Palabras: humo, lactosa y arandela.

Estaba muy tranquilo cocinando cuando tuvo que entrar su hermano a importunarlo.

―Aquí huele a humo, ¿no? ―dijo sonriente mientras robaba un trozo de carne que había apartada.

―Al fin te dignas a venir ―contestó sin dejar de cortar verdura.

―Vamos, hermanito, que te ayudo ―dijo ahora conciliador―. ¿Qué estamos haciendo?

―Pues he hecho arandelas de cebolla...

―Serán aros ―interrumpió―. Son aros de cebolla.

―Es lo mismo.

―Pero no es igual.

Lo miró con cara de odio. Llevaba toda la tarde cocinando, ya que a su hermano se le había ocurrido organizar una quedada en su casa, y no había nada en la casa para hacer, por lo que tuvo que inventarse una cena, al más puro estilo Masterchef. Y ahora llegaba él a no ayudar y encima corrigiéndolo.

―Te tendrías que dar un poco de prisita.

Entrecerró los ojos. Respiró hondo, tratando de calmarse, tenía un cuchillo en la mano y no quería hacer un mal uso de él.

―Recuérdame una cosa ―dijo finalmente cuando se hubo calmado un poco―. Eras alérgico a la lactosa, ¿verdad?

―Bien sabes que sí. No estarás pensando nada raro... ¿no?

Puso cara de falsa inocencia, poniéndose la mano en el pecho.

―¿Quién te crees que soy, hermanito? ―preguntó, abriendo la nevera para sacar un cartón de leche, de esa que su hermano no podía beber.