Futuro rey

Mercucio estaba paseando por las calles de Verona reflexionando sobre lo que pasó por la mañana. Todo iba como siempre. Él bajó para desayunar. Normalmente desayunaba solo con un libro y con los criados alrededor, pero esa mañana también estaba allí su tío, el príncipe de Verona. Le dio los buenos días y él se lo devolvió. Todo iba normal hasta que el príncipe se levantó y se sentó a su lado: 

-Sobrino mío, te tengo que contar algo. Ha llegado tu momento.

-¿Mi momento? -Mercucio estaba confuso. No entendía a lo que quería llegar su tío.

-Eres mi sobrino mayor y por lo tanto heredero el trono. La única condición es que te cases con una mujer. Es solo eso. ¿Cuál es la parte que no has entendido? -le preguntó a su sobrino al ver que no reaccionaba.

-Da igual. Voy a tomar un poco de aire y reflexionar un poco. Es una decisión muy importante que puede cambiar mi vida y necesito tiempo. 

Mercucio salió del castillo. Puede esto parecer muy raro. ¿Qué era tan complicado en esta decisión? Respuesta correcta: que su tío jamás aceptará sus sentimientos por una persona especial. Conocía muy bien a esa persona, ya que pasaban la mayoría de tiempo juntos y bastaba solo con eso para que su corazón se enamorara. Quería contarle todo lo del trono y de sus sentimientos, pero cuando lo vio, casi se le para el corazón. Su cara estaba lleno de heridas y moretones. Su ropa estaba sucio y desgastado. Mercucio corrió inmediatamente hacia él:

-Benvolio. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? 

-Lo de siempre. La rabia de Teobaldo que ataca sin pensar -Benvolio le sonrió a Mercucio para tranquilizarlo. Juntos fueron a una fuente donde lavaron las heridas de Benvolio. Después pasearon un ratito y se sentaron en un banco para charlar:

-¿Y cómo está tu primo? Nuestro querido Romeo -le preguntó Mercucio. Ya hacía tiempo que no sabía nada sobre Romeo Montague.

-No sé lo que le pasa. Según mi tío su corazón es torturado por el amor o por la tristeza.

-Como el mío -Benvolio se sorprendió. Mercucio decidió que era el momento ideal para confesarle todo. Tomo su mano y le miró a los ojos:- Somos amigos desde que tengo memoria y siempre aprecie nuestra amistad, pero algo más despertó en mí. Un sentimiento que me tortura y a la vez me calma. Un sentimiento que me aterra y a la vez me encanta. Ya no te lo puedo ocultar: Benvolio Montague, te amo, pero no sé si tú también. 

Benvolio se quedó callado durante unos minutos. Unos minutos de sufrimiento y miedo. Se levantó con lágrimas en los ojos:

-Mercucio, no, no puedo. Agradezco tu sinceridad, pero esto es muy rápido. Perdoname -y se fue sin mirar atrás y dejando al pobre Mercucio solo con su dolor. Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos como si una tormenta viviera en ellos y para empeorarlo se paró delante de él Teobaldo:

-Al parecer, Cupido te clavo su flecha, pero se le olvidó el de tu correspondiente. Mira que das pena y asco a la vez. Las mujeres te quieren por tu sangre real y los hombres rechazan tu amor. ¡Qué pena, qué pena! -Teobaldo lanzó una risita. Él era el enemigo mortal de todos los Montegues y eso incluía a todos sus amigos y seguidores. Como una serpiente era Teobaldo, que atacaba en el alma y en el corazón de su presa cuando estaba débil. Pero esta presa no se dejaba intimidar y su corazón ya estaba tan roto que nada le importaba:

-Estabas escuchándonos -la voz de Mercucio tenía una mezcla de rabia y tristeza, pero intentó ser firme. - No te podrías largarte y volver con tu estúpida familia ¿verdad? Tu familia de mimados que se creen supe...-pero antes de que pudiera terminar la frase Teobaldo se balanceó sobre él derribándolo al suelo. Pero antes de que la pelea subiera de intensidad, los guardias reales los separaron y llevaron a Mercucio al castillo. En el castillo recibió atención médica para sanar sus heridas, pero ninguno podría curar la herida de su corazón. Después de un rato también entró su tío pidiendo explicaciones y Mercucio no tuvo otra opción que costárselo todo (incluyendo sus sentimientos por Benvolio). Quizás era por la presión o porque al menos esperaba un poco de empatía de parte de su tío. Pero lo que recibió, fue todo lo contrario: su tío le regaño por ser un crédulo e inmaduro. Le dio un avisó a su sobrino de que si no maduraría, la corona será para su hermano. Mercucio se acostó en su cama mirando hacia el techo y navegando en sus pensamientos. Ya en ese punto no sabía lo que quería. Pasaron algunos minutos y una criada entró a la habitación diciendo que alguien quería hablar con él. Mercucio aceptó aún mirando el techo y la persona pasó:

-Escuché lo que pasó -con solo esa frase Mercucio se levantó de golpe. Era Benvolio parado en la puerta.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó Mercucio.

-Quería saber si estabas bien. Estaba muy preocupado.

-¿Tú? Sí, seguro -se sentía mal por decirle eso al amor de su vida, pero antes de que se diera cuenta Benvolio se lanzó sobre él y le dio un beso en la boca. Después se alejó y con lágrimas le confesó todo:

-Me asusté y te mentí. ¡Yo también te amo! Pero todo pasó tan rápido y no supe lo que hacer. Nunca tuve la valentía suficiente para revelártelo. Soy un cobarde y lo sé. Siento hacerte daño y espero que me puedas perdonar y que me des una oportunidad. Mercucio sonrió y le devolvió el beso:

-Te doy mil oportunidades si es necesario. Mi tío no aceptá nuestro amor, pero si es necesario abandonaría todo por ti. Mientras estés a mi lado, tomando mi mano, nada me importará.

Los dos muchachos se miraron y compartieron otro beso apasionado que esperaron que durara para siempre. Pasaron la mejor noche de sus vidas. Juntos, rodeados del amor del otro.

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