Roku-juu san | 63

Dolor de pie, miedo a la verdad y una visita innecesaria.

No era mentira, la feria de verdad estaba situada cerca del puerto en la cuidad. La noche hizo más fácil diferenciar las luces chillantes que emitían todas las atracciones, en especial la noria de gran tamaño.

Seguía siendo día familiar, por lo que incluso el lugar estaba más atrajeado con las familias y parejas que paseaban, sin embargo, Satoko se veía muy feliz decidiendo a qué atracción subirse primero y eso valía el dolor de pie que sentían de pronto los mayores.

Bueno, ya estaban ahí, pensaban, no iban a ser aguafiestas y disfrutarían mientras pudieran. A pesar de ello, se turnaron para acompañar a Satoko, porque aunque querían, realmente algunos espectaculos daban más miedo que otros; eso, hasta que llegó el turno de la noria.

—Tranquilo, silencioso y seguro —habló la mujer cuando esperaban en la fila, no pudiendo soportar otra experiencia extrema en esa ciudad por lo que le quedaba de vida.

—Fue divertido. —Aunque sentía lo mismo, Dazai le encontró la gracia al momento. Ciertamente todavía le temblaban las piernas por la pasada visita.

—No puedo esperar para ver la cuidad desde arriba —mencionó Satoko con la vista en el cielo. Por lo menos, aunque era diferente de lo que antes había escogido, también le agradaba.

—Adelante, suban por aquí —avisó el que recibía los boletitos, ayudándoles a meterse dentro de la cabina.

Antes de que cerrara, los Tsushima le dieron la gracias y terminaron por ocupar lugar. Rai y y Osamu de un lado y la nena del otro, que aunque apenas los habían movido un poco para que más personas entraran en otras cabinas y por ende la atracción todavía no comenzara como tal, ya veía por el vidrio lo poco que se habían elevado.

—Ah, mis pies, por fin un merecido descanso —se quejó Dazai, haciendo reír a las féminas por haber parecido un anciano.

—Pero fue divertido, ¿no? —devolvió la mesera con sarcasmo, riendo suave cuando él bufó jugando al darse cuenta.

Poco después, la noria comenzó a avanzar. Era lento, que el ambiente se tornó tranquilo entre los mayores, pero no para la pequeña que mantenía las rodillas encima del asiento y las manos pegadas al vidrio. Así, pronto tuvieron una magnífica vista de la ciudad.

—Esta es una de las cosas que todavía me cuesta aceptar de Yokohama —soltó la muchacha con la vista hacia abajo.

Se sentía lo suficientemente cómoda como para contarle al mayor sobre sus sentimientos. Por supuesto, este no tardó en darle toda su atención mientras Satoko los ignoraba.

—Siempre pensé que Miyazaki era un lugar aburrido. Me asustaba su monotonía y decidí cambiarla por algo nuevo, pero nunca esperé sentirme ajena y con ello extrañar el silencio —continuó, casi susurrando—. Yokohama nunca duerme... fue lo que me dije el primer año. Posiblemente llegué a odiar el ruido y quería rendirme, pero nunca tuve el valor de volver.

Shūji entendía a la perfección, porque en ese aspecto compartían muchas cosas en común. Claro que, nacer en Tokio no era igual que nacer en Miyazaki, salvo que el sentimiento de lo ajeno era igual.

—Aquí también existe la monotonía... fue lo que me dije el segundo año, pero curiosamente comenzaba a adaptarme al ruido, y cuando me di cuenta, ya no deseaba volver a casa. Quise quedarme para siempre.

Sus tristes palabras contrastaban con la sonrisa que mantenía al seguir observando. En lugar de parecer solitaria, a Osamu le pareció que Rai estaba feliz con ello, y en consecuencia, sus mejillas se sonrojaron al pensar en que tenía delante a una mujer muy hermosa. Fue de esa manera en que sus castaños orbes le encontraron, y no se avergonzaba de ello.

—También estoy cayendo...

—Así que era cierto... —se dijo a sí mismo, sonriendo contento de por fin entenderlo. Era un hecho y lo aceptaba.

—¿Cierto? —cuestionó la joven al darle la cara, antes bien, no recibió respuesta.

Justo, el castaño se acercó hasta ella en el asiento, tomó una de sus manos y la dirigió hasta su pecho.

—¿Puedes sentir mi corazón? Está latiendo como un loco y no sé cuando se salió de control, ni mucho menos sé cómo detenerlo —confesó, observándola directamente a los ojos.

Rai se avergonzó enseguida, sus mejillas se encendieron en carmín y sus orbes se abrieron en grande, después quiso desviar la mirada, pero no pudo hacerlo, porque el semblante que Shūji le mostraba era angelical. Divino en su máxima expresión, lo que se podía llamar un "enamorado".

—Sí, puedo sentirlo —aceptó con ello cada sentimiento que transmitía, y lo comprendió sin mucho esfuerzo, prueba eran las lágrimas que pronto dejó escapar como una adolescente emocionada.

Haciendo al hombre irradiar alegría, no le faltó mucho para envolverla entre sus brazos para calmar el llanto silencioso. Rai no deseaba alarmar a Satoko con su innesperada reacción, porque él ni siquiera había sido claro; bien podía estar malinterpretado la situación con lo rápido que eso sucedió, solo que ya tendría tiempo para pensarlo objetivamente.

Ella se recargó en su pecho y él le apretó con fuerza, temiendo que se alejara por estar rayando el límite de su relación interesada,; por estar haciendo algo que tenían prohibido, sin embargo, comprenderse a sí mismo después de tocar fondo al quedarse solo, fue una de las dificultades más grandes que tuvo en su vida, y no la dejaría escapar.

Pegó sus labios en su oído, dispuesto a ser sincero:

—Rai... Yo estoy ena...

—¿Papá, ¿Rai? —la menor interrumpió, viéndose confundida por el abrazo—. ¿Sucede algo malo?

Nada oportuna fue la pregunta, no obstante, ninguno debía molestarse con la pequeña, porque ese era el tiempo y lugar menos indicado para sincerarse.

—Rai se mareó con los movimientos, no te preocupes, cuidaré de ella hasta que termine el paseo —natural contó, casi como si no estuviese sucediendo nada importante y su justificación fuera verdad.

Tranquilizó a su hija con ello, solo que no pudo hacerlo con su esposa.

Escondida aún en su pecho, las lágrimas corrían por sus mejillas como cascada, sus dientes se apretaban y sus ojos bien abiertos no decían nada bueno. Rai no era ingenua, sabía perfectamente que había estado a punto de decirle el mayor, y eso le causó miedo.

Tanto, pero tanto miedo, que consciente corrió a asegurar los candados de cada puerta y ventana en su corazón, sin saber que era muy tarde para tomar medidas.

Durante la semana siguiente, la rutina volvió. Rai cuidaba de Satoko, trabajaba, etc. Osamu trabajaba, complacía a la nena, etc. Su relación por el momento seguía estable, manteniendo su propio goce carnal sin problema, y también, sin volver a tomar en cuenta lo que sintieron mutuamente en aquella noria con tan lindo espectáculo de luces a sus pies.

Si era cierto que en verdad Osamu se había ena... por infortunio tendría que existir el conflicto por las dos partes, mas, por el momento lo estaban llevando de manera pacífica.

La mayor parte de los pensamientos llegaban a Rai por las mañanas, después de que el hombre se marchaba al trabajo, pues una vez la pequeña princesa despertaba, no tenía el tiempo para pensar en otras cuestiones.

—¿Por qué tuvo que decirme todo eso? —reclamaba a nadie sobre la cama.

Una metáfora haciendo uso de su corazón tanto físicamente como abstractamente. ¿Había algo más hermoso que ello? Utilizando algo tan complicado y tan puro, que jugar con este de por medio se consideraría un pecado.

Esperando el domingo de nueva cuenta, Satoko pidió que le llevaran al acuario y el padre accedió sin problema, no obstante, para la casada significaba recordar, si todavía se podía más, aquel momento dentro de la cabina. Si por algún motivo se presentaba una situación similar, ¿quién le decía que Satoko volvería a ser oportuna como antes? Solo quedaba hablarle con la verdad al mayor, repitiendo por milésima vez que estaban dentro de un trato interesado y que se guardara los sentimientos para alguien que los mereciera y correspondiera, ya que ella no se veía con capacidad para sostenerlos como era debido.

Sin embargo, el domingo no llegó.

Era viernes por la tarde cuando la mesera atendía en el local de dulces. Afuera llovía con una increíble potencia que daba miedo a unos cuantos, por ello en el lugar no había muchos clientes y los meseros estaban tomando un descanso en una de las esquinas, mientras Akutagawa recargaba los codos sobre la barra.

—Los días lluviosos solo hacen que quiera ir a casa a dormir todo el día —contaba Ritsuko.

—Los días lluviosos solo hacen que quiera ponerme los audífonos para escuchar música por la calle. —Atsushi se le unió.

—Solo hacen que desee quedarme quieta sin mover un solo dedo —aunque sonó aterrador por la forma en que lo dijo, Kyouka también contó.

—Pues a mi los días lluviosos me complican el trabajo —habló Rai, fiel a su pensamiento acostumbrado.

—¿Pero qué dices? Eso sucedía cuando ibas de un lado hacia otro. Ahora que Dazai-san no te deja un cabello libre, no deberías preocuparte por ello —atacó fingiendo estar celosa, haciendo reír a Atsushi y atrayendo la atención de Kyouka.

Tenía razón. No le gustaba la lluvia a menos que no tuviera nada que hacer, porque salir de casa, tomar el tren y andar en paraguas todo el tiempo no le era cómodo, pero ahora su marido siempre le estaba llevando a cualquier lugar y no tenía por qué preocuparse.

Eso aumentó el sentimiento de dependencia que todavía no se iba.

—Solo es por el momento. Cuando Satoko vaya a casa, él volverá a su horario regular y yo al mío —aclaró tranquila, quitándole importancia al tema.

—No creo que eso suceda —Ryo dio su humilde opinión—. Dazai-san parece cuidarte mucho, y no me sorprendería verlo por aquí aun cuando su hija se vaya.

Todos en el lugar, menos Rai, asintieron en sintonía con un rostro serio.

—Si ese fuera en caso, le dejaré en claro que puedo cuidarme sola y que él necesita volver a poner atención a su trabajo —habló presumida. Ciertamente no le molestaban las opiniones de sus compañeros; era una conversación normal.

Ritsuko se burló de ella en la siguiente oración que soltó, pero no hizo más que causar gracia, y en medio de su normalizada interacción, alguien entró por la puerta del local de una manera bastante ruda, que nadie se quedó sin poner el ojo en los recién llegados.

El bajito miraba hacia afuera mientras se aseguraba de cerrar la puerta y el azabache buscó algo con la mirada de forma un tanto desesperada, hasta que lo encontró y corrió hacia él. El objetivo era Rai.

—Dostoyevsky-san... ¡Ahh! —No hubo tiempo para saludos.

El mayor le tomó de la mano y jaló hacia la puerta más cercana, es decir, la de personal. Le metió dentro casi empujándola y cerró cuando él también estuvo detrás de la puerta.

—¿Qué está pasando? ¿Qué fue eso? —confundida y un poco asustada, Rai indagó.

—Hatsuyo estaba a punto de entrar en el local. —Le fue claro para disipar sus dudas y que no hubiera un malentendido.

Rai alzó las cejas. No era posible que apenas en dos semanas ya hubiera puesto en peligro las posibilidades de obtener la custodia de Satoko.

—Dazai me llamó hace como cinco minutos, dijo que ella estaba en la cuidad y le pidió hablar, y como si sospechara que trabajas de nuevo aquí, le dijo que le esperaría dentro —explicó—. Por fortuna Chuuya y yo estábamos cerca y él viene en camino.

—Pero, ¿de quiere hablar esa mujer con Dazai-san? Ella solo lo lastima cuando se ven —habló molesta sin saber cómo terminaba su elección de palabras.

—No lo sabe, pero según él, tú estás en casa con Satoko, así que nos pidió que te lleváramos al estacionamiento cuando llegara, porque no puede dejar a Satoko sola. —Fyódor parecia agitado, como si no le gustasen los imprevistos ni siquiera siendo suyos.

Bien, Rai entendía la naturaleza del plan y no se negó. Dejaron al Nakahara atrás y algunos minutos después cuando Osamu volvió a llamar, salieron por la puerta trasera sin paraguas y corrieron hasta el lugar mencionado. Cuando observaron el auto, entraron, Rai enfrente y el ruso atrás con la nena que no entendía que estaba sucediendo, pero se mantenía en silencio.

—¿Irás? No tienes por que hablar con ella solo porque te lo haya pedido —el mayor cuestionó enseguida y Rai no supo cómo sentirse, era evidente que el castaño aceptaría.

Salvo que había algo extraño con Dazai, quien se mantenía con el celular en la oreja todavía, pero no tenía ninguna llamada. No llevaba los lentes y miraba hacia abajo.

—Chuuya dijo que cambió de opinión e irá hasta el apartamento —dijo por fin, viéndose tranquilo, aunque muy en el fondo histérico por lo que la mujer estaba buscando—. Tenemos que llegar antes.

Diciendo aquello, encendió el auto, y como si lo hubiera estado esperando, Chuuya entró también en la parte trasera como en una misión muy especial.

De un momento a otro, el regalo de bodas del señor magnate se llenó de personas solo por una visita inesperada e innecesaria.

Puro drama, pero hey! La buena noticia es que ya saben que están ena... y eso es un avance enorme. Dije hace como 20 partes que todavía teníamos historia para rato y es verdad, solo que ya estamos casi en la ronda final.

Hay algo que quiero compartirles acerca de la historia, y es que muchos ya están hartos de como se tratan las personas que "deberían" tratarse mejor. Me gustaría dejar claro, para los que no lo habían notado, que esa es la relación de Dazai y Rai, es decir, obvio se van a tratar mejor después, pero la intención aquí nunca fue tirar corazones al aire y lamento si alguien lo estuvo esperando.
Con todo, esto, no me queda más que agradecer a las personas que están leyendo y aguantando mis sádicas ideas, juas.

¡Muchas gracias por leer!

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