Capítulo 21
PASADO 20
Hacia el final del tercer semestre la fiebre del Mundial está a tope y el torneo aún ni ha empezado. La gente ha empezado a venir a clases con las franelas de los equipos que apoyan, y más de uno luce la de la Vinotinto a pesar de que Venezuela no tiene esperanza de ir a un Mundial de Fútbol en por lo menos cien años.
A eso de media hora antes de la clase de Dibujo Mecánico nos encontramos varios en las bancas de concreto de la llamada Plaza de Mecánica, que está al frente del Galpón donde no solo está la Escuela de Mecánica sino también la de Eléctrica. Claro, por lealtad solo usamos las denominaciones correspondientes a nuestra escuela.
Los portafolios gigantes donde van las hojas de dibujo e implementos están tirados en las bancas y el suelo y la atención está toda en la discusión.
—Yo le voy a Argentina —anuncia Javi cuando Dimas le pregunta.
—Ah, no. Entonces hasta aquí llego nuestra amistad —bromeo—, porque mi familia siempre le va a Brasil.
—No, marico ve —explica Yael moviendo sus manos con intensidad—, este año los equipos que están fuertes son los europeos. Tenéis que dejar las alianzas viejas y ponerte con un equipo que tiene chance.
—¿No se supone que esto es solo por diversión? O sea, no tiene que ser tan intenso. —Juliette hace un gesto híbrido entre lástima y confusión.
Menos mal que no reflejé estar de acuerdo con ella, aunque lo estoy, porque como cinco chamos le pegan gritos.
—¡Cómo se te ocurre decir semejante barbaridad!
—El fútbol no es solo diversión, ¡es una institución!
—Ay bueno, no sean tan sensibles por favor —ríe Juliette sin tomarse a mal el escándalo.
—Es verdad, ni que ustedes fueran los que están compitiendo —remato yo, carcajeándome de las expresiones de horror abyecto que me regalan.
—¿Quién la invitó? —exclama Yael con un puchero.
Su mirada se desvía por un momento a la vez que le da una palmada en el pecho a Javi, junto a él, y señala hacia la distancia. Volteo sobre mi hombro y solo distingo a Tomás caminando hacia la plaza con Andrea y Anderson detrás de él. Ellos dos van hablando de algo mientras Tomás guarda algo en su bolsillo. Seguro es el dichoso celular que no suelta.
—¡Ey! —llama Yael con voz sonora hasta que los tres le paran pelota. Yael hace el gesto de que vengan y si no fuera porque Tomás lo hace, los otros dos hubieran seguido de largo. Se les ve en las caras de mosquitas muertas.
—Hola —murmura Tomás con una mirada furtiva hacia mí. Meneo la mano en saludo.
—Mira —empieza Yael, pasando su brazo sobre los hombros del otro—, ¿vos a qué equipo le vais pal Mundial?
—España.
Mientras Yael lo celebra, los demás lo abuchean.
Por su parte, Tomás se ve más perdido en el espacio que yo en pleno parcial de Cálculo III e intentando que no me de que un círculo es igual a un triángulo en el primer problema. Eso fue ayer y todavía no lo supero.
—Es que andan todos discutiendo a ver quién tiene más chance de ganar —explico.
—Ah.
—Sois de los míos. —Yael lo jamaquea como si fueran los mejores amigos de toda la vida—. Los pendejos estos no saben de lo que hablan.
—Pendejo vos —espeta Dimas—. Digo, Yael. Vos no, Tomás.
Tomás bufa.
—¿Y ustedes? —Yael levanta el mentón hacia los dos más asociales.
—Obvio España también. —Andrea pone los ojos en blanco—. O sea mi familia y la de Tomás son de España, así que estamos en el mismo bando.
—Ah, ve. No sabía —comenta Juliette y francamente yo tampoco. No es que hayan muchos Vélez por aquí, y muchos menos Arriaga, pero no me lo había puesto a pensar mucho.
—¿Y vos? —pregunta Teófilo.
—Por favor, mi familia es de Portugal, ¿qué crees? —Anderson hace una mueca de fastidio.
—Ay no, otro.
—Tenía que ser.
Entre el alboroto que arman, se me ocurre una idea.
—¿Por qué no hacen una caimanera y deciden ustedes el ganador del Mundial, pues? —Echo la cabeza atrás y me río a todo pulmón yo sola, como si hubiera dicho el chiste del siglo. Ni caso le hago al silencio.
—Coño, ¿sabéis qué? No es mala idea. —Teófilo asiente.
—¿En este calor de mierda? Yo paso. —Con la misma Javi se sienta en la banca al lado mío.
—Yo sí me apunto. ¿Quién quiere ser parte del Equipo Europa? —Yael mira alrededor y dos del grupo se apuntan inmediatamente. Para mi sorpresa, Anderson también se anota.
—Dale, Tomás. Vamos a enseñarles como se juega. —Anderson tuerce los labios en la sonrisa de siempre que solo parece caerme mal a mí.
—Bueno.
Medio mundo se voltea hacia Tomás.
—¿Eso fue un sí? —Yael le pela los ojos, todavía prácticamente guindando de los hombros de Tomás.
—Sí. ¿Cuándo?
Entrecierro los ojos. De verdad el Arriaga no es fan de hablar mucho, ¿no? Es que entre oírle decir solo una palabra por aquí, tres por allá, no termino de acostumbrarme al timbre de su voz. Hay que sacarle más conversa.
—¿Qué les parece mañana después de Física II? —propone Javi.
—Y vos qué habláis, si ni siquiera vais a jugar. —Dimas le da un codazo leve.
—Solamente sugería una hora en la que ni los jugadores ni la audiencia se van a cocinar en su salsa.
—Es verdad, tipo seis de la tarde es como un secador de pelo pero no como un horno —concuerdo.
—Aja, ¿y dónde?
—Ahí detrás de los talleres hay una chancha techada —anuncia Yael, señalando detrás de él con el pulgar.
—Listo. Mañana a las seis. Cada equipo que termine de reclutar —acuerda Dimas.
—Obvio nosotros vamos de audiencia, ¿no? —susurra Javi hacia mí.
—Por supuesto que yes.
Yo había hecho la propuesta en broma pero termino entusiasmándome tanto que no logro concentrarme mucho en clase, lo cual es un peligro porque el profesor es un querrequerre de esos de cien años de edad con antenas detrás de la cabeza. Detecta el mínimo movimiento que no sea para dibujar lo que explica, y no se pierde el mínimo sonido que no sea para respirar. Pero entre varios nos pasamos papelitos toda la clase armando las plantillas de los dos equipos.
Al día siguiente las clases se me hacen eternas. Ver los pósters guindados en todos los pasillos con los cronogramas del mundial deja de parecerme ridículo. Los del Consejo Estudiantil van a proyectar algunos de los juegos más importantes en pleno Pasillo General, pero el partido Equipo Europeo versus Equipo Suramericano que hemos organizado está atrayendo más emoción.
Javi y yo estamos sentados al tope de las gradas, tomando jugos de la Cantina de Mecánica que saben a cualquier cosa menos que las frutas de las que supuestamente están hechos, pero al menos refrescan.
Regados por todas las gradas hay otros grupos, mayoritariamente chamas de varios semestres de Mecánica y de otras escuelas. Erika ahora se ha hermanado con unas chamas del semestre de arriba y se sienta con ellas. Y a apenas unos dos puestos de distancia está Andrea sola custodiando los morrales de Anderson y Tomás.
—Pa' mí que esto se va a poner intenso —musita Javi. Uno de sus pies está en el nivel donde estamos sentados, y se respalda contra la cerca de ciclón detrás de nosotros.
Yo estoy sentada con las piernas dobladas también sobre el peldaño, mis codos sobre mis muslos mientras inspecciono los equipos.
—¿Lo decís por los jugadores o por las cuaimas?
—Las dos cosas. —Sus hombros se sacuden con una risa—. Lástima que no puedo tomar fotos.
—Ah, sí. Tu nomber guan está en la plantilla de los Europeos, ¿no?
Esta es la primera vez que veo al tal Enzo Vivi. Es un poco más alto que los demás, pero tampoco es que mide dos metros. Ciertamente sus facciones y su figura resaltan entre la mayoría, pero no me parece más drásticamente bello que varios de mis compañeros.
—¿Cuál es tu nomber guan? —Javi esboza una sonrisa picarona—. Digo, de los equipos de la copa.
Lo codeo.
—La verdad no me importa. Mi familia es la que le va a Brasil siempre, yo no.
—Ah, entonces te podéis cambiar pa' Argentina. —Pincha la tela de su franela Albiceleste.
—No tenk yu. No tengo interés en que mi familia me desherede.
—¿Cómo hacemos? —La pregunta de Yael rebasa los niveles de ruido desde las gradas.
—Qué molleja —digo con tono jocoso—, el drama empezó antes del partido.
—¿Qué pasó? —le pregunta Javi a Yael proyectando su voz.
—Que a medio mundo se le olvidó que tenían que traer franelas de un color específico. ¿Ahora cómo nos distinguimos?
—¡Quítense las franelas! —Grita una de las chamas que no conozco sin pensárselo dos veces.
—Sí, por favor —murmura Javi.
De la risa casi escupo el disque jugo de piña que sabe como a melón pero se ve como de naranja.
Como no tienen más remedio, hacen piedra, papel y tijera y resulta perdedor el Equipo Europeo. Juzgando por la emoción de las graderías, la audiencia es la que sale ganadora.
A Javi casi le da un yeyo cuando Enzo se quita su franela. Me aprieta una rodilla y es la única forma que tiene de descargarse sin llamar la atención. Yo le doy una palmadita en la espalda y lo animo a que respire profundo. Pero uno a uno el resto del equipo va revelando cuero, y con todo y que aparente ser la definición de serena y despreocupada, me empieza a afectar.
Ya sabía que Yael era tremendo papirruqui desde la piscinada en el primer semestre. Le pica el ojo a unas chamas en las gradas y el efecto de eso, más su pecho desnudo, las pone a chillar.
Cacho a Javi meneándome las cejas.
—Ay, ¿qué? Yo también tengo ojos.
—Disfruta, mija, que todo esto es gracias a vos.
—Gracias, Dayana de ayer —bromeo hacia mí misma.
Lamento reportar que Anderson está bueno. No tiene los cuadritos en la barriga que tiene Enzo, y también tiene más pelo, pero es colirio para los ojos del cuello para abajo. Cuando miro su cara de engreído se me pasa el interés.
—No te preocupes, mi amor —recita Dimas hacia su novia—, después del juego te doy mi franela.
—No, guácala. Va a estar toda sudada.
Al lado de ellos, Tomás hace una pausa frente a su morral y levanta su franela agarrando un puñado de la tela a su espalda. Incluso detrás de ellas atisbo como Andrea y Erika están tiesas buceándoselo y cuando termina de remover la franela entiendo por qué.
Inhalo tan agudamente que me silba el aire entre los dientes.
—¿'Tas viendo lo que yo veo? —dice Javi por lo bajito.
—Miércoles.
Pues el Tomasito se las trae. No es solo que sus hombros son súper anchos comparados a su cinturita, sino que tiene más músculo de lo que parece cuando está vestido. No lo recuerdo así en la piscinada después del primer semestre. Era muy lindo pero más flaquito.
—Cambio de equipo. Ahora soy Team Tomás —comenta Javi solo para mis oídos.
—Guabinoso —echo vaina.
Tomás termina de guardar la franela en su morral y de pronto levanta la cara y me agarra en pleno acto de comérmelo con los ojos. A pesar de que mi corazón da un salto, como su expresión sigue neutral como siempre, me lo tomo como si no fuera nada del otro mundo.
—Ánimo —le digo solo con mis labios.
¿Son ideas mías o eso fue una pequeña sonrisa antes de que se diera la vuelta?
Pero en eso el juego empieza. El Equipo Suramericano lleva las de perder con la audiencia, porque con eso de que siguen con camisa nadie los quiere aupar. Yo hago el intento y grito algunos nombres, pero el problema es que se me siguen yendo los ojos hacia los descamisados.
—Lo siento, no puedo ser imparcial. —Caigo de culo de regreso y me rindo. Entre los brazos súper definidos de Yael, la espalda fortachona de Anderson, los abdominales de Enzo, y los hombros ridículos de Tomás, me he convertido totalmente en Equipo Europa.
—¿Sabéis como descubrir si un chamo de verdad está bueno? —Javi señala con el mentón hacia Tomás que está esperando el balón en una esquina—. Por el trasero y las piernas.
Yo creo que con el atardecer, el sol decidió bajarse del cielo y venir a instalarse en mis mejillas. Porque lo que dice Javi es cierto. Tomás tiene la retaguardia más perfecta que he visto fuera de un actor de Hollywood, y no tiene piernas de palillo de dientes como algunos de los otros.
Las pone en buen uso cuando Yael le pasa el balón. Tomás le hace una finta a Dimas que es así como lo que haría un profesional. Pasa el balón a Yael y mientras tanto corre hacia la portería. Yael le pasa el balón y Tomás le pega una patada tal que casi le hace un hueco a la malla.
Erika y Andrea pegan tal brinco de la emoción que terminan sobre las gradas. Se desgañitan de tantos gritos que los mismos muchachos se espantan. No sé si Tomás se da cuenta porque los de su equipo lo tienen ahogado en un abrazo de celebración.
Ahí me doy cuenta de que me había puesto de pie. Javi se empieza a reír mío y lo empujo.
—Es culpa tuya.
—Sí Luis.
En realidad es culpa del gimnasio al que va Tomás.
Ni corto ni perezoso, a lo que reanuda el partido Yael intenta lograr otro gol. Este toma varios intentos pero en una jugada de esas intensas termina dándonos la espalda un buen rato y mis ojos no pueden evitar deslizarse hacia abajo.
Muy buenas posaderas también.
—Vergación, Javi. No me hubierais dicho nada, ahora no puedo dejar de mirarles los traseros.
—Anderson no está muy bien en ese departamento —dice en vez de disculparse.
En efecto. El malasangroso como que le dedica demasiado tiempo en el gym a la parte superior de su cuerpo.
La partida termina con la victoria del equipo que llevó más porras, el Europeo. Por el nivel de bullicio, cualquiera creería que este fue el partido de la final de la copa.
Javi y yo agarramos nuestros corotos y descendemos las gradas. Conseguimos primero a Dimas, pero no hace falta consolarlo porque Juliette se está encargando. Digo, porque se están dando tremendo jamón en frente a todo el mundo. Desvío la mirada porque me da vergüenza.
—Ey, Daya. —Yael se acerca todo bañado en sudor con su franela en la mano. Me la ofrece—. Toma.
—¿Ah?
—Es tu premio por organizar el evento —se carcajea como yo lo hice ayer.
—¿Guat?
Me la lanza y no tengo más remedio que atajarla. Eso sí, cuando levanto la cara, Yael me pica el ojo y esta vez es un poco diferente al que le dio a las otras chamas. Este es menos exagerado. Y atrae la atención de mucha gente.
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