29. Verdad
AKEMI
Día 582, 11 de noviembre
Lágrimas se deslizan hasta humedecer la almohada mientras mi cuerpo tiembla impotente, incrédula, confusa y dolida. Con anterioridad he tenido extraños sueños, me he visto enfrentarme a canes y al mismísimo Kyle, lo he tenido con el hocico sujetando mi garganta mientras le pido que me mate ante un intento fallido por escapar, me he visto de tal manera, determinada, sin temor alguno y ofuscada, más no temerosa. Dichas imágenes eran confusas como las primeras veces que vi a Adel o a mis padres sin recordar quienes eran, pero verme luchando es muy distinto, no me creía capaz de hacer algo como eso.
Creí que Kyle era la causa por la cual despreciaba a Drake, ahora sé que realmente nunca lo hice, no hasta que no supe de mí. Creí que Kelly siempre estuvo al pendiente de mí, que era la única que podía entenderme, ahora sé que en un inicio yo no le agrade hasta ese día en que Drake nació y él no me dejo siquiera verlo. Parecía perpleja, inconforme con Kyle, por eso días después de su ausencia a escondidas lo llevo a la habitación permitiéndome estar con él, ese mismo día en que me pregunto cómo me gustaría llamarlo pues Kyle aun no lo nombraba, fue el último día en que fui consciente de mí, la primera y última vez que tuve a Drake junto a mí.
Sencillamente me perdí y aún no sé quién soy, pese a sentirlo todo parte de mí, a su vez parece tan irreal, tan lejano, como si no perteneciera a mí, como si alguien más hubiera poseído mi cuerpo durante ese lapso cuando realmente, esa es la realidad y lo que viví una cruel falsedad, aunque mi verdad. De luchar, de hacer lo posible por escapar, llegó la confusión, tontamente creí que era pareja de Kyle hasta que una vez más me mostro quien realmente era hasta esa ocasión en que demostró que ni siquiera le importé pese a decirme constantemente que así era. En cuanto a Drake... Debí protegerlo, debí estar a su lado, debí quererlo, y es lo que más me duele, aun así, algo me dice que de no haberlo olvidado Kyle no me hubiera dejado verlo. Quizás de ser así a Drake le hubiera ido mejor, no lo sé. Habría luchado hasta salir, o simplemente para llegar a Drake, pero ¿y si de aquella manera él me hubiera odiado? Si llegaba a enterarse... Pero aún es pequeño, me pregunto, ¿Zia habría llegado de igual manera?
Con mi cuerpo agitándose producto del llanto, mi cuerpo removiéndose en su sitio a causa del dolor emocional, de saber lo que realmente sucedió gracias a la regresión, tan confundida...
La habitación de Andrómeda me recibe una vez abro los ojos incapaces de retener lo que me abruma viendo absolutamente todo borroso ante la humedad en mis ojos. La culpa me consume y parece que es lo que más suele atacarme de manera incesante, esa sensación de ser la causa de todo, un dolor de cabeza para todos.
Inhalo y exhalo con cierta dificultad en un intento por calmar aquello que me ataca, recuerdos golpeando mi cabeza con imágenes persistentes e ininterrumpidas que me confunden aún más, quizás debí luchas más, tal vez me rendí muy fácilmente, no lo sé.
-Zia... -pronuncian mis labios sin dejar de pensar en Drake.
Le debo una disculpa, le debo todo, más no me atrevo, no al menos sin Zia de por medio, después de todo ha sido gracias a él que he logrado acercarme al castaño, no habría podido hacerlo sin su ayuda.
Intento normalizar mi respiración, limpio mi rostro de la humedad que han provocado mis lágrimas antes de tomar asiento, en el momento en que lo miro, sin importarme nada me pongo en pie sobre el mueble lanzándome a sus brazos ocultando mi rostro entre su cuello, percibiendo los suyos rodearme, envolviéndome su calidez de manera casi inmediata disfrutando del contacto. Me aprieto a su cuerpo percibiendo algunos rastros del agua salada descender por mis mejillas, Zia permanece en silencio sosteniéndome, su aroma surtiendo ese efecto tranquilizador.
-Drake...
Soy lo único capaz de pronunciar antes de que sus manos se deslicen por mi espalda como suele hacer.
Al momento en que mis ojos se abren me despego de su cuerpo quedando de pie sobre el mueble, sus manos toman mi rostro pasando sus dedos bajo mis ojos mirándome con sus bellos orbes con esa mirada tan suya. Mi mano se posa sobre la suya en mi mejilla. Fuera de la habitación tan solo requiero arrodillarme para al instante tener al crío entre mis brazos apretujándolo a modo de disculpa envolviéndome su temperatura.
★★★
Camino en el bosque alejada del reino, el suave césped bajo nuestros pies rozando nuestra piel, los árboles voluminosos a nuestro alrededor creando ráfagas entre sus recónditos espacios.
-Akemi -lo escucho detrás de mí.
Volteo para verlo deteniendo mis pasos percibiendo cuando toma mi mano, curiosa miro el contacto, posteriormente a él.
-Me gustas.
Con gentileza retiro la mano.
-Kyle...
-Lo sé, no tiene que ser así, o con lo que duré. -Insistente se acerca colocando una mano sobre mi mejilla. -Quiero que seas mi pareja.
Niego, retirando su mano con sutileza, alejándome pasos de él mientras niego con la cabeza.
-Solo somos amigos.
Abro los ojos tras aquel recuerdo, mi pecho sube y baja mientras permanezco sobre la cama, un nudo en mi garganta y agua deslizarse sin más mientras cierro los ojos con fuerza. Adel y mamá siempre desconfiaron de él, yo lo hice en un inicio, después creí conocerlo tal como papá. Suspiro limpiando mi rostro, mirando el techo, cada día todo es más confuso, pero al mismo tiempo tengo mis recuerdos. Decidida me pongo de pie vistiendo algo ligero, se acabó lo de ser débil, no lo soporto más, necesito fortalecerme, necesito saber defenderme, lograr protegerme tanto a mí como a los que quiero ante el peligro, ante aquellos que sean más fuertes. Frente al armario veo las sudaderas que suelo utilizar, angostas, cómodas y funcionales para ocultar perfectamente mis cicatrices, esas que tanto aborrezco. Pero hoy requiero algo más, desvío mi vista hacía aquellas prendas que no suelo utilizar, al menos no tan a menudo como las sudaderas, tomo una de las blusas de manga larga que afortunadamente cubren incluso las marcas en mis muñecas, una pantalonera y giro hacía la cama.
Aún descalza subo al mueble acolchado para tomar el arma tomando asiento posteriormente, descubro un poco la espada revelando su filo y el emblema del reino grabado en ella, sigo la silueta con la yema de mis dedos, no las hemos utilizado desde que la Reina Erea nos las entrego. Muerdo mi labio pensando en el pelinegro, es poderoso, eso lo sé..., los canes también. Cierro los ojos soltando un suspiro, lo he estado posponiendo cuando Drake es lo que más desea, fortalecerse, saber defenderse, desea ser poderoso tal como lo es Zia, yo también.
Con el arma enfundada nuevamente me encamino a la habitación, me apoyo en el marco de la puerta por un momento tras abrir, una sonrisa decora mi rostro, ambos aún duermen. A orillas de la cama dejo lo que llevo en la mano colocándome al lado de pelinegro una vez sobre la cama, admirándolo, tan bello. Con la punta de mis dedos delineo su rostro, rozo sus pestañas descendiendo a su mejilla, mis yemas viajan sobre su oreja, sus diminutos cabellos pican, pero la sensación me agrada. Delineo la totalidad de su oreja descendiendo hasta su barbilla, con suavidad rozo sus labios. Relamo los míos dejando de lado lo que hago, momentáneamente se volvió apetecible.
Opto por cambiar de sitio por lo que inicio en su hombro deslizándome hacía su brazo contorneando sus bíceps. Zia no ha cambiado, simplemente yo no lo había notado, sus marcados brazos, su cuerpo bajo la tela, supongo que ahora puedo verlo de otra manera, incluso sus manos a la cual llego acariciando su palma hasta sus dedos. Desvío la vista a su rostro cuando me toma de la mano.
-Puedo acostumbrarme a eso.
Sonrío subiendo a su altura, mirando su rostro, posteriormente a sus labios, mi mano en su mejilla en lo que mi nariz roza la suya, deslizando mi dedo por sus labios. «Yo no podría cansarme de esto», pienso, uniendo nuestras bocas, degustándolo, es sin duda la mejor droga. Suspiro con mi frente en la suya, al abrir mis ojos sus orbes me observan.
Respiro agitada con la vista en el pelinegro, mi pecho sube y baja sumamente cansada mientras él no parece ni perturbado, sonrío por ello soltando una pequeña risa, la mañana aun no acaba, puedo un poco más. Decidida lo intento de vuelta, me lanzo al él, pero mis movimientos son aún más lentos y mi fuerza a disminuido, de un momento a otro mi espalda termina contra su pecho, mis brazos inmóviles, la mano con el arma incapaz de moverla, suspiro dando por finalizado el entrenamiento dejándome caer a unos metros, permitiendo ahora entrenar al par.
Sobre la tierra admiro el claro cielo sobre mi cabeza decorado por las blancas nubes y sus suaves movimientos desvaneciéndose alguna que otra de vez en cuando, una bella vista sin duda. Mis ojos se cierran palpando la tranquilidad en el ambiente interrumpido únicamente por el resonar de las armas junto a alguno que otro quejido, tomo asiento en mi sitio sonriendo al observarlos, Drake al ser híbrido se compara en velocidad con nosotros, un can común en su forma humana posee una velocidad mayor a la de un humano, pero inferior a la nuestra, él por el contrario posee fortaleza, aprende rápido y es muy bueno en ello, siempre atento y dedicado, a mí me aburría.
Elevo la vista al cielo donde el sol anuncia el atardecer, amo la calidez que desprende, sonrío al mirar al castaño, mi pequeño es como un diminuto sol, y es mío, con su aterciopelada tez más oscura al de la arena bajo nuestros pies. Sonrío al apreciarlos, los amo.
Cierro los ojos dejándome caer, percibiendo el calor del sol, disfrutando del clima. En calma dejo de escucharlos, todo simplemente se desvanece. Al abrirlos me encuentro en el interior de una habitación, de paredes blancas y con diversos peluches.
Desciendo escaleras de la casa que ya conozco, es mi hogar.
-Akemi -veo a mi padre. -Ven, quiero hablar contigo.
Lo sigo hasta la sala donde mi madre me mira desde uno de los sillones, él toma asiento a su lado instándome hacer lo mismo en el de enfrente.
-Primero que nada, quiero que sepas una cosa -lo escucho. -Existe la posibilidad de revocarlo, únicamente, escúchame bien, a menos que encuentres a la persona con quien desees pasar tu vida, de lo contrario no se anulara.
Lo observo confusa, mi madre igualmente de vez en cuando lo mira de soslayo.
-No entiendo.
-Tienes dos siglos Akemi -la miro. -Tienes hasta entonces para revocarlo -recalca, no parece muy de acuerdo con lo que papá pretende. -Si conoces a alguien, si te enamoras antes de cumplir los dieciocho tan solo debes decirnos -sonríe.
-¿Entiendes lo que digo?
-Creo -respondo dubitativa.
-Bien.
Papá parece serio.
-Hace tiempo hicimos esto y acordamos dejarlo abierto a las posibilidades, después de todo ustedes son lo más importante. Pero debes saberlo y ya es tiempo. Como ya mencionamos, será un hecho a menos que ocurra lo dicho por tu madre. Akemi, estas comprometida con el Príncipe de Luna Gris.
Consternada los miro a ambos.
-¿Qué?
El sol me golpea al intentar abrir los ojos, cubro mi rostro entrecerrándolos.
-Despertaste.
-¿Me dormí? -pregunto al voltear a verlo, una sonrisa y asentimiento es su respuesta.
Tomo asiento con el asunto rondando mi cabeza. ¿Luna Gris? Miro hacía Zia, tomando aún confusa la bolsa de sangre que me extiende.
★★★
A su lado en el sillón muerdo mi labio, insegura, dudosa, temerosa mientras permanezco recargada contra su brazo, a mi izquierda el calor me envuelve, Drake se abraza a mi cuerpo con los ojos cerrados sumamente cansado luego del entrenamiento. Tras ducharse se terminó una jarra completa de sangre, no hizo falta la carne, hoy ha terminado dormido antes que otros días, nada más se acomodó su respiración se relajó quedando profundamente dormido. Por mi parte no logro poner atención a lo que Zia lee, escucho su voz, pero mi mente se encuentra en otra parte uniendo recuerdos, sucesos y engranando cada detalle mientras acaricio la cabellera del castaño sin dejar de admirarlo de vez en cuando lo que disipa por momentos mis pensamientos.
-Yo lo hago -pronuncio cuando Zia pretende levantarse una vez su voz se apaga.
Lo admiro un rato antes de ponerme de pie con él en brazos notando por primera vez su peso, viniendo a mi memoria el primer y único día que lo tuve en brazos luego de nacido, antes de perder la memoria y olvidarme de quien soy. Lo coloco en la cama cubriéndolo con la sabana, aún es pequeño, no negaré que me hubiera gustado disfrutar de él, verlo crecer, quizás que todo fuera diferente, no lo sé, conocer a Zia de otra manera. Suspiro acariciándolo, me hubiera gustado que todo fuera diferente, excepto Drake, me pregunto, ¿cómo sería de haber sido únicamente vampiro? Su piel quizás blanquecina, sus bellos ojos, posiblemente de cabellera negra, sin cicatriz alguna.
Nerviosa, muerdo mi labio al mirar hacía la puerta, creo que ahora sé la razón por la cual siempre escuche esa palabra en presencia de Zia, su título de príncipe... Cierro los ojos soltando un suspiro, deposito un beso sobre la frente de Drake y tomo valor antes de volver.
-Zia. -A su lado aprieto los labios nerviosa jugando con mis manos. -Eres príncipe -confirmo. -¿D-de Luna Gris? -lo miro de soslayo.
-¿Por qué la pregunta? -responde con su vista fija en mí lo que incrementa mi incertidumbre.
Cabizbaja relamo mis labios, tomando el valor para verlo.
-¿Estamos comprometidos?
Desvía la vista y lo escucho suspirar.
-Ya no -guarda silencio. -Quedo anulado el día que llegamos a Sol Saliente.
Desvío la vista sin saber que más decir.
-¿Sabías? -pregunto tras un breve silencio.
-Cuando te miraba, no. Tuve mis dudas luego de seguirte por el bosque, Drake lo confirmo cuando estabas inconsciente.
Asiento surgiendo dudas en mi interior, viendo su mano acariciar la mía.
-Te amo.
Sonrío ante esas simples palabras.
-Ya no estamos comprometidos -menciono elevando la vista en su dirección.
-No -responde, -a menos que así lo desees.
Alegría me producen sus palabras soltando una breve risa nerviosa. Avergonzada e insegura tomo el valor para encararlo posicionarme a horcajadas sobre su anatomía.
-¿Si así lo deseo? -lo miro a los ojos.
Zia sonríe.
-Yo lo haría -responde sin quitarme la mirada de encima.
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