi orgullo podía más que eso. La noche se hizo amena a pesar de ser yo, el tema principal de la noche. Diego como siempre nos deleitó con uno de sus manjares, acompañado de un delicioso vino español. Entre bromas y cuentos, terminó saliendo a la luz el por qué omití mi verdadero apellido, algo que, para todos, incluyendo mis amigos, era desconocido. Ellos entendieron los motivos y por supuesto, contaba con su apoyo incondicional. Mientras Val y Diego fregaban los trastos de la cena y terminaban el postre, Izan aprovechó para hablarme de algo.
—Estuve pensando en lo que me dijiste acerca de interrogar al sospechoso y lo voy a aceptar. Creo que le vendría ver una cara distinta a la mía —ambos reímos por eso—. ¿Te parece si lo hacemos mañana?
—Me parece bien. Por cierto, ¿cuándo puedo pasar por mi arma?
—Mañana mismo pueden pasar por ella. Encontramos los objetos que utilizó Barroso para inculpar a Sandoval, incluyendo un paquete con la misma droga. Ahora solo falta que el laboratorio lo confirme. Estamos a nada de liberar a Sandoval, pero debemos protegerlo, alguien quiere hacerle daño —confesó Izan. Eso me puso de buen humor, una vez más tenía razón.
—Es una gran noticia, me alegro mucho por Sandoval que no se lo merecía.
—Todavía hay muchas cosas que nos faltan por develar, pero me temo que se quedan conmigo.
—Tranquilo, ya sé que no puedes compartir más información, pero te agradezco por decirme eso. Hay algo más que te quiero platicar. Necesito tu ayuda sobre un caso que cerraron hace unos años por accidente automovilístico —me referí a lo que Martha me dijo sobre la esposa de Sandoval.
—Sabes que ese tipo de caso se archivan, al menos que aparezcan nuevas evidencias que indiquen lo contrario, pero dime, ¿qué puedo hacer por ti?
—No fue un accidente cualquiera, hablo de la mujer de Sandoval que murió en circunstancias desconocidas. Según una testigo, la señora no acostumbraba a salir de la casa, solo te pido que le des una ojeada para saber desde tu experiencia, si hay algo más.
— ¿Hablamos del mismo Sandoval? —asentí—, ¿creen que tuvo algo que ver con eso?
—Mi testigo tiene la sospecha, pero son solo especulaciones. Pronto, muy pronto Izan, reuniré las pruebas para encerrar de una vez y por todas a ese delincuente.
—Cuentas conmigo para ello, mientras tanto veré que puedo hacer —fuimos interrumpidos por mis amigos que entraban a la sala con un precioso pastel de chocolate que, a juzgar por su apariencia, tenía una pintón increíble.
—Victoria, hoy estamos aquí para celebrar el regreso de mi amado hermano, no para tratar temas laborales, ¿Entendido?
—Eso es cierto, casi no he tenido tiempo de conversar con este apuesto Inspector —dijo Diego posicionándose entre Izan y yo.
—Por cierto, ¿cómo piensas tú encontrar esas pruebas? —añadió Valeria que al parecer escuchó mi conversación con Izan.
—Con la ayuda de cierta persona que no diré el nombre para protegerla, entraré en su oficina; con suerte encontraré algo. Además, pienso seguirlo, quiero saber todo lo que hace, con quién se reúne, todo, cumpliré mi propósito aquí.
— ¿Piensas contarle algún día a Fabián? —intervino Diego ganándose una mirada de desaprobación mía.
—Ya hablamos de esto, no pienso decirle por ahora. Fabián aprecia mucho a Sandoval para llegar sin pruebas a decirle algo. Por favor les pido respeten mi decisión —todos guardaron silencio.
En ese instante Izan recibió una llamada urgente y tuvo que irse. Al poco rato me marché yo también, solo pensaba en llegar a mi casa, meterme en la cama para sentir el calorcito de mi cobija y también como no, pensar en Fabián para mi desgracia. Lo que Val me dijo, me dejó pensando, a lo mejor debía hablar con él para dejar todo claro como adultos que éramos. Al entrar a mi edificio, saludé con cariño al portero y tomé el elevador hasta mi piso. Una vez dentro, me descalcé dejando a un lado las sandalias. Subí con pesar las escaleras que me llevaban a mi habitación, entré al baño a eliminar cualquier rastro de maquillaje, cuando escuché mi teléfono sonar dentro del bolso. Extrañada por la hora, avancé segura hasta el, al ver de quién se trataba, una risita maquiavélica se escapó de mi boca. Sin dudarlo prendí el pequeño equipo de música que tenía y en la voz de Ozuna y Manuel Turizo contesté la llamada.
—Victoria, ¿me escuchas? —dijo.
—Licenciado Duarte, ¿a qué se debe esta llamada? —contesté con ironía.
—Necesito hablar contigo, ¿tienes un minuto?
— ¿Tan aburrida está siendo tu noche que la interrumpiste para hablar conmigo? —eso último iba doble intencionado.
—Victoria, no entiendo por qué me hablas así, solo quiero decirte algo —odiaba que los hombres no reconocieran las cosas.
—Hablo de tu cita Fabián, ¿no me digas que no te acuerdas? —comenzaba a sacarme de mis casillas con su ingenuidad.
—Entre Emily y yo no hay nada Victoria, no sabes el porqué de lo que le dije. Dame la oportunidad de explicarte —apagué el equipo al escuchar un ruido proveniente de la sala. El clic de la puerta abriéndose, fue lo que me alertó.
—Fabián, creo que alguien intenta abrir mi puerta —comenté bajando el tono de voz. Debía buscar la daga que tenía guardada en la caja fuerte.
— ¿En dónde estás? ¿Cómo...?
—Debo colgar... —no lo dejé seguir hablando, si de verdad alguien intentó entrar a la casa, tenía que defenderme.
Sin tiempo que perder, tomé la daga maldiciendo una y mil veces que mi pistola no estuviese conmigo. Con sigilo abrí la puerta del cuarto asomando la cabeza para poder ver. La escalera en forma de caracol, me permitía permanecer escondida y fue cuando logré ver la silueta de una persona. En ese momento, no temía por mi vida, temía por no saber quién tendría algún motivo para venir hasta aquí. De repente escuché la voz de alguien más, esa voz, juraba que la había escuchado en algún lugar; sin dudas la de un hombre.
—Registra bien, estoy seguro que algo tiene que haber aquí —ordenó uno de ellos—. Si no hay nada, la quiero a ella, debe estar en alguna parte.
Escucharle decir que me querían a mí, me asustó un poco, pero armándome de valor, decidí salir, no iba a permitir que unos intrusos invadieran mi hogar. Bajé el resto de escalones posicionándome cerca de uno de ellos, lo tomé del cuello paralizándolo al instante con el filo de la daga, rozando la carótida.
—Shh, no hagas ruido o morirás en el instante —le susurré al oído sintiendo como le costaba respirar—. Ahora me vas a decir qué buscan en mi casa.
—Si crees que me asustas estás equivocada, ustedes las mujeres son muy delicadas —dijo en forma de burla.
— ¿¡Ah porque eso crees?! Yo no soy para nada una mujercita delicada. Así que ¿o me dices quién más está afuera o veras de lo que soy capaz? —endurecí mi gesto logrando que el filo provocara un pequeño corte en su cuello.
—No te voy a decir nada, descúbrelo por ti misma —no supe en qué momento salieron dos hombres de la nada apuntándome con una pistola. Las carcajadas de uno de ellos se hizo presente.
—Victoria, Victoria, eres una cajita de sorpresas, primero sabes disparar y ahora te manejas con una daga —de pronto, aquella voz arrogante tan conocida para mi, salió de la oscuridad mostrándose tal y como lo conocía.
—Barroso, no sabía que además de rata, también allanaras moradas, ¿qué estás buscando? Ah cierto, las pruebas que te inculpan, pero sabes qué, no están —mascullé aún sosteniendo a su súbdito. Noté como su rostro comenzó a tornarse enfadado por mis palabras—. Esto es lo que haremos, se van ahora mismo o de lo contrario su amigo muere aquí.
— ¿Acaso crees que me importa? Por mi se puede desangrar ahí mismo —en un descuido, el hombre al cual sujetaba, logró zafarse de mi agarre propinándome un fuerte golpe en el abdomen hasta que mi daga rodó por el piso.
Doblada por el dolor, Barroso se arrodilló ante mí sujetándome fuerte del pelo mientras otro golpe marcaba mi rostro. Un sabor metálico que de inmediato reconocí como sangre, se instauró en mi boca. Acalorada por el momento, le planté una patada en sus partes y con la rodilla le partí la nariz. Los dos hombres se abalanzaron encima de mí y yo me defendí como pude, pero sin dudas eran más fuertes que yo. Un disparo seco se oyó de repente y en ese instante creí que lo había perdido todo. Deslicé la mirada hacia mi estómago encontrándome con mi propia blusa ensangrentada. Caí de rodillas muy cerca de la daga, sintiendo como quemaba en mi interior y me perdía en un mundo desconocido, uno donde no existían ni mis padres, ni mis amigos, ni Fabián.
—No se metan en mi camino, o quién pagará las consecuencias será tu amiguito el policía —me soltó en la cara sin importarle nada. Entonces vi algo que brillaba en su dedo y sin dudarlo lo arranqué aferrándome a el. El sonido de la sirena acercándose fue lo último que escuché.
Segundos antes que se fueran, tomé la daga y con la poca fuerza que me quedaba, la lancé contra uno de los hombres. Presioné con fuerza en el lugar del impacto, mientras los ojos comenzaban a pesarme y mis pies a desfallecer. En un pestañeó alcancé a ver a Izan que se acercaba con pasos rápidos hasta donde estaba.
—Quédate conmigo, no te vayas. Te lo exijo Victoria —gritaba desesperado. Separé mi mano del cuerpo depositando en sus manos el objeto que sostenía.
Todo empezó a verse borroso, hasta que no aguanté más y el dolor opacó mis ojos volviéndose oscuro.
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