Shi-juu roku | 46.

El restaurante, los hombres de traje y una huida nada estrategica.

Cuando Osamu arribó a casa el jueves, Rai estaba durmiendo en la habitación, por ello no pudo cumplir con su cometido sobre preguntarle de una vez por todas cual era el problema, así que fue a dormír; el viernes por la mañana se le hizo tarde para el trabajo y Chuuya casi le tira la puerta, pues en realidad, el hombre estuvo esperando a que la joven despertara para encararle, pero ella no lo hizo.

Con lo que le hubiera gustado arreglar la situación, ya que la boda estaba solo a un paso.

De esa manera comenzó su día.

Él estuvo muy ocupado, sin terminar todavía el pendiente de suma importancia para Morí, antes bien, por fortuna, para las cinco solo faltaba firmar el contrato con la empresa que expandiría la marca hacia otros lugares del mundo. Por supuesto, la cadena restaurantera ya era reconocida en algunos lugares fuera de Japón, pero, ¿por qué detenerse ahí? Si tenían éxito esa tarde, que era lo más probable, el Yellow Cake's sería el siguiente en la lista, cumpliendo a Elise su sueño del que la mayoría del tiempo no se hacía cargo y dejaba todo al castaño trabajador de confianza de su padre.

Por otra parte, poco antes de esa hora, Rai le envió un mensaje de texto avisando que saldría a comer con Ritsuko solo para que no se preocupara si no volvía temprano. Era una mentira, evidentemente.

Osamu: no olvides llevarte la tarjeta.

Rai: no se preocupe, usaré el dinero que me queda de mi renuncia y la incapacidad.

Respondió casi al instante en que él había enviado el mensaje, y aunque su respuesta le dejaba intranquilo ya que no quería que utilizara ese dinero mientras pudiera gastar el suyo, envió otro mensaje donde le deseaba suerte con su amiga; así sin darle vueltas al asunto porque no sospechaba, volvió a lo suyo.

Rai salió del edificio cerca de las cuatro con treinta y tomó un taxi para que le llevara hasta el restaurante en que Kosei le había citado. Era una ocasión "especial", por lo que utilizaba un bonito vestido de camisa suelta y falda arriba de las rodillas, acompañado por unos zapatos de piso a juego.

Durante el camino se le vio nerviosa observando por la ventana, casi abrazando la bolsa cruzada sobre el asiento, y cuando llegaron al lugar, se asustó cuando el taxista le habló para preguntarle si era la dirección correcta.

—S-sí, aquí está bien —afirmó.

Bueno, en realidad no sabía donde estaba, pero igual pagó al conductor y bajó del transporte con las piernas temblando.

—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó afligida en la acera donde pocas personas caminaban. Al menos el restaurante estaba frente suyo, el nombre que había escuchado estaba en un anuncio muy vistoso y el lugar también lo parecía.

Si bien no llevaba tenis para no pasar vergüenzas, sentía que de una u otra manera las haría. Para comenzar, ni siquiera sabía que buscaba al ir hasta ahí si no había decidido que hacer con su vida. Lo único que entendía, era que no deseaba que alguien saliese lastimado por sus tonterías; ni Shūji ni Kosei merecían infelicidad, sin embargo, no podía encontrar una manera para que eso no sucediera y volvía al inicio, sin saber donde estaba parada.

No le quedó más que entrar en el establecimiento cuando las cinco diez se mostraron en su pantalla. Ya iba esos minutos retrasada y ello lo hacía peor.

Al entrar, una recepcionista le pidió su nombre cuando Rai dijo que buscaba a alguien, y poco después de mencionar al joven Minagawa, le acompañaron hasta donde estaba en una mesa central.

—Parece que ahora fuiste tú la que te perdiste —saludó de esa manera el hombre cuando le vio llegar, y tal como un cabellero le cedió el lugar.

Rai no puso atención por estar en lo suyo, pero el restaurante era ostentoso, lo decía por fuera y no mentía dentro de la instalación. Los adornos caros estaban por todas partes y el inmueble no era exactamente pequeño.

—Lo siento, nunca había venido a este lugar. —Fue lo primero que dijo apenada.

—Tranquila, me lo dijiste así que lo esperé —confesó contento.

Kosei se veía alegre de verla tan bonita y también se sentía cómodo en el traje negro que llevaba solo para impresionarla durante esa comida.

—Seré quien les atienda esta tarde. Aquí tienen el menú, pueden llamarme cuando gusten. —Les tocó un mesero castaño y muy educado.

—Muchas gracias, le llamaremos —contestó Kosei y el joven se fue por esos minutos.

—¿Me gustaría poder hablar sobre lo que mencionaste... ? —Rai quiso apresurar el motivo de ese encuentro, pero el otro le interrumpió mostrándole el menú con una sonrisa.

—También me gustaría, pero primero comamos —mandó.

La exmesera no dijo otra cosa y solo asintió, de todas maneras ni siquiera sabía que iba a decirle y se dejó llevar por la experiencia que tenía en esos restaurantes gracias a cierto hombre de negocios, que de solo recordar, le daba un dolor no físico en el corazón.

Hicieron entonces lo que el otro mandó. Ordenaron tan pronto como pudieron y esperaron mientras Kosei tomaba la palabra al encontrar a Rai inquieta, pero eso no lo iba a detener; actuó con normalidad para calmar el tenso ambiente y a cambio ella respondió algunos de sus comentarios.
Una vez la comida llegó, él pudo comer con normalidad, salvo que ella seguía con el mismo semblante y apenas tocó su platillo bastante curioso.

Tenían a que hablar cuanto antes, o de lo contrario la señorita Fujiwara explotaría junto con todo lo que sentía y se negaba a dejarle un minuto en paz. Afortunadamente, la comida no le fue tan extensa, así que cuando les retiraron los platos y Kosei pidió la cuenta y pagó, comenzó a sentirse mejor. Solo unos minutos más, se dijo tolerante.

—Definitivamente tenemos que a venir de nueva cuenta —expresó él con el estómago lleno.

—Sí —respondió ella condescendiente.

—Bueno, entonces salgamos de aquí y busquemos un lugar tranquilo para hablar —ofreció quitado de la pena.

Al instante, Rai levantó la mirada hasta él y negó en automático.

—¿No me citaste aquí para ello? —preguntó enseguida.

El hombre iba a hablar, pero en eso el mesero volvió con el cambio y se lo entregó para desearles una buena tarde, luego volvió a irse.

—Si, pero ahora me parece mejor ir a otra parte...

Comenzó a explicarle las razones, una de ellas era que él quería que su persona estuviera cómoda, diciéndole que había notado que no había tenido nada de ello durante toda la comida, luego otra cosa, y luego otra, todo con tal de convencerla...

Mientras Kosei se justificaba, la recepcionista de antes guiaba a cuatro hombres de traje por el restaurante. Uno con algunos kilos de más, otro alto y de ojos gorgoña, el otro bajito y pelirrojo, y el último castaño muy apuesto.

—Este es el restaurante sede en Yokohama, pero no tiene mucha diferencia de las otras locaciones, porque todos están hechos con la misma madera —explicaba con presunción el azabache al rellenito hombre.

—Es muy elegante, me gusta —aceptó al que le decían.

Los dos restantes sonrieron al obtener tan buena respuesta, pues estaban orgullosos de sus trabajos, pues sin ellos, era posible que él lugar no funcionara como debería.

—Por aquí, casi llegamos —anunció la recepcionista llegando a la zona central.

Fue una cuestión de segundos, solo sucedió lo inevitable. Su mirada temblorosa subiendo hasta la otra sorprendida como en cámara lenta, además de sus emociones cobrando vida con rapidez de un momento para otro.

Rai y Shūji se encontraron en aquel restaurante, para ser precisos, el restaurante que pertenecia a Mori Ougai.

Fue evidente que la mirada del hombre de negocios se barrió luego hasta Kosei, que también notó su presencia; alzó las cejas, sin embargo, como Rai hizo, siguió en lo suyo y no se detuvo. Mientras ella miraba hacia el frente, Dazai también lo hacía. Cómo si fuesen unos desconocidos totales.

—¿Qué demonios hace aquí ese hombre? —cuestionó el muchacho cuando los de traje siguieron su camino, luego la observó a ella, como pidiendo una respuesta.

—Tra-trabajando... No sé... —respondió bajito, sin poder creer todavía que su prometido le había visto.

¿¡Para comenzar, que hacía justo allí!? Rai entró en pánico sin dudarlo, ya que le pareció una "linda" coincidencia del destino. Había tantos lugares en Yokohama, pero lo más certero era decir que Kosei fue el que provocó aquello, pues el dueño del lugar estaba ahí y a ese no le podían reprochar nada.

Por su parte, Osamu intentó hacer como si no sucediera nada, pero era evidente que Chuuya también había visto a la joven en la mesa que acababan de pasar y estaba esperando a que comentara algo al respecto. Por supuesto que sí el bajito ignoraba el hecho, le haría muy bien, pero sabía que eso era imposible.

—Dazai-kun, ¿estás bien? —Quién habló no fue exactamente el asistente, sino su jefe-. Estás pálido —añadió, deteniéndose en medio del restaurante, logrando hacer que los demás también dejaran de caminar.

—Estoy bien... —Quiso mentirle, salvo que a Mori no se le escapaba nada.

—No es así, parece que viste un fantasma, ¿fue por la muchacha de la mesa anterior? —inquirió tomándolo de los hombros cuando el castaño comenzó a respirar con dificultad.

¿Cómo ocultarle eso a su segundo padre? Era demasiado tarde para disimular estar bien, porque la realidad era que los nervios le habían hecho un desastre como nunca antes. Comprendía que Rai le había mentido, y aunque se dijo, no debería, se sentía lastimado, además entró en un dilema con Mori como objetivo, quien ya había visto a la muchacha. No sabía si decirle que había acertado, pero también era tonto intentar desviar su atención, después de todo, la boda era al día siguiente y el mayor era un invitado especial, tarde o temprano sabría que la novia también era la chica de la mesa y este no sabía lo terriblemente falso que era el compromiso.

—Es mi prometida —confesó. Se le vio turbado sin quererlo.

Ougai soltó un pequeño "oh" mientras veía de soslayo la mesa, observó que el hombre que acompañaba a la prometida de su trabajador de confianza, parecía molesto y reclamaba algo.

—Dazai —llamó Chuuya al percatarse en la manera en que Rai se levantó de su lugar y huyó a paso rápido del lugar.

Dazai observó su espalda perderse entre la gente, pero sin fuerzas para seguirla mejor agachó la cabeza sintiéndose aturdido.

Su oportunidad de oro estaba escapando y junto con ello, la sonrisa de Satoko se volvia nítida.

—Me encargaré del contrato, ve con Chuuya y haz lo que tengas que hacer —apoyó el azabache palmeando su hombro. Pareció una orden poco después, ya que Mori se marchó a su mesa con el hombre regordete.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó el menor, pero el negó perdido.

—No lo sé, Chuuya... —admitió. Por primera vez sentía decepción pura y era provocada por Rai, incluso podía decirlo en voz alta.

Shūji empeoró en segundos, el ansía le abordó, la respiración le falló y la incertidumbre le mareó. No era tonto, no había nacido el día anterior, sabía perfectamente que sucedía con Rai y su exnovio, y para su desgracia, se veía incapaz de hacer algo.

Los minutos corrían, nadie podía detenerlos.

—Dazai, sé que te sientes mal justo ahora, pero escucha esto. —El menor lo confrontó valiente—. Ustedes no están enamorados, recuérdalo, un trato de palabra los une, pero si te hace sentir mejor, Fujiwara-san no estaba cómoda.

Esas palabras hicieron razonar al de los lentes, y de inmediato, espabilando, tomó camino fuera del establecimiento con la intención de alcanzar a Rai.

Chuuya tenía razón, ellos no estaban juntos en el ámbito romántico, un transparente contrato los unía, uno que les daría felicidad una vez cumplido el plazo, y no, dejarla ir no era una opción, o por lo menos no de esa manera actuando como cobardes por igual. Eran adultos, podían diálogar, saber que estaba mal y arreglarlo, y en el peor de los casos, posiblemente un adiós era la solución, pero lo importante era la intención.

El castaño salió del restaurante y agitado se detuvo en la acera para mirar hacia todas partes. Las personas le veían extraño, antes bien, eso no era cosa de importancia en ese momento.

Dazai sabía que lo más probable era que Rai y Kosei se hubieran alejado del cuadrante que podía alcanzar, aunque por fortuna, al voltear hacia la acera cruzando la calle, observó cómo Rai intentaba deshacerse del muchacho casi corriendo, y se molestó bastante al ver lo insistente que era, que llegó a tomar su brazo con brutalidad para jalonearle, luego, ella, arrinconada, entró en un callejón.

Justo cuando salió disparado en esa dirección, Chuuya también lo hizo del restaurante y le siguió al ver que no estaba teniendo cuidado con sus alrededores. De pasar un auto cuando cruzó la calle, ya podían haberle despedido de esa vida.

—Dazai, espera. —Aun si fue él quien le dijo indirecto que los siguiera, también estaba preocupada por su jefe.

—¡Necesito pensar, dame tiempo!

El grito de súplica alarmó a Osamu y a su asistente cuando entraron dentro de ese camino sin salida, luego se detuvieron, porque a unos pasos los muchachos estaban discutiendo.

—Rai —llamó el mayor.

Con Kosei interfiriendo por un lado y su prometido por el otro, lograron hacer que la antigua mesera se sintiera encarcelada, y como en un juego de gato, esperaba en medio su turno cuando se alejó y puso su distancia de los dos.

Que cruel manera de obligarle a tomar una decisión...

¡Buenas! Sigo sin poder contestar comentarios, no sé que pex con wattpad, pero enserio, una vez pueda lo hago y nadie se salva porque he leído por ahí algunas cosas que me gustaron y merecen ser respondidas, como alguien que anda diciendo que Kosei es escorpio y sus mensajes de apoyo, jsjsjs.

(Esta es la descripción gráfica de Rai en esta parte) ↘️

¡muchas gracias por leer!

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