Shi-juu | 40.

Los planes de la boda, el arrebato irresponsable y la invitación hacía la copa de vino.

—¿Qué fue... lo que hice? —se preguntó alarmado sin poder recodar lo que sucedió después de ese beso. La peor de las situaciones fue en lo primero que pensó.

—¿Qué hizo de que o qué? —Chuuya escuchó, pero no entendió.

—Nada, nada... —Al decir, salió a paso rápido cuando las puertas se abrieron en su piso y avanzó con la tarjeta de acceso en mano.

El asistente lo encontró nervioso, pero se guardó sus comentarios y le siguió hasta la puerta del apartamento, en donde entró después de él.

—Bienvenido. —Escucharon la voz de Rai desde la sala, fue un saludo monótono y raro por la posición curiosa que todavía mantenía sobre el sofá.

Entraron los dos hasta la sala y le observaron solo los pies. Ellos tampoco entendieron el motivo de esa extraña, pero cómoda postura, aunque lo ignoraron por el momento, hasta que la joven se hubo puesto de pie en un segundo al saber que no era solo Dazai quien estaba presente.

—Nakahara-san, que bueno verlo —saludó al secretario avergonzada.

—El gusto es mío. —Devolvió la palabra el muchacho y le estiró la mano, que ella recibió poco después.

—Rai, Chuuya vino a mostrarte lo que lleva planificado de la boda, me gustaría que fueras sincera acerca de ello, si algo no te convence o no te gusta directamente, puedes decirlo y él se encargará de arreglarlo —habló el mayor vacilante y sin ver a los ojos a su prometida.

Tanto el pelirrojo como Rai, notaron que algo andaba mal con el hombre de negocios, y no solo por la ya dicha desviada mirada, sino porque jugaba con los documentos en sus manos y luego se sacó los lentes cuando sintió sus miradas.

—Sí, podemos comenzar cuando gustes —siguió el ojo azul.

—Por mí no hay inconveniente, podemos comenzar ya —respondió ella y mostró el sofá de manera indirecta.

—Bien, los dejo, iré a dejar esto y vuelvo con algo de beber. Con permiso...

—Lo esperamos... —ofreció Rai, mas el negó.

—No, no, pueden comenzar —dijo, y sin otra cosa que decir, se perdió en el pasillo.

Los dos restantes se vieron por un segundo automáticamente, pero luego se hicieron a la tarea de acomodarse en el sofá. Chuuya no tardó en tener todo listo, y lo primero que se dispusieron a ver fue la invitación. Así, entonces fueron abordando tema por tema a aclarar, en donde Rai no ponía excusa a nada, ya que de verdad el asistente había hecho un buen trabajo, sin embargo, eso no quería decir que no estuviera ansiosa por la información; conociéndole de antemano, las manos le temblaban al saber que estaban siendo serios respecto a una boda en donde ella era la novia.

Luego de casi media hora, Rai le pidió que se detuviera, porque Osamu no había salido de la habitación de Satoko todavía.

—Siento interrumpirte, me gustaría que Dazai-san esté aquí por lo menos en el último detalle —Se levantó del sofá.

—Está bien —accedió el secretario. También estaba un poco preocupado por la actitud que tomó su jefe antes.

Rai fue directo a la habitación de Satoko y tocó la puerta sin perder segundos. Dentro, el mayor revisaba los documentos que había traído de la oficina, aunque enseguida los dejó en su lugar y dudó en contestar.

—¿Dazai-san? ¿Está bien? —inquirió a través de la puerta la joven, pero al no recibir respuesta, colocó la mano sobre el picaporte—. Voy a entrar.

La puerta se abrió y Rai observó el interior con rapidez para comprobar que todo estaba bien con el hombre, y al verlo sentado en una silla giratoria de espaldas, apoyado en el escritorio rosa de su hija con los codos, terminó por entrar y cerrar detrás de ella.

—Estuvimos esperando, pero usted nunca salió. —Fue lo primero que dijo.

—Lo siento, recibí una llamada de Mori-san y para no interrumpirlos mejor me quedé aquí —explicó. Era una mentira, todavía seguía pensando en lo que posiblemente hizo con ella aquel día alcoholizado. Le preocupaba en demasía y no podía quedarse quieto.

—Oh, esta ocupado. Siento interrumpir...

—Rai —interrumpió para llamarle—. No te disculpes —soltó.

La muchacha estuvo a punto de responder condescendiente, pero se acercó a diferencia de sus pensamientos.

—¿Qué le pasa? ¿Algo le está molestando? —adivinó, aunque más bien, percibió su preocupación.

Dazai no contestó, en cambio agachó la cabeza hasta que su frente tocó la madera, haciendo más notorio que algo en verdad estaba ahí en su cabeza molestando tanto, que incluso no quería ni verla en ningún sentido.

Rai estuvo a punto de tocarle el hombro para llamar su atención, pero le detuvo con palabras:

—¿Hice algo que no querías? Yo... ¿te falté el respeto en casa de mis padres?

Quedó petrificada al saber de que hablaba, y recordando el momento de manera instantánea, no tuvo el valor de contestar que solo había sido un beso que ella también cedió por voluntad sobre aquellas mantas.

—Lo siento tanto, ni siquiera puedo recordar que fue lo que hice —se lamentó—. Lo siento...

Cuando repitió su disculpa de manera apresurada, Rai volvió a la tierra y negó sin que él la pudiera ver.

—No. Escuche, no pasó nada de lo que se esta imaginando, solo fue un beso —aclaró también atropellando las palabras, avergonzada de haberlo hecho y pensar en lo que él hacía.

El silenció se hizo presente, uno muy incomodo para variar. Era poco tolerable, que las únicas opciones eran escapar o esconderse en el armario cerca.

—Soy un imbécil —se insultó. Aun si no había sucedido lo que pensaba, el recordaba sus palabras y con ello sus intenciones hacia la joven.

—Siento no habérselo dicho. —Rai mejor optó por explicarle, ahora que vivían juntos, malentendidos como esos arruinarían la paz que podían mantener por el hecho de no ser una pareja real—. No tiene por qué sentirse así. Usted no estaba pensado con claridad, en cambio yo... cedí.

Decir que Dazai era el único culpable de aquella caricia, era mentira y eso quería dejarle claro, pero aceptar que deseó y disfrutó de ello, hicieron que las mejillas casi le explotaran.

—No cediste Rai, no por voluntad —contradijo él y ella no comprendió—. Te presioné hasta ese punto con cada palabra que dije antes y sentiste la necesidad de consolarme creyendo que me lo debías —concluyó.

Tenía razón, se dijo la menor al instante, pues fue lo que ella pensó antes de besarlo, solo que se equivocaba al decir que no lo hizo porque quiso, ya que, en primera, era un hecho que ella deseaba darle seguridad en ese momento fuese como fuese.

—No es como dice. Por favor, deje de pensar que tiene toda la culpa cuando también tengo gran parte —pidió.

Había sido un simple beso, ¿por qué hacían tanto escandalo? ¿Por qué no solo lo olvidaban como todas esas lindas noches en que durmieron cuidando uno del otro?

Osamu se puso de pie para darle la cara por fin, a punto de aceptar como ella antes la corriente, pero le sucedió lo mismo, no pudo ignorar sus terribles sentimientos. Hatsuyo incluso se lo dijo un día después: que inevitablemente terminaría lastimándola de una u otra manera.

—¿Qué culpa tendrías? ¿Qué otra cosa podrías haber hecho si un hombre alcoholizado se te lanza encima? —Subió la voz sin darse cuenta, y pronto se veían directo a los ojos—. Debiste tener miedo...

—No lo tuve —interrumpió severa con intención de hacerlo callar—. Fue un simple beso y usted se detuvo cuando se lo pedí. Deje de culparse y deje de pensar que yo no deseaba besarlo —admitió indirecta, esta vez con coraje.

No iba a decirlo, pero muy en el fondo, sabía que una de las preocupaciones de Shūji era su edad, y que por ende le seguía viendo como lo más parecido a una hija. De repente, de solo pensar en el dato, le molestó tanto que apretó los dientes. El hombre de negocios todavía le veía con lastima, no obstante, cuando le retiró la mirada sin decir alguna otra cosa, un sobrenatural arrebato le asaltó, y cuando notó lo que hacía, sus pies se habían movido y sus manos ya tenían entre ellas la tela de su camisa. No pensó en las consecuencias, solo le jaló con brusquedad, y sin ver su expresión por el maltrato, le besó la boca con la misma intensidad que la de aquella noche.

Dazai, impresionado, quiso alejarse, pero el agarre era agresivo que ni su mano derecha sobre uno de sus dorsos fue suficiente, y por supuesto, no quería lastimarle utilizando fuerza bruta, ella tampoco le estaba haciendo ningún mal después de todo. Fueron segundos de un nulo forcejeo, hasta que finalmente se rindió, cerro sus orbes castaños y le devolvió el beso al mismo nivel. Luego, mientras las extremidades de Rai le envolvían el cuello con egoísmo, las de él le recorrieron la cintura hasta dejarlas quietas en su espalda baja.

—Yo también puedo decidir.

Balbuceó ella al separarse, pero eso no terminó ahí, porque sus manos le empujaron por el pecho hasta la cama hasta que lo derribó de espaldas en ella, para así sentarse en su regazo e imitar sus movimientos, atacando su cuello sin pedirle permiso.

—R-Rai... Detente... No quiero...

Increíblemente aturdido le dejaron sus movimientos, y aunque decía querer detenerse ahí, sus manos de nueva cuenta le tocaron el cuerpo y se vio perdido en el momento en que comenzó a frotarse contra ella por placer. Segundos después, le arrebató el control cuando besó sus labios por segunda vez y le atrajo junto él para dejarla debajo y meterse entre sus piernas para empujar sus caderas de manera involuntaria.

—No soy una niña, también puedo sentir esto... —aclaró Rai cuando él se mudó a su cuello.

Provocaron aquello de una discusión por el mismo tema, perdieron el suelo y aumentaron el deseo en sus cuerpos; parecía que nada en ese mundo les haría detenerse, hasta que de manera abrupta, Shūji se alejó y le dejó tendida en la cama.

—Chuuya sigue ahí fuera —recordó a la menor, quien al comprender, se acomodó de lado en la cama y aplastó el rostro en las mantas sintiéndose frustrada.

Frustrada, y lo que le seguía fue incapaz de aceptarlo, por la pena de haberse dejado llevar solo por querer demostrar que sí quería, ella podía. Lo único que ocasionó el acercamiento fue, además de incomodidad, una tensión sexual que podía sentirse en el aire. Para que se iban a engañar, por supuesto que deseaban tener un encuentro bajó las sábanas y quién sabe desde cuanto tiempo atrás.

—No quise. Lo siento mucho, fue un tonto arrebato de mi parte. —Echó a perder la acción y las palabras de antes en tan solo un segundo.

El mayor suspiró viéndola todavía escondida. Le costó un poco recobrar la compostura, y después de peinar su cabello hacía un lado, fue claro:

—Rai, yo no quiero tener sexo contigo, no sería capaz de aceptar tanta responsabilidad en una relación falsa —mintió con lo primero, pero sí que decía la verdad con lo otro—. Si algo sale mal, no sabría cómo repararlo y no quiero lastimarte.

La exmesera entendía que tenía razón. Acostarse con Dazai era una inmensa carga con los términos que llevaban, y tampoco quería salir perjudicada solo por un capricho.

—Entiendo, también pienso lo mismo —admitió, mintiendo de igual manera—. Prometo que no volveré a hacer nada irresponsable, pero quiero que usted prometa que hará lo mismo. Creo que sabe que tengo un problema con el sentimiento de lastima, así que no vuelva a pedirme consuelo de esa manera —renegó indirecta, haciéndolo pasar como un simple comentario. Claro que le molestaba el hecho de que se lo estaba pidiendo, y sin embargo, él había sido el primero en cruzar la línea.

—Lo prometo —aceptó el otro casi al instante.

Rai se levantó pronto y avanzó hacía la puerta.

—Volveré con Nakahara-san entonces, necesito que también venga para ver los detalles —pidió sin verle, tomando el picaporte de nuevo.

—Estaré allí en unos segundos —contestó, avergonzado de lo haría a solas.

Sin más, Rai salió de la habitación y despejó su mente para ir a encontrar al secretario, a quien no vio en la sala, así que fue hasta la cocina para encontrarlo con una copa de vino en la mano.

—Lo siento, Dazai-san estaba ocupado con el teléfono y esperé, pero no parece que vaya a desocuparse pronto —justificó.

—Tranquila, podemos esperarlo si tanto quieres, supongo que debe ser abrumador tener que escuchar sola los detalles de una boda falsa. Lo entiendo —habló relajado.

Rai se sintió comprendida y asintió.

—Gracias por el trabajo que hizo y de antemano por el que hará aún. —Se inclinó un poco con respeto.

—No tienes por qué agradecer, mientras Dazai me lo pida, es mi trabajo. —Levantó la copa hasta sus labios y tomó de ella, para luego bajarla—. Bien, ya que estamos aquí, tomate un trago conmigo, te ayudará a relajarte —ofreció, pero ella negó enseguida.

—No tomó alcohol, muchas gracias...

—¿No tomas, o nunca lo has probado? —interrumpió presumido, caminando hasta ella, entonces, una vez de frente, colocó la copa en sus labios—. Solo será un pequeño sorbo.

Rai le miró directo a los ojos, notando la grácil sonrisa que había puesto. Se preguntó enseguida si estaba tratando de seducirla, pero no era nada como ello, sino su comportamiento habitual después de varias copas de vino.

Estuvo a punto de tomar como le decía, no obstante, justo cuando apenas abrió los labios, fue jalada hacia atrás con rapidez.

—¿Qué estás tratando de hacer, Chuuya? —cuestionó el castaño molesto.

—Solo era un pequeño trago —explicó para luego tomarse todo el contenido de la copa y reír.

—No intentes darle alcohol —ordenó.

La muchacha se puso muy nerviosa, pues Osamu parecía ir muy enserio con su amenaza. Bajó la mirada y se quedó a su lado.

—Esta bien, como mande, jefe. —Les dio la espalda para ir hasta la barra y dejar el cristal—. Solo escuche, la boda es en un mes, sábado. La ceremonia comienza a las tres en la iglesia y la fiesta después de las cinco en el salón de patio libre; las invitaciones están listas y tengo los gustos de Fujiwara-san muy claros, así que ahora lo único que falta son sus atuendos y yo no me ocuparé de eso. Por ahora, vayan quitando esas caras largas y sonrían un poco como si de verdad amaran su presencia, porque un juez ni loco les creería que no se están burlando del compromiso.

Bien, nadie podía decir que Nakahara Chuuya no era un buen planeador de eventos después de sus palabras.

Hemos llegado a la parte 40 y esto todavía no va por la mitad a pesar de que aumente de 200 a 400 las palabras en algunos. La siguiente parte enserio que tengo muchas ganas de escribirla, pero al paso de tortuga que voy, se me va a hacer complicado. En fin, espero que estén disfrutando de esta historia tanto como yo adoro escribirla, y por supuesto, si ya no se sienten cómodos leyendo pueden dejar de hacerlo sin compromiso. 

Les dejo un bonito Soukoku. 

¡Gracias por leer!

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