18.- Amo y señor
El laird había salido muy temprano antes de que clareara el día. Las faenas propias del castillo se desarrollaban sin ningún inconveniente.
Una mujer dejó de realizar su tarea. Intrigada vio a lady Bethany y Rowan salir montando a caballo como todos los días, pero la prima no se veía a los alrededores. Ya había estado escuchando cuchicheos de que la señora salía sola de paseo con el hombre de confianza del laird. Esta vez no se quiso quedar con la duda y siguió lo mejor que pudo a los jinetes. Se le perdieron en ocasiones, debido a que iba a pie y ellos al trote. Vio a lo lejos que habían parado en un prado apeando los caballos a un árbol. La distancia no la dejaba distinguir muy bien. Parecía que se besaban, mientras se desnudaban. Siguió en la dirección tratando de cubrirse con los troncos de los árboles, para no ser descubierta. Cuando ya se encontraba a unos metros vio como Rowan fornicaba con la mujer del laird. Quiso verlos más de cerca, pero el crujido de una rama bajo su pie, la delató. Se tuvo que poner detrás de un tronco. Esperó un rato. Cuando volvió asomarse los amantes habían desaparecido del lugar, con los caballos.
Bethany estaba encerrada en su habitación rezando el rosario al igual que todos los días. De repente escuchó el estruendo que se producía al derribar la puerta de sus aposentos.
Aidán la levantó jalándola del cabello y le gritó en su cara furioso.
—¡¿Puta o santa?! ¡Decídete porque no puedes ser las dos al mismo tiempo!
Beth desenfundó su puñal y se lo acercó al cuello.
—¡O me sueltas o te rajo! No sé a qué te refieres. Así que pido una explicación para saber de qué es de lo que me hablas.
Aidán se rio descontrolado, mientras la soltaba. Quería golpearla, estrangularla. No estaba dispuesto a ser la burla de nadie nuevamente y menos a causa de la mujercita que todos conocían como su esposa. «Valiente cortesana le había tocado. No calentaba su lecho, pero si el de los demás»
—¡Mary me refiero a que eres una dama británica hasta la médula! Una puta cualquiera que no respeta la amistad, ni el honor. A eso hago referencia. ¿Me vas a negar que te estabas revolcando con Rowan hoy?
—Claro que te lo voy a negar...
—¡No me mientas! ¡Y más te vale mantener tus tan calculadas lágrimas dentro de tus malditos ojos violeta! ¡Ya no te servirán de nada! ¡Te vieron!
—¡¿Y de pura casualidad la que me vio fue Freya?!
—¡Sí! ¡Así es que no te atrevas a negármelo!
Cansada de que su amante siempre estuviera en un pedestal para Dan. Mientras que ella su esposa de noble cuna. La tachaba de lo peor, en cuanta ocasión tuviera, ya fuera, con sus pensamientos y acciones. Harta de los insultos de que la creyera una mala mujer. Contestó sin emoción alguna.
—Ya que te lo dijo tu querida Freya. Y estás tan seguro de lo que quieres oír, te diré qué. ¡Sí! Me acuesto con Rowan desde que llegué al castillo. Y te advierto de una buena vez que voy a seguir haciéndolo si mantienes a Freya en Eilean Donan.
Aidán se puso pálido ante su declaración. Salió corriendo en busca del perro que se decía que era como su hermano.
En cuánto lo encontró le tiró un puñetazo. Molesto le gritó escupiendo casi las palabras, que con trabajo contenía en su pecho lacerado por el dolor.
—¡Estoy enterado de que has estado enamorando a Mary desde que llegó al castillo!
Rowan escupe y se limpia la sangre del labio abierto, a los pies del laird.
—¿Y a ti que te importa si la cortejo? ¿No te basta con la mujer que ya tienes? ¿Te crees con derecho de ir por todas las mujeres del castillo? O ¿qué?
Tras la declaración de Rowan se muelen a golpes los dos. Aidán enloquece por los celos y la traición. Está montado sobre el torso del joven machacándolo con sus puños.
Coel corre con Mary a contarle lo que sucede y todo lo que dijeron antes de que iniciara la trifulca que se desarrollaba en el patio de armas en su nombre.
La muchacha que estaba en la cocina no tarda en llegar. Empieza a golpear en la espalda al laird, pero él no se percata de nada. Trataba de que soltara al hombre del cual sin quererlo se había enamorado.
Darren ve que si no para a su laird, va a terminar matando a su amigo. Lo abraza como si fuera un grillete y lo quita de encima del cuerpo maltrecho del joven.
Mary se aprovecha de la imposibilidad de movimiento de Aidán y lo cachetea.
Las cachetadas lo sacan de su furia ciega. Vuelve en sí, saliendo de su estado de destrucción. Empieza a escuchar lo que le grita la prima de su mujer.
—¡Óyeme bien maldito malnacido! ¡¿A ti que te puede interesar que Rowan me haga la corte?! ¿No te basta con tu esposa Bethany? Lo que él y yo tengamos no es asunto tuyo. Ni siquiera eres mi familiar directo para reclamar algo. ¡¿Es porque vivo en tu maldito castillo y tengo amores con alguien de tu clan?! ¡No eres el amo y señor de nuestras vidas!; a fin de que puedas decirnos a quién debemos o no amar. Y para evitar posibles conflictos, me marcho de Eilean Donan, con mi tío Christopher a Irlanda.
Aidán desubicado le refuta a Mary su perorata.
—¡A mí, tú no me importas en lo más mínimo! Según sé eres viuda. En lo que a mí respecta te puedes solazar con quién se te dé la gana. ¡Aquí el problema es que vieron a este!
Apuntó con su cabeza a su examigo que aún se encontraba en el piso viéndolo con odio.
—Revolcándose con mi mujer, hoy en la mañana en los pastizales.
El caballero se mordió la lengua para desmentir la infamia. No podía gritar a los cuatro vientos quién era la mujer que amaba y desprestigiar a los ojos de todos manchando su nombre al decir que estaban haciendo el amor.
Mary fuera de sí por el disparate dicho por el esposo de su prima. Lo cacheteo nuevamente y le aclaró la situación.
—¡Es una maledicencia lo que estás diciendo! ¡No estábamos revolcándonos! ¡Hacíamos el amor por primera vez! Fue tierno y apasionado. ¡No quieras ensuciar lo que compartimos! Y para que te quede claro de una vez. La de la mañana no era Bethany tu esposa. La que se entregó a Rowan fui yo. Créeme cuando te digo que ni siquiera se encontraba alrededor mi prima.
—¿Es cierto?
—Sí.
—¿Y por qué me dijiste que estabas enamorando a mi esposa?
—¡Tú preguntaste si cortejaba a Mary! En ningún momento mencionaste a tu señora. O el nombre de Bethany.
El golpe de la conciencia le dio de lleno a Aidán. Recordó como lo había encarado. Rowan estaba en lo correcto. Jamás mencionó a su esposa en realidad. El maldito juego que tenía con ella de llamarla Mary le estaba cobrando un costo muy alto. También recordó las palabras de la guerrera, en realidad no había aceptado nada.
Aflojó el cuerpo relajándose y depurando la tensión contenida. Su cara reflejó la pena y vergüenza, la cual no sabía ocultar. No le quedo otra cosa que comportarse como un hombre.
—Lo siento. Fue mi culpa. Me equivoqué de nombre al increparte Rowan. Si somos francos, lady Mary, esto se provocó debido al engaño que maquinó al momento de conocernos y al intercambio de identidades que hizo. Usted sabe el porqué de la confusión y le pido que se lo explique a Rowan. También le extiendo mis más sentidas disculpas. Aun así, somos familia y si gusta puede continuar viviendo aquí.
—Yo...
Rowan interrumpió a la mujer de la cual se encontraba enamorado.
—Lady Mary permítame que le robe la palabra. Deseo poder expresarme por los dos. Aceptamos tus disculpas Aidán. Sabes que te estimo como a un hermano. Creo que Mary y yo tenemos que partir hacia Irlanda. Es imperioso que hable con su tío, de mis intensiones de casarme con su sobrina. Ahora no podrá negarse lady Mary a unir su vida conmigo. Las declaraciones hechas ante tantos testigos la obligan a tomarme por esposo. De no hacerlo quedará comprometido su buen nombre. Estoy más que gustoso de reparar el daño a su reputación.
—Le agradezco su caballerosidad. Más no deseo contraer nupcias de nuevo por obligación. En cuanto a lo del cambio de identidades lo hice para proteger a mi prima de la ira de Carlos. Yo pensé que usted era inglés y siendo así. Si le llegaban los rumores al rey de que Bethany había peleado con unos asaltantes. Las consecuencias hubieran sido también para mí, debido a que se suponía que estaba encargada de desarraigarle los hábitos de caballero.
El joven se levantó. Tomó entres sus brazos a la que ya era su mujer, por el amor que los unía.
—Querida Mary. No me caso contigo por obligación u honor. Lo hago por el mandato de mi corazón. ¿Ni pidiendo tu mano por amor me aceptarás como marido?
—Por esa razón, claro que quiero casarme contigo.
Aidán pidió encarecidamente a los presentes que nadie informara de lo ocurrido en ese lugar, ya que quería aclarar la situación con su taimada esposa. Antes ajustaría cuentas con la responsable de ese lío.
—¡Te quiero fuera del castillo!
—¿Por qué me echas?
—Sabes lo que hiciste Freya. Nunca pensé que siendo escocesa te convertirías en una mujer mala y rencorosa. Creí por completo en lo que me dijiste y te equivocaste con el nombre de la compañera de cama de mi amigo. Insulté a mi esposa, por ti.
—Yo no los vi, pero la persona que los encontró me aseguró que fue a tu mujer a la que vio. Por otro lado, Rowan te pudo haber dicho que era otra señora, con tal de librarse de tu ira y mantener a lady Bethany a salvo.
—Si no fuiste tú la qué los vio. ¿Quién te dio la información?
—¡Contesta!
—Malen. ¡Ves que no cumpliste tu palabra! ¡Me desechas por tu esposa!
—Sabes que entre tú y yo ya no hay nada, desde que dije que me había casado. En honor a mi promesa puedes quedarte en una de las chozas en las que permanecen los esquiladores de temporada. Si cometes otro error no te voy a querer ni en la aldea.
Freya va en busca de su tía Tarisha para reclamarle por haberle dado mal la información en contra de lady Bethany.
—Lo siento querida. Estaba segura porque se vieron los caballos de los dos y todos en el castillo fueron testigos de que salieron juntos. Quizás a lo lejos no se apreciaban bien las figuras.
—Aidán me corrió, por protegerte. Ya no podré convencerlo de dejar a su mujer. No lo recuperaré nunca.
—¿Entonces no sabe que yo te lo conté?
—No, le dije que fue Malen la que vio todo.
Tarisha pudo respirar a gusto. No quería ser encarada por algo que no le constaba. Una de sus amigas del servicio se lo había confiado con la promesa de que no daría su nombre.
Aidán se dirige con Malen para indicarle que tendría que abandonar el castillo. Partiría a Irlanda como dama de compañía de lady Mary. A la mujer no le pareció lo que le había dicho su laird y se quejó.
—Has cometido muchos errores con mi esposa. Es momento de redimirte estando al servicio de su prima.
La mujer aceptó con una inclinación de cabeza.
Bethany puso de inmediato a trabajar al carpintero con la puerta que Dan había derribado. Se encontraba rezando cuando tocaron para ingresar a la habitación.
—¿Quién es?
—Soy Aidán. Abre la puerta.
En contra de su voluntad fue a abrir. No lo quería ver, ni discutir de nuevo con él. Sabía que, si no le abría, terminaría entrando de cualquier forma.
—Sé que no te soy indiferente. Gozas con mis caricias, besos, arrumacos, admiras mi cuerpo y veo tu frustración después de que nos tocamos. Es momento Bethany. Estoy aquí para exigirte que cumplas con tus deberes de esposa.
—No puedes pretender que me arroje a tus brazos, después de tirar la puerta de nuestro cuarto. Gritarme, jalarme el pelo e insultarme llamándome puta. Estoy segura de que ya te enteraste de la verdad. Y ni siquiera te has disculpado conmigo. Lo peor de todo es que prefieres a tu amante.
Aidán sabía que tenía razón su guerrera, pero no estaba realmente seguro de que se mereciera esa disculpa. Nala lo había hecho creer en su inocencia, para después cortarle de tajo su amor, descubriendo que no era verdad, todo lo que él pensaba de ella.
—Solo te quejas, pero no tomas lo que te corresponde. Te llenas la boca diciendo que eres mi consorte, la señora del castillo y toda una dama. Tú y yo sabemos que no es verdad. Si no quieres que tome a otra mujer.
»Es mejor que realmente te conviertas en mi esposa. Eres una guerrera que se enfrenta con hombres más grandes que ella. Y me vas a decir que temes entregarte a mí, después de que te he mostrado todo este tiempo que cuando estamos juntos lo único que tenemos es placer. ¡Ya no voy a vivir así!
Bethany caminó y cerró la puerta. Ya lo había decidido. No permitiría que Aidán tocara a otra mujer íntimamente, al igual que lo hacía con ella. No soportaría vivir sabiendo eso.
—¿Dime cómo lo vamos a resolver Bethany?
Se acercó a él. No quería hablar. Solo le puso su dedo índice en la boca para callarlo. Se empezó a desvestir frente a él.
Aidán se quedó pasmado. No creía que fueran a dar resultado sus palabras.
Beth lo desvistió lentamente. En cuanto vio su erección. Lo acarició.
—En estos momentos estoy muy excitado. Si haces eso no podré hacerte mía. ¿Puedo besarte?
—Sí, por favor.
Aidán comenzó a besarla tiernamente. Bethany se relajó contra su torso, tratando de sentir su proximidad. Él la llevó hasta el lecho, e hizo que se recostara. Él subió acoplando su anatomía a la de ella.
La guerrera lo recibió desplazando sus piernas a los lados, para que sus cuerpos estuvieran más unidos. A pesar de que no habían terminado el acto carnal. El laird conocía que botones oprimir en su cuerpo para que su sensualidad y deseo explotaran por él. Torturaba sus pechos con sus diestras manos. El deleite que le producía a la muchacha hacía que se tallara contra su masculinidad tratando de obtener más placer. Cuando vio destellos de lo que sería un orgasmo de su mujer.
Se preparó para finalmente tomar lo que le correspondía por derecho divino. En cuanto entró en su interior. La sorpresa de la barrera lo congeló. Nunca se había imaginado que su esposa siguiera siendo doncella. Esta vez la desesperación por sumergirse en su cuerpo pudo más. En el instante que vio que la cara de dolor de su hechicera desaparecía, comenzó de nuevo con su danza.
En el momento que recuperaron el ritmo, los dos empezaron a jadear. Era algo que habían estado deseando por largo tiempo. Cuando al fin lo conseguían las sensaciones eran maximizadas, tanto que la única forma de no explotar era darles salida con todo su cuerpo. Al terminar, los dos estaban sudorosos, agitados, llorosos, con la piel hipersensible y con la sensación de no querer separarse nunca de la unión.
Finalmente, al momento de que sus cuerpos se normalizaron, Aidán rompió el enlace. Le dio un casto beso en los labios y se rodó a su lado de la cama.
Bethany se sintió vacía y con frío. Instintivamente, buscó su piel y se abrazó a él implorando.
—Por favor no te apartes de mí como siempre.
Aidán se contuvo en atención de la guerrera. Él necesitaba salir corriendo de ese lugar. Su mente ahora ya más despejada de la bruma del deseo, era empañada por infinidad de pensamientos buenos y malos respecto a Bethany. Su estabilidad se mantenía descontrolada. Sus peores temores continuaban resurgiendo con más potencia.
En el segundo que su mujer se durmió cansada y contenta por lo compartido. Él se vistió de inmediato y salió huyendo cuanto antes del castillo. Necesitaba tiempo y espacio para esclarecer y lidiar con todo lo sucedido.
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