01 || Múnich, Alemania

Título: "Help me out" de Maroon 5 & Julia Michaels.
Protagonistas: Elsa y Merida.
Lugar: Múnich, Alemania.
Género: Romance.

A primera instancia, Elsa Arendelle no parecía más que una rubia más del montón con una vida completamente normal; una estudiante de ingeniería en inteligencia artificial caminando por las frías calles de Múnich.

El sonido de sus altas botas de tacón de aguja chocando contra la piedra se desvanecía en el paso de las ventiscas de aire helado que le enrojecían las mejillas y la nariz anunciando la entrada de octubre.

Elsa se aferró a los libros que cargaba entre los brazos y aceleró el paso hasta la puerta de su casa, que con trabajos abrió, y en un rápido movimiento cerró. Se dejó caer en la puerta soltando un resoplido y dejó sus libros en el piso para proceder a sacarse los zapatos y las prendas extra y así aclimatarse a la calidez de su hogar.

—¡Anna!—gritó a la vez que dejaba sus llaves y sus guantes en el mueble del espejo que reflejaba, principalmente, un enorme jarrón negro que presumía las muestras de amor en esa familia; rosas rojas—. ¡Ya vine!

Los pasos abruptos de la pelirroja le dieron a entender a Elsa que su hermana había salido a recibirla a la entrada y suspiró; ella solamente hacía eso cuando tenía algo muy importante que decirle y ni siquiera tuvo que mirar algún calendario para saber de qué se trataba.

—Que bueno que llegas—comenzó—, porque a qué no adivinas quien llamó.

—¿Rapunzel?—Al decirlo la energía de Anna se esfumó y su mirada se endureció.

—No es justo, siempre adivinas.

—Y llamó con motivo del Oktoberfest, ¿cierto?

—Si.

—Dile que ni lo piense. Tuve una prueba de programación muy pesada hoy y quiero descansar—respondió tajante antes de aproximarse a las escaleras.

—¡Pero ya es la última semana!—replicó Anna.

—Además, no es como que ir a embriagarse con un montón de cerveza sea algo de lo más divertido.

—¡Ay, Elsa! ¿Por qué no puedes ser una alemana normal?

—Si te emociona tanto, ve—dijo con obviedad—, tan simple como eso.

—Sabía que te ibas a poner así. —Anna se cruzó de brazos y Elsa solo se encogió de hombros—. Por eso ya le dije a Jackson que pasara por nosotras a las seis.

—¿¡Qué hiciste qué!?—gritó Elsa con enojo mientras su hermana asomaba una sonrisa burlona.

—Yo que tú me iba arreglando.

—Te detesto.

—Me adoras.

~•~

Elsa suspiró y se acomodó la corona de flores azules que hacía juego con su dirndl; su traje típico que consta de una blusa blanca con un vestido encima que llegaba hasta las rodillas y un mandil. En los oktoberfest siempre se usan los trajes tradicionales alemanes: los dirndl las mujeres y los lederhosen los hombres.

Escuchó el timbre de su casa y los acelerados pasos de su hermana correr a abrir la puerta y saludar al recién llegado. Tranquilamente bajó y sonrió cuando vio el enorme ramo de rosas rojas que tenía el albino en la mano.

—Son para ti—dijo Anna, arrebatándole las rosas a Jackson y girándose a Elsa a la vez que hacía una expresión de emoción muda. La imagen de su hermana usando ropa típica color crema y dos trenzas pelirrojas al sostener el ramo se le hizo muy adorable por alguna razón.

—Gracias, Jack. —Se dirigió directamente al peliblanco y se apartó un cabello rebelde para acomodarlo tras su oreja—. Son hermosas.

—Son como tú—respondió con una sonrisa.

—¡Yo las pongo en el florero!—respondió Anna dando un par de saltos miniatura antes de correr hacia el jarrón del espejo. Ambos rubios la siguieron con la mirada antes de mirarse entre ellos.

—Me encanta su energía—comentó Jack, Elsa asintió y ambos rieron.

Cuando Anna regresó, ambas hermanas se calzaron sus botas antes de salir y echar llave a la puerta. Jack encendió el carro y Elsa tomó el asiento del copiloto.

Jack Frost era un chico tierno y amable que tenía sinceros sentimientos por Elsa y la chica también lo estimaba mucho; aunque, lamentablemente, no de la misma manera. Acarició su mano y sonrió, él lo hizo también. Todo bajo los ojos ansiosos de Anna.

Cuanto más se acercaban más se podía sentir la energía y la calidez del evento. Las voces y risas mezcladas con el ambiente formaron en los labios de Elsa una sonrisa, gesto que Anna vio.

—Ah, pero no querías venir—le dijo burlonamente.

—Ya que me arrastraste aquí al menos voy a tener que buscar como divertirme—contestó y su hermana rodó los ojos divertida.

—Entonces, ¡vamos!—Anna tomó la mano de Elsa y cerró la puerta tras ella, luego buscó la de Jackson y se dirigió a un local de cervezas—. Tres claras—indicó.

El sonriente señor canoso asintió y se dirigió a servirlas, cuando Anna sintió que le cubrían los ojos por detrás.

—¿Quién soy?

—¿Barack Obama?

—Payasa—respondió soltándola y dándole un golpe en el hombro, Anna rió.

—Hola, Rapunzel—saludó Jack y todos lo siguieron. Ellos habían salido un tiempo, sin embargo no habían funcionado y, para sorpresa de todos, se convirtieron en muy buenos amigos—. ¿Quién es él?—preguntó refiriéndose al castaño de ojos bonitos que venía con ella.

—Jack, Anna, Elsa, él es mi novio Eugene—contestó con una sonrisa—. Estaba muy emocionada por que lo conocieran.

El castaño comenzó a saludar a todos con un apretón de manos y a Elsa le costó un poco salir de su sorpresa, ya que él era mucho mayor que ellos. Sin embargo descubrió que era muy agradable.

—Sus cervezas. —Escucharon que Oaken, el dueño del local, les hablaba y los tres se giraron a tomarlas.

—Para ellos dos oscuras—indicó Anna y Rapunzel y Eugene asintieron.

—Gracias, Anna—respondió este último.

Después de pagar, los cinco se dirigieron a una de las mesas más cercanas y se empeñaron en conocer más a Eugene y que él también los conociera y finalmente brindaron todos mirándose a los ojos y gritando <<prost!>> o les caería la maldición de los siete años.

No tardó mucho el cielo en cambiar de color a ese violeta con pinceladas anaranjadas que a Elsa tanto le gustaba y en empezar la música favorita de todos. Rapunzel azotó las manos en la mesa y miró a Jack antes de subirse a bailar en esta, él rápidamente tomó su mano y cedió al tirón que ella dió y Anna se animó a subir a bailar con ellos también. Eugene y Elsa intercambiaron una mirada.

—Iré a ver que me como—bromeó Elsa—. ¿Gusta venir?

Eugene subió momentáneamente la mirada a su rubia que giraba sus trenzas amarillas adornadas con una corona de flores y su dirndl magenta antes de tomarle la palabra a Elsa.

—Puedes tutearme, Elsa—bromeó Eugene en respuesta—. Y me encantaría acompañarte. —La rubia rió.

Ambos entonces se levantaron y comenzaron a recorrer los locales de alrededor deleitando sus sentidos con toda la fiesta que la colisión de aromas  provenientes de los diferentes resultados de la creatividad y el talento alemán creaban en el ambiente.

Eugene formó una especial sonrisa cuando pasaron junto al shweinshaxe y, al notar la mirada de Elsa, rió.

—Soy fanático del jamón—se encogió de hombros.

—Supongo que también adoras las weisswurst—comentó Elsa.

¡No tengo idea de cómo le hacen para hacer que una salchicha sepa deliciosa con mostaza dulce!

—No me preguntes a mi—respondió Elsa encogiéndose de hombros.

—Voy a ir por un poco, ¿gustas?—preguntó señalando el local a su izquierda.

—No, gracias—respondió Elsa—, creo que prefiero un poco de steckerlfisch.

Anda. Disfruta tu pescado asesinado brutalmente con un palo atravesado. —Elsa rió ante el comentario y rodó los ojos.

—Si lo piensas así, se ven muy grotescas las filas de käsespätzle girando en las brazas.

Ya no podrás ver el pollo rostizado de la misma manera.

Elsa se acercó al local a su derecha viendo las filas de pescados atravesados brutalmente con un palo de madera o, más corto, steckerlfisch y señaló uno. Cuando estaba por pagarlo pudo ver de reojo una chica con una llamativa melena rojiza recargada en su mano; probablemente aburrida. Elsa sintió pena por ella y ladeó un segundo la cabeza antes de alzar la mirada hacia el puesto de las salchichas y ver al castaño cruzado de brazos formado en una fila. No pudo evitar una sola risa burlona; ese puesto siempre tenía cola.

Decidió que mientras Eugene terminaba de comprar su comida podría hacerle un poco de compañía a la chica y fue a sentarse frente a ella. Merida alzó la mirada, asustada y confundida, al notarla.

—Hola—saludó tímidamente Elsa, no era muy hábil en el arte de socializar y tampoco muy parlanchina, pero haría el esfuerzo—. Veo que no te la estás pasando muy bien. —la pelirroja suspiró.

—Está celebración se mira hermosa y llena de alegría—dijo mirando a su alrededor—, pero no sé cómo disfrutarla.

—Alto.—Elsa agitó la cabeza y estiró los dedos—. ¿Jamás habías estado en un oktoberfest?

—No soy de aquí—respondió tímidamente. Elsa no tardó en darle la razón, ese cabello pelirrojo y cuerpo voluminoso parecían más una belleza exótica. —Soy Escocesa, pero vine a Alemania a estudiar la universidad con mis primos los Haddock y fueron ellos mismos los que me trajeron aquí—explicó—. Dijeron que sería divertido.

—¿Los Haddock?—preguntó Elsa, tratando de recordar donde había escuchando ese apellido antes—. ¿Hiccup y Andrew Haddock?

—El nerd y el idiota—respondió Merida y ambas soltaron una carcajada.

—Recuerdo a Hiccup ganar un premio en la universidad por diseñar un prototipo con forma de dragón—comentó Elsa y Merida rodó los ojos.

—¡Alardeó de eso por meses!—gritó Merida estirando los brazos—. No sabes las ganas que tuve de deshacerme del maldito chimuelo.

—A propósito, ¿por qué dices que Andrew es un idiota?—inquirió Elsa dándole un sorbo a su tarro. No le fue muy difícil saber cual era el nerd.

—Por que lo es; fue él el que rompió al robot. —Elsa expandió los ojos y casi se atraganta con su cerveza.

—¿¡En serio!?—inquirió y Merida asintió. Elsa no cabía en su impresión.

—Verás—comenzó a relatar asomando una sonrisa al tratar de reprimir la risa; a la rubia le pareció la sonrisa más bonita que hubiera visto jamás—, Andrew había llegado de comprar un escritorio para mi y se disponía a llevar las cajas con las partes al estudio para armarlo allá. En el estudio también estaba el robot.

Elsa asintió, recordando cuando su padre instaló el suyo y el de su hermana.

—Pero el señor desorden no contaba con que había dejado en medio de la habitación su balón de americano autografiado. Imaginarás que pasó después.

—Se resbaló. —Merida asintió reprimiendo su risa.

—¡Imaginate!—exclamó—. Escuchamos un golpe seco viniendo de la parte de abajo de la casa y cuando corrimos vimos a Andy sentado en el piso con el balón junto a su pie y la caja encima de lo que en su momento fue un robot. Secretamente se lo agradecí.

Elsa se llevó las manos a la cara de la impresión.

—Supongo que se pelearon.

—Supones bien; Hiccup enfureció y obviamente lo primero que hizo fue arremeter contra Andy. Costó mucho trabajo hacer que asimilara que había sido un accidente.

—Justo—comentó la alemana—, ¿a qué viene el apodo de idiota entonces?

—¿A quién se le ocurre dejar su balón autografiado en medio de una habitación a la que entras y sales muchas veces; algunas con cosas en las manos?—Ella alzó las cejas dándole la razón—. Exactamente; solo al baboso de mi primo.

—¿Le pasó algo?

—¿A Andy? No—respondió restándole importancia—. No fue como que el golpe pudiera haberlo dejado más baboso, eso es imposible.

—No, al escritorio.

—Ah, no, tampoco. —Rió y fue como una sinfonía para los oídos de Elsa.

—Por cierto—indagó mirando a ambos lados—, ¿dónde están?, ¿por qué te dejaron aquí?

—Fueron a comprar salchichas con mostaza.

—Oh, weisswurst—respondió Elsa por inercia y Merida trató de repetirlo, fallando rotundamente. Elsa encontró divertida la acción—. ¿No te gustan?—inquirió al darse cuenta de que ella había decidido no acompañarlos. Merida negó con la cabeza.

—No como carne.

—Oh—Elsa miró su pescado y con un dedo lo empujó a un lado—, no te preocupes, probablemente te gusten los reiberdatschi.

—¿Los qué?—preguntó divertida ladeando la cabeza, Elsa sonrió, apenada.

—Panqués de papa dulces y salados.

—Suena delicioso.

—Ven conmigo—Elsa se levantó de un brinco de la banca de madera y le extendió su mano a la chica—, mi hermana sabe dónde venden los mejores; son su fascinación.

Merida vaciló y se apartó un poco de ella, Elsa sintió un apretón en el estómago cuando lo notó, ¿le habría incomodado?

—Cierto, vienes con tus primos. —Retrajo su mano y se la llevó al pecho.

—¡No!—exclamó Merida—, no es eso, ellos no importan; de todas maneras vienen sus amigos y me excluyen un poco. Es que... —vaciló—, no conozco ni tu nombre.

—Elsa Arendelle—respondió mientras sentía la vergüenza apoderarse de si, ¿qué estaba pasándole?, ¿por qué estaba tan distraída de repente?—. ¿Y el tuyo?

—Merida Dumbroch. —Estrechó la mano de la platinada—. Un placer, Elsa.

—De todas maneras no sería mala idea...—la tomó de la mano sintiendo su tersa piel resbalarse en la suya—, comentarles.

Elsa entonces tomó su tarro vacío con su mano libre y corrió al puesto de las weisswurst, donde se encontró también la mirada confundida de Eugene.

—¡Hiccup!—gritó y el castaño volteó—. ¿Me la prestas?—dijo simpática refiriéndose a la de rizos.

—Merida no es un juguete—espetó Andrew con molestia.

—¡Ay, Andy! No seas amargado—se quejó su hermano.

— Tiene razón—intervino Elsa y Hiccup parpadeó—, el error fue mío.

—Me agradas, Elsa—replicó entonces el castaño—. A lo poco que te conozco. Y me alegra que Meri esté haciendo amigas.

—Si desapareces a este monstruo, aunque sea por una tarde, me tendrás a tus pies toda la vida—remató el otro castaño.

—Púdrete, Andrew—contestó Merida.

—Adiós Meri, no me extrañes mucho.

Elsa entonces se apresuró a avisarle a Eugene que buscaría a Anna con el fin de encontrar los mejores panqués para Merida.

Anna rápidamente bajó de la mesa al ver a ambas chicas acercarse tomadas de la mano y aunque Merida se sentía un poco recelosa ante la energía de Anna y Rapunzel no tardó en aclimatarse al ambiente caótico que creaban esas dos junto con Frost.

—¿Te gustaron?

—¡Me encantan!—respondió Merida a cómo pudo debido a la emoción—. ¡Son deliciosos! ¿¡Cómo es que no los había probado antes!?

—Los Haddock no tienen idea de cómo tratar a los turistas—comentó Jack y Rapunzel asintió.

Merida sonreía cada vez más, todos se estaban encargando de hacerla sentir cómoda y parte del círculo y cuando sentía que la abrumaba toda la energía inconscientemente buscaba la mano de Elsa, que siempre estaba ahí.

—Anna, ya bájale con la cerveza—advirtió Elsa cuando Anna fue a rellenar su tarro con Oaken por octava vez.

—Es oktoberfest, ¿recuerdas?—dijo cuando Oaken estaba rellenando su tarro, cuando se lo entregó le dio un sorbo y continuó—. Toda la cerveza que puedas.

—Toda la razón, zanahorias—dijo Jack divertido y Elsa lo miró mal.

—¿Por qué no nos subimos a la rueda de la fortuna?—soltó Elsa con motivo de distraerlos y por las expresiones de Anna supo que había dado en el clavo.

—¡Es una excelente idea!—exclamó Anna tomando enérgicamente la mano de Jack—. Vente Jack, vamos a subirnos.

A Elsa le causó diversión la acción; su hermana estaba tan borracha que olvidó que los emparejaba, sobria los habría obligado a subirse juntos.

—Yo mejor voy a comer jamón con Eugene, sirve que les cuidamos los tarros—dijo nerviosa apuntando hacia el puesto con ambos índices. Elsa sabía perfectamente que a Rapunzel le avergonzaba admitir su miedo a las alturas—. A Eugene le marea mucho ese juego. Los alcanzamos luego.

—Esta bien—contestó Merida risueña y la rubia le devolvió la sonrisa antes de tomar los envases y correr a la mesa más cercana y tomar asiento junto a su castaño. Merida entonces miró hacia donde estaba Anna aferrada al brazo de Jack haciéndoles señas de que se apuraran. Fue su turno de tomar la mano de Elsa y correr hacia la pelirroja sintiendo un cosquilleo leve en el estómago.

—Han pasado ochenta y cuatro años. —Bufó Anna y Jack rió nervioso—. Ya nos hicimos viejos aquí, hasta le salieron canas a este—remató señalando el cabello blanco de Jack y arrebatándoles a todos una carcajada sonora.

Anna entonces se giró cuando le fue informado que ya estaba abierta la puerta de su canasta y arrastró a Jack con ella, se aferró fuertemente del tubo de seguridad y repiqueteó los pies con ansias. Elsa se giró a Merida y tomó su mano.

—No le temes a las alturas, ¿cierto?—Enarcó una ceja.

—No—rio la pelirroja—. Me encantan; es increíble la sensación de que el mundo es tuyo. Pero gracias por preocuparte, Elsa.

Le dirigió una sonrisa sincera y a Elsa se le revolvió el estómago. Iba a replicar cuando sintió el tirón de Merida dirigirla a la canasta.

Sus pues comenzaron a despegarse más del suelo y Elsa quiso pensar que el tirón que su estómago sintió fue por el movimiento o por la altura pero no pudo evitar sonreír sintiendo un camino de hormigas en las mejillas al palpar en el ambiente la emoción de la escocesa.

—¿¡Cómo está el clima allá abajo!?—se asomó Anna y después Jack lo hizo también solo para darse cuenta de lo brillo especial en los ojos de la platinada y las cinceladas carmín que sus mejillas tenían, se sintió un poco triste, pero entendió que así debía de ser.

—¡Excelente!—respondió Merida—. ¿¡Y allá arriba!?

Anna resintió el movimiento del juego mecánico y parpadeó antes de regresarle la mirada a Mérida.

—¿Por qué no lo compruebas por ti misma?—Mérida regresó la vista al renta y Jack tiró del abrigo de Anna para regresarla a su posición inicial.

La rueda de la fortuna comenzó a moverse de nuevo al ser el turno de la siguiente canasta de estar en la cima y mientras esta subía las anaranjadas construcciones de Múnich parecían bajar develando un impresionante mural de enormes montañas cubiertas de blanco adornadas por un cielo de estrellas plata y una luna imponente que le robó el aliento a la pelirroja.

—Elsa...—dijo presa del asombro—. ¡Múnich es hermoso!

La platino sonrió y asintió antes de pasear su vista en aquel impresionante paisaje que, aunque le fuera tan habitual, no dejaba de parecerle maravilloso.

—Lo es...

~•~

Cuando bajaron del juego Elsa pudo divisar a ambos Haddock esperando a la pelirroja y sus ánimos se vinieron abajo.

—Meri—comenzó a decir Hiccup—, ya nos vamos, roja. Ya me llamó tu tía.

Al escucharlo, los ánimos de Mérida decayeron e hizo un mohín de tristeza.

—Lo siento, prima—intervino Andrew y subió la mirada a la rubia—. Se miraba que te estabas divirtiendo.

—¡Nosotros podemos llevarla!—sugirió Jack antes de mirar a Elsa y Anna dió un par de saltitos pegando sus brazos al pecho—. Déjenla estar un rato más.

—Lo siento—se disculpó Hiccup—, pero mi madre nos matará si llegamos sin ella, no importando la explicación que le demos.

—Por nosotros que mejor—bromeó Andy y esta vez Merida no lo miró mal.

—Lo siento mucho, Meri—masculló Anna sobándole el brazo—. Nos divertimos mucho contigo.

—También me divertí—puso su mano sobre la de la alemana y sonrió. Luego se volvió a Elsa. —Gracias, Elsa. Por todo.

—¿Nos volveremos a ver?—preguntó la rubia y Merida entonces sacó del bolsillo de su mandil la envoltura de su panqué y un bolígrafo que le había tomado prestado un día a Hiccup y anotó su número en él, Elsa lo tomó y sonrió. Hiccup hizo una mueca de desagrado al ver el atroz crimen del robo de su pluma.

—Creo que eso depende de ti—sonrió antes de correr a abrazar a Andy y sentir su brazo rodeandole el cuello y despedirse de sus nuevos amigos con la mano.

Elsa se pegó el papel al pecho mientras los veía alejarse y escuchaba como Merida le contaba con emoción a Andrew todo lo que había pasado entre frases como <<¿¡Por qué nunca me habías dado a probar los panqués!? ¡Son deliciosos!>> o <<¡Ver las montañas desde la cima de esa rueda de la fortuna es otra experiencia!>> incluso <<¡Jack casi vomita de tanto dar vueltas con Rapunzel!>>. Y suspiró.

~•~

—¡Elsa!—gritó Anna desde el otro lado de la puerta de su habitación—. ¿Cuándo planeabas decirme sobre esto?

Elsa frunció el ceño y se levantó de su cama para ir a abrirle a Anna y ver, con una expresión horrorizada, que cargaba un enorme adorno de rosas rojas.

—¿¡De dónde sacaste eso!?—Inquieta la empujó hacia adentro y cerró la puerta tras ella.

—No sé que te divierte tanto de hacer preguntas tan estúpidas—manifestó Anna—. ¡Te lo dejaron en la puerta de entrada!—exclamó—, ¿o de dónde querías que lo sacara? ¿De la basura?

Elsa rodó los ojos.

—Desde que te juntas con Elena eres insufrible—sentenció. —Además, seguramente seguramente es de alguna vecina y el cartero se confundió de domicilio—. Metió los labios y Anna enarcó una ceja antes de meter su mano entre las flores y sacarla sosteniendo una pequeña tarjeta entre su indice y su medio.

—Querida Elsa—leyó—. ¿Cómo estás, mi niña? Espero te gusten estas rosas rojas que te mandé; Hiccup dice que es lo que se hace aquí en Alemania cuando estas enamorado de alguien y me pareció un gesto bello. No dejo de soñar con esa fría noche de octubre en la que nos conocimos; las montañas se miraban impresionantes cubiertas de ese blanco que me recuerda tanto a tu cabello. ¿Recuerdas que te dije que las alturas me hacían sentir como la dueña del mundo? Así era, hasta que estuve en esa rueda de la fortuna contigo y me di cuenta de que, aunque fuera la dueña del mundo, no estaría completo si no lo reinaras conmigo.

>> Con cariño, Merida.

Elsa palideció al escuchar la firma de la nota y rápidamente le arrebató la tarjeta a su hermana.

—Diremos que es de Jackson. —Elsa corrió a buscar un plumón permanente y un poco de corrector a su escritorio y rápidamente comenzó a tachar la firma—. Solo tengo que lograr que la letra se parezca.

—Uy si—. Alzó las cejas Anna aún sentada en la cama mientras veía el tornado de ansiedad que era su hermana—. Se ve muy creíble.

—¡Maldición!—Se detuvo Elsa mirando, con atención esta vez, la tarjeta—. La escribió a computadora.

—¿Por que no la reescribes en la tuya con la firma de Jackson y quemas esta?

—Buena idea. —Elsa entonces se apresuró a llegar a su silla y encender su laptop.

—¿¡Qué!? ¡No!—Anna la miró con desagrado antes de dejar a un lado el ramo de rosas y caminar hasta su hermana. Tomó el respaldo de la silla y se asomó por sobre el hombro de Elsa solo para darse cuenta de que realmente lo estaba haciendo. Frunció el ceño antes de girar la silla de Elsa para encararla—. Hermana, ¿desde cuando sabes que te gustan las mujeres?

Elsa suspiró pesadamente y tomó entre sus manos la notita.

—¿Cómo lo notaste?

—¿¡Qué cómo lo noté!?—respondió exaltada Anna—. ¡Elsa, se te mira en los ojos!

—Ni siquiera puedo recordar desde cuando me di cuenta de que me gustaban las niñas—suspiró, en respuesta a la pregunta inicial—. Desde el jardín de niños, supongo. 

--Es qué...—exhaló—. Tus ojos brillan cada que estás cerca de Merida, sonríes más y cuando estamos riéndonos todos juntos tu mirada siempre busca la suya. —Bajó la mirada y musitó—. Todo lo que hace Jack contigo.

La mayor de las Arendelle entonces sintió su corazón dolerle y sus lágrimas brotar. Anna entonces relajó su gesto y envolvió a su hermana en un cálido abrazo para ayudarla a desahogarse.

—Estoy cansada de todo esto—musitó Elsa—, y no sé que hacer. —Hipó—. Estoy cansada de ocultar estos sentimientos y me siento muy culpable de hacerle esto a Jackson, él es una gran persona y no merece que pretenda que siento algo por él solamente para que nadie sepa que es en realidad de Mérida de quien estoy enamorada.

Anna cuidadosamente pasó su pulgar por debajo de los ojos de  Elsa con el fin de limpiar un poco sus lágrimas.

—Tranquila, hermana—dijo suavemente—. Tienes todo mi apoyo.

Elsa sonrió y envolvió fuertemente con los brazos a su hermana mientras sentía que ella le acariciaba suavemente los cabellos.

—Y ahora, dime—pidió con una sonrisa—. ¿Desde cuando salen tú y Mérida?

Elsa rio y se limpió las pocas lágrimas que le quedaban.

—Desde hace algunos meses—comenzó a explicar—. Ella me dio su número el día que nos conocimos en el oktoberfest y poco tiempo después me animé a llamarla. Comenzamos a salir a parte del grupo de amigos y ahí me di cuenta de que me gustaba todo de ella, desde su acento y su mala pronunciación de nuestro idioma, hasta su energía y su manera de ver el mundo; como algo que espera ser conquistado. Merida es un huracán, uno bonito, lista para recorrer el mundo y comérselo entero.

Anna sonrió, conmovida por las palabras de su hermana.

—Todo suena maravilloso, Elsa. Pero imagino que no es oficial—comentó apretando los labios. La rubia negó con la cabeza.

—No podemos hacerlo oficial.—Anna entornó los ojos; sabía a que era a lo que se refería, sin embargo decidió dejarla continuar—. Tú sabes como ve la sociedad a los que son diferentes, pero, sobre todo..—suspiró—, temo la reacción de nuestros padres.

—Entonces, ¿nadie sabe?

—Solamente tú, Andy y Hiccup. 

—Pues es hora de que eso cambie—dijo Anna con una decisión que le erizó la piel a la rubia—. Nadie tiene que esconder sus sentimientos así; todos tenemos derecho a amar y ser libres.

—Lo sé, pero...

—¡Pero nada!—vociferó Anna, con cólera—. ¡Todos tenemos derecho a vivir nuestra vida de la manera que nos sintamos cómodos siempre y cuando no afectemos a los demás! ¡Y nadie tiene derecho a juzgar!

Anna jadeó un par de veces sintiendo la adrenalina correr por sus venas y el corazón palpitándole con la fuerza de miles de caballos corriendo juntos a la vez y respiró para tranquilizarse. Luego se giró y tomó entre sus manos las mejillas de su hermana.

—El amor es hermoso, hermana—dijo, conectando sus miradas y transmitiéndole un poco de su energía a su hermana. Realmente quería ayudarla a salir de esa situación—. No es justo que tengas que esconderlo.

—Gracias, Anna— respondió Elsa—. Por todo tu apoyo.

—Oh, no has visto nada—afirmó enarcando una ceja y asomando una sonrisa ladeada. A Elsa se le revolvió el estomago solamente de escucharla; generalmente nada bueno salía de ahí.

—Anna...

—Ya vuelvo. —La pelirroja corrió hacia la puerta y se colgó levemente de esta solo para desaparecer, Elsa se incorporó agarrando en el movimiento los brazos de su silla y se quedó inmovil por un momento; tratando de adivinar que tramaba su hermana y finalmente desertando y corriendo hasta la puerta. Al hacerlo sintió que el corazón le daba un vuelco y comenzó a sudar frío.

—Elsa—dijo su madre—, Anna dice que tienes algo que decirnos.

—La opinión de los demás no debe de importar—comentó la menor de las Arendelle—. Pero los que te queremos siempre vamos a buscar tu felicidad.

—Tienes razón, hija—afirmó ahora su padre—, pero no entiendo ahora que tiene que ver.

—Es que Elsa tiene algo que decirles.

La platinada sintió que el corazón se le detenía momentáneamente y que se le reactivaba al sentir un balde de agua fría recorriendo cada centímetro de su piel, comenzó a lagrimear de los nervios y su madre rápidamente corrió a abrazarla.

—Cariño, ¿qué sucede?—dijo al tomar asiento en la cama y apartarle el cabello de las manos. Elsa se sintió de nuevo como una chiquilla; protegida del mundo entre el calor de los brazos de mamá. —¿Qué te aflige?

—Yo...—comenzó a explicar—, tengo que decirles algo.

—Adelante, nena. Te escuchamos. —Agnarr tomó asiento a los pies de su cama.

—Es que no sé cómo van a reaccionar.

Agnarr e Iduna intercambiaron una mirada momentánea y Anna corrió a subirse por el otro lado de la cama y alcanzar la mano de Elsa, la platino la miró entregándole confianza y Elsa asintió y suspiró.

—Mamá, papá—comenzó—, esto que voy a decirles es algo muy importante para mi y espero que ustedes lo entiendan.

Los señores Arendelle asintieron, dándole pauta a Elsa para continuar y Elsa suspiró armándose de valor. Anna cruzó los dedos en la espalda porque pensó que quizás, queriendo ayudar a su hermana, iba a lastimarla y era lo que menos quería.

—Y es que a mi, a diferencia de Anna, no me gustan los niños...—jugueteó un poco con sus dedos antes de continuar—, sino las niñas.

Ambos se quedaron sin aliento por un par de segundos; procesando la información que acababan de recibir y en ese par de segundos Anna sintió que su corazón se detenía. Finalmente Idina sonrió y quitó un par de cabellos de la cara de su hija.

—¡Ay, mi amor! ¡Eso es maravilloso!

Elsa sonrió, sintiendo que se quitaba un peso de encima y sintió sus lágrimas brotar de nuevo, esta vez de alegría.

—Tienes un corazón enorme, Elsa—afirmó su padre—. A quien decida él amar será la mejor de todas las decisiones. Siempre y cuando haya espacio suficiente para nosotros. —Agnar entonces se estiró para alcanzar a Anna y apegarla a él.

Elsa no cabía en su emoción y comenzó a llorar de felicidad mientras abrazaba a su familia sintiendo en el ambiente todo su cariño. Todo fue perfecto, hasta el imperfecto golpeteo de las gotas que se quebraban en el pavimento y el ritmo desigual del titilar de las estrellas. Elsa Arendelle era feliz ahora; era libre.

✧ Glosario ✧

Traté de que todo se entendiera con los mismos diálogos; pero si no aquí hay un glosario. (Igual hay una opción de búsqueda; solo seleccionas la palabra y te va a salir buscar)

✧ 01 || Weisswurst: Salchichas con mostaza.

✧ 02 || Reiberdatschi: Panqués de papa dulces y salados.

✧ 03 || Shweinshaxe: Es jamón.

✧ 04 || Steckerlfisch: Pescado atravesado brutalmente con un palo de madera.

✧ 08 || käsespätzle: Pollo rostizado.

09 || Dirndl: Vestido tradicional Alemán femenino que consta de un vestido hasta las rodillas, una blusa blanca de mangas cortas debajo de este y un mandil.

10 || Lederhosen: Traje tradicional Alemán masculino que consta de una camisa de manga corta con una pieza que es como un short con tirantes (perdón, no recuerdo el nombre JAJAJ), calcetas como de secundaria y un sombrero bonis.

✧ 11|| Prost!: Es una expresión que los alemanes usan cuando brindan.

✧ Acerca de Múnich ✧
(Y Alemania en general)

✧ 01 || En Alemania se acostumbra saludar estrechando las manos.

✧ 02 || Las rosas rojas son un símbolo de romanticismo.

✧ 03 || Cuando los alemanes brindan tomando cerveza deben de mirarse a los ojos y chocar todos los vasos sin excepción. Si esto no sucede se toma como grosería, además de que la persona estará condenada a siete años de mal sexo.

✧ 04 || Los alemanes son extremadamente puntuales.

✧ 05 || Es muy importante saber utilizar el "tú" y el "usted" correctamente; a los adultos y autoridades se les debe hablar de "usted" y a los jóvenes, niños y personas con quienes ya tienes algún tipo de relación confianza se les habla de "tú". Es curioso porque algunos adultos se ofenden si les hablas de usted (han de sentirse viejos, yo que sé); como turista es muy fácil salir del apuro solamente culpando a la mala pronunciación del idioma.

✧ 06 || Los alemanes acostumbran quitarse los zapatos antes de entrar a sus casas y andar en calcetines o zapatos de casa.

Por supuesto, la lista es vasta. Solo menciono los datos que fueron usados en la realización de la historia.

✧ Acerca de la historia ✧

✧ 01 || No sé si lo había dicho o solo lo pensé, pero se me hacía bien difícil ver a Elsa como lesbiana.

En fin, la hipotenusa.

✧ 02 || Esta es la primera vez que escribo una historia homosexual, espero no haberlo hecho tan mal y realmente quería que fuera de alguna manera especial.

✧ 03 || "Help me out" (que se traduce como "ayúdame") ha sido más bien interpretada como el proceso de superación de una ruptura, pero me dio más vibra a interpretarla de esta manera. Ya que la persona dice que está harta de la situación en la que está y que necesita ayuda para salir de ella; como alguien que está cansado de pretender algo que no es o no siente y otra que se propone ayudarla. Por eso que el romanticismo quede en segundo plano.

✧ 04 ||Originalmente había escrito otra historia mucho más corta que esta pero nunca terminó de gustar completamente así que lo reescribí todo y salió esta madresota de cinco mil palabras.

Dedicado a _LeslieLee_ y BellaCastle17

Como ya dije, quería que la primera vez que escribiera algo no heterosexual fuera memorable y que mejor que con el poderosisimo merelsa. ¡Sorpresa! Espero que te haya gustado.

Y ¡Feliz cumpelaños, Sis! Mi mejor amiga y yo tenemos la costumbre de desvelarnos esperando que de la media noche para ser la primera en felicitar a la otra y por eso que lo publique ahorita. (Sé que no es media noche, pero tuve que corregirle muchas cosas necesarias todavía).

Te mando un beso y espero que esta primera escala haya sido disfrutable.

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