04 || Reikiavik, Islandia

Rola: In the middle of the night.
Couple: Moaccup.
Para mi queridísima Pau, espero que te haga sentir mejor. Y para More que siempre me hace segunda. 

Todas las noches Hipo soñaba con esa mujer: una morena hermosa de rizos negros y ojos alegres. Una mujer exótica que nunca podría haberse siquiera imaginado y sin embargo, cada que la veía era como si la conociera de toda la vida.

Ella le hacía sentir paz y tranquilidad. Cuando sus ojos se encontraban era capaz de sentirse envuelto en la fuerza y la vida que transmitían. Quería con toda el alma quedarse ahí.

Aparecía vestida de una manera muy extraña para él: con una larga falda hecha con capas de tela de distintas texturas y patrones, una simple playera blanca de manga larga debajo de un vistoso top rojo con muchos adornos, usaba un largo abrigo de piel marrón con forro de lana y unas botas también con estas características.

Ella se aparecía corriendo por un prado verde gritando al aire canciones que no podía entender y llegaba hasta él mojada y exhalando vaho, con las gotas tratando de adherirse a su abrigo, y le tomaba la mano. De un tirón él se encontraba bajo la lluvia también y aunque al principio le desagradó, pronto se acostumbró y hasta lo disfrutó. Chimuelo asomaba una enorme sonrisa y salía de la cueva a jugar con ellos también.

La chica, por alguna razón, siempre se ganaba a Chimuelo de inmediato.

La lluvia paraba. Ella se bajaba el gorro y se detenía a aspirar la brisa y regocijarse de ella, él la imitaba. Se detenían un momento a apreciar la vista: enormes montañas se alzaban imponentes ante ellos cubiertas de manto verde. Ambos dejaban escapar un profundo suspiro de admiración, nunca habían visto algo tan hermoso.

Y entonces rompían las olas del mar en las rocas con su característico rugido que le erizaba la piel a Moana y ella se giraba a admirarlas con la emoción de una niña pequeña. Él lo notaba y le susurraba al oído que la haría sentir la adrenalina más pura que disfrutaría en su vida, pero que tenía que confiar en él. Ella accedió.

Le dijo que caminara hacia atrás un par de metros y que se echara a correr pendiente abajo sin pensar, sin tartamudear, y que al llegar al final saltara al vacío. Cuando lo hizo, él y chimuelo la atraparon en el aire y ella pudo sentir por primera vez que surcaba los cielos con el viento acariciando sus mejillas. Se aferró al torso de Hipo y se llenó de adrenalina cuando sintió cómo descendían y tomaban las curvas que hacían el relieve de las montañas y los ríos. Llegaron a la playa y Chimuelo sobrevoló las olas. Moana pudo estirar la mano para tocar el agua y la espuma.

Dejó escapar una carcajada de emoción y exclamó que el agua estaba helada. Hipo sonrió ante esto, no había duda de que esa era su alma gemela, era una unión divina forjada por los mismos dioses; ni siquiera se lo cuestionaba. Ella lo abrazaba y él miraba al horizonte, hacia el sol poniente, y se le revolvía el estómago de emoción no más de pensar en adentrarse en medio de la noche. 

Y entonces, despertaba.

Salía en las mañanas y lo recibía el agradable clima fresco de Berk, el sol se ocultaba tímido en las enormes nubes que casi siempre eran inofensivas. A esa calma lo precedía el caos habitual de su isla entre los dragones y los testarudos vikingos.

Entonces veía a Astrid afilando su hacha o entrenando en el coliseo y suspiraba. Por muchos años, la había visualizado como algo irreal; similar a una diosa inalcanzable, pura perfección, y ahora, tras el incidente del nido de dragones, lo que se sentía irreal era que ella parecía gustar de él. Sonrió, cualquiera diría que se le había cumplido que la mujer de sus sueños quisiera estar a su lado, pero tampoco podía negar que vivía el día esperando que llegara la noche para ver a la conocida desconocida otra vez; a la niña que había crecido junto con él aunque fuera entre sueños.

Quiso acercarse a saludarla, pero se sintió culpable por alguna razón, así que directamente se fue a con Bocón.

Se escondió en el taller y trató de evadir el pensamiento, pero ahí estaba puntual, como siempre, para darle jaquecas. ¿Por qué seguía soñando todas las noches lo mismo? ¿Quien era la mujer sin nombre y por qué sentía que en verdad la conocía? ¿La iba a ver a algún día? ¿Debería simplemente aceptar que aquello era sólo un sueño y vivir en el mundo real? Su lógica le decía que lo hiciera, que se resignara a tomar el puesto de líder que nunca había querido y que se casara con Astrid que tenía interés en él ahora, total, ella era asombrosa, ¿qué no?

Pero una parte de él quería seguir aferrándose a la fantasía, a la morena y a la aventura que traería adentrarse en la noche con ella y descubrir lo desconocido. Quizás podía ver el mundo, conocer lugares y nuevos animales, trazar mapas para futuros aventureros e incluso escribir crónicas donde probara a los humanos que debían de respetar y amar a los dragones como él pudo hacerlo. Eso le llenaba de ilusión.

Llegó Astrid a pedir una daga nueva y Bocón obligó a Hipo a atenderla. Para él, y para todos los demás, era incomprensible por qué estos dos no podían simplemente darse una oportunidad y formalizar una relación, era evidente que se gustaban y que harían una buena pareja. Hipo parecía resistirse y Astrid no insistía.

Bocón había tratado de hablar con el joven y aconsejarlo en que no debía perder el tiempo ni ser descortés con la muchacha, hacerse el difícil no era agradable para nadie y debía de valorarla porque no todos tenían la oportunidad que él tenía de que una persona como ella le correspondiera. Después de mucho insistir, Hipo accedió y le pidió a Astrid si quería estar con él, ella dijo que sí.

Se fue a dormir obligándose a ignorar el deseo de soñar con la muchacha de la falda larga, eso estaría mal, y se ordenó a sí mismo que soñaría con su nueva novia. Se concentró y la visualizó en su mente.

La isla estaba en llamas, la lluvia no podía controlarlo y las plantas se morían lentamente; distinguió algunos árboles cayendo por el sonido de los troncos. Chimuelo subió a Hipo a su espalda y sobrevoló el prado con intención de alejar a su amigo de ahí. El joven empezó a toser descontrolado y sus ojos empezaron a lagrimear. Entonces la vio, acostada en la arena negra con la ropa hecha jirones y el cabello enredado. Rápidamente Chimuelo se lanzó en picada y el jinete bajó de un salto.

—¡Milady, ¿cómo se siente?! —la llamó al no saber su nombre.

La giró y ella tosió un par de veces. Trató de articular palabra, pero no salieron de ella más que quejidos roncos y murmullos. Aferrada al cuello del muchacho logró ser transportada al lomo del dragón. Alzaron el vuelo e Hipo la abrazó a su pecho, así mismo se aseguró de que no tuviera fiebre tocando su frente un par de veces. Cuando se dio cuenta de que sus manos eran demasiado frías para medir su temperatura, trató de hacerlo con los labios. Estaba anocheciendo.

—Hemos enfadado a los dioses —logró musitar ella.

Pero poco logró advertirle ya que un demonio de lava ardiente surgió de las profundidades partiendo el mar en el acto y tiñendo el cielo de sangre. Chísmielo se frenó y envalentonado arrojó una bola de plasma que no le hizo absolutamente nada al dios.

Pero sí logró una heroica hazaña sacándolos de ahí aunque lamentablemente no hubo nada que hacer por la pobre isla que fue arrasada por las llamas de la furia de TeKa. Incinerada por completo, no quedó ni un solo rastro de vida o prueba de que hubiera existido tierra alguna vez ahí.

Volaron por largas horas aun horrorizados por lo que acababa de suceder con aquella isla que había sido el lugar en el que se conocieron y a la que le habían tomado mucho cariño. Luego, Hipo empezó a pensar que probablemente las islas del archipiélago eran las siguientes y que quizás su isla sería devorada de igual manera junto con toda su gente. Pero tenía algo mucho más urgente por lo que preocuparse.

La mujer en sus brazos comenzó a toser sangre y a ahogarse. Hipo inmediatamente la incorporó y le dio palmadas en la espalda, pero fue inútil. Con una última bocanada de aire, Moana sucumbió ante el humo que había inhalado y murió en los brazos de Hipo.

El muchacho hizo de todo por convencerse de que realmente no estaba sucediendo y de que podría hacer algo por ella. Lanzó desgarradores sollozos al firmamento que los observaba y las estrellas parecieron llorar con él. No podía imaginarse perderla, vacíos sus días sin esperar a verla y solo así se dio cuenta del cariño que realmente le había agarrado. La abrazó con todas sus fuerzas sintiendo aún el calor que quedaba de su cuerpo y le dio un beso en la coronilla.

Despertó llorando inconsolablemente en medio de la madrugada y le costó algunos minutos darse cuenta de que estaba en su recámara. El sueño había terminado y ahora ni siquiera le interesaba, simplemente haría lo que tenía que hacer. Chimuelo también se despertó abruptamente y se mostró muy preocupado cuando lo vio tomar su chaqueta y acercarse con esa determinación inigualable.

Dragón y jinete partieron de Berk en medio de la noche dejando todo atrás con la esperanza de salvar a la muchacha de su funesto destino. Llegaron a Islandia en la mañana, el sol salía y coloraba el lienzo de rojo. Se bajó de Chimuelo y a trompicones corrió hasta el risco notando el verde valle y la neblina que cubría las montañas. Entonces la vio parada en la arena y sosteniendo un remo.

Al verlo correr colina abajo, ella tiró el objeto y se apresuró a su encuentro, rio cuando el dragón pasaba por debajo del jinete y lo obligaba a subir a su lomo, luego lo depositaba en el suave pasto.

Se detuvieron a recuperar el aliento y se miraron a los ojos un par de segundos, sin saber que hacer, hasta que ella lo abrazó con fuerza y él sintió en carne viva su cuerpo y su aroma. La apretó con cariño y escuchó que ella sollozaba, lágrimas de gozo escurrían por sus mejillas.

—Yo soy Moana.

—Yo soy Hipo de Berk.

Los dioses sonrieron complacidos, caprichosos o estrategas, sus deseos serían cumplidos de cualquier manera y no había nada que nadie pudiera decir al respecto. Pronto los coronarían semidioses por sus heroicas hazañas y les encargarían un nuevo trabajo: vigilar su hermosa creación por el resto de la eternidad. Ellos aceptarían su destino tomados de la mano.

Este Os fue toda una aventura de escribir, nace a partir de que yo escucho esta canción en instagram con un edit de Moana y se me ocurre el dialogo "Él sueña todas las noches con la misma mujer, a su esposa no le agrada".

Hasta este punto, el Os estaba situado en un ambiente más virreinal, Hipo era marinero y en su vida pasada había conocido al amor de su vida, del que nunca se había olvidado. Soñaba que la veía una noche en el muelle y decidía ver si sucedía.

Pero por otro lado, en un arranque de nostalgia leí Voyagers y Savior de nuevo y entre el coraje que me dio que la autora guardara en el cajón una trama tan buena y el darme cuenta de que yo misma nunca había explorado las naturalezas canonicas de los chiquillos terminó de moldearse la nueva idea.

Eso y un video precioso de Islandia. Ese lugar parece como que Dios lo hubiera hecho para descansar el domingo.

En fin.

Hablando de explorar, también me dio por dejar de lado mis descripciones largas y detalladas y optar por lo concreto, por eso que quedara más corto, a mí me gustó tanto que pensé en remasterizarlo como relato original.

Y aquí le vamos a parar, te mando un beso y un abrazo. TQM BYE BYE!

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