Mesa para dos
Narra Gabriel
Después de meses de espera por fin doy el primer paso. Aunque debo admitir que Plagg es un estorbo y dudo que me deje avanzar fácilmente ahora que tienen una relación. Bueno es lo de menos. Una mujer jamás se resiste a un hombre como yo. Experto y maduro.
Mañana será un día perfecto.
¥¥¥
Narra autora
La noche transcurria mientras el cielo estrellado era reemplazado por los primeros rayos de luz matutinos. Los parisinos se quitaban las cobijas y salían de sus camas para iniciar con su labor rutinario; ya sea ir a la escuela, trabajar o tener un desayuno. Por el último motivo, era que nuestros protagonistas se habían levantado con poco entusiasmo por no poder seguir durmiendo.
La azabache, no estaba muy segura sobre el desayuno con Gabriel, hasta el punto en querer cancelarle. Pero por otra parte, algo en su interior le insistía que tenía que ir.
Mientras que el Agreste, estaba motivado para reencontrarse con la ojiazul y así llevar acabo sus planes.
Se ducharon y se vistieron. Marinette portaba un vestido rosa pegado a su cuerpo, haciendo que las curbas de sus caderas fueran notorias; tacones negros y un bolso negro.
Gabriel vestía un traje negro que hacia resaltar su belleza.
Se dirigieron al lugar acordado, y fué pura casualidad el que ambos llagaran al mismo tiempo.
—Señorita Dupain—dijo de forma seductora el diseñador.
—
Buenos días señor Agreste—saludó cortes la azabache.
—Por favor llámame Gabriel—pidió el rubio.
Narra Marinette
—Me sentiría más cómoda llamándole por su apellido—.
Desde que llegó ha estado coqueteandome y eso no me gusta. Pero sinceramente no puedo negar que es un hombre bien parecido con facciones elegantes, que lo hacen ver aún más hermoso. <<¿Pero que estoy diciendo?. Él quiere esto. Quiere hacerte caer en su juego>> me dije a mis misma.
—¿Qué le parece si vamos adentro?—dije señalando la entrada del lujoso hotel.
—Como ordene—hizo una reverencia y me ofreció su brazo para entrelazarlo con él mío. Para no ser grosera le seguí el juego.
Subimos al restaurante, e inmediatamente identifiqué la voz de una chica dando ordenes a los empleados. Una chica que me hizo sufrir y que me dejó sin nada.
En cuanto nos vio, se dirigió a nosotros.
—Buenos días Marinette—saludó para después besarme una mejilla—. Señor Agreste—hizo un ademán con la cabeza y le tendió su mano para estrecharla, lo cual fue correspondido—. ¿Cómo están?—pregunto sonriendo. En definitiva Chloe había cambiado mucho, jamás había preguntado por el estado de una persona.
—Excelente—contesto el hombre a ni lado.
—Estoy bien gracias—dije sonriendo.
—Les daré la mejor mesa, acompañenme—nos dio la espalda y empezó a caminar, nosotros le seguimos.
Caminamos entre el todo el restaurante, hasta que llegamos a una terraza donde se tenía una vista maravillosa de la hermosa París.
Cuando me di la vuelta para agradecerle a Chloe, ésta ya no estaba.
—Tenía cosas que hacer—me informó Gabriel. Yo no conteste.
Pronto llegaron los meseros, y mi acompañante y yo, pasamos a tomar nuestros asientos en una mesa para dos.
Hicimos nuestras órdenes y al terminar nos dejaron solos.
—La vista es hermosa desde aquí— comentó Gabriel mirándome.
—¿Por qué me mira?—el rubio tuvo un notorio sonrojo.
—Cambiemos de tema—dijo nervioso desviando la mirada, y sin contestar mi pregunta.
<<¿El famoso diseñador Gabriel Agreste intimidado?>>, fue lo que pense.
Narra Gabriel
Al mencionar lo hermosa que se veía París desde la terraza, no pude evitar mirar a Marinette y sonrojarme ante sus palabras.
—¿Cuál es el motivo del desayuno?—preguntó seria mirandome fijamente. Esta mujer en definitiva no era debil y tampoco se dejaba intimidar. Tenía que mover bien mis cartas.
—Su éxito señorita Dupain—dije sonriendo y fingiendo alegría. Ella solo movió la cabeza.
No tardaron en llegar los meseros con nuestra orden, los cuales al dejar el banquete se fueron inmediatamente.
—Y dígame, ¿qué tal su relación con Plagg?—pregunté interesado antes de meter un pedazo de comida a mi boca.
—¿De eso quería hablar?—preguntó dejando de comer.
—No. Sólo para hacer plática—dije tratando de parecer inocente.
Me miró por un rato antes de responder.
—Todo va muy bien—dijo con felicidad—. Aunque... Adrien aún sigue ocupando mi mente y corazón—dijo melancólica. Se empezaron a cristalizar sus ojos y no tardo mucho en empezarle a brotar pequeñas lágrimas, que se deslizaban por su nivea cara. Verla en ese estado y recordar ese día, también me lleno de tristeza y frustración, pero me límite a demostrarlo. Debía parecer un hombre duro y serio, que solo se "ablandaba" en algunas ocasiones.
—Yo también lo extraño—hize una pausa, por que sentía que no tardaría en empezar a hablar con un hilo de voz—. Era mi hijo, yo crié y lo convertí en una persona a seguir. Era todo lo que me quedaba después de la muerte de mi querida esposa. Todo lo que hacía los hacía por él. Para que viviera en buenas condiciones y jamás sufriera. Él siempre lo tomó como si estuviera preso, pero era por su bienestar—terminé de hablar reflexionando todas las desgracias a lo largo de mi vida.
¥¥¥
Después de esos momentos melancólicos y llenos de tristeza, nos dispusimos a ir a dar una vuelta al parqué. Al parecer Marinette me convenció para subirnos los animos.
Mientras caminábamos vi a un vendedor de algodones de azúcar, el cual también fue notado por la ojiazul. Y no tardo en insistirme para ir a comprar uno; al final sedi. Ella compró uno color azul, y yo uno amarillo.
—Me arrepentí de averte hecho caso—dije mirando el dulce con asco.
—No seas aguafiestas y come—dijo de forma divertida mientras tomaba un trozo de algodón.
De momentos la azabache se me hacía muy adorable. Pero si seguía teniendo ese tipo de pensamientos hacía ella, nada bueno podía pasar.
"¡It's ladybug!, jumping about..."
Empezó a sonar el teléfono de Marientte, lo que interrumpió mis pensamientos.
—¡Hola amor!—saludó a la persona que le había llamado.
—Estoy con el señor Agreste, ¿recuerdas?—se metió un trozo de algodón azulado a la boca.
—Voy enseguida, que Tikki preparé todo—dijo apurada.
Cortó la llamada y me miro seria.
—Me tengo que ir. Lo siento. Nos vemos—sin dejarme decir una palabra, se fue a paso apresurado.
Note que aún traía el dulce, así que decidí tirarlo. Pero al ir buscando un contenedor de basura, sentí unas ganas tremendas de probar un poco.
Indeciso, tome un pedazo y lo introduje en mi boca. Símplemente era una de las cosas más deliciosas que había provado en mi vida.
Por alguna extraña razón, el sabor del dulce me hizo recordar a Marinette. ¿Serán sus ojos? ¿Sus labios carnosos y rosados? ¿Su aroma a vainilla? ¿Su estético cuerpo? ¿Su belleza interior tanto exterior?. Todas estas preguntas pasaban por mi cabeza para encontrar el origen del por que a cada rato me acordaba de ella.
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