Yon | 4.
Una cena elegante, la edad y... ¿Dazai-sama?
—Buenas tardes —le saludó con cortesía.
—Buenas tardes. —A ella no le quedó más que contestar de esa manera también. Era evidente, que no tenían la misma edad.
—Gracias por dejarme agradecerte, ven por aquí, estacioné mi auto por allá —señaló mientras agradecía.
Rai asintió un poco desconfiada y los dos comenzaron a avanzar. Estaría atenta por si algo raro sucedía, aunque no se sentía de esa manera. Él era muy insistente, pero también muy amable y educado. Acerca de lo que esperaba, -que en realidad no sabía que esperar de todo eso-, recibió una gran sorpresa al ver un auto lujoso de color azul marino estacionado. Se dió cuenta quién era el dueño cuando hizo sonar la alarma.
<<¿¡En qué demonios te metiste ahora, Rai!? >>, se regañó acelerada y volvió a ese mundo cuando el castaño le indicaba que subiera al auto mientras sostenía la puerta para ella.
—Gracias. —Caminó hasta el coche y optó por no mirar al dueño, solo se metió dentro del asiento del copiloto.
El cómodo lugar la recibió después de un agotador día de trabajo, pero no iba a relajarse porque no podía hacerlo. Se fijó que el auto era muy bonito y lujoso también por dentro, aunque pronto la sacaron de esos pensamientos los movimientos que hizo su acompañante. Se subió, metió la llave en su lugar y encendió el motor.
—Uh, lamento ser tan distraído, ni siquiera sé a donde vamos —rió despistado al confesar y ella sonrió para no llorar—. ¿Qué tipo de comida te gusta? Me gustaría llevarte a un lugar que sea de tu agrado —ofreció.
Rai se lo pensó demás nerviosa. Si bien tenía toda su carrera profesional viviendo en Yokohama, lo único que había comido era comida china y la tradicional, y por supuesto, su vida no le dejaba ni mucho tiempo ni mucho dinero libre para darse el lujo de pasear.
—Por más que lo pienso, no me viene nada a la cabeza —por fin le dijo levantando los hombros.
—¿Has probado la comida cantonesa? —preguntó y ella negó enseguida—. Bien, tenemos un destino. Estoy seguro de que te gustará —se animó y no tardó en poner en marcha el auto.
—Vamos, vamos, no te quedes atrás. Conociéndome, también podría perderte. —El hombre se burló de su suerte y rió, luego volvió a observar a la joven que pronto le alcanzaba por sus últimas palabras.
—¿Usted viene muy seguido a este lugar? —inquirió ella un poco intimidada.
—Cuando tengo tiempo, si —simple respondió y siguió avanzando.
Rai, por su parte, quería huir. Para comenzar, ni siquiera sabía en qué parte de Yokohama se encontraban y el lugar que el perdidizo hombre había escogido, era un gran y elegante restaurante en donde muchas personas entraban. Era gente bien vestida y ella... ¡Ella llevaba tenis!
Nunca pensó que algo así pudiera pasar, así que se lamentó enseguida por haber aceptado la invitación.
—Buenas noches, me gustaría una mesa para dos, por favor —pidió una vez llegaron a la recepción.
La mesera, sin quererlo estaba escondida en la espalda del castaño, por poco y toma de su saco del traje en un movimiento involuntario, por ello él sonreía con gracia, pues se había dado cuenta del detalle.
—Buenas noches, Dazai-sama. Por supuesto, venga por aquí. —La mujer que le nombró con respeto, salió de la recepción y otra mujer llegó a atender. Estaba a punto de guiarlos, y entonces vió a la menor.
—Ella es mi acompañante —el otro hizo saber enseguida y está sonrió un poco forzada.
Y Rai... Rai estaba que no entendía nada. Escuchó que le nombraban "Dazai-sama" y veía que le estaban dando un trato especial, pero es que todo seguía lejos de su entendimiento como plebeya. No podía ni siquiera voltear hacia los lados en el recorrido que hicieron hasta una mesa para dos.
—Aqui, siéntate —le pidieron. Cuando volvió a tierra, observó que el castaño le ofrecía una silla, tal como un caballero. No tardó en sentarse.
Luego de ello, sus asombrados orbes observaron a la mujer traer las cartas a la mesa y volvió a marcharse con elegancia en aquellos altos tacones negros.
—¿Qué te gustaría comer? —Volvió a ver a su acompañante, lo encontró revisando el menú.
—Nunca he comido este tipo de comida, así que no lo sé. Deberías recomendarme algo... parece que si vienes muy seguido por aquí —Por último, bajó la voz y se escondió detrás de la carta.
—Cierto, cierto, lo lamento, así que, ¿qué te parece esto...?
No escuchó su último comentario por fortuna y comenzó a explicarle acerca de los platillos del menú, tardaron un poco, pero al final se decidieron, o más bien, Rai se decidió a ordenar.
La mujer de los tacones volvió y anotó todo en una libreta, preguntó algunas cosas más y terminó yéndose de nuevo.
—A todo esto, no se cómo te llamas —le fue clara segundos después. Era cierto y también era un dato bastante importante como para dejarlo de lado; no obstante, el hombre le desvió la mirada casi al instante. Fue una mirada nerviosa, pero luego contestó:
—Mi nombre es Dazai Osamu, ¿puedo saber el tuyo también? —tampoco tardó en preguntarle a ella.
—Fujiwara Rai, un gusto, Dazai-san. —Fue muy educada al presentarse.
—Bueno, Fujiwara-san, no se cuantas veces voy a repetirlo, pero enserio estoy agradecido por tu ayuda. Creo que te dije que había tenido un mal día aquella tarde, pero tu trato mejoró lo que quedaba notablemente, y ahora que me has entregado mi tarjeta, siento que te estaré agradecido por la eternidad —soltó apenado, pero sabía, todo se pondría incómodo si no hablaba.
—En realidad no es necesario que piense así, yo simplemente estaba haciendo mi trabajo —repitió, aunque ahora se había sonrojado un poco por sus palabras. Era una suerte que la iluminación del restaurante fuera un tanto sombría.
—Si, entiendo, pero para mí contó mucho. Eres una buena persona —le halagó serio y ella le observó por encima de la mesa.
Después de aquello, la cena fue llevada a la mesa y ellos se dispusieron a comer. A pesar de que pudo haber sido increíblemente incómodo por la falta de comunicación, en realidad todo se tornó muy divertido cuando ella no supo como comenzar a comer todo lo raro que habían llevado a la mesa, así que Osamu le enseñó de manera paciente, antes bien, era imposible no reír por algunos problemas que tuvo de primeras. Así, continúo la cena.
—Y dime, Fujiwara-san, ¿cuánto tiempo tienes trabajando para la cafetería? —inquirió el hombre casi terminada la comida.
—Cuatro años y medio, casi cinco; toda mi carrera universitaria en realidad —confesó confundida entre las fechas.
—Oh, entonces, por lo que dices, ya vas a graduarte. —Se dió cuenta del dato y lo dijo.
—Si, está en lo correcto, solo una semana más de últimos exámenes y listo, podré comenzar a trabajar en lo que me gusta —Aquello, lo dijo un tanto emocionada.
—Y, ¿qué es lo que te gusta? —no tardó en cuestionar.
—Me estoy especializando en Filología, por eso vine hasta Yokohama. —Se le escapó algo de más.
—Que gusto, ojalá encuentres el trabajo de tus sueños, te deseo suerte, pero dime, ¿vienes entonces de otra parte?
Rai se dió cuenta de lo que había dicho hasta ese momento, pero aunque estuviera contestando solo ella a sus preguntas, de alguna manera se sentía en confianza. El momento anterior le había hecho sentir segura a su lado.
—Vengo de Miyazaki, allá no se ofertaba y por eso vine hasta aquí. Por ello mismo trabajo en el Yellow Cake's de medio tiempo, mis padres me ayudan y puedo vivir con tranquilidad.
—Miyazaki es una bonita cuidad y estoy muy contento de saber que te estuvo yendo bien los últimos años. Ya solo es una semana, así que sigue esforzándote como hasta hoy, te irá muy bien en el futuro, ya verás —le deseó con sinceridad y ella se conmovió, pues prácticamente eran desconocidos y él había sido muy amable todo el tiempo -aunque insistente también-.
Rai entonces le observó con atención y se preguntó cómo era que había pensado mal del hombre antes, si este era los más apegado a un caballero. Su idea sobre su forma de cortejar tambaleó dentro de su cabeza. Ahora no entendía cuál era la razón de por qué recibió antes el ataque de agua de la mujer de las joyas.
—Y, Dazai-san, perdone si le parece grosera mi pregunta, pero, ¿cuántos años tiene? —preguntó, y cuando este sonrió llevándose su bebida a la boca, comenzó a sacar conclusiones por sí misma.
<<¿Veinticinco, veintisiete, veinticuatro? Es difícil adivinar su edad >>, se dijo. Se pensaba que no parecía muy viejo, pero tampoco tan joven para tener su edad, aunque la tarjeta, su auto y el lugar que había escogido también la ponían en duda.
—Tengo treinta y dos —confesó al mismo tiempo que dejaba su vaso sobre la mesa, así que no pudo ver el semblante asombrado que puso Rai al escucharle—. ¿Y tú, Fujiwara-san? Pareces muy joven a decir verdad.
—T-Tengo veintitrés, en unas semanas veinticuatro —respondió tratando de controlar su asombro.
<<No es cierto, no puede ser posible que tenga treinta y dos >>, aseguró, aunque luego de pensarlo bien, no parecía ser una mentira del mayor.
—Mira la hora que es... Lamento presionarte, pero, ¿ya has terminado? —Se vió el reloj de mano antes de preguntar, y cuando lo hacía, revisó su móvil con rapidez.
—Si, no se preocupe, debe estar ocupado. —Aunque no lo había hecho, la verdad era que ya se había llenado con todo lo que el hombre le hizo comer.
Dazai llamó a la mesera y está vino casi corriendo, o eso fue al menos lo que Rai miró. Le entregó la tarjeta dorada y esta se dirigió hasta la recepción.
—Bien, vayamos yendo, podemos recoger el recibo allá.
Tal como dijo, se levantaron de la mesa y caminaron hacia la salida, recogieron la tarjeta dorada junto con el ticket, y después de dar las gracias, abandonaron el local para ir de nueva cuenta hasta el auto. Nuevamente, como un caballero, este le abrió la puerta y no tardó en abordar también. Pronto se encontraban en marcha hacia el frente.
—¿Cuál es tu dirección? Olvidé preguntar antes de arrancar —confesó y manejo lento esperando por la respuesta.
—Puede dejarme en el centro, no necesita desviarse de su camino, yo iré a mi casa desde ahí como todos los días —tardó un poco en explicarle.
—Lo siento, pero no podría hacerlo, ya van a dar las nueve. Me sentiría más seguro si te dejo en la puerta de tu casa —él se negó sin darle la cara. Parecía serio con el tema.
—Entiendo —ella aceptó de nuevo, porque sabía que tan insistente podía llegar a ser.
Así que Dazai le hizo poner la dirección en el GPS y se guío todo el camino, infortunadamente, como no estaban hablando, Rai se quedó dormida en el asiento sin darse cuenta, sin embargo, él no lo notó hasta que casi llegaron a su destino. ¡Qué hombre tan distraído!
Cuando estacionó el auto en la acera de aquel edificio un tanto viejo con seis habitación, tres arriba y tres abajo, se preguntó si realmente no se había equivocado. Revisó su pantalla del móvil, aunque no parecía haber error. Bien, se ahorraría sus comentarios, no podía críticar el lugar, aceptó.
Miró a su acompañante durmiendo plácidamente sobre el asiento y le dió algo de pena tener que despertarla. Ella trabajaba tan duro después de todo.
—Lamento haber insistido, seguro mañana tienes que despertar muy temprano para ir a la escuela. —Cayó en cuenta de ello en el momento y susurró con lastima, aunque después sonrió complacido—. Fujiwara Rai, te deseo toda la suerte del mundo, lo mereces. Nunca voy a olvidar lo amable que fuiste conmigo aún cuando perdí mi cartera y fui una amenaza para tu lugar de trabajo. —Recordó la vergüenza que había pasado, pero no tardó mucho en reír.
La risita penosa llegó hasta los oídos de la muchacha y la despertó por fin.
—¡Ah! ¿Y-Ya llegamos...? —dijo cuando observó por la ventana más dormida que despierta—. ¡Me quedé dormida! —Luego se alarmó.
Busco rápidamente al hombre de traje y lo encontró con su mirada y sonrisa encima de ella. Le había asustado un poco con el grito.
—Fue una bonita cena, ahora ve a descansar como es debido —le mandó. Por algún motivo ella lo sintió como si fuera su padre. ¿Acaso fue la diferencia de edad?
—Uh, también lo pienso, gracias por invitarme —mientras decía, se colgó la mochila con nerviosismo y tomó la manija de la puerta—. Vaya con cuidado, Dazai-san.
Fue rápido, ella bajó del auto sin más y sin dejarle al castaño decir otra palabra. Luego corrió a subir las escaleras del lugar, y cuando estuvo a punto de abrir la puerta de su hogar, escuchó que el auto arrancó nuevamente, no obstante, no miró hacia atrás.
Creo que dejé algunos cabos sueltos con las semanas, pero lo voy a estar corrigiendo en la marcha.
Días de actualización: martes y jueves.
¡Gracias por leer!
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