44. Unión Pt. 2

Por la tarde todos se reúnen en el centro del reino donde ambos príncipes son el centro de atención. La emoción reflejada en los rostros de los humanos quienes siempre han mostrado siempre su interés, a expectativas de cuándo, tan solitario joven se interesaría en una bella jovencita, alegres de que finalmente lo haya hecho y encantados de ser parte de ello. En cuanto a los habitantes del reino las reacciones varían, algunos con sonrisas sinceras, otros, aunque contentos en espera de que al menos de esa manera se logré enderezar modificando su tan altanero carácter, muchos otros cuchichean sin cesar, nunca antes se habían unido los reinos mucho menos para celebrar una unión, en cambio aquí están mirando a su vez a los miembros de un clan. A otros les da igual, no pretenden mostrar interés o agrado hacía el ojiazul cuando en realidad nunca les ha caído, entre ellos algunos que otros que sufrieron a causa de sus arrebatos perdiendo total o mínima movilidad en la parte del cuerpo fracturado.

Mientras tanto, aquellos pertenecientes a Diero quienes conocen lo acontecido con la pareja desde la llegada de los tres a sus tierras se muestran contentos y dispuestos a aceptarlos como sus soberanos una vez acepten tomar el rumbo de Sol Saliente, sus respetos, hacía el esfuerzo del príncipe, encantados por tener de vuelta y en buen estado a su princesa, así como dispuestos a aceptar el futuro mandato del pequeño que los acompaña, un crío alfa y príncipe.

Por su parte, aunque con un carácter complicado al igual que su padre la reina Erea muestra respeto a con Zia, como hacía la pequeña pelinegra producto de la fortaleza que ha observado en ambos, por el crecimiento y su constancia, recordando aún el día en que se reunieron a cada uno de los soberanos y el par explayo su idea con tal determinación respecto a la renovación del reino. Así, como dispuesta a ofrecer su apoyo de ser necesario frente a posibles altercados con el Reino de la Perdición ante el proceder de la situación.

En cuanto a Aurora, pese a que su esposo no conoce a la familia, se muestra encantada con los tres. Si bien a Zia no lo conocía, si a sus padres, como a los de Akemi en menor medida. Después de todo, ella diseño cada atuendo que este vestía cuando era pequeño, prendas que alegremente ha visto portar al risueño híbrido.



Con una tenue música de fondo Artem sujeta una fina copa de cristal donde ambos pelinegros vierten su sangre mezclándose en el ornamental objeto, al descender sonríe cuando su hijo ayuda a Drake a hacer lo mismo, acción que han implementado en la tradición con el fin de hacer sentir a los menores parte del proceso de unión, especialmente cuando procrean crías antes de dicha formalidad. Una vez hecho, sede la copa de la cual cada uno bebe sellando la unión, seguido de un beso con el típico gesto de la pelinegra al sujetarlo de la camisa atrayéndolo hacía ella. Con Drake en sus brazos Zia deposita un beso en su mejilla expulsando un te amo, Akemi repite su acción llenando de alegría al menor.

Con mirada inquisitiva Drake mira a Walid cuando se acerca viéndolo sujetar la mano de su madre escuchándolo exclamar devolverla más tarde, frunce su ceño mirándolos alejarse, desviando al poco la mirada hacía su padre. Desconcertado aún más ante su expresión despreocupada, más siendo de su conocimiento la extraña cercanía que el menor de los trillizos presenta a con su madre, confundiéndolo, tal como de vez en cuando el comportamiento del otro de ellos, con excepción de Assim.

Desvía su atención justo cuando el mayor de sus tíos hace acto de presencia preguntando por su madre, aún más dudoso al ver la sonrisa en el rostro de su tía. Enya deja caricias en su brazo a modo de apaciguar sus dudas, prestando todos interés cuando una voz proclama atención, cambiando la música de fondo. Ambos permanecen absortos a lo que acontece frente a ellos a tan solo algunos metros, donde Akemi lleva a cabo una danza que los hipnotiza desconociendo que aquello sucedería. Los dos varones, incapaces de mirar hacia otro lado admirando cada movimiento, rítmico y sensual a la vez.

Sus giros alzan su vestido cual fuego a su alrededor influido por el color que arde bajo su tela, entremezclándose con el diseño de sus alas tras su espalda, extendidas cual fénix, ave bella y majestuosa. Su cuerpo, delicado, pero poderoso, el mover de sus fuertes piernas, la danza de su vientre y caderas transmiten su sensualidad y aspecto travieso, todo fusionando esa delicadeza suya con la agilidad que ostenta.

-Mamá es bellísima -dice el castaño.

-Lo es -responde la voz de Enya acariciando una de sus manos.

Cuando todo acaba en silencio la rubia se lleva de la mano a Assim dejando al par solos, solo entonces Zia habla.

-También lo eres.

Drake mira a su padre.

-Te amo.

Una enorme y bella sonrisa decora el rostro del pequeño.

-Yo a ambos.

Escuchar la dulce voz de su madre lo hace apreciarla hasta envolverla con sus brazos recibiendo el mismo afecto de su parte.



Dicha imagen no sale de la cabeza del pelinegro, junto aquella que aprecio por la mañana de ambos abrazados, por lo que una vez solo busca a alguien con la mirada, nadie en concreto, tan solo a uno de los ilustradores a quien le pide un block más un lápiz para acto seguido sin más retirarse. El joven lo mira con ceño fruncido sumamente confundido frente a su acción incomprendida, soltando un suspiro al verse sin algunos materiales menos. Zia por su parte, mirando de vez en cuando donde muchos bailan distingue al par junto a Walid, Jalil y Misa, sonríe ante sus risas mientras cada uno intenta repetir los movimientos que ella con anterioridad ha realizado viéndose sumamente curiosos en lo que, al menos los varones mantienen su camisa sujeta con sus manos en un intento de ver llevar a cabo el movimiento de su vientre.

Ríe antes de llegar a una sección solitaria, pero permitiéndole la vista de ellos, toma asiento en el piso y sin más él mismo crea aquellos momentos que desea prevalezcan. Las fiestan no son lo suyo, mucho menos los bailes, por lo que agradece que Akemi haya hecho aquel intercambio. En algún momento de su concentración tras ya varias hojas su vista se desvía a su derecha donde alguien ha colocado su extendido estuche de colores, obra seguramente de alguno de sus hermanos, al elevar la mirada, frente a él con el cuerpo inclinado se encuentra Aitana mirando la imagen en el block.

-Eso explica su petición respecto a los muros -dice, desviando sus orbes hacía el príncipe, regalándole una sonrisa, pues Akemi entre las modificaciones para el reino le ha solicitado dejar muros donde este pueda plasmar algunas de sus creaciones, estos ubicados en sectores donde puedan apreciarse.

Sin molestarlo más la diseñadora se retira dejándolo una vez más absorto, aprovechando el ojiazul de los materiales que le han proporcionado.

-Se supone que deberías estar con Akemi y Drake.

Sonríe al escucha la voz de su padre de pie a su lado.

-Puedes ir y ocupar mi lugar -responde, -aunque Walid lo está haciendo muy bien -señala mirando al trillizo bailar con la pelinegra, el castaño encantado con el par de rubias a su lado.

-Un mínimo esfuerzo no haría daño.

Desvía su atención al mayor que recién llega, Toya lo observa con ambas cejas elevadas, esperando motivarlo.

-No es necesario -Vuelve a centrar su atención en el block escuchando al alfa expulsar un suspiro colocándose a su lado.

★★★

La tarde transcurre amena entre sonrisas, desde Akemi haciéndole de maestra de baile, acto que no pasa desapercibido por Zia quien atento los observa desde la lejanía, distinguiendo otro aspecto de ella que paulatinamente ha mostrado de vez en cuando, en esta ocasión de manera más abierta. En su blog ha retratado cada momento, a sus hermanos, a sus padres, tíos, incluso a la pareja de adultos mayores recibiendo de vez en cuando una que otra compañía, desde algunos amigos de la ciudad, a miembros del clan, así como a miembros de su familia y cercanos.

En algún punto del día entre sus pausas, admira a la pelinegra de pie frente a él con su típica pose elevando la mirada, esa sonrisa que tanto le encanta y la manera en cómo con ella a su lado prácticamente todo se desvanece, como si no hubiera nada más que ellos en ese momento. Sus manos dejan una que otra caricia, en su rostro, en sus brazos hasta que toma una de sus manos entre la suya instándola a girar sobre sus pies, apreciándola tanto a ella como el conjunto que lleva, viendo el suave mover de la prenda ante el movimiento recorriéndola de pies a cabeza con una sonrisa. La manera en cómo la prenda forma una v inversa con el diseño de encaje tan coordinado con el que se plasma en su rostro, ese color oro que resalta sus ojos y el tono rosado de su piel. Ciñéndose la forma del vestido a su silueta dejando algunos sectores de su vientre al descubierto hasta fusionarse con la parte inferior con una tela suave, semitransparente con esas flamas en la parte inferior, sin olvidar el par de alas a su espalda, sin impedir por supuesto que esta quede descubierta.

Cuando sus labios se fusionan el silencio los envuelve pese a que la música resuene a su alrededor, tan centrados en ellos y nada más hasta que sus frentes se unen manteniendo ambos los ojos cerrados y una sonrisa en el rostro femenino. Deposita un beso en sus labios, escuchando nuevamente el ambiente a su alrededor, adaptándose su cuerpo al ritmo, sonriendo Zia al verla bailar frente a él sin siquiera soltar su mano haciéndola girar de vez en cuando. Sus mejillas comienzan a teñirse cuando el espacio entre ambos se va disipando hasta prácticamente rozarse sus cuerpos, en el momento en que sus manos se separan el mover de su caminata llama su atención dejándole sin aire al apreciar la sensualidad y sus gestos tan centrada en el baile, como en el hecho de bailar exclusivamente para él quien queda estático en su sitio, tan nervioso, como encantado con mirarla, especialmente cuando le sonríe con ese brillo en la mirada.

Al volver a él, sin descaro alguno lo acaricia ascendiendo sus manos desde su vientre, desprendiéndolo de la gabardina, una mano lo sujeta firme de la camisa, jala de él y degusta sus labios antes de retirarse con una gran sonrisa decorando su rostro. Zia por su parte cierra los ojos apaciguándose, calmando los nervios que lo han abrazado, permitiéndose incluso respirar, riendo mientras niega al tomar asiento, viéndola retirarse colocándose la prenda de modo que no interfiera con las alas en su espalda, creando una fusión de colores, contemplando lo pequeña que es. Pequeñamente traviesa, piensa, apreciando las similitudes que el par comparte.



Más tarde se enfrasca en una charla con el señor Jordan dejando todo a un lado, este cómodamente sentado en una silla, en algún punto Aston, Satish, amigos suyos humanos se suman a dicha charla, desvaneciéndose paulatinamente hasta quedar únicamente con la compañía del adulto a su lado.

Al comienzo del anochecer con el frescor envolviéndolos disfruta del contacto que le provee tener a la pelinegra entre sus brazos, a horcajadas sobre su anatomía, con sus brazos alrededor de su cuello, con el aroma de ella impregnándose en él mientras rodea su delicado cuerpo con sus brazos, percibiendo como es habitual, la respiración en su cuello. El silencio los envuelve, la calma hasta que gotas comienzan a golpear contra sus cuerpos causándola reír y a él sonreír. Se deleita al verla elevar la mirada, mirando como las gotas van cubriendo su rostro, deslizándose mientras mantiene los ojos cerrados y una bella sonrisa decorando. El agua le acaricia la piel, recorre su cuello perdiéndose entre los pliegues del vestido, fusionándose con la prenda o deslizándose debajo de esta.

Le es un placer degustar sus labios cuando se unen a los suyos, sintiendo como los brazos de su chica se ajustan aún más alrededor de su cuello, la manera en cómo algunos de sus dedos le proporcionan de caricias en el contorno de su oreja ascendiendo por su cabellera. En el momento en que sus bocas se separan sus frentes se unen, la lluvia aumentando de intensidad. Al poco el castaño se encuentra tirando de sus manos causándoles una sonrisa, disfrutando del fresco clima.

Pocos son quienes permanecen en el sitio, muchos se han marchado ya, otros disfrutan pese a la lluvia, ellos gozan el momento y el agua que los empapa. En algún punto de la noche terminan enfrascados en un juego infantil, inician unos pocos, gradualmente otros se van sumando, para cuando se percatan incluso miembros del clan corren por el reino en su forma lobuna. Las risas resuenan donde quiera que vallan, entremezclándose con el silencio con el fin de no ser alcanzados, del correteo comienzan a ocultarse formando incluso parejas o pequeños grupos, escondiéndose de quien lleva la trae.

Los adultos observan a los jóvenes en la lejanía, viéndolos disfrutar de un juego, uniéndolos por la petición de tan solo un menor, aunque haya una más por ahí. Consternados cuando canes se incluyen en el juego observando como sus pelajes comienzan a humedecerse, algunos de ellos con cierta preocupación en la mirada, pues saben que Akemi se encontraba trabajando en controlar su temor hacía estos.

Cuando una risa cercana se escucha todos giran en dirección a ella desconcertados, pero alegres ante el resultado inesperado, a su derecha Akemi ríe prácticamente con uno de los canes sobre ella, ahora ella la trae. Como si el par no se hubieran percatado de la presencia de los soberanos y el alfa, Toya identificando al can, sonríe al verlo sumarse a dicha actividad. Akemi se pone en pie una vez Satish se lo permite, y aprovechando sus agudos sentidos lo incita a ayudarla a buscar a alguien en concreto accediendo el castaño gustoso, alejándose de donde el grupo los observa.

Para cuando llegan al lugar la pelinegra se asoma sonriendo al distinguirlo, dándole un asentimiento a Satish, este se retira con tal de no ser víctima del próximo portador.

-¡La traes! -exclama tomando por sorpresa a Assim quien le daba la espalda, aprovechando este al hermano a su lado, hace lo mismo corriendo sin más, dejando a este aún más consternado, una mala idea haberse juntado sin lugar a dudas.

-Misa.

La menor sobre el techo niega con la cabeza con una sonrisa, no bajara, pero había sido de gran ayuda para que les dijera quien iba siendo de quien debían escapar, hasta que ya no supo más quien era dicha persona. No le queda más que resignarse maquinando un plan, al encontrar al cachorro de su hijo le solicita su apoyo. Llegan hasta donde Enya se oculta encantada con el plan que Zia desarrolla en su cabeza, al aceptar Drake vuelve a ser su guía.

Una sonrisa se plasma en el rostro de Assim al distinguir a su diosa rubia, recorriéndola con la mirada sin dudar cuando un grito que se convierte en risas llama su atención detrás del él donde permanecía Akemi, ahora casi en el piso ante el ataque de cosquillas proporcionado por el ojiazul, burlándose de la pelinegra al ser la nueva víctima. Sus ojos se entrecierran al ver al pelinegro ayudarla a ponerse en pie susurrándole algo al oído, las manos de su chica ya alrededor de su cintura, al voltear a verla su rostro a tan solo centímetros volviéndose muy apetecible tenerla tan cercas. Cuando está a nada de besarla ella se aleja.

-La traes -exclama dejándolo pasmado en su sitio mientras con lentitud ella retrocede.

-Pero Zia...

-No, yo la traía -explica Enya con una sonrisa.

★★★

Con una torrencial lluvia ahora sobre sus cabezas, un adormilado Drake descansa sobre el hombro de su padre en lo que los adultos mayores y el alfa, se despiden del par, así como de los padres del joven príncipe. La mujer pese al estado empapado de la pelinegra acepta gustosa su abrazo en lo que su esposo sujeta con firmeza el paraguas sobre sus cabezas, al separarse un castaño can se restriega en su mejilla a modo de despedida causándole una sonrisa, dicha imagen rememora recuerdos en el mayor, Artem recordando cuando era pequeña. Zia bufa tras un breve empujón volteando a ver a la causante, al gran lobo de pelaje blanco.

-Muy grande ¿no? -se burla sintiendo igualmente al can restregarse contra él.

Al repetir la acción con Akemi esta la abraza despidiéndose cuando la pelinegra deposita un beso en su peluda mejilla.

Soñoliento, el llamado a los abuelos no se hace esperar una vez suben las escaleras por lo que el castaño va de los brazos de su padre a los de Artem llevándoselo consigo donde una vez en la habitación tanto él como Susumu se encargan de colocarle como mínimo las prendas inferiores posterior a secarlo, antes de acostarlo entre ambos. Las reinas por igual se encaminan hacia sus aposentos percibiéndose la ausencia de la princesa Mayida

Para cuando Zia abre la puerta de su habitación una sonrisa decora su rostro al encontrar a la pelinegra acostada sobre la cama con ambas piernas flexionadas, los brazos sobre su cabeza y aún con la gabardina. Su mirada viaja al mueble al costado de la cama donde Akemi ha colocado sus pertenencias junto al block que prácticamente ha robado. Con cautela va para tomarlo andando silencioso, tomando asiento contra la pared comenzando a plasmarla, en alguno de los momentos en que eleva la mirada para verla ella lo observa, con una sonrisa le hace una seña para que no se mueva permaneciendo quieta.

Al terminar la sonrisa de Akemi se extiende tomando asiento en su lugar deslizando la húmeda gabardina por sus brazos dejándola caer, sonriendo al encontrar frente suyo al ojiazul, sin despegar su mirada lo ve colocar ambas manos a sus costados, recibiendo sus labios.

-Uno más.

Es inevitable controlar la risa tras sus palabras viéndolo tomar asiento en el piso frente a ella, sus brazos sobre sus rodillas, su barbilla sobre estas y su vista fija en él.

Permanecen de aquella manera el tiempo suficiente, conectándose sus ojos de vez en cuando incitándoles una sonrisa a cada tanto. Sin necesidad de afinar detalles, deja el cuaderno en su sitio recibiendo la mano de la pelinegra inmediatamente en su camisa atrayéndolo hacía ella, uniéndose sus bocas, encontrándose sus lenguas y ambas piernas femeninas a cada lado de su cadera incursionando una mano masculina bajo la tela.

La camisa no tarda en volar por la habitación en lo que sus bocas prosiguen su reclamo, una mano femenina tras su nuca, mientras la otra se desliza por su torso desnudo incursionando más allá bajo la tela, disfrutando del placer que le producen sus caricias mordiendo el labio inferior de su chico.



A horcajadas sobre su anatomía espera por su reacción una vez desprenda de ella el vestido; los dedos masculinos rozando su piel en el recorrido con la mirada azulada fija en la suya. Muerde el labio entre sus dientes cuando la prenda se desliza por sus brazos desligándose totalmente de esta, cuando la mirada del ojiazul desciende sonríe complacida encontrándolo tanto asombrado, como una vez más, nervioso al apreciarla. Donde un ligero conjunto es lo único que ahora la cubre, tela suave, blanca, de cuello redondo dejando aberturas de telas entrecruzadas desde su clavícula hasta cierta parte de su monte de venus, la espalda totalmente descubierta.

Cuando sus ojos vuelven a encontrarse las manos femeninas se posan en el rostro del ojiazul, mientras las de él se posan en la cintura de ella dejando caricias con sus dedos antes de atrapar sus labios. Akemi suelta un gemido en el momento en que una mano apretuja su glúteo en lo que sus lenguas danzan saboreándose el uno al otro.

Recostado en tan solo ropa interior suelta suspiros y gemidos producto de los roces que la parte íntima de ella produce contra la de él sin apartar sus ojos de los suyos, desprendiendo el botón de su cuello, retirando un poco la tela para besar su piel, recorriendo su cuerpo con ambas manos, jugando con sus pezones sobre la tela, endureciéndolos en el proceso.



Con el frágil cuerpo bajo el suyo goza el apreciarla retorcerse ante sus caricias recorriendo cada milímetro de su cuerpo, desde su rostro depositando besos como leves mordidas que causan en ella sonrisas, al degustar el lóbulo de su oreja como su cuello bebiendo un poco induciéndole arquear su cuerpo como expulsar gemidos al proporcionarle de caricias que dejan en ella cosquilleo. La recorre en su totalidad jugando incluso con sus manos antes de abrir las flexionadas piernas de la pelinegra lamiendo su zona íntima sobre la tela causándole retorcerse. Un dedo incursiona bajo esta en lo que se miran mutuamente, tocándola mientras con la otra se va desprendiendo de la última prenda que lo cubre, poseyéndola posteriormente.

Esa noche azotando la gran lluvia su ventana entregan su corazón en compañía de sonrisas, suspiros y gemidos disfrutando de su mutua compañía. Zia del pequeño, pero curvilíneo cuerpo de su chica, ese de aspecto dulce y delicado, que posee de fuerza y agilidad como toda ella; Akemi gozando del tonificado cuerpo de su chico, de aspecto duro y frío, pero frágil a su contacto palpando los ligeros, pero suculentos temblores en su cuerpo. Ambos degustando del otro hasta el cansancio.

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