43. Seres místicos

NARRADOR

Un par de manos masculinas abotonan una camisa negra por sobre su cuerpo frente al espejo que refleja el tonificado torso que de a poco se va cubriendo...



Esa mañana en Luna Gris el gran astro solar saluda alegre y cálido como pocas veces ocurre en dicho continente, esa mañana el clima fresco se mezcla con la agradable presencia que provee el sol acariciando un cálido viento la piel de cada individuo. Como si el mismísimo sol, atento a lo que acontecerá diera su bendición.

Una pasada mañana fue testigo de atrocidades donde usualmente embriagaba la alegría, su presencia era constante, conocía la vida de cada integrante, los acompañaba en sus día a día marcando el tiempo con su sola presencia, así como proveyendo de calor a las pieles que constantemente tocaba apreciando a aquella que alegre lo recibía con los brazos abiertos. En cambio, esa mañana, cuando su natural rutina comenzaba absorto presencio el cruel acto de parte de aquel joven de tez morena que solía observar deambular inconforme y con sentimientos negativos en el fondo de su corazón. Incluso el astro creyó que dicho corazón de ablandaría cuando la conoció, si bien sonreía, soñaba con ella y dudaba, no fue suficiente y simplemente ensombreció aún más a su corazón. Una herida sembró en otro, una grande y gruesa herida que marco una vida tras la sangre que pronto decoro cada centímetro del lugar hasta que ese día llego a su final.

Al próximo el silencio lo envolvió, poso sus ojos por cada rincón, pero nada cambio, en el transcurrir de los días se extinguió la alegría, incluso sus ánimos por salir. Incapaz de ir contra su naturaleza no sucedió, con asombro miró una silueta, se movía como su cuerpo le permitía, el dolor se reflejaba en su rostro, pero luchaba como podía. Veía a un ave encerrada en una prisión agitada por salir de la jaula que la mantenía cautiva; por desgracia, dicha jaula poseía depredadores en su interior, escapar fue una ilusión y el sol se llevó consigo la decepción.

No la volvió a ver, la pequeña ave no dio señal alguna en el interior de su gran prisión, permaneció recluida en un espacio aún más pequeño marchitando su débil corazón, consumiendo la alegría en ella, sus fuerzas, transformándose en dolor y tristeza.

Así, aunque diario su luz irradiaba, la oscuridad embargaba cada corazón consumido por la tristeza y el dolor.



Cada día era un pesar, cada andanza no mostraba la misma alegría de antaño, hasta que una noche una ventana se abrió. Herida el ave salió, constantemente descendía, volar no solo dolía, se le dificultaba con horror. Más no estaba sola, un cachorro de lobo la veía siguiendo sus pasos con la mirada entristecida, por desgracia era débil su corazón, invisibles eran sus heridas, y al contacto con él ardía.

Cuando el sol sin ánimos ese día se mostró, curioso miro a ambos seres, el dolor emanando de sus frágiles corazones.

Con terror por las pequeñas criaturas presencio la llegada de uno más imponente detectando a su vez, el miedo en la mirada de las otras. Frente a la pequeña ave y el cachorro de lobo, un enorme dragón de escamas azules los observo. Su presencia emanando poder, pero su mirar reflejaba algo más. Tras lo acontecido con el joven lobo, el sol no confiaba en el nuevo ser, sorpresa se llevó cuando defendió al par de las fauces de otros lobos con facilidad hasta verlo llevar consigo al par rumbo a la seguridad.

Desde entonces, cada que podía presenciaba a donde quiera se encontraban a esas tres criaturas deambular, donde el gran dragón procuraba por los dos. Sin embargo, pese a desconocer su procedencia, la luna a él lo conoce muy bien.

★★★

Ese día con la extraña presencia del sol la luna saluda el día que creyó nunca vería. Su niño, ese de pocas palabras muchas veces soñó, lo veía admirarlo muchas veces con mirada entristecida, aun así, el temor nunca lo venció, siempre luchando, eso admira de él, sabe que es capaz de todo por aquellos a quienes ama.

Desde pequeño fue dotado con el poder de un dragón, una pequeña bestia indomable que, pese a la compañía, posee un alma solitaria. La mayor alegría de su madre, con quien se regocija ante sus caricias, también su gran debilidad.

Sus feroces gruñidos fueron escuchados por primera vez en presencia de ambos abuelos, no pudo contenerse más, no permitiría insultos hacía su madre, lo más sagrado para él.

Con la libertad de sus padres creció ambicioso de poder, lo que más deseaba era proteger y volverse el mejor guerrero no solo dentro de su reino, esa era su ambición. No obstante, el mismo día que mostró sus garras por primera vez, bruscamente le arrebataron las alas, de una criatura mayor retumbo un rugido de sus fauces hacía el cachorro de dragón, no se amedentro, igualmente respondió, pero limitaron su poder.

La alegría fue apagándose de ese par de ojos azul oscuro, su presencia fue viajando de boca en boca, pronto el príncipe de Luna Gris fue reconocido como el más joven guerrero, y la luna siempre estuvo ahí, acompañándolo en sus días, en las noches y en esos momentos en que más lo necesitó. Pero su inquebrantable grandeza perduro, no importaba la cantidad de veces que viera su rostro cubrirse de lágrimas, gritar, enfurecerse o simplemente entristecerse, siempre había una cálida sonrisa guardada en su interior, lo único que logró fue endurecer su escamosa piel, nadie lo podría romper, aunque fuese invisible para una sola mujer, su madre.

La guerra era interminable y lo consumía incluso en sus tierras. Incapaz de presenciar una ofensa creo reacciones de amor u odio generando un gran desequilibrio en su propio reino. El gran dragón paso de estar en boca de todos a estar bajo el escrutinio de su gente, no tuvo otra opción que ignorar, tampoco deseaba gobernar y eso, había quienes lo cuestionaban, comenzaban a creer que no merecía dicha posición. Su rechazo tampoco lo veían bien, pues posterior a sus arrebatos siluetas femeninas se acercaban a él, cuando una joven se presentaba frente al gran dragón azul, antes de cualquier tipo de contacto, incomodo y con el corazón latiendo con frenesí bajo su pecho, retrocedía sin más; así, mientras se ganaba el despreció de los varones, él creaba un nulo contacto con las mujeres.

Hasta que un día, su coraza se desmorono...





-¡Zia!

Se escucha la preocupada voz de su madre una vez sale de su hogar con su arma tras la espalda, adentrándose a la torrencial lluvia que azota esa tarde sobre Luna Gris, rumbo al lugar donde se lleva a cabo la batalla.

Él es un guerrero, y no va a quedarse atrás sin hacer nada mientras otros luchan por su reino, es lo bastante capaz de mostrar su valía, su padre y los demás verán que es más que un simple niño con el título de príncipe, que al igual que ellos, es capaz de luchar para proteger de los suyos. Con tales pensamientos distingue a un par de hombres perseguirlo, seguramente enviados por su madre, ágil se escabulle pensando en las ventajas de ser pequeño, un punto más a su favor en batalla.

Acercándose va de techo en techo analizando la batalla desde su sitio, selecciona un objetivo y lleva a cabo su maniobra desenvainando antes de lanzarse en el aire acertando en el enemigo; no obstante, únicamente logra desprender un fragmento de carne del hombro del enemigo producto del movimiento en dicho joven. Con velocidad esta por asestarle un golpe más, pero el hombre interpone su arma resonando el golpe de ambos filos. Lucha con fiereza hasta que se escucha el grito de retirada, confundido e incapaz de permitirle la huida ataca con mayor vehemencia cuando con brusquedad es sujetado de la playera para encontrarse con los furiosos ojos de su padre.

-¿¡Qué pretendes!? ¿¡Qué te maten!?

Gruñe en respuesta al alarido de su padre antes de ser lanzado donde un joven quien firme lo sujeta inmovilizándolo, los dientes al aire y la mirada penetrante son dirigidas a su progenitor.

-¡Llévatelo de aquí!

El joven obedece marchándose con un cabreado infante que se remueve entre sus brazos, él hace lo posible por que no se le escape, una complicada tarea que lo hace maniobrar durante todo el trayecto a la mansión.

Una vez en su interior el menor cae bruscamente producto de sus movimientos pese a los intentos del joven de dejarlo con suavidad en el piso, aún molesto y con arma en mano gira con intención de arremetes contra quien lo ha traído a casa, pero el arma se detiene a tan solo centímetros del sorprendido joven junto a la reprimenda de parte de su padre.

-¡Zia! -Le arrebata el arma a su hijo recibiendo la furia del mismo. -¡Primero te entrometes en la batalla arriesgando tu vida y ahora pretendes atacar a uno de los tuyos!

Un gruñido es su respuesta.

-¿¡Qué es lo que no entiendes!? ¡Serás el próximo rey de este lugar, no puedes andar por ahí arriesgándote y lastimando a los tuyos! ¡Eres un niño, no tienes por qué inmiscuirte en asuntos de adultos!

Con el cuerpo tenso por la furia le arrebata su arma con brusquedad causando una herida en la palma de la mano de su padre, marchándose sin más rumbo a su habitación escuchándose el eco de la puerta al azotarse.

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