San-juu nana | 37.
El conflicto que rompe costumbres, su valor monetario y agradecimiento en forma de caricias.
Parecía que habían cumplido su objetivo, pues Satoko no se veía muy feliz con la noticia, aunque una vez asintió el menor de los hombres ahí y la muchacha alzó la mirada para verle, Satoko saltó de su asiento sorprendiéndo a todos.
—¡Lo sabía! —exclamó contenta, haciendo que el castaño soltara un suspiro pesado y Rai sonriera nerviosa. Mientras que por otro lado, las mujeres picaron su comida con molestia.
—Me alegra tanto que pienses así. Siento no habértelo dicho antes, es que Rai y yo acabamos de comprometernos y queríamos que fuera una sopresa —justificó con una mentira el padre.
Osamu estaba contento de saber que Satoko aprobaba su "relación". En realidad poca duda tenía de ello por la interacción que tuvieron los tres cuando estuvo de visita, aún así, comprendía que todavía era una niña y que era probable cualquier tipo de reacción negativa ante la noticia.
—¡Por eso el anillo que tiene en la mano! —Lo había notado en la comida.
—Si —contestó Dazai, y con cuidado le tomó la mano para presumir la joya ante todos en la mesa—. Es un anillo de compromiso.
—¡Rai será parte de mi familia! Debí creerle a Ritsuko-san cuando me lo dijo el otro día —confesó contenta, haciendo reír naturalmente a la muchacha amiga de la mencionada.
No había tenido tiempo para pensar en Ritsuko, y escuchar su nombre de la pequeña en ese comentario, le recordó lo emocionada que estuvo por los dos antes de iniciar su viaje de dos semanas, sin embargo, también recordó que la mesera estaba molesta con la noticia de su renuncia en el Yellow Cake's.
—¿Quién esa Ritsuko de la que hablas? Te he dicho que no mantengas conversación con desconocidos.
La pregunta y comentario hizo callar súbitamente a Rai. Satoko de pronto se vió asustada, así que se apresuró a responder.
—Es una amiga que trabajaba conmigo en el restaurante de postres. No es una mala persona, ella incluso tiene una hermana que tiene casi su edad —informó con cierta molestia. Lo primero que había dicho en la mesa y ya peleaba con disimulo.
¡De Ritsuko no iban a estar hablando!
—¿Trabajo? —Tras la mirada filosa que le dió la ex-mujer de Dazai, la madre se vió sorprendida al saber el detalle.
Una lucecita se encendió dentro de su cabeza. Recordó lo tradicional que era Tane y mejor retrocedió al saber que de alguna manera, lo había arruinado más.
—Sí. Rai trabajaba para uno de los locales que administro, ahí la conocí —hizo saber el castaño sin salida.
—He de suponer que ya no lo hace...
—La semana pasada, apenas, ¿no? —interrimpió Hatsuyo haciendo como si pensara y sacara cuentas con sus dedos—. Mi hermano me lo dijo —concluyó victoriosa.
—¿Cómo? —volvió a hablar la madre—. ¿Cómo lo permitiste, Shūji? Incluso ya estaban comprometidos y tienes los recursos suficientes para hacerte cargo —regañó.
Dazai se venía venir eso desde que Satoko mencionó a Ritsuko. Se quitó los lentes dejándolos sobre la mesa y de soslayo miró a su hija asustada en su lugar. Algo tenía que hacer.
—Tal vez sea esa la manera en que fuiste educada, mamá, pero Rai no. —Se atrevió a decir, no encontró otra respuesta—. Rai es independiente, así ha vivido durante cuatro años en Yokohama. No puedo simplemente cambiar su estilo de vida...
—¡Se le llama libertinaje, no estilo de vida! —gritó ofendida Tane.
Todos en la mesa se asustaron un poco al escucharle tan molesta, en especial Rai, que no podía conectar la mirada con nadie.
—¿Qué clase de mujer has escogido? —siguió hablando muy molesta—. Solo falta que sea una dama de la noche...
Le llamó "puta" en pocas palabras. Las reacciones fueron muy variadas, que mientras Rai levantaba las cejas observando su regazo, Hatsuyo reía con disimulo; mientras Shūji fruncía el ceño, Gen'emon se quedaba con los cubiertos en las manos sin mover un solo pelo. Por último, Satoko no entendía nada y seguía asustada de los gritos de su abuela.
—¿Qué clase de cosas dice? Tenga más respeto por mi prometida —atacó Dazai, soltando su tenedor sobre la mesa.
—¿La vas a defender a ella por sobre tu madre? —Hatsuyo se metió, echando más carbón al fuego. Lo estaba disfrutando, no cabía duda.
El castaño miró a su ex-esposa con cierto recelo, pero le ignoró.
—Yo no he ofendido a nadie en esta mesa. Dazai-san no me está defendiendo por sobre nadie —contraatacó Rai. Si ella se metía, entonces su persona también podía hacerlo.
—He traído a Rai hasta aquí para que pudieran conocerle, incluso ese era su deseo cuando me llamaron por la noticia, ¿para eso querían que ella viniera? —Estaba molesto, pronto no soportó el trato que les estaban dando. Luego decidió—. Nos vamos ahora mismo.
Cuando la joven escuchó aquello, se levantó de la silla de forma automática, pues Dazai también lo había hecho.
—¿A dónde crees que vas? —reclamó Tane, también levantándose.
—A donde sea que no sea esta casa —respondió el hombre de negocios, tomando a la par de la mano a su futura esposa, y sin medir fuerza, le arrastró junto con él fuera del comedor.
Rai aceptó enseguida que estaba atemorizada. Nunca había visto al hombre molesto enserio, sin embargo, no dijo nada y se dejó guiar, así, hasta que alguien tomó de su otra mano.
—Detengase... Shūji... —le rogó por su nombre, pero él estaba sordo—. ¡Satoko está llorando! —gritó muy nerviosa.
Habían llegado hasta el recibidor cuando el detuvo el paso; una vez volteó la vista hacia atrás, observó el momento exacto en que Rai se dejaba caer de rodillas sobre la loseta para abrazar a la pequeña, quien cuando vió que se iban les alcanzó tomando la mano de la joven.
También, sus padres y Hatsuyo se había detenido con el grito de Rai y miraban la escena con vergüenza, pues deseaban hacer pasar un mal rato a la nueva novia de Shūji, pero no que todo les llevara a eso.
—N-no se va-vayan —lloriqueó la menor—. Apenas llegaron...
Dazai, arrepentido, se sintió como todo un patán, e incapaz de hacer algo, terminó por salir de la casa solo y nadie le siguió.
—Está bien, no nos iremos aún. Tú padre volverá más tarde cuando esté tranquilo —consoló Rai a la pequeña.
Las tres de la madrugada se marcaron en el reloj de pared en colores grises y blancos elegantes, y en esa misma sala, dos mujeres compartían silencio.
Rai se encontraba leyendo un libro que encontró en la habitación, mientras que Tane bebía té, las dos pacientes a la espera del que antes había escapado.
Era incómodo, evidentemente, pero la preocupación no les dejaba pensar en otra cosa que no fuera Shūji, además, ninguna había hablado. La joven lo que menos deseaba era otra discusión, y estando sola, tampoco quería ir fuera de la casa, debido a que no conocía Tokio y no tendría a donde ir sin Dazai.
—¿Cuánto dinero quieres? —de pronto habló la mayor, sorbiendo la bebida con molestia al hacer esa pregunta.
La menor intentó ignorarla, porque en primera, no había comprendido bien a lo que se refería con ello.
—Debe haber algo que te haga desistir de tu compromiso —continuó, ahora dejando la taza sobre el plato de porcelana a juego.
—Por favor, señora, no quiero discutir con usted. —Por fin le habló claro, aunque con el tono moderado y bajo.
Ahora que estaban solas, mejor no hacerse de menos o bien le podría pasar por encima al menor descuido. Hatsuyo se había marchado temprano con Satoko, no obstante, claro que Tane podría hacerlo sola.
—No es nada personal, Fujiwara-san. Solo veo por la felicidad de mi hijo —comentó creída, sin embargo, la otra no le siguió el juego—. Me gustaría saber dónde está tu madre, ¿no crees que eres muy joven para Shūji? Si ya le han visitado, no entiendo por qué no se opuso. Acaso... ¿ella no te ama?
—Por supuesto que me ama —respondió. Al igual que con Ritsuko, de su familia tampoco le diría algo—. Ella confía en mis decisiones. Sabe que Tsushima-san es un buen hombre y sabe que voy a ser responsable, además, no soy una adolescente si es así como me ve. Terminé la universidad hace poco, tengo veinticuatro.
Solo unas palabras y ya estaba incómoda, que incluso quiso irse. Si le iba a molestar, pues en primera no debió sentarse con su té cuando ella ya estaba ahí esperando. Pedir eso era como pedir un milagro.
—Sé que nada de lo que te ofrezca funcionará, porque estoy segura de que Shūji te consiente como a una reina aunque diga que eres independiente. Por ello te pregunto tú valor...
—No tengo valor —interrumpió asqueada—. Mis sentimientos no tienen valor monetario —sentenció para levantarse del sofá y cerrar el libro con fuerza.
Rai estuvo a punto de marcharse, se dijo que tenía que irse de esa casa, antes bien, las dos escucharon el sonido de la puerta y luego unos pasos. Segundos después, Osamu no pudo esconderse de la vista en la sala, pues tuvo que tomar ese caminó para ir hasta las escaleras.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —la madre fue la primera en recriminarle.
El hombre se quedó de pie a pasos de ellas, bajó la mirada y no dijo nada. Por ello, Rai se acercó hasta su lugar y le extendió la mano sin decir tampoco una palabra.
—Lo siento, Rai —murmuró avergonzado—. Me comporté como un adolescente —admitió.
Tras sus palabras, Rai pudo comprobar que no mentía, pues había estado tomando por ahí para escapar del conflicto.
—Necesita disculparse con Satoko, no conmigo. —Fue comprensiva y mencionó, recordando por la tarde el berrinche que hizo la nena al no querer irse de la casa.
Luego de ello, sintiéndose culpable porque ella no le estaba juzgando cómo todos hacían, le levantó la cabeza y mirada colocando una de sus manos sobre su mejilla, para después con mucho cuidado, plantar un firme beso sobre sus labios. Uno largo, llenó de cariño y agradecimiento.
Tane observó la escena con incomodidad, y casi al final de la caricia, desvió la mirada.
—Mamá, lo siento... Voy a casarme con Rai te guste o no. —Se dirigió a ella—. No puedo volver con Hatsuyo aunque así lo quieras, lo nuestro terminó hace mucho y fue por su misma desición que aún mantiene. Déjarme tener esta segunda oportunidad, sería para mí un gran avance, y ahora que soy mayor, no quiero volver a repetir lo que sucedió en mi juventud. Quiero estar en buenos términos con ustedes y que me apoyen con sinceridad —pidió esperanzado, manteniendo a Rai junto a él.
A pesar de sus palabras, Tane se quedó muda, y aunque Dazai esperó por su respuesta, al final tuvo que marcharse a su habitación desilusionado.
Rai entró primero y él cerró con cuidado. Nadie sabía que decir, porque la situación enserio que era mala. Tanto, que Rai había visto una faceta que desconocía del mayor, esa de escapar y remediar sus pensamientos a base de alcohol. En realidad, había muchas facetas que ella todavía desconocía.
Así pues, se acostaron en la cama casi al mismo tiempo, dándose la espalda, ella preguntándose, por qué si todo era falso, cada argumento en su defensa parecía real; y él, por qué tenía que ser tan difícil avanzar hasta la custodia de su propia hija.
—Ahora entiendo que sucedió contigo en casa de tus padres —habló el hombre en medio del silencio—. Rendirse suena mejor a seguir intentándolo —confesó.
¿Qué iba a contestar la muchacha? No tenía palabras, tampoco sabía cómo consolarle como él hacía con ella en esos momentos.
De un momento a otro, los dos cuerpos se dieron la cara entre las mantas, para segundos después, luego de mirarse en la oscuridad, besarse como nunca antes casi de manera automática. Está vez no fue el primero solo un piquito, sino un beso más profundo que continuó con un intimo encuentro entre sus lenguas.
La inocencia abandonó la habitación. De un momento a otro, Osamu se situaba sobre su cuerpo separándole las piernas con una de sus rodillas, y cuando sus bocas se cansaron, la del otro fue enseguida a visitar el sensible cuello de la joven sin importarle nada.
—Entrégame todo lo que tienes. Necesito sentirme seguro —pidió aún en su cuello, ese que lamió y mordió como un depredador hasta generar una pequeña marca rojiza.
Rai no volvió a decir nada, estaba aún consciente con la situación, pero disfrutaba su primer acercamiento verdadero, que desafortunadamente tuvo que detener.
—No lo haré —contestó por fin, siendo sincera—. No quiero hacerlo.
Le detuvo, empujándolo casi sin hacer fuerza. El cuerpo del hombre cayó al otro lado, entonces ella enseguida le abrazó y recargó la cabeza sobre su pecho.
—Gracias —Dazai agradeció.
Le daba las gracias, porque estaba bajo los efectos del alcohol, y los dos comprendían muy bien que aunque pudieran entregarse todo esa noche, él terminaría olvidando las promesas por la mañana.
Pinches doñas, me hacen algo así y les parto su madre la neta. ¿Ustedes qué harían?
¡Muchas gracias por leer!
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