38. Sosiego
NARRADOR
Ausente y de mirada triste un infante rodea sus piernas con los brazos deslizándose silenciosas lágrimas por sus blancas mejillas, en lo que su barbilla se apoya sobre sus rodillas. El aroma de las flores a su alrededor inunda sus fosas nasales proporcionándole de la calma que necesita, de esa extraña soledad que se instala en su pecho cada cierto tiempo junto a esa oleada de desprecio y gran carga sobre sus hombros. Más que una simple palabra, sustantivo de rango superior frente a otros y motivo por el cual se le exige demasiado; o bien, se le imponen restricciones. Dicha palabra resuena a cada instante, príncipe por aquí, príncipe por acá, manifiestan a cada instante su respetada superioridad; a su vez, lo tratan como ingenuo e inútil a valerse por sí mismo.
Una oleada de furia se instala en su pecho que descarga con más lágrimas ocultando el rostro contra sus piernas, opacando el grito que desprenden sus labios en lo que ambas manos jalan molesto sus cabellos. Superior..., maldita la hora en que se volvió un sinónimo de la palabra príncipe, maldita la hora en que dicha palabra se le adjudico, donde lo único que ha causado son meros problemas. De no haber sido así, de no poseer dicho rango quizás se libraría de la excesiva preparación, de los exagerados estudios, incluso de lo que debe o no ser; además, tendría mayor libertad para únicamente centrarse en ser un digno guerrero y no en las babosadas que suele ignorar.
Afligido recuerda vagos momentos de cuando era más pequeño, esos en lo que tras salir de la biblioteca su padre aparecía repentinamente causándole cosquillas pronunciando siempre la misma frase de manera juguetona «¿Otra vez?». Una vez lo soltaba o se libraba de él se encaminaba a la sala tomando asiento mientras esperaba por su madre, sabiendo de antemano que al igual que él se encontraba riendo tras ser ahora la víctima de su padre. Aunque la lectura no fuera lo suyo los acompañaba, siempre terminaba dormido leyera él o su madre, ahí surgía lo divertido, tomaban un par de marcadores de agua huyendo nada más terminar. Una vez despertaba debían esperar que este viera su reflejo, riendo mientras tanto si alguno se atrevía a presentarse, sus risas solían incitarlo a mirarse encontrando un rostro decorado sumado a una maldición de su parte, lo siguiente era corretearlos acabando siempre en risas.
Suspira producto de la lejanía del recuerdo permitiendo que la belleza floral oculte su cuerpo al acostarse, permaneciendo así durante el transcurso de la noche disfrutando del aroma que la flores desprenden. Cuando el sueño esta por arrastrarlo a la inconsciencia el mover de las flores llama su atención abriendo los ojos al escuchar su nombre, voltea a su izquierda encontrando el rostro de Walid observándolo, a su derecha se acomoda Jalil. Al elevar la mirada se encuentra con el otro par de ojos verdes con las piernas entrecruzadas de igual manera, mirándolo.
-Mamá Su está preocupada.
La culpa se refleja en los azules ojos.
-Vámonos -expresa el mayor instando a todos a ponerse de pie.
Recorren el extenso sendero entre la gran arboleada de pinos rumbo a la entrada del reino, donde entre más se acercan se distinguen tanto sus padres como sus tíos. La expresión en su madre y la molestia a con su padre lo hacen centrarse en ella andando con calma, viéndola descender antes de su llegada, la abraza ocultando el rostro entre su cuello usando la larga melena de ella para ocultarse del resto percibiendo sus brazos rodearlo con esa calidez que tanto le encanta. Nadie dice nada, él por su parte no tarda en conciliar el sueño en brazos de su madre.
ZIA
Se percibe la humedad en el ambiente intensificando el aroma de los pinos a nuestro alrededor a cada paso que damos. Sonrío observándolos frente a mí, las tersas manos de Akemi entran en contacto con cada tronco que le es posible abrazándolos de vez en cuando, admirando su belleza y la altura que poseen, elevando su rojiza mirada al cielo donde ramas y el verde que poseen se mantienen apacibles, pero seguramente extrañados ante el acto risueño de los dos. Río bajo ante un sutil pensamiento, que posiblemente incluso haya pasado por sus locas mentes y es el compararnos con dicha naturaleza, por su aspecto imponente y el silencio que suelen poseer. Por su parte, Drake mantiene su vista la mayor parte del tiempo en el suelo como si jugara con él, dando pasos inciertos como esos juegos que suelen entretener a los infantes humanos donde brincan con la mirada en lo que se traza en el piso. De tanto en tanto eleva la mirada, esos bellos ojos blancos que centellean ante la belleza frente a él. Ambos tan adentrados en el paisaje, mostrando la emoción e ilusión por el lugar.
No había conocido a nadie que se maravillara como ellos frente a los distintos lugares que hasta ahora hemos conocido, sonrío recordando que incluso a mí me maravillo cuando vine por primera vez al bosque, sonriendo mientras giraba sobre mis pies para verlo todo, desde entonces me apropie del lugar.
Es usual acostumbrarse a lo que te rodea cuando es tu lugar de origen, ceñirte a una rutina, a un camino o lugares por los cuales andar, por mi parte el bosque es mi lugar, ese tranquilo donde se respira de paz, donde pese a su peculiar monotonía no deja de transmitir esa emocionante alegría. La mayoría se encierra en su rutina por el reino, escasos son los que viajan de vez en cuando a la ciudad, nulo aquellos que se permiten dar un paseo por el bosque. En cuanto a mí suelo seccionarme en cada tercio, el reino es mi hogar, en donde los problemas y la convivencia se da, la ciudad es un paso a una mayor libertad, donde mientras mi padre se encuentre ausente el título de príncipe pasa a segundo plano, cada habitante lo sabe, más, aquellos con quienes se forma un lazo de amistad. Lo complejo ahí es la corta vida que poseen, aunque para ellos suela ser extensa y suficiente mientras esta sea plena; aun así, nunca he asistido al adiós que suelen llevar a cabo cuando llega la partida, suelo ausentarme de la ciudad incapaz de hacer lo que ellos sí, despedirse del fallecido que añorarán sus corazones; no obstante, cada uno de ellos lo sabe, su compañía en vida es suficiente.
Mientras tanto el bosque... Que nadie más venga aquí lo hace más sencillo e íntimo, su calma es lo que me hace venir aquí, cuando me encuentro abrumado, confundido, mínimamente molesto o mayormente, triste. Estar aquí es como cuando abrazaba a mi madre sin deseos de soltarla, de sentirla en silencio percibiendo su cariño, sus mimos. La diferencia que poseen es que venir aquí implica no sentirme capaz de mostrarle o decirle lo que en ese momento siento, la segunda razón es mi padre, el simple hecho de desear evitarlo.
Suspiro despejando la mente para ver al par frente a mí, tomo la mano de ambos tirando un poco de ellos hasta tener sus ojos fijos en mí.
-Los amo.
Drake hace un gesto colocando la palma de su otra mano sobre sus labios lanzándola en mi dirección, sonrío.
-También te amo -sonríe.
Me es imposible no descender para rodear su pequeño cuerpo con el brazo y elevarlo depositando un beso en su mejilla extendiendo su sonrisa. Al desviar mi vista a la pelinegra me encuentro con ese brillo en sus ojos y dando una leve caricia en su labio inferior deposito un beso en ellos para proseguir nuestra caminata.
Con una mano cubro al par de ojos rojos en lo que nos acercamos tras la extensa caminata por el bosque. Una exclamación de sorpresa se escucha del castaño en lo que se acerca olfateando y acariciando las flores, beso la mejilla de la pelinegra antes de descubrirle los ojos distinguiendo la alegría que se instala en ella. Permanecemos en el lugar tanto para disfrutar de su belleza como para descansar.
Cuando gotas comienzan a caer del cielo nos ponemos de pie prosiguiendo la caminata, percibiendo los suaves golpeteos humedeciendo nuestra ropa; no obstante, pronto se apacigua en lo que andamos fuera y alejándonos cada vez más del espeso bosque que va quedando atrás camino a las montañas.
La noche transcurre fresca recibiendo el calor que emana del castaño cerrando los ojos tras admirar el oscuro cielo sobre nosotros y la luna presente.
★★★
Observamos todo desde la cima de la montaña, los altos pinos ocultando más allá el reino, la ciudad, la tierra más allá bajo nuestros pies, además de los animales que habitan en Luna Gris. Y mucho, mucho más allá el océano. Con el castaño sobre mis hombros admiramos el paisaje frente a nosotros, quizás más adelante podamos volver cuando la blanca nieve lo cubre todo, y posiblemente toparnos con algún zorro polar, es la razón por la cual suelo visitar el lugar en dicha temporada.
El camino de regreso a casa no solo se extiende, sino que llegamos sumamente empapados tras presentarse una gran tormenta sobre nuestras cabezas incluso antes de adentrarnos al bosque y que aún prevalece.
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