Roku-juu shi | 64

Nervioso, utilizada y un buen golpe de "suerte".

De un momento a otro, el regalo de bodas del señor magnate se llenó de personas solo por una visita inesperada e innecesaria.

Partieron hasta el apartamento, no muy rápido, pero tampoco lento, solo lo único rescatable era que Osamu no estaba manejando como de costumbre teniendo en tensión a cada personaje abordo y por poco cometía errores que le costarían, afortunadamente, su copiloto le estaba aconsejando sabiendo que por el momento él estaba perdido en sus mismos pensamientos sobre su exesposa.

Al llegar al edificio, bajaron todos en el estacionamiento. El padre ayudó a su hija y los otro dos se encargaron de hacerle saber a Rai que todo estaría bien.

—Satoko, cariño —llamó en el ascensor viéndose nervioso—. Si tu madre pregunta que estabas haciendo, le dirás qué estabas en casa con Rai todo este tiempo, ¿bien? —ordenó con tacto.

La mencionada observó a la pequeña dudar al no entender nada, y esta pronto asintió vacilando.

—Sí, no quiero que mamá le diga cosas feas a Rai como mi abuela en la cena pasada —aceptó un poco más convencida, creyendo que ese era el problema.

Por supuesto que les dolía manipular a la pequeña y hacerla mentir. Rai ni siquiera podía decir nada al sentir que ella quería protegerle, pero todo eso era por su bien. Justificado o no, la razón era hacerla feliz bajo el cuidado de su padre. No obstante, ¿era eso lo que Satoko deseaba?...

Una vez el elevador estuvo en el piso correspondiente, todos salieron a paso rápido. De igual forma, Hatsuyo no podía subir sin autorización, Tanizaki no lo permitiría por mero protocolo hasta que el residente diera el permiso, el problema era que tardarse demasiado causaría sospechas en la mujer.

—Estaremos en mi apartamento, cualquier situación, solo llama —avisó Chuuya al detenerse junto a su puerta.

—Gracias... solo espero que no sea nada complicado por lo que está aquí —contó más preocupado que antes.

Su mejor amigo le observó con lastima, sin saber el motivo exacto que llevó a la mujer a corromper la calma que el castaño últimamente estaba teniendo. También se sintió impotente al entender que no podía ayudarlo hasta el final, cuando a Rai le tocase desaparecer de su vida para ir con él en busca de su sueño.

—Estaremos esperando —sin más, el ruso dijo.

Cuando entraron al apartamento, Rai se sintió increíblemente presionada con el ambiente. Sentía que algo malo estaba a punto de suceder y no quería vivirlo. Teniendo a la nena allí y a Shūji siendo un distraído, no sabía que lugar le tocaba ocupar, sobre todo por sentirse decepcionada de la actitud del mayor, quien estuvo a punto de confesarle sus sentimientos apenas cuatro días antes, y en ese momento, parecía estar confundido con la llegada de su primer amor.

—Ire a cambiarme la ropa, ya vuelvo. —Huyó, sabía que no por mucho, pero algunos minutos le bastarían. No se tranquilizaría del todo, solo deseaba que al menos un poco de carga cayera de sus hombros.

—Iré a jugar a mi habitación. —Satoko también escapó, sabiendo que su madre estaba por llegar prefirió ir a esconderse hasta que le llamaran.

En la sala, Dazai ocupó lugar en un sofá. Seguía viéndose fuera de sí por diferentes cuestiones; en primera, se entendía que tenía miedo de una discusión, pues Hatsuyo había descubierto su plan antes, que aunque no tenía pruebas de ello más que las fotos de Rai y Kosei, seguía siendo una amenaza. Por segundo, la presencia de la misma en el lugar que ahora ocupaba le tenía pensando en si ello era suficiente, en otras palabras, inconsciente buscaba su aprobación, porque sus sentimientos se vieron terriblemente afectados. ¿Él... todavía le amaba? ¿¡Le extrañaba!? Pero si Rai estaba justo ahí.

Existían muchas posibilidades, una de ellas era la reconciliación.

El teléfono de la casa sonando en llamada le sacó de su nube; lo tomó con rapidez al levantarse hasta el lugar y contestó.

—Buen día, Dazai-san, alguien está aquí para verlo, dice que su apellido es Oyama-san y que es su exesposa. ¿Le hago subir? —cuestionó amable el pelirrojo de la recepción, haciendo que al hombre se le bajara el azúcar.

—S-sí, déjala pasar. Gracias por avisarme —autorizó.

—De nada, es mi trabajo, tenga un buen día. —Colgó sin esperar para no molestarle. 

Se quedó de pie con el aparato inalámbrico en las manos. Estando a nada de ver a la mujer que lo fue todo para él, y que en algún momento de su vida perdió junto a su pequeña, el nivel de nerviosismo bajó. Si bien no era la primera vez que la veía después de lidiar con sus problemas, para él siempre fue duro tener que actuar como si no le doliera su pasado, y en ese momento, dudando de lo que quiso confesarle a Rai en la noria, se sintió indigno de lo que decía sentir al comprender el por qué.

Corrió a la habitación poco después en busca de la muchacha, o más bien, en busca de sentir seguridad a pesar de la culpa. Y cuando la encontró sentada en la esquina de la cama, no lo dudó un segundo.

Se acercó, y directamente fue a buscar sus labios, tomándolos sin permiso con los suyos sin dejarle pensar. Se convirtió en una caricia feroz ni pasados algunos segundos, tan brusco, que a Rai le dolió saber que estaba siendo utilizada. Ese hubiera sido el trato si en aquella ocasión en Tokio ella le hubiera permitido sentirse seguro con su cuerpo.

—Shūji, estoy aquí. —La voz se escuchó lejana, en el recibidor para ser exactos, haciendo que los dos se separaran agitados.

—No tienes que acompañarme —dijo a la muchacha, luego le dio la espalda—. No quiero que tengas que verla.

—¿Satoko, dónde estás? —Volvió a escucharse la voz de la mujer de las joyas, está vez en la sala, y sabiendo que eso no era necesario, Osamu salió de la habitación para encontrarla primero.

Rai estuvo a punto de hacerle caso, le dejaría lo que tuviera que hacer al mayor, sin embargo, al escuchar la puerta de la nena, ella también se asomó y observó el momento exacto en que esta iba a en busca de su madre por el pasillo, y si ella tenía que enfrentarla, no iba a ser egoísta. Quisiera o no aceptarlo, estaba increíblemente atorada en esa situación y ya no como una ajena.

Era parte del problema.

—Sabías que estaba llegando, ¿por qué no estabas aquí? ¿Esta es la educación que te da tu padre? —atacó la mujer cuando los tuvo de frente.

—L-lo siento. —Regañada, Satoko se quedó a lado del padre, que sintió arder al ver cómo se dirigía a su propia hija.

—¿Qué es lo que necesitas? Estaba trabajando —mintió para enfrentarla.

—Pues disculpa si te soy un incordio, estoy aquí para hablar de algo importante, pero no veo a Fujiwara-san por ninguna parte. ¿Es que tampoco tiene educación? —En definitiva, Hatsuyo estaba más intratable que de costumbre, como si algo le hubiera molestado antes.

—Estoy justo aquí, Oyama-san. —La joven le dio la cara, se acercó y plantó los pies junto a la pequeña—. Le agradecería que me llamase por mi apellido actual: Tsushima.

No era que quisiera pelear con la mujer, antes bien, después de lo que le dijo el día de la boda, no podía tolerar ni siquiera verle, y escucharle tan altanera como siempre solo causaba que quisiera decirle un enorme "cállate un mes", o en su defecto, no estar en el mismo lugar que ella.

—Bien, Tsushima Rai-san —acató burlándose la mayor. El indiferente rostro que la joven esposa le mostraba le hacía entrar en cólera, mas se dijo, no iba a caer en pequeñeces como esa.

—¿Ahora puedes decirnos de que quieres hablar? —interrumpió su disimulada pelea el hombre al sentir la tensión.

—Cierto, en realidad no tengo mucho tiempo para perder en este lugar tan faltó de belleza —habló presumida, quitándose la bolsa del hombro para recargarla en el respaldo del sofá. Buscó poco, hasta sacar entre sus manos una carpeta sencilla, extendiéndola a su exesposo al final.

Rai observó con nerviosismo cuando notó que evidentemente se trataba de documentos. No podía echarles el ojo con Satoko de por medio, así que esperó.

Osamu abrió con miedo la carpeta y después pegó su mirada en las letras de los papeles dentro. Mientras más leía, más preocupado se tornaba su semblante.

—¿Por qué?... ¿Por qué me haces esto? —dolido, se dirigió a la mayor dejando de lado todo, incluso llevándose una mano hasta el pecho por inercia.

Incapaz de reclamar en su desdicha, pero muy capaz de suplicar entre llanto si fuese necesario.

Rai no entendió, hasta que Hatsuyo volvió a tomar la palabra:

—No puede ser cierto, ¿entonces yo soy la mala del cuento? ¿Entonces soy la única que no puede hacer esto? —renegó señalando a los dos—. ¡Ni en un millón de años vas a quedarte con la custodia de mi hija!

Los documentos, básicamente decían que Hatsuyo lo había demandado primero por la custodia completa, y, conociendo a las autoridades en esos casos de familia, le darían la razón a la madre sin mucho cuento de por medio, a menos que él tuviera argumentos suficientes.

—También es mi hija... —Dazai ya no sabía cómo reaccionar. Llevó una de sus manos hasta su rostro y cubrió sus ojos.

Lo único que pensaba era: me tardé demasiado y fui descuidado.

—Si es tu hija y la quieres tanto, ¿por qué te casaste por interés con esta muchacha? Solo le estás haciendo creer que sí se queda a tu lado, tendrán una familia feliz, y eso no pasará —siguió alegando, después observó a su hija con severidad—. ¿Escuchaste, Satoko? Eso no sucederá. Al final Fujiwara-san se irá, ella no te quiere, no sé que es lo que le pidió a tu padre, pero una vez lo consiga se olvidará de los dos y desaparecerá, entonces volverás a estar sola porque él no tiene tiempo para ti, nunca lo tuvo y nunca lo tendrá.

Era tan cruel. Ninguno de los dos mencionados pudo hacer que se callara, porque aunque quisieran negarlo decía la verdad.

—No le digas ese tipo de cosas a ella. No tiene por que saber nuestros problemas, es solo una niña —por fin alegó el castaño, defendiendo a la menor cuando interpuso su mano entre ella y su madre.

—¡Qué lo entienda de una buena vez, Shūji! Ya estoy cansada de decirle y que no me crea. Estoy cansada de decirle que tú tuviste la culpa de que ella no pueda vivir con los dos como una familia. No tienes derecho a reclamarme nada, porque no estuviste presente cuando preguntaba por qué las otras niñas tenían un padre y una madre, cuando ella solo me tenía a mi —refirió, diciendo las cosas que más le dolían al hombre.

Rai no pudo interferir, al menos no en esa conversación y se mantuvo al margen, salvo que, cuando escuchó a la pequeña sollozar intentando ocultarlo, optó por tomar su mano para llevársela, solo que al darse cuenta de ello la madre rabiosa, le tomó de la otra mano y jaló hasta su lugar haciendo que la joven le soltara.

—¡No llores! —ordenó en un grito, inclinándose a su altura.

Satoko asintió aterrorizada y con su otra mano comenzó a tallarse los ojos, pero eso solo ocasionó que más lágrimas escaparan.

—Déjala en paz, ¿no sabes cuánto daño le haces con tu comportamiento? ¡Satoko no es una muñeca!

Él perdió el control, estando a un solo paso de tomar de nueva cuenta a su hija para no dársela jamás, aun si por ello se metía en problemas legales; por fortuna, Rai seguía consiente, y aunque lo entendía, no le dejó hacerlo.

Poniendo las manos sobre su pecho, lo empujó hacia atrás. Primero le hizo retroceder al tomarlo con la guardia baja, pero luego él se afianzó en el suelo del lugar y le observó con rabia, sin poder entender por qué estaba interfiriendo. Osamu estaba totalmente fuera de sí.

—No todo está perdido, no deje que ella le provoque, es lo que está buscando —le dijo, muy preocupada de no poder detenerlo más—. Por favor, Satoko está muy asustada, usted lo dijo, es solo una niña y no comprende sus problemas de mayores...

—Estoy harto, Rai, he sufrido lo suficiente, ¡solo quiero que Satoko pueda estar conmigo! —Pareció escucharle por un momento, pero no sé tranquilizó.

Mientras tanto, Hatsuyo observaba la escena. Se sentía orgullosa de haberle provocado hasta ese punto, pues si el hacía algo en contra de ella, significaría más ventaja en la corte familiar.

—Y-yo t-también quiero estar con papá... —confesó la pequeña de repente, hundida en llanto por verlo en ese estado una vez más.

—¿¡Qué dijiste!? —reprochó la madre enseguida sin poder creerlo—. ¿Quieres estar con él? Eres una malagradecida, tantos años que he cuidado de ti, ¡yo soy tu madre y merezco respeto!...

Así pues, mientras la joven seguía tratando de calmar al mayor, dentro del apartamento se escuchó un golpe seco acompañado de un chillido.

Automáticamente, Rai, volteó hacia atrás para encontrar la horrible escena. La pobre Satoko en el suelo con su mano sobre su pequeña mejilla y viendo a su progenitora aún más aterrada que antes.

El semblante que antes mostraba miedo por no poder controlar la situación se tornó hostil, en especial sus orbes, y antes de que Hatsuyo pudiera decir otra palabra, su rostro se volteó hacia un lado de manera dramatica por el golpe que Rai plantó en su cuidado rostro...

Acá solo quiero decir que la expresión de Rai es la misma que todos los monos chinos hacen, e imaginarla así personalmente me agrada bastante. Unos ejemplos:

Esta es Chitoge, no sé, saquenme de dudas, nunca me terminé Nisekoi.

Y pues también tenemos a Mikasa cuando le dan sus patadas a Eren.

Nota larga con gifs, pero aún así ahí les va la imagen que siempre dejo.

¡Muchas gracias por leer!

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