Te entiendo

Alrededor de la madrugada ambos se despertaron. Pasaron algunos minutos mirándose y acariciándose la cara del otro, y después se levantaron. El sol aún no brillaba tanto, pero Benvolio tenía que volver a su hogar. Ambos se vistieron y Benvolio salió por la ventana, sin antes darle un beso de despedida a su amor verdadero. Mercucio se alejó de la ventana y se acostó en su cama sin parar de pensar en la hermosa noche que tuvieron. No era capaz de volver a quedarse dormido así que espero hasta que pudo escuchar a los primeros sirvientes despertar y preparar la comida. Se levantó y bajó a desayunar. Al terminar dio una vuelta por el palacio y cuando pasó delante de la sala del trono se quedó pensando: ¿de verdad deseaba sentarse allí? ¿Arriesgaría sus sentimientos solo por gobernar? Necesitaba reflexionar sobre ello. Así que salió del castillo. Empezó a caminar sin rumbo sin darse cuenta de que su propio corazón le estaba guiando hacia la casa de su amor. La casa de los Montegues era grande, azul oscuro y muchas banderas de la insignia familiar. Tocó la puerta y le abrió un sirviente:-Buenos días, señor. ¿En qué le puedo ayudar? 

-Soy Mercucio, amigo de Benvolio y Romeo Montegue. 

 -¿Les ha avisado de su llegada? 

-A usted le dijeron algo de mí -le replicó. 

-No. 

-¿Entonces? -Mercucio estaba contento de que ha recuperado su aire sarcástico y bromista. Cuando estaba confuso o triste esta característica desaparecía, pero ahora estando tan enamorado y feliz que era imposible no hacer al menos una bromita. 

-Déjelo pasar -una voz femenina sonó de dentro. El sirviente dejó pasar a Mercucio. De pie allí estaba la señora Montague (tía de Benvolio y madre de Romeo). -Hola, querido, ¿cómo estás?-Muy bien, gracias.La señora Montague guio a Mercucio hacia una habitación y tocó la puerta. De dentro se escuchó la voz de Benvolio que aceleró el corazón de Mercucio. Ambos entraron. La habitación era grande. Benvolio estaba sentado en la cama escribiendo algo. La señora Montague los dejó solos. 

-Justo quería escribirte -le dijo Benvolio a su amor con una gran sonrisa. 

-Sí, pero yo no aguanté más ni mis labios tampoco -se sentó en la cama junto a su amado y se besaron. -Pero también quería hablar contigo de algo importante. 

-¿De qué? -le preguntó Benvolio curioso y un poco preocupado.-Ayer te dije que daría todo por ti, dejaría incluso el trono. Y no te he mentido. Te amo tanto, tanto. Pero... 

-Pero también te gustaría gobernar -terminó Benvolio. 

-Me gustaría demostrarle a mi familia que soy capaz de muchas cosas. Es complicado. Pero tengo miedo de perderte.

-Mi amor, de eso no te tienes que preocupar más. Siempre estaré a tu lado, seas rey o vagabundo. Me alegró que me lo hallás contado. 

 Mercucio no podía estar más feliz. Se tumbó en la cama y Benvolio hizo lo mismo. Se miraron por unos segundos. 

-Esto es lo que más amo de ti amor mío. Que seas capaz de comprenderme. Que no me juzgues por mis sentimientos y mi origen -dijo Mercucio a su amado mientras le acariciaba el pelo.Benvolio se echó a reír. Su risa parecía el canto de un pájaro: 

-Mi tía siempre me dice que amar no solo es querer, sino también comprender. Comprender cómo es el ser del otro y sus sentimientos. 

-Siempre tenías tanta empatía por otros. ¿Recuerdas cuando jugábamos de pequeños a las guerras, junto a Romeo? Me habéis vencido un montón de veces, Pero, siempre me consolabas y me felicitabas por mis esfuerzos. Creo que fueron esos momentos que invadieron mi corazón y que me enamoraron. 

Benvolio solo sonreía y escuchaba esas palabras de amor. Deseabas que esos momentos sean eternos. Pasaron los minutos y solo se miraban. Contemplaban el rostro del otro. Cuando no se aguantaban las ganas, se besaban se abrazaban. Estuvieron abrazados por mucho, tiempo hasta que escucharon pasos. Mercucio se levantó de golpe junto a Benvolio. La puerta se abrió y apareció el primo de Benvolio, Romeo. Tenía cara de enfermo: estaba muy pálido y sus ojos estaban rojos (seguramente por las lágrimas): 

-Mi madre dice que si quieres venir a almorzar -le dijo Romeo a su primo sin notar la presencia de Mercucio. Se sorprendió cuando lo notó -¿¡Mercucio!? ¿Qué haces aquí? 

 -¡Oh! Quería visitaros y charlar un ratito. Hace mucho que no te he visto. Ay Romeo, Romeo. ¿Qué te ha pasado? Parece que has visto la mismísima muerte o que te has enamorado de la pared y querías parecerte a él. 

-Muy gracioso, pero a mí no me avisaron de que ibas a venir. 

 -Pero aunque te hayan avisado no hubieras salido de tu habitación -le replicó Benvolio a su primo.Romeo y le lanzó una mirada de enfado a su primo Benvolio y salió. 

dos muchachos también salieron de la habitación y se fueron al comedor. Allí estaba el señor Montague (el tío de Benvolio y padre de Romeo), la señora Montague y Romeo. Se sentaron y comieron el delicioso almuerzo. Mercucio disfrutaba mucho la compañía de la familia de su amor. Pero su felicidad no duró mucho, ya que alguien tocó la puerta y cuando dijeron quien era se quedó helado: su hermano. Valentino entró con una sonrisa triunfadora que molestaba mucho a Mercucio: 

-Hola, hermanito. ¿Estoy interrumpiendo algo? 

-Borrate esa sonrisa de tu fea cara Valentino y dime lo que quieres -Mercucio estaba reenojado. 

-Yo nada. Pero nuestro tío quiere hablar contigo y parecía un pelín enfadado. 

Mercucio miró a Benvolio quien estaba muy preocupado. Mercucio se levantó de la mesa y se despidió: 

-Muchísimas gracias. La comida estaba exquisita y he pasado un muy buen rato -dijo esto último a Benvolio. 

Salió junto a su hermano y se fueron al palacio. Mercucio intentó disimularlo, pero estaba muy nervioso y cuando entró a la sala de trono sintió el verdadero terror. Ese un pelín de enfado era una completa mentira: su tío estaba completamente en cólera.

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