San-juu roku | 36.
El almanaque, la visita esperada y la "mala noticia".
Cuando Rai despertó luego de haberse quedado dormida toda la tarde en la ahora casa de los Tsushima, no se molestó en levantarse de la cama, solo se mantuvo dándole la espalda al otro lado, en donde no había nadie, de hecho, en la habitación solo estaba ella.
No deseaba ir a buscar a su prometido, porque sabía que estaba conversando con sus padres, y aunque el señor de la casa le cayó muy bien, no había sido lo mismo con la señora. Realmente no quería sentirse rechazada como en su llegada y presentación. Tane le odiaba, aseguraba Rai, pero también entendía que odiaba a toda mujer que quisiese mantener una relación con su adorado "retoño" que no fuera Hatsuyo.
—¿Debería bajar? —se preguntó a sí misma. Tampoco quería ser grosera como invitada.
Se levantó por fin, no obstante, no para ir a encontrar a la familia. Se sentó en el borde de la cama y miró hacia el frente con la mirada perdida. Así pasaron unos minutos, hasta que la puerta de la habitación se abrió y Dazai entró, quedándose de pie al instante en que la vió despierta.
Rai había dormida hasta esa hora: siete de la tarde, y él solo un poco, ya que necesitaba aclarar sus pensamientos en cuanto a la situación con su madre. Buscó una forma de llevar la fiesta en paz, e infortunadamente, se quedó dormido sin encontrarla.
—Es hora de cenar —avisó el mayor.
Pasaron considerables segundos para escuchar una respuesta de la joven.
—Entiendo —contestó simple por fin, teniendo miedo de que nada saliera bien si se presentaba a la mesa, pero no quería externar sus dudas, porque Dazai confíaba en ella.
Sin que le dijera algo más, abandonó el lugar en la cama y fue directo al baño para arreglarse un poco antes de volver a salir despejada del sueño. Cuando observó a Osamu, lo encontró buscando algo en el armario en la pared contraria.
—¡Aquí está! —exclamó contento, obteniendo en sus manos un pequeño almanaque verde pistache de dentro del mueble—. Sabía que aunque esta ya no parece mi habitación, mi madre no se atrevería a mover esto.
—¿Son fotos de su juventud? —inquirió la muchacha, adivinando.
—En efecto —respondió con gracia, acercándose hasta ella, luego dejó el álbum sobre la cama—. Te lo mostraré si quieres, pero primero vayamos a cenar. No has comido casi nada en todo el día. —Estaba preocupado por ello, salvo que Rai no tuvo tiempo de pensar en el detalle.
La cena había terminado, y aunque no había salido mal, tampoco fue bien; sobre todo por el hecho del silencio sepulcral que por fortuna Gen'emon rompió, al intentar generar plática con su hijo acerca del trabajo.
Osamu y Rai volvieron a la habitación cansados, pero no derrotados todavía.
En cuanto la mujer piso la habitación, corrió a buscar ropa en su maleta y luego sin decirle por vergüenza, se metió a la ducha. No le importaba que tanto había dormido por la tarde, ella iba a dormir también por la noche, ya que tenía la facilidad para ello. En cambio, Dazai se sentó en la cama y esperó con paciencia a que el agua cayendo dejara de escucharse, y una vez Rai salió, él hizo lo mismo que ella: bañarse.
La ducha volvió a escucharse a manera sorda cuando la muchacha se peinaba el cabello y se acomodaba el pijama. De pronto le entraron nervios al saber que dormirían juntos una vez más; es decir, ya lo habían hecho toda la semana pasada, sin embargo, el simple hecho de cambiar un factor, que era del futón a una cama, se lo hacía diferente. En su hogar, la tela en el suelo se extendía y podían alejarse, tal como si no estuvieran allí juntos, pero con la cama era diferente. ¡Era una cama!
Antes de que Osamu saliera del cuarto de baño, Rai se metió entre las mantas e intentó quedarse dormida dándole la espalda al otro lugar, no obstante, no lo consiguió, y cuando este anduvo dando vueltas por la misma habitación, ella entró aún más en pánico. Fue hasta que por fin el otro ocupó su lugar apagando la luz del techo, quedando solamente con la de una lámpara junto su lugar.
Dazai, creyendo que ya estaba dormida por experiencias pasadas, abrió el almanaque y comenzó a pasar las hojas lentamente.
Inevitablemente, despertó la curiosidad de la joven. El sonido del papel y algunas risillas de Dazai, le hicieron acomodarse boca arriba y pegarle la mirada.
—¿Quieres ver? También hay fotos de Fyódor aquí —le invitó cuando notó su mirada. Por alguna razón, pensó que si mencionaba el nombre de su viejo amigo a ella le parecería interesante.
—¿No es algo muy personal? —Sí quería echarle un vistazo al álbum, con eso lo decía todo.
—Eres mi prometida, no hay nada que pueda considerarse personal entonces. —Sonrió tras decir.
Avergonzada por sus palabras, no contestó y solo se sentó recargando su espalda en la cabecera como él. Se acercó solo lo suficiente para ver los recuerdos de su adolescencia.
En el almanaque, había fotos normales, divertidas e incluso raras; casi en todas se mostraba a Shūji, pero en las más frecuentes siempre estaba presente el ruso junto a él. Al igual, Hatsuyo no podía faltar en el papel impreso.
Eran muy jóvenes, le contó, también le regaló comentarios en torno al contexto en que cada imagen se había tomado, y gracias a ello, la tensión desapareció del cuerpo de Rai, pues ya reía cuando le contaba algo gracioso o hablaba para decir cualquier cosa ocurrente.
La luz de la lámpara les iluminó esa noche, hasta que Rai cayó dormida sobre su hombro y Dazai observó con atención la última foto, una donde se mostraba a Hatsuyo, a una Satoko bebé y a él, como una bonita familia. Todos sonriendo a la cámara, viéndose felices por estar unidos.
Le entró nostalgia, no estaba para mentir, él deseaba volver el tiempo atrás y con ello aprovechar cada segundo junto a ellas... Pero, a diferencia de la foto, tenía ahora junto a él a una bella dama que estaba dispuesta a ayudarle, por lo que cerrando el almanaque de una buena vez, se resbaló en la cama junto a ella, le atrajo hasta su cuerpo, y una vez sus brazos le rodearon cuando su cabeza quedó recargada en su pecho, apagó la lámpara.
—Buenas noches, Rai.
Los días siguientes, lunes, martes y miércoles, sin saber cómo controlar el desprecio indisimulado de Tane hacía Rai, lo que hicieron lo comprometidos fue salir de la casa muy temprano y volver por la noche, con el simple pretexto acerca de visitar lugares populares en los que la joven nunca antes había estado, porque bueno, ella jamás había visitado Tokio.
Así pues, en tres días, la cuidad había sido recorrida por aquellos dos; Shūji llevo a Rai de la mano por todo lugar que conocía y la mayoría del tiempo le consintió con alimentos que nunca antes había podido probar, y por supuesto, postres, como si fuese un niña. De verdad se divirtieron juntos, pero lo bueno no dura nunca, bien lo sabían los dos.
Encontraron algo que hacer, creyeron que podían seguir en la marcha e irse el sábado por la tardecita sin problemas, antes bien, por la noche del miércoles recibieron un aviso que esperaban, pero a la vez no.
—Hatsuyo vendrá mañana a comer, traerá a Satoko —anunció la madre cuando los encontró entrando a la casa como ladrones para evitar eso mismo—. Hace tiempo que mi pequeña no viene a la casa y será un buen momento para que le anúncies tu compromiso —habló, observando a Rai al final, como si estuviera esperando alguna reacción que le delatara.
Tane se iba a quedar esperando esa reacción, porque más que ponerle nerviosa por la ex-esposa, tenía ganas de ver a la pequeña, y que decir de Dazai, él era quien más deseaba verle de nuevo. Aunque sí era difícil ignorar el nombre de la mujer de las joyas.
Al final, terminaron yendo a dormir sin mencionar palabra acerca del tema, y como buenos "deja lo de hoy para mañana", despertaron nerviosos comprendiendo lo que podía esperarles, sin embargo, no tuvieron mucho tiempo para prepararse, porque Hatsuyo y Satoko arribaron a casa de los Tsushima a la una de la tarde. Eso era muy temprano para comer.
—¡Papá! —saludó la pequeña nada más entró a la casa, pues Osamu junto con Rai, habían escuchado de antemano y visto por la ventana, como era que llegaban en un auto color guinda que conducia la madre.
—Cariño... —Shūji le recibió con amor, dejando caer las rodillas en el suelo para recibir un abrazo—. No sabes cuanto te extrañé.
Rai observaba la escena en silencio, prefería morir antes de interrumpir tan bello encuentro, no obstante, en medio del abrazo, Satoko abrió los ojos, y como Dazai le daba la espalda a ella, la pequeña pudo mirarla desde su lugar. Al principio se mostró impresionada al pensar que era su imaginación, pero ya que Rai sonrió con gusto, Satoko enseguida se separó de su padre.
—¡Rai! —le llamó emocionada.
Antes de que la joven pudiera hacer algo, la niña ya le estaba abrazando, así que también le devolvió el gesto.
—¿Qué haces aquí? Esta es la casa de mis abuelos —cuestionó confundida.
—Yo... —Por poco le menciona el motivo exacto, salvo que alcanzó a darse cuenta y se quedó en silencio viéndole.
—Es una sorpresa, cariño, lo sabrás a la hora de comer. —Le salvaron, pero no fue Osamu, sino Tane, quien se acercó a los tres con Hatsuyo en la espalda.
—Si, mi amor, es una gran sorpresa —coreó la mujer de las joyas.
—¿Sopresa? ¿Qué sopresa? ¿Por qué tiene que ser a la hora de comer? —Satoko se separó de los dos comprometidos para inspeccionar a sus familiares.
Mientras tanto, Rai bajaba la mirada y Dazai observaba fijamente a su madre y ex-esposa, notando que algo había detrás de ese tono tan gentil que habían utilizado. Solo esperaba que fuera lo que fuese, no lastimara a su prometida.
Después de aquello, todos fueron a sentarse a la sala. El único que faltaba era Gen'emon, pero poco se notaba. Hatsuyo y Tane comenzaron a conversar entre ellas pareciendo viejas amigas que poco se habían visto y dejando fuera a los demás; por su lado, los restantes hablaban entre ellos, sobre todo de lo que habían hecho esas semanas en que estuvieron separados. Satoko tenía mucho que contar, así que los entretuvo un buen rato sin detener la boca.
Y en medio de la situación, Rai se percató de algo que hubiera querido no ver.
<<Qué difícil debe ser para usted, Dazai-san... >>, se lamentó al encontrarlo viendo en dirección de su ex-esposa. Su mirada decía más de lo que quiso saber la joven, era una tan triste y a la vez feliz. Rai ya lo sabía desde antes con el accidente de la cama, pero pudo confirmarlo en ese momento: Osamu aún seguía enamorado de Hatsuyo.
El padre de familia llegó, la mesa se arregló acorde y todos ocuparon sus respectivos lugares para comer esa tarde. Tane estaba contenta de volver a tener tanta gente en la mesa, aunque por un lado, tenía ahí a una invitada no deseada, pero nada le podía hacer, era la prometida de su hijo.
Dicha comida avanzó entre conversaciones a las que Rai no les puso atención alguna, ya que no eran de su agrado. Temas que nunca había tocado, como por ejemplo: las dos mujeres hablaban de una línea de ropa que últimamente había estado de moda en Tokio, y según la menor de ellas, ya contaba con toda la colección.
—La comida ya casi acaba, quiero saber la sopresa, ¿tiene que ver con qué Rai esté aquí? —interrumpió la niña en medio de la plática. Se había aguantdado hasta que ya no pudo, de hecho, intentó hablar antes, pero Hatsuyo le mando a callar diciéndole que fuera educada.
—Sí, cariño —contestó el castaño, evitando que alguien le dijera algo de nuevo. Odiaba que su ex-mujer fuera tan estricta con su hija.
Bien, Dazai había prendido la mecha de la bomba, solo que por un infortunio llamado nervios, la ex-mesera todavía no estaba lista para enfrentarse a lo que Satoko fuera a decir del compromiso.
—Tu padre va a volver a casarse... Fujiwara-san es su nueva novia —soltó Hatsuyo sin permiso, tirando por la borda la sutileza que Osamu estaba ahorrando para la nena.
Una vez soltada la bomba sobre la mesa, Satoko se quedó en silencio y les miró neutral. Nadie sabía que estaba pensando, y mucho menos Rai que siguió escondiendo la mirada.
Fue que el hombre de negocios descubrió eso que estaban planeando.
Su madre y Hatsuyo esperaban que Satoko tomara la noticia de manera fatal, por ello la mujer se metió y dijo algo que no le correspondía. Planeaban dejar mal parado al padre; eso era todo.
—Papá, Rai... ¿Es cierto?
Parecía que habían cumplido su objetivo, pues Satoko no se veía muy feliz con la noticia...
Esta semana sí que público los días que son, y me harían un gran favor si las personas a quienes dedico el cap me dijeran si aparece su nombre, porque lo hago desde el navegador de teléfono y a veces falla.
¡Es todo!
¡gracias por leer!
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