41. Lágrimas de consuelo
NARRADOR
Bajando las escaleras la puerta principal se abre dando entrada a dos jóvenes castaños, abruptamente, se detiene a unos pasos de los peldaños. Su pecho se apretuja nada más reconoce a la chica viendo imágenes que hasta ahora le perturban, donde el hermoso rostro de la joven siempre la hacía caer en la realidad, ese donde todo era tan lejano a ella, como pasar la mano por el agua distorsionando cualquier imagen en ella. Causando que el par de ojos azul oscuro se desviaran de su rostro, que la angustia la envolviera al ver esas manos ajenas entrar en contacto con la piel del joven que solía hipnotizarla, y que aún le produce admirarlo. El simple hecho de verla alejarlo le producía nostalgia, dejándole únicamente el recuerdo de sus ojos.
-Akemi...
Su atención se centra en el castaño que la mira con cierta curiosidad.
-Ella es Terumi, mi hermana.
Aunque el joven señala a su derecha no desvía la vista incapaz de verla una vez más percibiendo como su corazón golpetea en el interior de su pecho, así como una ola de tristeza la envuelve sintiéndose sumamente pequeña. Un ligero temblor apenas perceptible para ella se presenta en sus manos, reprimiendo lágrimas que se acumulan en sus ojos, se cierran en puño con el dolor en el pecho, apretándolos con fuerza ante la lucha interna de sentirse no pertenecer a ninguna parte, sin un lugar propio al cual ir y ocultarse. Cabizbaja mira hacia la sala, un amplio espacio, cómodo, pero demasiado general para su gusto. Cuando otras voces resuenan a su alrededor es incapaz de permanecer más tiempo en aquel lugar subiendo con prisa cada escalón hasta cerrar tras de sí la puerta de la habitación.
Mientras los presentes miran anonadados en dicha dirección, un par de iris blanco miran a su padre preocupado por la reacción de su madre.
Las lágrimas no tardan en descender por sus mejillas a la par que su cuerpo contra la puerta emitiendo leves sollozos que se escapan de sus labios. El resonar de unos pasos la hacen correr hacia la cama cubriéndose con la sabana con el fin de evitarlo, mordiendo su labio al percibir la colcha hundirse ante el peso a sus espaldas, apretando sus ojos con fuerza, reprimiendo sollozos con el fin de que no sean escuchados. Permanece quieta en su sitio tensándose al percibirlo, su cuerpo a centímetros, su embriagante fragancia envolverla ante su cercanía y un brazo alrededor de su cuerpo, abrazándola, lágrimas silenciosas empapan su piel deslizándose hasta la acolchada superficie. Permanecen de aquella manera incontables minutos, su pecho apretujado y el frenético movimiento de su vientre producto de su respiración agitada poco a poco se calman, su contacto, su aroma son como sedantes que apaciguan las tormentas que se forman en su interior.
Sus parpados liberan sus rojizos orbes una vez serena, con lentitud sus ojos se cierran antes de pronunciar palabra alguna, expresando su temor en palabras, la razón por la cual la presencia de aquella joven le afecta más que la de cualquiera, incluso sin siquiera conocerla.
-La única razón por la cual nos marchábamos cuando ella aparecía es para que no notara tu presencia, intentamos evitar que te viera.
Traga con dificultad sabiendo que es una más de los que saben la verdad, esa que duele, pero que ha sabido olvidar ante la personalidad de cada uno de ellos, frente al cálido trato que han tenido a con ella.
-Terumi es como una hermana, tal como Adel lo fue para ti -explica, causándole morder su labio inferior. -Aunque intentamos evitarlo, al final ella se enteró.
Sus ojos se cierran con fuerza producto de sus palabras, sus puños se cierran y muerde su labio con fuerza.
Abre sus ojos relamiendo sus labios ante la presencia de su propia sangre, suspira haciéndose a la idea que tanto teme, después de todo Enya tiene razón, en cualquier momento la verdad será inevitable, los murmullos en el reino serán imparables, al fin y al cabo, ya la presencia de Drake lo dice todo. Pero esa angustia es igual de inevitable, un miedo capaz de difuminarse, especialmente si lucha por no darle el poder que no debe poseer. Con ello en mente gira sobre su lugar otorgando una vez más su confianza en el pelinegro a quien mira una vez boca arriba hipnotizándose ante sus bellos ojos, él acaricia su rostro cerrando sus ojos a causa de la suavidad de su tacto, disfrutando de ello. Al volver abrirlos acaricia su parpado inferior descendiendo a su mejilla, acto seguido tanto sus ojos como sus dedos se desvían a los labios del pelinegro, al volver a sus ojos relame sus labios posándose la mano de él sobre la de ella, viéndolo depositar un beso en sus nudillos sin quitar su mirada de ella.
-Tuyo.
A centímetros de su rostro lo mira acariciando su mejilla.
-Mío -exclama recibiendo sus labios, fundiéndose en un beso que se vuelve apasionado capaz de transmitir su amor en un acto sublime.
Suspira sonoramente girando la cabeza para verlo, sus azules orbes mirando aquella imagen en el techo, relame sus labios degustando la sensación que los del pelinegro has dejado en ellos, ese insaciable cosquilleo que la instan a desear más. Cuando sus miradas conectan lo ve sonreír deleitándose cuando su expresión refleja cierta diversión en esos bellos ojos que posee, volviéndose traviesa aquella sonrisa, sin percatarse se encuentra relamiendo una vez más sus labios desviando la mirada de la boca de Zia a sus orbes. Ansiosa lo recibe cuando sin más se unen jugando sus lenguas la una con la otra, su respiración errática mientras su garganta emite gemidos producto del avasallador beso que los envuelve, tan distinto a otros que se han dado.
Insaciable sus manos recorren sus costados removiéndose su cuerpo con deseo, instalándose la excitación en su cuerpo. En el descenso de sus manos se vuelve atrevida, manosea el trasero de su chico provocándole un gemido y a ella una sonrisa; acto seguido, eleva la cadera apretujando su cuerpo contra la de él soltando un gemido voraz ante el contacto del bulto, restregándose sin reparo alguno, anhelante. Entrelaza una pierna a la de él deslizando sus dedos por la desnuda piel del ojiazul removiendo en su recorrido la tela hasta desprenderla en su totalidad, descendiendo su mirada a la par que una mano por el torso hasta donde la tela del pantalón se lo permite.
Sonríe al encontrarse con sus ojos, acto seguido ambos ríen cuando ahora es él quien se encuentra debajo de ella. Besa sus labios descendiendo con suma lentitud por todo el cuerpo de Zia, acariciando, besando y lamiendo cada magnitud de su anatomía gozando de los suspiros y gemidos que este expulsa, así como de los incontrolables temblores en su cuerpo.
Apoyado sobre sus codos observa a la pelinegra de pie sobre la cama desvestirse sin despegar su mirada de la suya, deleitándose con la vista en lo que ella atrevida se deleita, cuando las manos féminas se colocan en sus bragas la detiene, siendo quien deslice dicha prenda por sus piernas teniéndola en un instante denuda a horcajadas.
-Mío -expresa reclamando su boca, deslizando ambas manos por el torso denudo del ojiazul hasta las prendas que aún posee, desprendiéndose de estas con su apoyo.
Con las manos en la cintura de su chico, él con el cuerpo levemente inclinado, ambos se observan ante el movimiento de sus cuerpos, Zia deleitándose con su belleza, con su bello rostro de preciosas facciones, con esos ojos capaces de transmitirle de todo, y sus labios, esos carnosos y apacibles labios que lo vuelven loco. Cuando las sensaciones comienzan a ser más prominentes se acerca a ella tomándola del rostro, rozando sus narices antes de degustarla. Con lentitud una de sus manos desciende siguiendo el contorno de su columna, en ese instante sus labios se separan deleitándose con el sonido de sus gemidos, besando su mandíbula hacía su cuello, rodeándole el cuerpo con su brazo en lo que ella igualmente rodea su cuello perdiéndose sus dedos en su cabello. Un sutil beso es depositado sobre su boca, percibiendo su aliento en el descenso, hasta que finalmente sus dientes se incrustan en su cuello acrecentando en gran medida las sensaciones, así como sus movimientos. Fundiéndose en otro beso con el fin de acallar los sonidos de placer que ambos evocan.
Se miran mutuamente con las frentes unidas y sus agitadas respiraciones, el deseo impregnado en los orbes rojos de ella, la admiración y el amor en los de él, sonríe emitiendo una leve risa al verla morder su labio posando una mano sobre su mejilla, cerrando sus ojos, repitiendo ella su acción al posar su mano sobre la del ojiazul. Una vez se ralentiza su respiración con la otra mano retira la melena de la pelinegra acercando su rostro al cuello de ella, depositando un beso seguido de un murmullo.
-Siempre tuyo.
Se envuelven en un abrazo, silencioso, cómodo y capaz de transmitir el amor mutuo, envolviéndolos la calidez del otro.
★★★
Con el cuerpo de Akemi sobre el suyo deposita sutiles caricias en su desnuda espalda percibiendo su respiración pausada, al momento de mirarla le recorre la cabellera contorneando el perfil de su rostro, deslizando un dedo por sus labios causándole sonreír mientras lo mira. Él ríe apretujándola en un abrazo, depositando un beso sobre su cabeza antes de proseguir con las caricias en el cuerpo de la pelinegra sintiendo las cortas hebras de cabello del otro lado de su perfil ante su movimiento, relamiendo sus labios, soltando un suspiro antes de llamar su atención, causándole elevar la mirada conectando con sus ojos.
-Aún tengo que contarte algo.
La curiosidad se refleja en la pelinegra quien atenta lo observa. Las caricias pasan de su cuerpo a su rostro.
-Siempre he sabido que le gusto a Terumi.
Sus palabras afectan a Akemi desviando levemente la mirada, volviendo a mirarlo en un intento de ocultarlo, carcomiéndole las dudas, instalándose cierto temor respecto a aquella extraña castaña.
Imágenes de aquellos días vuelven a su memoria, la inigualable belleza en aquella chica, si risueña sonrisa, su castaña melena y la sencillez con que lograba llamar la atención de ambos varones, tanto de Zia como de quien ahora sabe es su hermano, aunque ahora es consciente de la razón por la cual el ojiazul solía marcharse en su presencia. Lo cual no evito que después de todo se enterará de lo que ocurría, siendo quizás un testigo más de lo que a ella le atormentaba.
-Aunque en ciertos momentos su cercanía me incomodaba, la presencia del resto y el hecho de convivir casi todos los días me termine acostumbrando de cierta manera, aún así nunca la he visto como algo más que una hermana. Y al menos a mi parecer tampoco di señales contrario a ello.
Hace una pausa en descontento consigo mismo, causándole estragos el simple hecho de pensarlo.
-Al menos, no excepto por un error.
La curiosidad y la confusión embargan a la pelinegra quien prefiere apoyar la cabeza en el pecho de Zia proporcionándole de algunas caricias mientras lo escucha hablar, intentando de aquella manera despejar su mente mientras un sinfín de emociones se arremolinan en el centro de su vientre pretendiendo lastimarla e instándola a pensar negativamente. Cierra sus ojos despejando su mente, mordiendo su labio decidida y mentalizada en confiar plenamente en el hombre debajo de su cuerpo.
-En ese entonces me sentía sumamente abrumado con cada aspecto de lo que conlleva ser príncipe, nunca me ha gustado lo relacionado a ello por lo que muchas veces pensé en la posibilidad de dejarle ese puesto a alguno de mis hermanos, ni siquiera ahora sé si eso es posible.
Akemi entiende a lo que se refiere, esa sensación de no encajar en el papel que se les ha impuesto desde su nacimiento, de tener una gran carga sobre sus hombros, incluso al día de hoy no sabe lo que le deparara al volver, una vez todo recaiga sobre ellos en Sol Saliente. Lo único que sabe con certeza es que quiere estar con Zia, que es lo que más desea, permanecer a su lado y junto a su pequeño; en cuanto al reino, la reconstrucción se debe más que nada al hecho de no sentirse capaz de merodear por aquel lugar si cada estructura se mantiene intacta, sería recordar su pasado, ese día, por lo que la idea es renovarlo tal como ha ocurrido con ella.
-Con toda esa presión se me hizo..., de cierta manera más fácil tomar la primera idea que cruzo por mi cabeza. No lo pensé, solo... Fue una estupidez. -Hace una pausa antes de revelarle la verdad, su error. -Le dije a Terumi respecto a llevar a cabo la unión para cuando se tuviera que gobernar.
En ese instante los dedos de la pelinegra se detienen tensándose todo su cuerpo, Zia por el contrario, aunque guarda silencio no detiene las caricias que le proporciona. Una vez más pensamientos pretenden instalarse en su mente por lo que aprieta los labios intentando contenerse, respirando con el fin de calmarse hasta que analizando cada palabra la confusión se refleja en su expresión, instalándose la duda en la punta de su lengua.
-¿No es hermana? -susurra.
Su reacción, contraria a lo sucedido por la mañana y pese a haber percibido su tensión lo llena de júbilo.
-Exacto -responde. -Fue una tontería, no lo pensé, Enya me hizo entrar en razón, después me comentaron lo del compromiso.
Akemi vuelve a elevar la mirada encontrándose con los azules de él quien desvía las caricias hacía su rostro.
-¿Cómo vamos a hacer lo del reino? -murmura con los ojos cerrados disfrutando de los mimos, cuestionándose si fuesen capaces de tomar el papel que se les ha impuesto si ninguno de los dos en su momento lo deseo.
Zia sonríe acariciando sus parpados instándola abrir los ojos, a mirarlo.
-A tu lado, haría cualquier cosa.
Akemi sonríe soltando una breve risa, acto seguido se mueve colocando una mano en la mejilla del pelinegro para luego besarlo.
Esa misma noche habiendo estando charlando durante el resto del día acerca del reino una idea se presenta tras escuchar las palabras emocionadas de la pelinegra por lo que tomándola desprevenida la insta a levantarse colocándose ambos algo de ropa, tomándola de la mano incluso antes de salir de la habitación guiándola por calles del reino hasta un edificio con grandes ventanales al cual ingresan.
En su interior varios pares de ojos se posan en ellos llamando en gran medida su atención, ojos curiosos no solo por la presencia del joven en aquel lugar, sino curiosos por la chica a su lado dejando tras de sí murmullos imparables. Escaleras arriba Zia escanea con la mirada el tercer y último piso hasta dar con la persona a quien busca acercándose a esta.
-Aitana, ¿cierto?
Al elevar la mirada un sobresalto le causa a la chica verlo ahí gritando del asombro causando nuevamente que todos los pares de ojos los observen. Zia baja un poco la cabeza en un gesto incomodo no habiendo deseado llamar tanto la atención, además de por el apelativo utilizado por la joven.
-Solo Zia.
Los ojos miel de la chica se agrandan ante tal petición, negando silenciosa con la cabeza sin salir del estupor, sería incapaz de llevar a cabo tal petición.
-Habrá, ¿un lugar más privado por aquí?
Aún sin salir del shock asiente con la cabeza, Zia enarca una ceja ante la espera a lo que de improvisto ella reacciona guiándolos a una habitación, al momento de percatarse en Akemi de inmediato se disculpa causando una sonrisa en la pelinegra, el ojiazul por su parte tan solo la ignora.
-Tengo entendido que eres una de las mejores diseñadoras -expresa recibiendo varios asentimientos de cabeza. -Bien, tengo trabajo para ti, dos en realidad.
Aún si creer tenerlo frente a ella tan solo lo mira sin comprender nada de lo que sucede desviándose de tanto en tanto su mirada hacía la pelinegra detallando su belleza, visualizando a una delicada y pequeña joven tras sus holgadas prendas.
-Mientras tanto quedara entre nosotros.
Desvía la vista de Akemi hacía Zia asintiendo a su extraña petición, un tanto dudosa pues no cree ser capaz de ocultarlo si el rey o alguno de sus hombres de confianza llegaran a cuestionarla o plantarse frente a ella, usualmente atentos a cada trabajo llevado a cabo tanto para el reino o la ciudad.
-Correcto -dice él captando la duda y el nerviosismo en la chica. -No quiero a nadie más involucrado además de ti en el primer proyecto, y va enserio, ni una palabra a mi padre.
Aitana aunque dudosa, asiente.
En lo que ella toma sus respectivas notas el ojiazul le explica lo que quiere tomando en cuenta la idea de Akemi, parte importante de la reconstrucción del reino será el lugar donde van a vivir y está sumamente de acuerdo con la pelinegra, quizás no puedan vivir como tal en el bosque, pero el Reino de las Sombras de por sí se ubica en el interior de este por lo que su único o mayor requisito es que donde vayan a vivir se adapte y posea una cierta apariencia natural.
-Para el segundo proyecto si voy a necesitar que organices un equipo, ya sabrás a quienes elegir, toma a cuantos se necesiten. Pero antes, esto quedará entre nosotros igualmente, no puedes comentárselo ni a quienes vayan a trabajar contigo.
La duda se plasma en el rostro de la chica.
-Akemi es la princesa de Sol Saliente.
Los ojos de la diseñadora se expanden a más no poder abriendo a la par la boca, pero incapaz de pronunciar palabra desviando la vista de uno al otro.
-El reino va a ser restaurado y para ello queremos que te encargues de su arquitectura -explica haciendo trazos en una hoja, plasmando en ella el diseño que conformara a la nueva identidad del reino. -Para ello necesitamos que implementes también la estructura rocosa que posee Sol Saliente.
-Voy a necesitar conocer el lugar para eso -explica Aitana.
Akemi gira la hoja utilizada por Zia comenzando a garabatear en ella causando la curiosidad de ambos, el ojiazul sonríe al comprender la dirección de las líneas viendo como poco a poco comienza a ser todo más fresco en ella. Al finalizar la pelinegra explica el mapa que ha creado señalando los puntos más importantes en el interior del reino, imagen que mientras tanto le será muy útil a Aitana y al equipo que organice. Una vez hecho asiente y se despiden.
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