San-juu kyū | 39.
La curiosa posición, el trato y un recuerdo olvidado.
Cuando Rai despertó en una cama que no era la suya al día siguiente, quiso lanzarse por la ventana más cercana, pero como era esa una habitación de edificio, las únicas ventanas que existían se encontraban en la sala, dando una bella vista a esa zona dorada en Yokohama.
—¿Cómo habrá dormido? —se preguntó en un murmullo pensando en el castaño, luego se acomodó verticalmente y atrajo una almohada para abrazarla.
Ahora, como lo había pensado antes Shūji, no había necesidad de mostrarse enamorados ante el mundo. En ese apartamento solo estaban los dos, sin miradas entrometidas ni aterradoras. Solo ellos y el silencio que dejó Satoko al marcharse.
Dazai durmió en la habitación de la pequeña; en realidad, Rai intentó convencerlo sobre que esa habitación podría ocuparla ella para que él no tuviera que dejar la suya, ya que la diferencia de las camas, tanto de longitud como de comodidad, era grande. Por ello la pregunta, pues no deseaba que Osamu tuviera una mala noche solo por darle prioridad a ella, sobre todo, en el fondo, bien que se había acostumbrado a dormir sintiéndolo cerca, y sabiendo de antemano este dato sobre Rai a quien le agradaba dormir acompañada, podíamos entender su preocupación, pero excusas para ello, ya no las había y mucho menos las aceptaría.
—Espero que lo haya hecho bien —se contestó apenada.
Segundos más tarde, levantó el cuerpo de las mantas que le cubrían y abandonó el colchón para ir hasta el baño, en donde lavó sus dientes con el cepillo que por la noche obtuvo de su maleta. Se arregló un poco el cabello y salió de nueva cuenta.
<<No escucho nada. ¿Estará despierto?... >>, pensó al detenerse detrás de la puerta. Estaba muy nerviosa con su primera mañana viviendo juntos.
Segundos después, con miedo disfrazado de valentía, salió de la habitación con los pasos ligeros. Primero encontró la puerta de la otra habitación entre abierta, y aunque no lo quiso, fue imposible que no echará la mirada dentro, pero ahí no había nadie; continuó está vez con dirección a la sala de estar, en donde el hombre dueño del lugar se extendía por todo el sillón largo, quedándole los pies en calcetines sobre la orilla y elevados. No estaba despierto, su respiración lo decía, pero era difícil encontrar una respuesta debido a que tenía cubierto el rostro con un libro que al parecer leía antes.
Rai se alarmó enseguida, pues pensó que estando incomodo en la cama de Satoko su única opción era dormir en el sofá, que era incluso más molesto.
—¿Dazai-san? —le llamó de manera casi audible, consiguiendo nulos resultados, por lo que terminó sentada sobre el otro sofá y observando que seguía en paz.
Quería decirle que fuera a descansar a su habitación, sin embargo, no quería interrumpir sus dulces sueños, así que se debatió mentalmente durante minutos enteros, hasta que Osamu movió una mano y la dirigió a su cara para retirar el libro.
—¿Rai? —le llamó cuando la encontró ahí. Dejó el libro sobre la mesita ratonera y se acomodó de manera perezosa hasta que estuvo sentado con las piernas sobre la superficie todavía. Luego bostezó cubriendo su boca.
—¿No me diga que durmió aquí toda la noche? —cuestionó la joven preocupada.
—No —negó enseguida y ella suspiró aliviada—. Me levanté de madrugada porque ayer me acosté temprano, pero cuando vi que no estabas despierta para el desayuno, me puse a leer y me quedé dormido —explicó para después soltar otro bostezo.
Rai se sintió ligera de pronto, como si los nervios hubieran desaparecido. Posiblemente se debía a que Shūji estaba actuando con normalidad y eso era muy reconfortante.
—¿Qué tal tú? ¿Dormiste bien? —pregunto está vez él.
—Por supuesto. Su habitación es muy cómoda —declaró ella—. Aunque me gustaría que durmiera en ella como de costumbre; bien podría ocupar la habitación de Satoko como le dije ayer —retomó el tópico.
—No, quédate en esa. Lo importante es que te sientas cómoda, y en la habitación de Satoko hay muchos juguetes y cosas que no necesitas.
Rai quiso contestarle que eso a ella no le importaba y que en realidad todas esas cosas que podrían molestarle le molestarían a él, sabiendo de antemano lo básica que era su habitación, no obstante, se quedó callada por miedo a cargar el ambiente de negatividad por la insistencia. Ya tendría tiempo para convencerlo de volver a su habitación.
—Bueno, ya que estás despierta, hay que desayunar, seguro que tienes hambre —habló para luego levantarse del sillón y estirar su cuerpo. En el proceso, ella le vio y notó que por lo menos no tenía fatiga por la manera en que sonrió con satisfacción al hacer dicho movimiento.
Rai simplemente asintió y fueron juntos a la cocina. Ella se quedó en un banco viendo cómo era que Dazai se movía por toda ella y comenzaba con la preparación de su comida.
—Rai, tengo una pregunta para ti, pero puede sonar ofensiva...
—No se preocupe, si lo es, supongo que puedo no contestar y ya, pero no me deje con la duda —interrumpió al mismo tiempo en que le daba el permiso. También hizo un ademán para que continuara.
—Es que yo... —Echó algunos huevos al sartén—. No sé cómo has sobrevivido sin cocinar por cuatro años. —Finalmente soltó apenado.
En la sala donde solo se escuchaba el sonido de los sartenes y los demás trastos moviéndose, de pronto se escuchó una risita divertida. Dazai le vio de reojo, pues no podía apartar mucho la mirada de la estufa.
—No es una pregunta ofensiva —habló ella deteniendo la carcajada de poco a poco—. Pero si quiere saber, existe la comida instantánea que se puede conseguir muy fácil en los mercados y tiendas, además, creo que exageré cuando en aquella ocasión le dije que no sabía cocinar ni un huevo... —explicó, estando a punto de decirle que también dijo eso para negarse a su petición de ser niñera de Satoko.
—Oh, bueno, eso responde muchas preguntas. —Rio suave por su contestación—. Solo que ahora quiero saber, ¿qué es lo básico para ti?
—Huevos, arroz y fideos, supongo —respondió enseguida al mismo tiempo que enumeraba con sus dedos aquellas tres comidas.
—Es demasiado básico. —volvió a reír.
—Pero ha servido por cuatro años, eso es lo que cuenta —defendió ella orgullosa.
Osamu no contestó a su respuesta, pues tenía razón. Simple sonrió y siguió en lo suyo hasta que volvió a hablar.
—Parece que usted sabe algo más que lo básico —atacó amigable comenzado a notar un atrayente olor.
—Un poco —se apresuró a contestar—. Mi trabajo es indirecto al área de comida, pero se pueden aprender muchas cosas de ella aún en la oficina. Tengo recetas en la mente que aún ni pruebo, pero las que ya he puesto en acción han funcionado, ¿no te parece?
Rai asintió enseguida, recordando cuando cenaban con Satoko en esa misma cocina. Todo era obra del hombre de negocios y ella nunca puso ningún pero al sabor.
—Creo que tiene talento para la cocina —admitió en voz alta.
—Tambien podrías tenerlo y no saberlo, Rai. Deberías intentarlo —le animó bajando el fuego en la hornilla para voltear a verle de frente.
Ella se quedó pensativa.
—Mi madre siempre me dijo que no se sabe hasta que lo intentas, así que me gustaría intentarlo —aceptó, sabiendo de antemano que los retos no eran nada para ella, porque podía lograr lo que quisiera con dedicación y esfuerzo.
Solitaria, esa era la palabra que definía la mayoría de tiempo de la primera semana en que Rai estuvo viviendo en el apartamento de Osamu. Por supuesto que su madre le llamaba como de costumbre y Ritsuko se negaba a perderle la pista, y no le culpaba ni mucho menos le molestaba, el único problema era que la mesera todavía no estaba muy contenta con su compromiso lleno de intereses, por lo que entendía su desacuerdo y solo trataba de evitar el tema, pero con la mayor era difícil a veces.
En cuanto a la situación de "casa", la exestudiante se la vivía sola en el apartamento, ya que después de dos semanas fuera de la cuidad, era de esperarse que Dazai tuviera mucho trabajo por hacer, así que se marchaba temprano y volvía cerca de las ocho o nueve de la noche. No le avisaba cuando se iba, y cuando llegaba lo hacia lleno de documentos, entonces sin mirarle le daba las buenas tardes y se escondía dentro de la habitación de Satoko, para algunos minutos después, sino era una hora, salir directo a la cocina para hacer la cena.
—Aburrido... —pronunció la joven sobre el sofá. De alguna manera, de estar sentada como las personas normales, pasó a estar de cabeza con los pies sobre el respaldo de la cabecera.
La televisión ese sábado se encontraba apagada, por lo que el silencio gobernaba el apartamento entero; solo teníamos a Rai con las mejillas rojas por esa posición tan curiosa en la que se encontraba.
—Aburrido... —repitió.
Si lo veía bien, tampoco era como sí en su lugar, que ya no lo era porque ahora todas sus pertenecías estaban ahí, hiciera mucho; la diferencia era que antes pasaba poco tiempo de ocio por estar en la escuela y el trabajo todo el día, así que ahora que no tenia nada, no sabía en que invertir su tiempo libre. Al principio intentó cocinar como su prometido le había animado, sin embargo, no entendía por qué todo lo que elaboraba en esa cocina terminaba salado, si antes todo lo que hacía le sabia igual. ¿Siempre fue así? Se dijo que tal vez esa era la razón por la cual Ritsuko llevaba comida de fuera cuando le visitaba. Bueno, no tenía idea, hasta que Shūji se cubrió la boca cuando le dio a probar su primer intento y luego sonrió para no lastimarla, pero ya era tarde, porque Rai fue a la habitación a llorar murmurando que no todo era a base de "echarle ganas".
Dazai bajaba de su auto en el subterráneo del edificio esa misma tarde-noche, se le veía cansado e irritado, pero para su desgracia, el asistente a quien llevaba y traía hacia todas partes no se callaba desde que se subió.
—¿Cómo te atreves? Te vas dos semanas, me dejas el trabajo encima, y aun así me pides los resultados de una boda que no es mía. ¡No soy un maldito planeador de eventos! —renegaba, no obstante, mantenía con él su laptop en donde los detalles estaban casi pulidos—. Si a ella no le gusta, va a ser tu culpa por apresurarme.
La idea era mostrarle a Rai el plan. El diseño de la invitación, en donde ya mencionaba el lugar, fecha y hora de la boda, junto con eso, quería mostrarle las opciones del decorado de absolutamente todo, el banquete y programa del mismo día para que ella lo eligiera, pues Osamu no tuvo el valor de tomar una decisión sobre ello.
—No importa de todas formas, no es como si fuera real. Estoy seguro de que Rai no le pondrá pero a tu trabajo —aseguró el hombre de negocios cuando entraron al elevador, pero el pelirrojo puso mala cara.
—¿Es así como lo ves? —cuestionó incrédulo—. No me sorprende, viniendo de un hombre que dejó a su prometida encerrada toda la semana en su casa —se burló al final.
—Oye, no la dejé encerrada —se defendió enseguida el atacado—. Rai puede salir cuando quiera y a donde guste, si no lo hace es porque simplemente no quiere.
Cuando terminó de decir, el Nakahara rio divertido y le miró con las cejas arriba.
—Fujiwara-san era un estudiante que se mataba todo el tiempo trabajando de mesera, además de ello vivió de esta manera por más de cuatro años, ¿A dónde piensas que saldrá? Ten un poco de empatía, es la única persona en Yokohama que aceptaría un trato con esas condiciones, deberías agradecer que ella no te pidió una exagerada cifra de dinero u otra cosa imposible. —Se peinó del cabello y miró su reflejo en la pared brillosa. Tenía algún tiempo queriendo decirle eso mismo a su jefe, tal vez desde el lunes, cuando al preguntarle por la hora de salida, le dijo que podía llegar tarde a casa porque nadie lo estaba esperando.
—Lo agradezco, Chuuya... —respondió con el tono bajo—. Pero eso no quiere decir que Rai no tuvo la oportunidad de poner condiciones; hubiera aceptado cualquier cosa, cualquier capricho, y aún lo estoy. Que estemos comprometido es diferente a estar enamorados... —se interrumpió con un repentino silenció y el menor bufó después sin saber que le sucedía.
Guardó silencio, debido a las palabras que estuvo a punto de decirle. Aunque sonara cruel, eso no era más que un trato, salvo que a su mente vinieron las dos semanas en que estuvieron en Miyazaki y en Tokio. Se le dificultó de pronto recordar los momentos que tuvieron a solas, desde su primer beso, la conversación con Kosei Minagawa, el alboroto en casa de sus padres, y ese último roce en su antigua habitación en donde le pidió todo, que hasta ese momento recordaba.
—¿Qué... fue lo que hice?...
Ya vine, jsjsj, esta semana sí hay publicación normal en sus días. Espero que no se me haga costumbre actualizar una semana si y otra no hahaha.
¡Gracias por leer!
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