33. Familia

NARRADOR

En el interior de la casa posterior a haberse quitado el calzado a causa de su estado húmedo, de la mano Susumu guía a Drake a una habitación llena de colores que el menor ve con suma atención hasta detenerse ambos frente a un gran baúl. Al abrirlo distingue en su interior un arma en su funda, así como diversas prendas y algunas que otras carpetas.

—Toda esta ropa era de Zia, puedes quedártela si te gusta.

Los ojos de iris blanco brillan con emoción plasmándose una sonrisa en su rostro. Mientras miran prenda por prenda, el menor pregunta.

—¿Y esas manos? -se refiere a aquellas que decoran cada pared en la habitación.

Susumu sonríe recordando aquel día.

—Los hermanos de Zia suelen pasar horas aquí, a veces días. Podían o no estar sus padres, en esa ocasión ambos se encontraban en la casa -Relata. —Has conocido a dos de ellos, pero siempre han sido cuatro, Assim es el mayor. Por alguna extraña razón entraron a la habitación, aún no teníamos todo lo que hay aquí, había botes de pintura de los colores que observas, Artem planeaba pintarlo, pero aún no se decidía por uno en concreto. Ese día los cuatro ingresaron, vieron la pintura y bueno... -ríe. —Tu abuelo y Raven los encontraron haciendo uso de ellos, tenían el rostro, las manos y su ropa llena de pintura al igual que el piso. Al inicio no dijeron nada consternados por lo que habían causado, pero cuando gritaron furiosos regañándolos Brígida y yo no demoramos en llegar viendo lo que habían hecho. Entonces era un desastre, pintura fresca por todas partes, en cada bote se veía una mezcla de los colores y ellos... La ventaja fue que la pintura aún permanecía fresca por lo que no fue complicado desprenderla de sus rostros y manos, en cuanto a la ropa no hubo remedio, lo complicado fue ducharlos a todos al mismo tiempo, pero preferible, de lo contrario habrían seguido haciendo de las suyas.

★★★

Mientras tanto en el segundo piso en el interior de un cuarto masculino, paredes de un gris oscuro decoran en conjunto con muebles elegantes de madera, en una de las cuatro paredes un gran ventanal y desde el techo una cortina negra hasta el piso cubriéndola; en la cabecera de la cama estantes llenos de libros.

La regadera se escucha en el interior del baño mientras la pelinegra muerde su labio con una sonrisa plasmada en el rostro viendo hacia la emparejada puerta. Al ingresar la ropa húmeda de Zia permanece en el piso, ella no tarda en desvestirse dejándola caer en el mismo sitio, para posteriormente adentrarse recorriendo con la mirada el cuerpo de su chico, como el agua se desliza por su espalda marcada descendiendo rumbo a otro destino. Su mano acaricia una de aquellas cicatrices, mismas que ya no le causan estragos cuando las mira.

Zia cierra los ojos elevando el rostro al sentirla, la manera en cómo sus delgados dedos se deslizan por su espalda con toques suaves y electrizantes, él tan solo disfruta de sus caricias. Su rostro desciende a la par que las manos de su chica recorren su cuerpo, de su espalda se deslizan a su estómago donde ambas manos se juntan entrelazando sus dedos, abrazándolo. El las acaricia percibiendo la mejilla de la pelinegra en su espalda, permaneciendo un cómodo momento de esa manera hasta que desenlaza el par de manos girando hacía ella. Le eleva el rostro tomándola de la barbilla y sus bocas se fusionan disfrutando el uno del otro, posteriormente se unen sus frentes, Akemi relame sus labios soltando una divertida risa.

—Buen trasero -emite causando que el pelinegro ría depositando un beso en el cuello de la pelinegra.



Cómoda únicamente con una playera que toma del armario de Zia, se deja caer sobre la cama boca abajo llamando su atención un muñeco de peluche que toma entre sus manos, sonríe al percibir la suavidad de su pelaje en tonos verde oscuro, encantada abraza al pequeño conejo de felpa. Su alegría se extiende cuando caricias ascienden por su pierna adentrándose bajo la tela, un beso es depositado en su mejilla y otro en su cuello una vez descubierto.

—¿De dónde has sacado eso? -se refiere al peluche entre las manos de su chica.

—Aquí estaba.

—Mío no es.

Cuando los labios de su chico rozan los suyos su cuerpo gira rodeando su cuello con el brazo sujetando firme al muñeco, cuando sus lenguas entran en contacto sus ojos se cierran permitiéndose por un instante perderse en el placer que le provoca en lo que la misma mano masculina se interna por su glúteo hasta su espalda acariciándola.

—Vamos -susurra en su oído escuchándola quejarse posterior a un gemido.

Sonríe terminando de hacer un nudo en la playera antes de encaminarse a las escaleras, en la sala no duda en tomar asiento al lado de Artem apegándose a su cuerpo como niña pequeña, él la rodea con su brazo.

—¿Qué cuentan? -pregunta la pelirroja acariciando el rostro de su hijo quien recarga su cabeza en el hombro de su madre.

—A mamá le gusta besar a papá -dice el castaño jugando con un peluche de dragón entre sus manos encontrado en el interior del baúl, sus palabras causan que el mayor de los hombres ría tanto por su dato curioso como por el semblante avergonzado y asombrado de ambos jóvenes.

Antes de que la noche comience a caer Akemi termina profundamente dormida contra el cuerpo de Artem en lo que Drake da su primer bostezo, cansado.

—¿Te gustaría dormir con nosotros? -pregunta la mujer acariciando la mejilla de su nieto.

—¿Con ustedes? -interroga con una mezcla de curiosidad y emoción tras la invitación, al verla asentir con una brillante sonrisa acepta humedeciéndose sus ojos de alegría, frotándolos para limpiar la humedad que comienza a cubrirlos preocupando y confundiendo a los abuelos.

—¿Por qué lloras? -se escucha la tenue voz de Susumu.

El menor niega embriagándole la alegría, la nostalgia, encantado por lo que creyó nunca sucedería. Siempre bajo la sombra del hombre que lo engendro, recibía cariño de la mujer que lo crío, de alguno que otro miembro del clan, pero jamás de los que más lo deseo. El primer día que conoció a su padre durmió a su lado hasta que con lentitud logró acercarse a su madre hasta igualmente dormir a su lado siéndole grata la sensación de sentir su piel contra la suya. Ahora la abuela a quien apenas comienza a conocer lo invita a pasar la noche a su lado, por lo que emocionado no duda en aceptar encantado, recibiendo a su vez el abrazo de parte de ella, reconfortándolo.



AKEMI

Me estiro sobre la cama una vez descansada con una sonrisa, estar aquí rodeada de más gente más un rostro conocido resulta agradable, aunque triste al mismo tiempo al no poder mirar a aquellos que durante siglos llegue a observar, una curiosa mezcla que se instala en mi pecho, pesar y felicidad. La idea de volver a ver a Artem me emocionaba, durante el tiempo que permaneció en el reino cuando lo conocí me gustaba permanecer a su lado, admirar sus casi transparentes ojos tan contrarios al par de orbes profundos que tanto amo, aun así, semejantes cuando se vuelven penetrante. También llegue a temer, llegaría a un lugar desconocido, temí no saber que hacer, no agradarle no solo a quienes aquí habitan sino a los cercanos a Zia, después de todo socializar nunca ha sido mi fuerte, mi mundo se fue cuando Adel y mis padres lo hicieron, aunque durante algún tiempo luche, ahora tanto Drake como el ojiazul son todo para mí, mi pequeño y nuevo mundo.

Sonrío con alegría de que todo haya ido bien ensanchándose mi sonrisa al apreciar la imagen en el techo. El color azul se esparce por doquier cual bruma consumiendo todo a su merced, ahí puntos simulan ser estrellas y una danza se crea ante la presencia repetitiva de un pez, su aleta como seda ante una mezcla de blanco y rojo en su esencia. Relamo mis labios antes de mirar hacia la puerta, la habitación es oscura, pero posee brillo sutil como aquel a quien pertenece. El simple hecho de pensar en él me llena de júbilo, amor y deseo, mirar su bello rostro, su cuerpo, sus hipnotizantes ojos, escuchar su voz, saberlo a mi lado, probar sus labios o recibir sus sutiles y delicadas caricias, lo mejor es saber que Zia Lexington Juera es todo mío.

—¡Mamá!

Sonrío al verlo una vez ingreso a la sala mientras agita una hoja en su mano, Susumu a su lado frente a la mesita sonríe.

—¿Zia? -pregunto ante su ausencia.

—Salió junto a Artem.

Sentada de rodillas frente a la mesa veo lo que tanto los entretiene tomando entre mis manos la hoja que el castaño me extiende, ver al ojiazul de pequeño es adorable, incluso a temprana edad se muestra temerario y apuesto. Imágenes suyas pasan por mis manos antes de verlo llegar con su típica seriedad, Artem detrás de él. Al acercarse distinguiendo los papeles sobre la mesa hace un gesto ocultando con una mano su rostro en vergüenza.     

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