San | 3.
Insistencia, un hombre de negocios y el sueño en el extranjero.
El sábado, día de su descanso y por supuesto libre de estudios, la señorita Fujiwara durmió hasta entrada la tarde. Eran cerca de la 1:00 pm cuando lo hizo, pero no podían reprenderle nada.
De primeras, "desayunó" un par del dulces que había comprado en el local ayer por la tarde. Los acompañó con leche de chocolate y encendió la televisión de su pequeña cocina para mirar algo interesante, salvo que como era sábado, la televisión local no tenía nada de bueno.
—¿Se cansarán algún día de poner las mismas películas? —se preguntó cambiando los canales de manera rápida. Sabía que no encontraría nada de todas formas, así que por lo menos se divertía presionando el botón.
No era como si Rai tuviera una rutina, sino que simplemente hacía lo que se le presentaba, a excepción de entre semana, ya que allí si necesitaba llegar temprano a la escuela y al trabajo.
De esta manera, encontró que su pequeño apartamento estaba hecho un desastre, por lo que comenzó a asearlo de pie a cabeza. Tuvo algunos problemas cuando sacó la bolsa de basura hasta la calle, pero nada que no pudiera realizar por si sola.
Terminó un poco tarde, ya que cuando se proponía algo no le agradaba dejarlo a medias, y mucho menos la limpieza, porque si dejaba algo de lado, al otro día también se ensuciaría y nunca terminaría de limpiar completamente el lugar.
No tenía nada que hacer fuera de la casa, así que no salió más que a sacar la basura, luego se sentó esta vez en la salita que tenía en donde había una televisión un poco más grande que la anterior, comió dulces y se la pasó cambiando los canales de nueva cuenta.
—Tengo hambre de comida de verdad —se lamentó el no saber cocinar, pero no hizo nada y se quedó en su lugar.
No era nada novedoso aquella forma de vida. Rai siempre había sido así de aburrida incluso cuando vivía en Miyazaki, aunque luego de mudarse comenzó a resentirlo. Vivir sola durante toda su carrera había sido difícil para alguien que adoraba a sus padres y viceversa, pero su graduación ya estaba a la vuelta de la esquina. Todo el sacrificio valdría la pena cuando recibiera su título, entonces conseguiría un buen trabajo dependiendo de las circunstancias.
<<¡Todo valdrá la pena! >>. No dejaba de repetirselo cada vez que pensaba en que era hora de rendirse.
—Esto es para la mesa cuatro, ten cuidado. —Como siempre, Akutagawa le entregaba la charola a la joven y esta partía por algunos segundos antes de volver.
Era domingo, las 2:15 para ser exactos. Días como ellos, la universitaria aprovechaba para trabajar por lo menos una hora más para mejorar su salario semanal. No tenía mucho de haber entrado a su turno, pero ya estaba cansadísima de todas las personas que entraban al local una tras otra, sin embargo, las propinas en días como esos eran buenas y eso le recompensaba.
—Disfruten sus postres, con permiso. —Deseaba y deseaba a cada paso. Era el protocolo y no podía dejarlo de lado, aunque tampoco era como si se le complicara ser amable.
Por las 4:00 pm de la tarde, la gente dejó de arribar en manada y los meseros pudieron descansar un poco de todo el trabajo. Había tres mesas ocupadas solamente y Kyouka se había ofrecido a atenderlas para que los demás tomaran tan siquiera agua.
—Es quincena, habría de esperarse. —Ritsuko se quejó a su lado. El albino también estaba allí y Ryūnosuke hacía una malteada mientras los escuchaba.
—Y apenas son las cuatro. —Atsushi se unió a la mayor. Él incluso estaba tomando suero sabor coco de lo cansado que se sentía ir de aquí para en todo el día. Rai lo notó.
—No te detengas a pedir mi ayuda si lo necesitas, igual tú, Ritsuko, de alguna manera tenemos que sacar el trabajo adelante —animó a sus compañeros.
Era extrañamente optimista y a la vez pesimista. Muchas veces se rendía y muchas otras veces se negaba a caer.
Justo, la campana de la puerta avisó que llegaba otro cliente, y como habían quedado, el Nakajima lo atendería. Hubiera sido así, de no ser porque se acercó de inmediato a la barra con ellos.
—¡Bienvenido! ¿Podemos ayudarle en algo? —Ritsuko enseguida saludó cortes.
—Buenas tardes, lamento tener que venir de esta manera... Yo, ¿no sé si me recuerdas? —se dirigí a Rai después y esta asintió enseguida—. Bueno, he perdido la tarjeta dorada con la que pagué la otra tarde. ¿De casualidad no la dejé en la mesa?
—Oh, cierto, la tarjeta dorada —soltó ella poco después al recordar que por el momento estaba en su cuidado—. Parece que se le cayó en la acera y han venido a entregarla algunas horas más tarde, yo la tengo, en mi casillero —le explicó por fin.
El hombre castaño de ahora traje negro sonrió aliviado y agradeció enseguida.
—Akutagawa-senpai... —Rai se volteó hacia el mayor—. El cliente de la tarjeta ha venido. Iré por ella, no tardó mucho —avisó tanto para el azabache como para el castaño de lentes.
La mesera fue entonces rumbo a la puerta de personal y no perdió tiempo en dirigirse directo a su casillero en busca del objeto. Una vez lo tuvo en las manos, volvió notando que sus compañeros habían vuelto al trabajo.
—Aqui tiene, y por favor, sea más cuidadoso con sus pertenencias. —Se la entregó mientras recomendaba, pues recordaba que ese día también había perdido su cartera.
—¡Me has salvado la vida! —exclamó contento al guardarla en el bolsillo de pantalón—. Justo ahora no tengo efectivo para darte una compensación...
—Oh, no, no —Rai le interrumpió enseguida al escucharle—. Es mi deber devolver objetos perdidos, no necesito una compensación —dijo rápidamente.
También, no quiso negarlo, su lado ambicioso estaba llorando justo en ese momento.
—No podría irme así, hiciste mucho por mi la otra tarde y ahora me has devuelto mi problematica tarjeta. Tiene que haber algo que pueda hacer por ti. —Sin duda, aquel hombre era muy insistente y eso desesperaba un poco a la muchacha.
—No se preocupe, ya lo había mencionado, este es mi trabajo...
—Tengo una idea. —Él no estaba escuchando cuando ella hablaba, así que la interrumpió—. Puedo invitarte a comer algo, la tarjeta me lo permite.
Era evidente que una tarjeta de aquellas le permitiría incluso comprar un jet privado, pero en lo único en que Rai pudo pensar fue en la idea de compartir mesa con el desconocido.
Era una chica sola en la cuidad, debía tener cuidado.
—No será necesario, por favor, no necesita molestarse —se negó amable y el pareció pensar
—Se que es raro, soy un desconocido, claro que tienes desconfianza. Lamento haberte molestado...
<< Ay...>>, fue exactamente lo que pensó al escuchar aquel tono decepcionado.
Era imposible no volver a sentir lastima, su idea del cortejo se volvió de pronto algo tan cerca de la realidad. Tal vez el hombre siempre había sido de esa manera y por ello todas las chicas lo rechazaban.
—De igual manera salgo hasta las siete del trabajo, seguro usted está muy ocupado. —Trató de ser amable para amortiguar el rechazo.
—Si eso es lo que te preocupa, por mi no hay problema, las verdad es que se acomoda perfecto con mi horario temporal. ¿Puedo pasar por ti entonces?
La muchacha se trabó tanto al querer rechazar nuevamente la oferta de manera educada, pero el rostro impasible del hombre y sus manos juntas en su pecho le hicieron retroceder.
—Le estaré esperando en este lugar.
Aceptó.
—¿¡Vas a salir con ese hombre!? —preguntaba Ritsuko en el área de personal mientras Rai se quitaba los patines. Ya eran las 6:57.
—Lo rechacé y rechacé de la manera más gentil que pude, pero su amabilidad rompe fronteras —se quejó. Más que decir "amabilidad", debió decir "lastima", pero no se atrevía.
—Debiste haberle dicho que no estás muy interesada en hombres por ahora. —Levantó los brazos en cuestión de duda y suspiró cuando los bajó.
—No pude, ¿cómo iba a decirlo? Además, él solo quiere compensarme por lo de su tarjeta, es todo, no hay que confundir sus intenciones —explicó a su amiga, pero ella negó.
—Lo dices porque no te diste cuenta de la manera en que te miraba. Parecía tirar brillos de la emoción...
—Emoción de haber encontrado su tarjeta, yo también lo hubiera hecho si perdiera la mía y alguien la encontrara. Sobre todo con esa tarjeta dorada —interrumpió sus palabras, ya que de alguna manera le molestaban.
—Hablando de su tarjeta, ¿es realmente importante? —cuestionó la mayor y Rai se levantó de la butaca cuando tuvo puestos los tenis.
—No lo sé muy bien, pero era dorada y de un banco que jamás había visto. Supongo que debe de serlo. —Se estiró con pereza una vez sus pies no pesaron tanto.
—¡Es rico entonces! ¿No te parece genial? Posiblemente salgas justo ahora con un hombre de negocios y te saque de la pobreza en que estás —animó soñadora, aún así, lo único que hizo la joven fue negar.
—Deja de pensar en eso, aunque fuera un hombre de negocios como dices, no necesito nada ello. Estoy por graduarme, conseguiré un trabajo y luego volaré hasta mi sueño en el extranjero. Es todo —sentenció dándole la mirada.
—¡Eres mi orgullo! —la otra respondió y se lanzó a abrazarle mientras reía—. Tienes razón, vuela hasta tu sueño, Rai-chan, yo te apoyaré desde el local.
—Bueno, suéltame ya... —riendo, le puso una mano en la cara para alejarla, pero Ritsuko era más alta y fuerte, sobre todo más insistente, que le apretó más contra su pecho—. Él seguro estará allá afuera y aún tengo que cruzar el callejón.
La mayor solo así le soltó y sonrió abiertamente, sin embargo, luego comenzó a peinarle esos cabellos revueltos que tenía la joven universitaria. Parecía una madre, hasta que Rai se enfado y la alejó como si fuera una mosca.
—De cualquier forma, Rai-chan, me gustaría que comiences a pensar en aceptar a un hombre... Claro que no ahora, porque aún eres muy joven, pero nunca viene mal tener apoyo del bueno —aconsejó sería y la menor nuevamente volvió a negar.
—Gracias de todas formas, pero ya te he dicho lo que pienso acerca de ello —recordó a la mesera y esta movió la cabeza de un lado hacia otro. Por supuesto que recordaba sus palabras.
—¿Qué esperas para volver al trabajo, Ritsuko? —Akutagawa se asomó por la puerta y su conversación dió por terminada cuando la nombrada corrió fuera y sin despedirse.
De esta manera, Rai salió por la puerta de personal para encontrarse con el callejón vacío y oscuro por la estación de invierno. Se acomodó bien el suéter y avanzó observando a los gatos que comían basura de los locales.
—Necesito un gato, por lo menos —se dijo desganada.
Lo había pensado antes, pero por si falta de tiempo libre, le parecía que en vez de cuidarlo y darle amor, le iba a dar soledad, así que prefería seguir deseándolo y sintiéndose sola.
Cuando llegó a la calle principal, enseguida se confundió entre toda la gente que andaba caminando, y cuando vió la entrada del local, el hombre del traje negro le esperaba. Veía su reloj y parecía atrajeado, pero solo al verla, sonrió con amabilidad y se acercó.
—Buenas tardes —le saludó con cortesía.
—Buenas tardes. —A ella no le quedó más que contestar de esa manera también. Era evidente, que no tenían la misma edad.
—Gracias por dejarme agradecerte, ven por aquí, estacioné mi auto por allá —señaló mientras agradecía.
Rai asintió un poco desconfiada y los dos comenzaron a avanzar. Estaría atenta por si algo raro sucedía, aunque no se sentía de esa manera. Él era muy insistente, pero también muy amable y educado.
Quería publicar esto el domingo, pero por algún motivo lo olvidé jsjsjs.
En fin, con el final de Lite III, vamos a estar más activos con esta historia.
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top