21.- Venganza inconclusa

La mujer vio lo que había sucedido con La esposa del laird y en vez de ir a auxiliarla se dirigió al hombre que montaba el caballo alazán.

     —¡Aidán! Tienes que correr. Tu mujer está en peligro.

     —¿Es una treta para boicotear a mi señora? Habla con la verdad Freya.

     —¡Es cierto lo que te digo! Acabo de ver a uno de los Macgregor querer violar a Bethany mientras se encontraba desmayada. No lo pudo hacer debido a que Glenda llegó para detenerlo. Lo encaró diciéndole que no lo había ayudado a que llevara a cabo su venganza siguiendo sus planes, como para que ahora incluyera la violación. Que él le aseguró que solo quería matarla. Que se arrepentía de todo lo que hizo intentando eliminarla por él. Le escupió a la cara diciéndole lo mucho que lamentaba haber sucumbido al amor y que terminara siendo su amante.

     »Cuando él realmente no la quería ni un poco de lo que ella lo amó. El barbaján comenzó ahorcarla con sus propias manos. Iba a intervenir, para evitar que la matara, pero llegó Coel. Intentó detenerlo jalándolo de su brazo. Le gritaba que dejara a su hermana. Soltó a Glenda y le propinó un golpe lo suficientemente fuerte a Coel, que la puso fuera de combate. El hombre es muy vigoroso, alto y tiene quemada una de sus piernas. Bajé del granero para evitar que matara a Glenda, pero fue inútil. Solo lo vi marcharse por el camino a la periferia del lago con tu esposa a cuestas. En cuanto vi que llegabas a la aldea. Preferí correr a avisarte.

     Aidán salió al galope en Parco. No tardó mucho en alcanzarlos. Se mantuvo a una distancia en la cual pudiera actuar. Su mujer caminaba ahora amagada por la espada del Macgregor que la había secuestrado con anterioridad. Llegaron hasta el final de una pendiente rocosa, pegada al lago. Él se refugió detrás de una enorme roca. Podía escuchar todo lo que decían.

     Luego de que Bethany dejará de vociferar palabrotas impropias de una dama. Preguntó desesperada.

     —¡¿Por qué diablos me quieres lastimar?!

     El criminal comenzó hablar tratando de no trabarse por el odio que exudaba hasta por los poros.

     —Mi nombre es Robert Catesby hijo. Soy inglés. Estoy aquí para terminar con la venganza que inicié hace 5 años.

     —No entiendo a qué venganza se refiere. ¿Por qué yo? ¿Qué daño te pude haber hecho? En ese tiempo yo solo contaba con 15 primaveras. No vivía ni en Escocia, ni en Inglaterra.

     —Al parecer te hace falta recordar palomita.

     Se quitó la camisa dejando al descubierto una cicatriz que cruzaba del hombro al brazo. La miró ansioso de captar el momento exacto en el que se acordara de él.

     Bethany tembló en cuanto lo escuchó llamarla palomita. Ahora entendía todo.

     —¡¿Fuiste tú el desgraciado que mató a mi hermana Helen?!

     Ella sabía que estaba en lo correcto. Más necesitaba descubrir las razones que lo habían llevado a realizar ese acto tan horrible en contra de su familia.

     —Así que era tu hermana gemela. ¡Ja! ¡Y yo que durante todos estos meses pensé que me estaba volviendo loco! Por verte vivita y coleando. Aun cuando te había cercenado el cuello. Casi puedo sentir el río de sangre que salió de tu hermanita al desangrarse. ¡Lástima! La tuve que eliminar antes de que me divirtiera con su cuerpo. La perra de tu madre lo arruinó todo. Se atrevió a matar a mi hermano William. Era el único familiar vivo que me quedaba.

     —¿Por qué atacaron el castillo White? Estoy segura de que no fue por el supuesto saqueo. Dejaron más cosas de las que se llevaron. Encontramos las joyas de mi madre en su alhajero y un arcón repleto de monedas. ¿Por qué tanta saña si la familia Winter es buena?

     —¡¿Buenos?! ¡Y también me vas a decir que son unos excelentes católicos!

     Bethany se sorprendió por el hecho de que le mencionara la religión que su familia profesaba a escondidas de la sociedad y la realeza. Como le interesaba que le dijera todo. Decidió hablar con la verdad.

     —Sí.

     —Hipócrita. No cabe duda que eres igualita que tu padre.

     —El no...

     —¡Que no! Ahora vas a saber el tipo de escorpión que te engendró. El 5 de noviembre de 1605. Christopher Winter mostró lo traicionero y canalla que es. Le dio la espalda a su Dios y a sus hermanos en la fe. Con su traición ayudó al rey Jacobo. El maldito que se encargó de perseguir y fustigar a los que no profesaran la religión que impuso.

     —¡Estás loco! ¡Mi padre no estuvo envuelto en la conspiración de la pólvora!

     —¡Claro que si lo estaba! Era uno de los principales instigadores. No solo eran 13 como se cuenta. Por supuesto que el rey Jacobo lo encubrió. Aun cuando por esa época yo era un niño. Fui testigo de que asistía a las reuniones que se realizaban en la casa de mi padre. Todo se descubrió después de que detuvieran a Guy Fawkes. El 8 de noviembre fue el peor día de mi vida. Se supo quién los había traicionado y el porqué. 

     »Escuché como siempre escondido tras los muros, que Christopher Winter contó todo a su queridísima esposa lady Lauren, por amor a la realeza lo convenció de traicionarlos. Argumentando que ningún buen católico de verdad. Mataría a personas inocentes en el nombre de Dios. ¡Claro como era parienta de Jacobo! ¡Le lavó el cerebro al idiota de tu padre! El desgraciado contó el plan al rey. Pero eso no fue todo. Ese día irrumpió la guardia en la casa de mi padre y lo abatieron a base de disparos.

     »Lo mismo hicieron con los otros. Estoy seguro de que, si mi hermano y yo no nos hubiéramos escondido, nos habrían liquidado. Pero eso no es todo dulce palomita. A tu venerado rey Jacobo no le bastó con eso. Exhumaron los restos de mi padre. Le cortaron la cabeza para exponerla en una pica de hierro en el parlamento. Tuvimos que huir como ratas a escocia, evitando que nos terminaran matando. Solo los Macgregor nos quisieron cobijar entre sus filas. Cuando fuimos lo suficientemente grandes investigamos que había pasado con el traidor de tu padre.

     »En cuanto supimos que lo recompensaron con un ducado. No pudimos mantener a raya nuestro odio y desprecio. Esto palomita. Se trata de ojo por ojo. Por lo tanto, te toca morir como lo hicieron todos los que yo amaba. Luego iré por tu hermano y el honorable duque. Es momento de saldar cuentas contigo.

     —Siento lo que le pasó a tu padre y a sus amigos. Sin embargo, si eres inteligente, descubrirás que por más que queramos abrazar una religión. Dios no nos creó para que matemos en su nombre. Ni mucho menos socavar la vida de otros infundiendo el temor y que prevalezca lo que uno o varias personas crean correcto. Dios es amor y como tal quiere que nos amemos los unos a los otros. Pero si no piensas de la forma que me enseñó mi madre. Entonces tendré que decantarme por la supervivencia.

     Bethany no pudo más y cuando se dirigía con su puñal para tratar de matarlo.

     Su agresor recibió una daga en medio de la frente. Una gota de sangre se deslizó por su rostro. Se la limpió pensando que era sudor. Al levantar su mano y ver el líquido rojo y la expresión de la palomita. Se dio cuenta de que se hallaba herido de muerte. Su cerebro no hilo ideas claras y la mujer le clavó su puñal en el corazón, cuando ya se encontraba tirado en el piso. Su vida terminó con una última inhalación.

     El matarlo no le produjo la liberación que ella pensó durante tantos años. Se decía que se encontraba justificado el acto. Como cuando tenía que cazar con la finalidad de alimentarse. Al fin de cuentas sabía que ella no era Dios para arrebatarle la existencia a otro cristiano, aun cuando lo había hecho en su defensa. Era su vida o la de él. Se encontraba consciente que sus impulsos por vengar la muerte de su familia y amigos a manos del proscrito se hallaba presente. Más la satisfacción nunca la embargó. Solo la abrazaba una tristeza acompañada de un llanto.

     Aidán llegó hasta su mujer y la revisó de arriba abajo para confirmar que no se encontraba herida.

     —Me mentiste.

     —¿Yo? ¿A qué te refieres?

     —Eres excelente lanzando la daga. En realidad, me dejaste ganar todas esas veces. Es un laird fraudulento, señor.

     —Y tu hechicera has resultado el compromiso más tormentoso que he contraído en mi vida. Y aun así estoy contento de cumplir mi destino. Te amo mi hermosa guerrera.

     —Y yo te amo a ti. A pesar de que seas un cerdo escocés.

     Los dos se fundieron en un abrazo y beso que borró todos los sucesos trágicos que habían acontecido ese día.

    


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