5. Ojo del huracán

ZIA

Al volver al interior de la casa el castaño levanta la mirada distinguiendo sus ojos rojos por el llanto con un semblante sumamente preocupado y cansado, la señora Celicia me sonríe a la par que acaricia el brazo del pequeño a su lado. Camino hasta el sillón colocándome de cuclillas frente a él, sus ojos fijos en mí.

—Ella estará bien.

Desvía la mirada a alguien detrás de mí para posteriormente mirarme otra vez.

—No quiero que mamá muera.

Desvío la mirada cuando me lo recuerda e intento mostrarme seguro antes de verlo nuevamente a los ojos a la par que tomo sus dedos entre mi mano acariciándolo, percibiendo su calidez, recordando lo que dicen de Sol Saliente.

—No lo hará, haremos lo que haga falta para que este bien.

Al caer la noche la señora Celicia nos ofrece una habitación y un conjunto de ropa para mí que agradezco, dejo a Drake quitándose el calzado para subir a la cama y me adentro al baño para darme una ducha, por un breve instante cierro los ojos sintiendo el agua caer sobre mi cuerpo, desistiendo de ello cuando los recuerdos vuelven viéndolos a ambos bajo la regadera, el dolor en el rostro de Akemi y él disfrutando de abusar de ella. Intento reprimir los recuerdos centrándome en el ahora, en su bienestar y en el pequeño que juraría lo daría todo por ella. Al salir mi cabello se encuentra aun ligeramente húmedo, sobre la cama ya acobijado el castaño parece dormir, veo mi arma al lado del mueble y me adentro entre las sábanas apoyando la espalda contra la pared.

—¿Quién eres? -escucho su voz en murmullo, bajo la mirada, sus curiosos y cansados ojos me observan.

—Zia -respondo.

—Te dicen príncipe.

—Pertenezco a Luna Gris, muy lejos de aquí, mi padre es el rey, él... -Miro hacia al frente pensando en él, en las veces en que discutimos estando aquí, en Sol Saliente, en las peleas pasadas. —Como rey tiene el deber de proteger a su gente, a todo aquel que habita en Luna Gris, vampiros, humanos, todos. Se supone que haré lo mismo algún día -regreso mi vista al pequeño, —por eso me dicen príncipe.

—¿Y mamá? -pregunta con un brillo en sus extravagantes ojos.

—Ahora -le ofrezco mi mano, cuando posa la suya sobre la mía lo sujeto, —ustedes son a lo que voy a proteger.

Suspira, parpadea con suavidad, su mano aprieta la mía y lo observo dormir.

Abro el primer cajón del mueble a mi lado tras haber visto a la señora guardar algunos materiales ahí, una hoja blanca, un lápiz y un libro como soporte son por ahora mi medio de distracción. Con el grafito mancho el blanco puro manteniendo mi mente despejada, centrado solamente en lo que se plasma y que poco a poco toma forma. Al terminar lo observo apreciando el retrato de Akemi sobre el papel, su delicadeza, su fortaleza y el hecho de que es mi pareja, ella es esa persona de la que mi madre constantemente nos hablaba, la necesito y por ello no puedo darle lo que ella desea, no puedo hacer más que apoyarla e intentar que se recupere, dejarla y amarla en silencio.

Al abrirse mis ojos me percato de que he dormido sentado, veo por un instante el retrato y guardo todo en su sitio. Drake aún duerme por lo que me muevo con cuidado de no despertarlo, dubitativo veo mi arma optando por dejarla, con el cielo aún oscurecido salgo al exterior disfrutando de ese ambiente relajado sabiendo de antemano que probablemente él venga por ella.

Permanezco en silencio en el pórtico observando el cielo, el cambio de la noche al amanecer, una vista sin duda espectacular, ver los colores que pintan el cielo y como los rayos de sol van tocando todo a su paso aportando a su entorno un brillo celestial.



Al ingresar a su habitación logro persuadirla para que se alimente, pero nada más, después de ello me ignora por lo que salgo insatisfecho sin saber que más hacer. Espero mientras veo a Drake comer, sonríe animado con los presentes, cuando termina intento usarlo como impulso para la pelinegra.

—¿Quieres ver a Akemi?

Su sonrisa se borra, baja la mirada y sus manos se mueven con nerviosismo.

—Mamá -pronuncia con dificultad, —mamá no me quiere -susurra, todos lo observan y sé que ninguno, incluyéndome comprendemos lo que sucede.

—Drake -Sirina toma asiento a su lado colocando una mano sobre las de él, el ojiblanco por su parte voltea para verla.

Niega bajando la cabeza.

—Mamá no me quiere -dice, Sirina me mira.

Transcurre el día envuelto en tensión procurando mantener ocupado al castaño en lo que divagamos. El rostro del alfa Kyle no deja de aparecer cada tanto por mi mente, enfureciéndome, destruyó a Akemi y fue haciendo lo mismo con Drake, su hijo.



AKEMI

—Mátame -ruego en susurro apreciando aquel par de orbes, cansada.

Su reacción es tardía, su cuerpo se mueve ligeramente hacia atrás, sus ojos se abren más de lo habitual y el silencio se vuelve sofocante mientras mi pecho se estruja. El tiempo parece detenerse, no se percibe movimiento alguno, no hay sonido, tan solo su extraña y nueva expresión la cual me inquieta. Mis manos se apoyan en la colcha, mi entrepierna duele y el miedo comienza a invadirme acrecentando cuando su cabeza niega hasta que el monosílabo resuena. Lágrimas se acumulan en mis ojos, el pecho me duele, mi visión se nubla y él se pierde.

Permanezco sola en aquella nueva habitación, humedeciéndose mis mejillas, rompiéndose aquella visión. Ese par de ojos los miraba en la lejanía, extravagantes, pero hermosos. Penetrantes, pero con la capacidad de transmitirme de paz, esperanza que ahora se desquebraja.

—Necesito que hagas algo.

Escucho su voz serena del otro lado de la cama lo cual me deja consternada y me incita a voltear a verlo, más no lo hago. No levanto la vista hasta que un aroma llega a mi olfato, dulce y apetitoso haciéndome agua la boca, su muñeca se pinta con su sangre. Aguanto la respiración evitando las ansias de beber, respirando cuando no puedo sostenerlo más inundando su aroma la habitación volviéndose complicado de evitar. Cuando no puedo resistirme tomo su brazo transmitiéndome calidez, una grata y confusa calidez. Al beber disfruto su sabor cual manjar, mis ojos se cierran, las ansias incrementan y jadeos se expulsan, no lo dejo hasta quedar satisfecha, cuando eso ocurre su presencia se desvanece y un vacío se instala en mi pecho.

Relamo mis labios extrañada ante lo que acaba de ocurrir, su sabor, la fragancia que su sangre desprende tan adictivo... Exhalo llevándome las rodillas al pecho, rodeándolas con mis brazos sintiéndome culpable mientras lágrimas surcan mi rostro, el típico dolor por todo el cuerpo se presenta. Un mal sabor de boca es lo que me queda a la par que las molestias en mi entrepierna incrementan.



Al despertar me encuentro hecha un ovillo distinguiendo por primera vez la habitación de paredes claras, las cobijas de la cama en tonos neutros y un pequeño mueble al lado. Tomo asiento con dificultad y miro a mi alrededor, es un lugar pequeño, pero acogedor. Al desviar mi vista la luz ya se filtra a través de una pequeña ventana y el sonido de la puerta al abrirse llama mi atención. Lo primero que distingo es lo alto que es, su vestimenta oscura en contraste con su impoluta tez y su mirada con ese azul oscuro característico en él.

No le quito la mirada de encima ni siquiera cuando toma asiento frente a mí, lo veo morder su muñeca y pronto aquella fragancia inunda la estancia abriéndome el apetito, no tengo idea de cómo hace aquello, pero niego, no deseo hacerlo por lo que desvío la mirada.

—Akemi.

Su llamado es como un ruego capaz de persuadirme a mirarlo, incluso sus ojos parecen rogarme beber de él, pero en nada la imagen de Kyle y su sonrisa invade mi mente junto a recuerdos posterior a una transfusión, siempre es lo mismo, haga lo que haga, el dolor monótono se ha de presentar. Niego...

La culpa me carcome una vez más cuando termino de beber de él, ignoro sus llamados, molesta conmigo misma y las reacciones involuntarias de mi cuerpo. Mis ojos se humedecen recordando cada vez que mis labios emitieron sonidos involuntarios ante Kyle, recordando lo caliente de sus manos, sus palabras y caricias que pretendían ser cálidas hasta volverse bruscas proyectando únicamente asco, tristeza y dolor.

Hecha un ovillo jalo la colcha para cubrir mi cuerpo soportando las punzadas que se presentan, permitiendo al llanto liberarse percibiéndome en una cárcel nueva donde el azul de sus ojos y la esperanza que me transmitían se resquebrajan volviéndose en quizás, un nuevo Kyle...

★★★

Al amanecer veo el exterior por la ventana volviéndose rutina beber de él sin desearlo, ignorarlo hasta que palabras suyas llaman mi atención.

—¿Te gustaría salir?

Elevo la vista para ver su rostro percatándome que de pie es incluso más alto a Kyle, dueño de la cárcel en la cual me mantuvo cautiva incapaz de ver nada más allá de su interior y el extraño chico frente a mí cuestiona a lo que no sé cómo responder.

—Debes guardar reposo, pero no impide que puedas estar fuera de aquí.

¿Salir? ¿Habla en serio? Ir al exterior donde la brisa, la tierra y el césped se encuentran. La simple idea remueve mi interior de emoción.

—No debes caminar, así que..., debería tocarte para cargarte.

Sus palabras bastan para disipar todo atisbo de impresión, la simple idea de imaginar su toque provoca estremecerme por ilógico que parezca pues suelo tocarlo al beber de él.

—No me gusta la idea de que permanezcas encerrada, no es la idea. No te haré daño, no lo haría si es lo que te preocupa.

No sé cuánto tiempo permanezco en silencio cuando volteo hacia la ventana visualizando el bosque por el cual ya me adentré, mis ojos se humedecen ante el recuerdo de su tacto y la sensación de libertad que en su momento me proveyó. ¿Permanecer como prisionera o confiar y permitirme ver más allá?

Mis manos se cierran en puño ante su temblor, asiento con la cabeza, elevo la vista para verlo y exclamo.

—Quiero salir.

ZIA

Me embriaga la emoción nada más la escucho hablar, la veo temblar al acercarme suponiendo que en cualquier instante se retractará observando cada reacción de su parte una vez la tomo en brazos quien, aunque estremeciéndose no lo hace, evitando mirarme. Controlo la emoción que se arremolina en mi interior producto de su cercanía y el simple hecho de haber aceptado salir de la habitación, Drake se pone en pie cual resorte al verla.

—La llevaré al pórtico si no les molesta -le informo a la pareja y no tardan en reaccionar, el señor Jordan me abre la puerta en lo que la señora Celicia acomoda algunas almohadas en una de las sillas al lado de una pequeña mesa de madera ubicadas en el pórtico.

Sus manos acarician la textura de la mesa, su mirada se pierde en la cosecha, la calma parece envolverla y la emoción no cabe en el castaño. Pero cuando el día parece será ameno las noticias llegan junto a un joven que exhausto y con la respiración agitada pide mi presencia en la orilla oeste de Diero. La alegría que sentía se esfuma siendo remplazada por la furia contenida, me dirijo por mi arma y al instante me dirijo al sitio indicado donde Toya y su hijo esperan junto a miembros del clan, acercándose, dos grandes barcos con el alfa del Clan de la Penumbra encabezando.

—No quiero disputas -habla Toya.

No respondo sabiendo a la perfección que Kyle no viene en son de paz.

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