25. Fuera de sí
NARRADOR
Nueve años antes de la huida
Pausada es la respiración que se escucha en el interior de aquella habitación, su mente se encuentra vacía, no hay recuerdo alguno en ella como si de un contenedor vacío se tratara, su presencia es un simple cascarón. Palpita su corazón, percibe sensaciones, pero no hay nada en su interior, tan solo confusión.
Con suavidad sus parpados se abren, sus ojos como la sangre no reconocen lo que ven ni siquiera cuando deja de ser borrosa su visión. Un sillón es lo primero que distingue, incluso el aroma es desconocido para ella. El techo blanco la saluda, el foco arriba se encuentra apagado, el sitio se encuentra en penumbra.
Cuando comienza a recobrar consciencia toma asiento sobre la cama en la que se encuentra, todo es desconocido para ella, las paredes color marrón, los muebles en aquella habitación. Curiosa mira al ser que atraviesa aquella puerta, al hombre lo recuerda, ya había visto con anterioridad a aquel joven, con la mirada lo escrutinio, incluso él dudoso la mira.
—¿Akemi?
Ese nombre es de ella, a detalle observa aquel rostro, tez morena, castaña cabellera, esos rasgos masculinos y esos ojos... Una sonrisa es el recuerdo de aquel rostro, ojos almendrados lo distinguen.
—¿Kyle?
El joven asiente mientras ella confusa mira a su alrededor, nada le trae recuerdos, todo es tan disperso.
—¿Qué hago aquí?
—¿Qué es lo último que recuerdas?
Levanta la mirada para verlo, frunce el ceño.
—No lo sé, nada.
Lo ve acercarse tomando asiento a su lado, curiosa mira su cercanía cuando él señalando bajo su clavícula.
—¿No recuerdas cómo fue eso?
Su cabeza vuelve a negar confundida.
—¿Tus padres?
Dudosa no sabe que responder.
Extrañada recibe una caricia en su mejilla, suave y de un calor abrasador.
—Atacaron al reino, por eso estas aquí. Te hirieron, te pusiste mal, seguramente por eso no recuerdas nada, todos murieron. No pudimos hacer nada, a ti te encontramos a tiempo.
Sin comprender cree en sus palabras, cabizbaja mira la nada.
—Akemi.
Sus ojos se cierran ante su tacto abriéndolos al percibir su aliento cercano a su rostro. Su nariz roza con la suya, los ojos de él entrecerrados, simplemente observa como corta la distancia.
—Princesa Akemi...
Sin comprender recibe sus labios, sus ojos se cierran guiándose por el tacto. Todo él emana calor, dicha temperatura le es grata, no sabe nada, solo que la sensación de calor en su piel es un delirio para ella.
Sin saber realmente que hacer solo se deja guiar, sus labios siguen los de él dejándose hacer creyendo que el recuerdo de aquel calor proviene de él. Permite que la acomode bajo su cuerpo, recibe caricias, compara su calor con aquel recuerdo. Incomodo se vuelve aquel beso cuando la lengua del joven actúa, ¿pero ¿qué va a hacer ella? Nada recuerda, solo la presencia de quien la besa, sus palabras deben ser verdad, sus actos deben ser por alguna razón, él la protegió, ¿no es verdad?
—¿Kyle?
Exclama su nombre a casi nada de quedar desnuda, el hombre sobre ella se detiene.
—Akemi.
Posa su mano sobre la de él.
—No creo que sea correcto.
El joven sonríe.
—Llevo tiempo cuidándote, ¿no lo recuerdas? Aceptaste ser mi pareja, no es la primera vez.
—Las cicatrices.
—No las veas, haz de cuenta que no están ahí, son invisibles para mí.
Hábil la mano masculina desabotona el sujetador y aun con ella indispuesta retira el corpiño descendiendo la vista a sus pechos antes de lanzarle a ella una última mirada.
—Solo relájate.
Dicha escena se vuelve incómoda para ella, el joven toma posesión de su cuerpo exclamando palabras de consuelo ignorando como menciono, aquellas cicatrices en su cuerpo.
Los días transcurren, nada vuelve a ella, pero la relación entre los dos mejora, no necesita recordar, solo generar nuevos recuerdos, llenar su memoria de bonitos recuerdos. En eso se vuelve la relación, cada caricia, cada momento hasta que el dolor comienza a hacer acto de presencia, la voz del joven se distorsiona en su memoria, su mente trae imágenes confusas, causan dolor, rencor y todo lo que creía se vuelve una mentira sucumbiendo una vez más a la oscuridad de aquella habitación donde tras verla recordar la sonrisa del joven se vuelve retorcida, disfruto de aquellos días, pero el dolor de la pequeña adolescente es su perdición.
AKEMI
Lágrimas se deslizan mientras mi pecho asciende y desciende, son este tipo de recuerdos los que sé son reales. Cierro los ojos, mi mano se posa sobre la suya cuando acaricia mi mejilla, nuestras temperaturas se asemejan.
—Solo fue una pesadilla.
Quisiera que fuera así, pero no.
—Quédate.
Lo veo pensativo, sé que Drake le preocupa, pero por hoy no hace daño, su dedo acaricia mi parpado inferior. Lo veo acomodarse, sin solicitarlo me apego a su cuerpo invadiendo su perfume mis fosas nasales, mi brazo sobre su pecho, su cuerpo es mi almohada.
Me pierdo en su aroma y en las caricias que me proporciona, su cercanía me tranquiliza, despeja mi mente llevándome a dormir nuevamente. Pero cuando mis ojos se cierran todo es diferente, si, nuevos recuerdos se instalan en mi memoria, recuerdos de hace días, recuerdos que no se asemejan a lo que mostro aquella pesadilla. Estos muestran a Zia, bello y sonriente, en momentos parece verme, le sonrío y nos miramos mutuamente con cierta complicidad. Durante estos días todo ha sido más ameno, cada noche antes de dormir lo escuchamos leer un capítulo de la lectura que llevamos, al resguardarme sola en el interior de mi habitación saco el otro libro y leo un poco antes de dormir. Suelo despertar animada, mi desventaja es que Zia es muy alto y aunque lo desee le embriaga la vergüenza, pero igualmente lo hago. Probar sus labios es una exquisitez, aunque creo que me estoy volviendo adicta.
Mis manos ya han tocado otras partes de su cuerpo como ahora mi brazo sobre su pecho, nada fuera de lugar, pero saber que mi mano o brazo han tocado otra parte distinta a su rostro o sus manos genera cierta emoción, tal como las suyas en mi cintura, sus dedos sobre la piel de mis brazos o esos momentos en que roza mis labios. Extrañamente siempre quiero más.
Incómoda percibir al par de iris blanco sobre ambos, por ello busco momentos en que se ausente o parezca hacerlo, pero a veces es mayor el deseo de probar los labios del ojiazul quedándome únicamente robarle un simple y casto beso. Es grato verlo distraerse después de aquello, seguido suele pintarse de rojo viéndose aún más lindo y apetecible, incluso el castaño se burla de su comportamiento. Comienzo a sentirlo más cercano, de vez en cuando no reímos del pelinegro, se hace el disgustado y como que nos ignora, pero sus palabras en la biblioteca aún resuenan, su belleza es vengativa y desafortunadamente para ambos somos muy sensibles a las cosquillas.
Cuando el ataque va únicamente al castaño sonrío al mirarlos, no solo es extraño verlo tan alegre, su risa es bella y contagiosa su alegría. Aún no me animo a tocarlo, pero podemos permanecer sentados al lado del otro con tan solo algunos centímetros de distancia. Mientras tanto el vengativo suele hacer de las suyas por la noche, me gusta esperarlo cuando lleva al castaño a dormir, solo entonces sé que no recibiremos su mirada brillosa sobre ambos, pero él suele jugar sucio y se venga avergonzándome, pero al menos, aunque en un inicio me hace desearlo, puedo probarlo y degustarlo a plenitud.
★★★
Los rayos de sol son visibles en la pared frente a mí, al levantar la vista sus ojos se muestran cerrados, su rostro iluminado con la breve luz que se filtra viéndose hermoso. Sin moverme de mi sitio estiro mi brazo y delineo el suyo a su costado. Antes lo veía, solía centrarme en su mirada, ver su rostro, ahora lo tengo junto a mí. No solo es sumamente alto, de tez casi blanquecina y deliciosos labios, sus brazos son torneados, bajo la playera que porta esconde lo mismo, más no me atrevo aún a tocarlo.
Detengo mi mano cuando percibo un roce lineal ascendente en mi espina dorsal, al mirar hacia arriba me encuentro con sus ojos. Extrañas son las sensaciones que me provoca y ese simple toque me ha dejado ansiosa. Soy capaz de reconocer que de haber sido Kyle o alguien más repudiaría aquella caricia, pero Zia me hace querer más.
Dejando todo atrás me acerco hacía su rostro, mi nariz roza la suya sin despegar mi vista de la suya percibiendo su mano en mi cadera una vez me coloco a horcajadas sobre su anatomía. Mis labios rozan los suyos, posteriormente mi dedo se desliza por su labio inferior antes de besarlo rodeando su cuello con mis brazos una vez él toma asiento y sus dientes apresan mi labio, sonrío. Permanezco con los ojos cerrados con la frente contra la suya con sus brazos alrededor de mi cuerpo, sonrío cuando repite mis acciones anteriores, al retomar el beso me dejo guiar embriagándome sensaciones con la danza de nuestras lenguas.
Termino sobre su anatomía embriagándome con su perfume a la par que recibo sus caricias, la luz del día ilumina la habitación filtrándose por las anaranjadas cortinas, relamo mis labios y cierro los ojos con una sonrisa. Cuando estoy a nada de volver a quedar dormida se escucha la puerta más el murmullo del castaño, cuando mis ojos se posan en el ojiazul parece estático y su rostro se ha tornado rojo desvaneciendo el nerviosismo que pretendía instalarse ante la presencia del menor, deposito un beso en su cuello y me pongo en pie pasando al lado de Drake para reír rumbo a la cocina ante la reacción de Zia.
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