03 || San Fransokyo, Marvel Cinematic Universe
Título: "Fairy Tail" de James Maslow.
Protagonistas: Elsa y Tadashi Hamada.
Ciudad: San Fransokyo, Marvel Cinematic Universe.
Genero: Soft, fluff.
Jamás fui un creyente, si soy sincero.
Recordaba que Honey solía cargar su cruz de plata en el cuello y nos hacía dar las gracias antes de comer. Decía que era importante agradecer al padre todo lo que tuviéramos, como la familia, los amigos o la oportunidad de estudiar.
Recuerdo que la miraba y me causaba ternura la expresión seria que mostraba al tomarnos de las manos mientras rezaba. Realmente se notaba como tenía puesta la confianza en su existencia; tenía fé y aunque fue algo que nunca logré comprender al cien por ciento, respetaba mucho sus creencias. Ser religioso es algo muy común entre los latinos.
Honey decía que debíamos obrar bien en esta vida para poder subir al cielo, que se representaba como una especie de reino utópico con ángeles tocando trompetas, situado encima de las nubes. Sonaba como nada más que una fantasía para mi, hasta que me vi a mi mismo sentado encima de estas nubes que en la tierra, cuando se manifestaban como neblina, ni siquiera se sentían. Ahora resultaba que tenían la densidad necesaria para soportar a una persona.
¿O no?
—Hola. —Escuché una animada voz e inmediatamente subí la mirada. Ahí estaba, frente a mis ojos, la mujer más hermosa que hubiera visto jamás: era alta, su piel parecía de porcelana, sus dedos, que estaban extendidos hacia mi, eran largos, tenía sus cabellos platinos amarrados en una pulcra cola de caballo y lucia un brillante vestido blanco—. Veo que eres nuevo aquí. Soy Elsa.
—Debo de estar muerto —musité por pura inercia, como respuesta de mis hormonas a la belleza que estaba parada frente a mi. Repito, jamás fui creyente, pero si cabía la remota posibilidad de la existencia de un paraíso, debía verse justo así—. Y debo estar en el cielo.
—Lo estás.
—¿¡Qué!?
Ni siquiera su timbre inocente pudo suavizar el golpe que fue el pensar que estaba muerto. Claro, ahora tenía sentido estar sentado en las nubes al no tener ya un cuerpo físico. Los sucesos comenzaron a regresar a mi mente, primero como imágenes y luego como sensaciones completamente reales: los gritos, las alarmas, el fuego, su calor y mi desesperación por encontrar al profesor Callaghan. Jamás pude hacerlo y me sentí tan mal, tan culpable. Lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas, producto del coraje de no haber podido salvarlo y a la vez de no haber podido regresar con Hiro ni con la tía Cass, me sentí culpable también por eso; por lo que ellos estarían sintiendo en esos momentos.
Elsa frunció los labios y entornó los ojos, ella había pasado exactamente por lo mismo el día que falleció. Es un proceso duro y difícil de asimilar, pero lo haces eventualmente.
Tomó entonces asiento junto a mi y me acarició levemente el hombro, hasta el momento en el que sentí que necesitaba empatía y consuelo y me animé a abrazarla. Ella entonces me acarició la espalda con suavidad, con la intención de ayudarme a desahogar.
—¿De verdad he muerto? —inquirí y Elsa asintió—. ¿Este es realmente el paraíso?
—¿El reino prometido? Si, lo es.
—Wow —musité, recordando a Honey, quien había tenido razón todo este tiempo. Me pregunté cómo era que yo, al no ser creyente, hubiera terminado ahí, ¿no se suponía que los que no seguían a Dios seriamos castigados en el infierno?
—Dios nos ama a todos —respondió Elsa como a mis pensamientos—. Sin condiciones.
Asentí. No quería indagar mucho en el tema y ella pareció entenderlo. Nos separamos y ella se levantó. Esta vez si tomé su mano.
—La muerte es nuestro inminente destino —dijo—. Y no es malo, al contrario, es increíble.
—¿De verdad?
—Claro. —Formó en sus labios una sonrisa dulce—. Yo he estado aquí más de un siglo y es lo máximo.
—¿Más de un siglo? —pregunte intrigado.
—En vida fui reina de Arendelle; un reino que existió en el siglo XIX y morí el veinticuatro de Diciembre de mil ochocientos noventa y siete.
—Cielos. ¿Cómo es que no lo has olvidado.
Elsa rio, llevándose el dorso de la mano a los labios y sonreí ante eso, se miraba preciosa.
—No es posible olvidar algo así.
Es increíble la cantidad de cosas que aprendí y sigo aprendiendo a lado de Elsa, cosas que serían difíciles de explicar ya que de igual manera son difíciles de entender. Tienes que vivirlo para entenderlo, supongo.
Por mencionar algunas sencillas, aprendí que en el cielo no existía el tiempo, a diferencia de los vivos, a los muertos no nos rige el tiempo. Somos más libres aca, por ponerlo de alguna manera.
También comprendí que todos los factores del entorno humano desaparecen, no existen cosas banales tales como los estatus sociales, los bienes materiales, los trabajos, la política, la economía. Todo lo que rige la vida de los vivos y produce su estrés, se desvanece; más bien se siente como que nunca hubiera existido.
Como digo, es algo extraño, difícil de explicar y de imaginar. La vida cambia completamente, comenzando con la idea de que ya no la tienes. Simplemente es diferente. ¿Cómo es que te imaginas algo que no conoces?
Sin embargo, aunque ya dije que tu vida cambia por completo, en realidad no todo lo hace. Aprendí que los sentimientos y emociones más humanas permanecen aún después de la muerte, se sienten como un eco; algo que sabes que ahí está y no puedes explicarte por qué o cómo. Quizás la ciencia no es del todo correcta y creo que no es del todo malo tampoco.
Lo comprobaba todas las veces que volteaba a ver a Elsa, no tenía idea de porque la casualidad había decidido encontrarnos o si estábamos destinados a hacerlo. No iba a buscar explicación, no tenía caso buscar respuesta a algo que no lo tiene, eso lo aprendí también.
Yo solamente sabía que esa sensación que experimentaba era de lo más humana, la había experimentado en la tierra y ahora me parecía increíble siquiera pensar que podría experimentarla estando muerto también. A esa sensación se le da el nombre de amor y está comprobado que es un proceso biológico, no entiendo por qué, ahora que lo abandoné, todavía puedo... lo siento, es difícil, ya que es mi costumbre como investigador.
Suspiré.
—¿En qué piensas? —Escuché su suave voz. Elsa se sentó junto a mi, dejando caer sus piernas al borde de la nube y balanceándolos levemente. Sonreí al mirarla, pasé mi brazo por sus hombros, le deposite un suave beso en la coronilla y ella recargó su cabeza en mis hombros.
—Recordaba, mi cielo, el día en que te conocí.
Ella esbozó una sonrisa y continuó viendo las estrellas.
—Ha pasado tanto —musitó. Luego se acomodó, con la intención de recargarse en mi pecho y señaló a las estrellas. Recargué mi cabeza sobre la de ella—. Lo recuerdo tan...
Reí.
—Lo sé. Yo lo siento igual.
Suspiró y por un segundo se dedicó a contemplar con asombro las constelaciones. Le gustaban mucho.
—Allá está la osa mayor —indicó y señaló con el índice al firmamento, como cual marinero que conoce su mapa a la perfección—, la osa menor...
Acaricié levemente sus cabellos e incluso le pasé algunos mechones rebeldes por detrás de las orejas. Un brusco movimiento por parte de ella me obligaron a detenerme.
—Se me ocurre algo. —Se giró espontáneamente a verme—. Vayamos a ver a Hiro.
Sonreí. Ay, mi hermano; aquel genio de cabellos alborotados, amante de las gomitas que siempre alegraba mis días, tenía un tiempo que no lo visitaba. Asentí.
Elsa se levantó, me tomó de la mano y me jaló hacia ella, impulsada con un movimiento de sus alas. Caminamos un rato por la interminable llanura de nubes blancas esponjosas, al menos para nosotros, y llegamos a las puertas del cielo. Todos los angeles somos libres de bajar a la tierra y regresar a nuestra voluntad. Todos menos uno: Lucifer.
En realidad, ningún ángel habla de ella, para nosotros es como una leyenda, solo vive en boca de todos; todos sabemos sobre ella, pero no la hemos visto nunca. Dejaré de hablar sobre lucifer. No es un tema muy agradable.
Cuando menos sentí, me pegaba en las mejillas la brisa helada y tranquila de San Fransokyo. Me vi envuelto entre todas las luces nocturnas y el ambiente apacible. San Fransokyo de noche siempre sería ese recuerdo que se siente como el calor abrasador del hogar.
Elsa me soltó entonces y caminó hasta la baranda frente a nosotros. Se recargó en ella y contempló la vista imponente, soltando un ligero suspiro.
—No hay lugar como el hogar.
Deslicé la mano por el helado metal y me dejé caer en la misma baranda junto a ella.
—No, no lo hay. —Se giró a verme.
Esperamos un rato más, contemplando la vista de la enorme ciudad. Elsa mencionó recordar las visitas a Arendelle, en todas se sentía recibida por el abrazo de recuerdos de su hogar. Cuando murió su hermana, su cuñado, los hijos de su hermana y sus nietos, dejó de visitar a su familia. Ella dice que no se sintió como algo triste, solo no sentía necesitar realizarlas más.
Cuando menos me di cuenta, habíamos caminado hasta la puerta del café. Me había perdido tanto en mis pensamientos que ni siquiera me daba cuenta de que nevaba.
Talló Elsa la ventana empañada, solo para mirar un enorme árbol de navidad adornado con esferas rojas y luces amarillas, adornado en la punta con una llamativa estrella dorada.
—Claro —musitó esbozando una sonrisa y alzando la mano para recibir un delicado copo—. Es diciembre.
Mi hermano se dejó ver por entre las mesas, seguido por mi hermosa tía Cass, algo alegaban; algo sobre la cena o los regalos. Se perdieron en tanto se alejaron hacia la cocina y Elsa sugirió que entráramos.
—Tienes razón. —Fue lo primero que escuchamos cuando lo hicimos—. No hay mejor regalo que el que es hecho con amor. Gracias por ayudarme con esto, tía Cass.
Cass abrazó entonces a Hiro y le depositó un beso en la frente. Le apartó los cabellos azabache de la cara y le sonrió.
—Vete a dormir ya, mañana tienes un gran día por delante.
—Buenas noches.
Mi hermano corrió hacia las escaleras y dio un par de pasos, ruidosos; tal y como los recordaba. Tía Cass entonces apagó las luces y se dirigió a apagar las luces del árbol, aunque se detuvo a medio camino y miró atentamente hacia la ventana, como si mirar algo a través de ella o quizás como si hubiera visto un reflejo en él.
Se giró entonces. Aún tenía la mano en el pecho y la mirada desconcertada, entonces la subió y por un momento sentí como que en realidad estuviera viéndome frente a ella. Pase un mechón castaño tras su oreja y ella cerró los ojos como respuesta. Sonrió.
Volvió a abrir los ojos y se giró a apagar las luces del árbol, dejando completa oscuridad a su paso, las areolas fungían como única luz. Y subió a dormir.
—Parece que todos están bien —comentó Elsa con una sonrisa en el rostro mientras tomaba asiento y yo junto a ella.
—Justo como lo recordaba.
Levantó entonces su mano y de un movimiento salió de ella un camino de destellos blancos que rodearon al árbol y se posaron en sus ramas delicadamente, haciéndolo brillar de una manera tan mágica y tan única que sería difícil de explicar. La miré y ella sonrió al encogerse de hombros.
—Es la magia de diciembre.
Tadelsa se me hace una pareja demasiado soft. ¿Y qué más soft que ángeles, familia y diciembre?
Como dato curioso, originalmente la fecha de muerte de Elsa era mi cumpleaños, pero decidí cambiarlo por la fecha de publicación porque sentía que quedaba mejor jsjs.
Este iba a estar conectado con el que probablemente sea mi último fic: un capricho Andy x Rapunzel + Flynn x Jack ambientado en este tema de ángeles, por eso que se mencione a Lucifer como un ella. Después separé los universos, quizás se pueda notar por qué.
(A este paso me voy a echar el harem de Elsa y el veinte va ser el os Moaccup JAJAJAJ).
Ahora si, adiós.
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