4. Felicidad

El viernes fue el último día de clases del semestre y el último examen. Por fin un mes de descanso en el cual podría relajarme y salir un poco con los chicos. Esas últimas semanas habían sido extenuantes, pero no me podía quejar, las notas han sido fantásticas.

Era el primer lunes sin ir a clases, me encontraba desayunando tranquila mientras veía algún programa matutino y disfrutaba de la calma de no tener que hacer todo a contra reloj. Entonces mi celular empezó a sonar, sonreí al ver el número.

—Hola papá —saludé feliz de oírlo.

—Hija, ¿cómo estás? Hace mucho que no me llamas, estoy preocupado.

—Estoy bien, papi, solo que he estado ocupada con los exámenes. Al fin ha terminado todo, tendré unos días de descanso.

—Me alegro y estoy seguro que todo ha ido perfecto.

—Algo así...

Seguimos hablando un poco más y luego se despidió. Su señora lo esperaba para ir de compras al supermercado. Quedamos en volver a hablarnos pronto.

El resto de la mañana me dediqué a arreglar un poco el departamento, a limpiarlo y a ordenarlo. Entre el poco tiempo que me dejó el estudio y el cansancio con el que regresaba a casa, pareciera que había pasado un remolino por mi hogar.

Me preparé alguna cosa liviana para comer y luego fui a encender la computadora. Esperaba ansiosa la llegada de este día para revisar el correo electrónico y saber si había sido aceptada o no para trabajar con el profesor Galván.

Un correo del Centro de estudiantes de la Universidad, notificaciones de actualizaciones de Wattpad, algún amigo que me etiquetó en una publicación de Facebook, noticias y ahí estaba. Un email de la señorita Sonia Mora, la secretaria de Galván. Lo miro con temor, no sabía si abrirlo o no, en realidad ansiaba saber la respuesta pero a su vez no quería, después de todo en la incertidumbre aunque sea había lugar para la esperanza. Al final y como es lógico, terminé por abrirlo.

«Estimada Señorita Ámbar Vargas:

Me place informarle que ha sido seleccionada para ejercer el cargo de Asistente del Prof. Dr. Mariano Galván por el siguiente semestre educativo. Es un honor para nosotros contar con sus servicios.

A efectos de informarle sobre sus funciones y coordinar tareas y horarios, la esperamos en una reunión el próximo jueves a las diecisiete horas en el despacho del Profesor Galván.

Sin otro particular, nos despedimos atentamente

Sonia Mora – Secretaria

Prof. Dr. Mariano Galván»

No puedo creer, lo releo de nuevo y en efecto, ¡he sido seleccionada! Estoy realmente emocionada, esto es un nuevo reto para mí y eso me pone contenta, además de lo que implicará para mi carrera y mi crecimiento profesional trabajar codo a codo con una eminencia como Galván. Si en el semestre que acaba de terminar, he aprendido tantas cosas en su clase, ¡qué será trabajar a su lado!

Llamé a los chicos para contarles y todos decidieron que festejar sería una buenísima idea. Además en un par de horas más podríamos acceder a las notas finales de todas las materias, y eso, también era motivo para festejar, o eso creímos entonces.

Cuando nos encontramos por la tarde, las cosas no fueron tan bien para Roberto. Estaba completamente apagado y la verdad que verlo así era realmente extraño.

—¿Qué te pasa? —pregunté al observarlo llegar con los ojos rojos.

—Reprobó dos materias —respondió Alejandro.

—Oh, lo siento mucho. —Me solidaricé abrazándolo y él solo asintió.

—Lo que pasa es que Roberto tiene una beca —explicó Fátima—. Una que realmente le costó conseguir y si reprueba una materia más, se la quitarán.

—Te podemos ayudar a estudiar. —Ofrecí compungida, realmente me afectaba ver a Roberto tan alicaído. Él solo asintió, era obvio que no quería hablar más del tema.

Decidimos olvidarnos un rato de las notas y solo divertirnos. Fuimos a comer algo y luego a bailar, estuvimos allí hasta altas horas de la madrugada, aunque fuera lunes, pues estábamos de vacaciones.

Las horas y los días hasta llegar al jueves me los pasé imaginando qué cosas me dirían Sonia y Galván. Estar en el mismo lugar que él y a solo pocos metros me producía una sensación extraña muy similar al miedo. Él era intimidante y tan seguro de sí mismo que parecía robarse la seguridad de todos los que lo rodeaban, por ello era tan respetado. Por eso y por todos sus conocimientos y cualidades como docente.

Aun así el tan esperado día llegó y yo solo pedía que mi corazón se desacelerara, las manos me dejaran de sudar y no cometiera o dijera alguna tontería que me dejara como tonta frente a estas personas. Tendía a ser muy torpe cuando me ponía nerviosa.

La señorita Sonia sonrió al verme, me dijo que Galván nos esperaba y que la siguiera. Ella ingresó primero y me señaló donde sentarme, una silla frente al escritorio en el cual Galván parecía concentrado leyendo un libro en Braille. Sonia se sentó a mi lado.

—Mariano, aquí esta Ámbar Vargas —me presentó.Me llamó poderosamente la atención que su secretaria lo llamara por su nombre de pila. De hecho se hablaba de él con tanto respeto, que no parecía tener un nombre de pila que se utilizara independientemente de su apellido o de sus títulos.

—Buenas tardes, señoritas —saludó cortésmente.

—Buenas tardes, Profesor.

—Bueno, si está aquí es porque ha tenido el honor de ser elegida entre muchos otros estudiantes para ser mi asistente en el próximo semestre. Como sabrá los docentes no tenemos vacaciones en esta época y yo utilizo este tiempo para ir preparando mis clases para el siguiente período. Seré titular en cuatro materias de distintos semestres y usted deberá asistir conmigo a dichas clases. Si alguna le coincide con otra materia, la Universidad le facilitará la posibilidad de estudiar esa materia a distancia o con un tutor, o bien, cursarla en el próximo semestre. Aun así debe saber que si elige la tutoría, aunque tenga tareas y demás no podrá desatender su función principal de este semestre, que es ser mi asistente.

—Lo entiendo —expresé cuando hizo una pausa.

—Las cosas funcionan así —me explicó Sonia con calma y una sonrisa en su rostro—: se reunirá con Mariano una vez por día, cada tarde de diecinueve a veinte y treinta horas. Ocasionalmente y en épocas de exámenes también podría haber reuniones los sábados de mañana. En cada reunión se preparará la clase del día siguiente, Mariano le va dictando lo que debe escribir en las presentaciones multimedia que serán presentadas en la siguiente clase. Durante las clases su función será ir pasando la presentación a medida que el profesor vaya exponiendo un tema, debe estar atenta a no equivocarse con la página para que coincida con lo que él estuviera diciendo en ese momento en la presentación que ven los alumnos. En las reuniones de la noche también tendrá que leerle a Mariano los trabajos prácticos entregados por los alumnos y él le indicará la nota que pondrá en una planilla de texto que antes de irse deberá enviármela al email para poder procesarla en el sistema.

—Lo entiendo —asentí pensando en que en realidad era pesado, aquello llevaría mucho tiempo.

—Tendrá mi número de celular y el de Mariano —agregó la mujer—, pero no puede escribirle a él a menos que fuera una verdadera urgencia o si antes yo no le he podido solucionar el problema. En síntesis, ante cualquier duda primero debe recurrir a mí y si es necesario le derivaré con él. De más está decirle que no puede pasar ni su número ni el mío a ningún alumno y bajo ninguna circunstancia.

—Comprendido —asentí.

—Bien Vargas, ahora puede leer el contrato que le facilitará Sonia, es solo un papel donde explicamos este arreglo a modo de evitarnos toda clase de complicaciones. Durante las vacaciones trabajaremos una vez cada día de por medio, de diez a once de la mañana. Si hubiera necesidad de trabajar un día fuera de lo estipulado, se le avisará con días de anticipación. Además Sonia le entregará un calendario con fechas y horas de nuestras reuniones y los horarios de mis clases del próximo semestre para que pueda organizar su tiempo en torno a ello. ¿Está bien?

—Todo claro —asentí.

—Bien, entonces puede retirarse. No sin antes firmar ese contrato con Sonia en su oficina. Por mi parte ha sido todo y la espero el lunes a las diez para comenzar.

—Muy bien, Profesor Galván, un gusto trabajar con usted, espero no defraudarlo —comenté levantándome.

—Que le vaya bien. —Se despidió el hombre.

Acompañé entonces a Sonia a su escritorio y luego de leer firmé el papel que decía básicamente lo mismo que ya habíamos hablado adentro. A pesar de que era un hombre extremadamente frío e impersonal, estaba feliz de poder trabajar a su lado, lo admiraba demasiado incluso antes de ser mi profesor, pero después de escuchar aquellas clases magistrales, todo fue en subida y realmente es un honor estar cerca.

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