Roku-juu ni | 62

Rutina amable, pesadilla hecha realidad y sentimientos mutuos.

Durante una semana, Osamu y Rai estuvieron lidiando con su apretada rutina.

La joven cuidaba de Satoko por las mañanas como habían quedado, y era lo más parecido a cuando antes trabajaba de su niñera, pues se dedicaban a desayunar, jugar videojuegos, salir a pasear al parque cercano para patinar, y conversar mientras hacían sus pendientes, pues la nena a diferencia de la anterior vez tenía que realizar su tarea al no estar yendo a la escuela con un permiso especial; Rai le ayudaba, por supuesto. Con todo esto, su relación no hacía más que mejorar.

Mientras tanto, Shūji era el que peor la tuvo. El trabajo por la mañana, apresurarse a llegar a casa para llevar a Rai hasta el local y luego complacer los deseos de la niña... no era fácil, sobre todo porque no queria fallar en ninguna de sus responsabilidades.
Compartía toda la tarde con Satoko, le llevaba de arriba para abajo cuando se lo pedía, y por la noche, recogían a Rai en el local para luego cenar en casa todos juntos.
Estaba, evidentemente agotado, sin siquiera poder ocultarlo, que el sábado se quedó dormido y llegó tarde al trabajo.

Sin embargo, eso no negaba que entre los dos habían disfrutado de una buena semana, a pesar de que estuvieron casi todo el tiempo separados. Estando la princesa por ahí, lo único que les quedaba era actuar y así lo hicieron. Abrazos, besos y cariñitos demás no hicieron falta, e incluso, cumpliendo su parte del trato sin firma, compartieron algo más que cama por algunas madrugadas; tal vez era por ello que Osamu no se rendía y a la vez parecía tan angustiado, y Rai, cada vez se veía más radiante.

La mañana del domingo, su día de descanso, amanecieron con ganas de no hacer ningún ruido para no despertar a la nena, pues nada más el hombre despertó, quiso saciar su estrés utilizando el cuerpo de la bella joven, quien no le puso trabas al asunto y unos segundos les llevó entenderse bajo las mantas.

—M-más lento... —pidió Rai, ahogando cada suspiro arrancado contra su hombro.

Debían ser cuidadosos, siempre atentos a la puerta o ruidos exteriores, así que el mayor hizo caso enseguida, no queriendo tener que explicarle a Satoko como se hacían los bebés como ella.

Encima de su cuerpo, recargaba un codo sobre la cama y su mano se mantenía cerca de su rostro, mismo que ella mantenía un poco escondido pegando la frente en su ancho hombro; los brazos de Rai le abrazaban y tomaban la piel de su espalda en un intento por controlar todo lo que sentía.

Ambos rostros perdidos en placer y cuerpos compartiendo un grato momento.

Ninguno de ellos podía negar que arreglaron un mal trato, porque gracias a ello su relación se tornó llevadera y cuando interactuaban se sentían más naturales, sin embargo, siempre tendría que existir un "pero" en ese compromiso para dos. Simplemente, no debían acostumbrarse al otro, y ello sonaba como una alarma en sus cabezas cada que inocentes se devolvían las sonrisas.

—Rai... —murmuró el hombre, entregándose a sus sentires.

Una vez la muchacha cayó rendida sobre la cama y su cabeza sobre la blanda almohada, no faltó mucho para que el otro le acompañara, dejándose ir en lindos suspiros para luego besar los labios de su esposa en un movimiento bastante arriesgado, antes bien, le fue devuelta la caricia con la misma intensidad. Luego de separarse completamente, los dos quedaron mirando hacia el techo blanco, sin saber que decir como en las antiguas veces que lo hicieron.

Rai a diferencia de Dazai que se levantó poco después directo a la ducha, se mantuvo en esa cama y trató de quedarse dormida. Que le dejara sastisfecha no quería decir que el cansancio no existía, pues él no era exactamente la persona más gentil del mundo a la hora de tocarle y no era porque deseaba maltratarle, sino todo lo contrario.

—Rai, ¡despierta! Hoy iremos al zoológico. —De manera inesperada la pequeña entró en la habitación, su subió a la cama y comenzó a darle los bueno días.

Un poco atolondrada por la vergüenza, la mesera se llevó las mantas hasta los hombros y sonrió. Era una suerte que por ese día la ropa en la parte superior de su cuerpo estuviera en su lugar, sin embargo, no se podía decir lo mismo de la parte inferior.

Así, la emocionada princesa comenzó a contarle todo lo que deseaba hacer por ese día. Fueron largos minutos en donde nerviosa Rai le escuchó, hasta que optó por no correr más riesgo:

—E-estas muy emocionada, ¿por qué no vas a prepararte de una vez? Saldremos temprano para estar todo el día juntos —habló, tratando de reunir coraje.

La palabra zoológico eran malas noticias para ella, significaba "peligro", no obstante, para Satoko significaba "diversión".

—¡Oh, por supuesto! Iré ahora —soltó la niña y después corrió fuera de la habitación. Fue fácil convencerla.

<<Solo unos minutos antes y... >>, pensó preocupada al quedarse nuevamente sola. Las manos fueron su rostro y se lamento ser tan débil ante las caricias del mayor, aun cuando su hija estaba en el lugar y lo menos que se merecía era respeto por parte de los dos.

En una semana le había hecho disfrutar lo que nunca en tres años con su exnovio, y no, no había punto de comparación, pero ella jamás imaginó verse metida en una situación como aquella. Tener un hombre dispuesto a cumplir sus deseos sin chistar era más interesante de lo que alguna vez pensó, y si era que realmente alguna vez lo había pensando de esa manera.

La puerta del baño se abrió lentamente y Shūji salió sin la camisa puesta, camino por la habitación y frente a ella para detenerse en el armario, abrirlo, para quedarse con la mirada en la ropa.

—¿Quieres desayunar fuera? O, ¿prefieres que haga algo que te guste? —cuestionó sin darle la mirada, esta se encontraba fija en las prendas buscando el conjunto de ese día.

—Fuera está bien, vayamos a un lugar que le guste a Satoko —respondió, sin poder olvidar la vergüenza de algunos momentos atrás.

Con cuidado se sento sobre la cama y apoyó los pies sobre el suelo frío, tomó la manta entre sus manos y se la dejo puesta. Se perdió en el baño segundos después y dio a la tarea de arreglarse de una buena vez para el largo día que tendrían.

Por la tarde de ese mismo domingo, la pequeña familia andaba en conjunto por los caminos del zoológico. Rai y Osamu de la mano observando hacia el frente, como era que Satoko se adelantaba con una cámara en mano y dando saltitos por lo emocionada que estaba de llegar a ver al tigre de bengala en esa sección. Era su favorito.

Estaban en día familiar, por lo que las personas no se hacían esperar, en especial los niños que corrían de un lado hacia otro para observar a los animales. Y aunque nada de eso molestaba a los casados, preferían haber tenido menos ejemplos de lo que solían hacer las parejas amorosas, pues lo único a su favor en ese momento era su agarre de manos, pero ello no podía sustituir a la pareja que justo les pasó por enfrente. Sin duda, ellos no se veían de esa manera.

—Papá, Rai, ¡miren! —llamó la pequeña cuando estuvo frente al tigre detrás de la vitrina.

Los mayores se acercaron enseguida y para poder ver a los animales que la pequeña tanto estaba buscando. Dichos tigres, en realidad estaban un poco escondidos en sus madrigueras siendo de día, así que la Tsushima asomaba la cabeza hacia todas partes para ver al resto. Sin embargo, después de tanta lucha, se detuvo y bajó la cámara para verse un poco decepcionada.

—Tal vez si volvemos más tarde puedas verlos mejor —recomendó el padre enseguida.

—Pero quería verlos ahora —se quejó como era de esperarse, inflando los cachetes en un semblante tierno.

Rai no supo que decirle, para comenzar, deseaba detenerse justo en ese lugar y dejarlos solos antes de que su pesadilla se volviese realidad.

—¡Ah, las llamas!

Y como si tuviera la capacidad de leer la mente y nadar en sus peores recuerdos, Satoko exclamó recuperando la emoción inicial de la salida.

—No, por favor... —susurró la joven apenas.

—¿Dijiste algo, Rai? —preguntó el hombre no entendiendo, pero claro que su susurró más bien le pareció un lamento.

—Nada... No es nada —negó ella sin salida al ver que la pequeña había tomado carrera hasta los animales que ni en sueños quería ver.

Un poco preocupado, pero a la vez seguro por sus interacciones en esa semana, Osamu volvió a llevarla de la mano tras Satoko.

No pasó mucho, las llamas se encontraban en un corral cuadrado de rejas de hierro, y podían ser visualizadas desde cualquier ángulo. Cuando se acercaron, Rai se mantuvo escondida en la espalda de su marido, apenas viendo a los cuadrúpedos masticar su comida con pereza y cero molestias por los expectantes. Eran seres un tanto aburridos, mas no debía bajar la guardía.

—¡Digan "chesse"! —Satoko no tardó en tomarles mil fotos al acercarse entre las pocas personas.

—No debería dejar que Satoko se les acerque tanto —advirtió cobardemente la mesera, haciendo reír al hombre de negocios por su actitud.

—¿Te dan miedo? —Había un poco de burla en sus palabras.

—N-no -mintió—. Pero no me gusta acercarme tanto. —Desvió la mirada después.

—Está bien —habló tranquilo, sonriendo por encontrarle las falsas palabras, luego apretó su mano con cariño y jaló un poco hacia adelante—. Son animales seguros y muy curiosos de ver. Acércate más.

Tras decir, terminó de arrastrarla más cerca en un lugar despejado, pero no sé acercaron tanto a la barandilla. Osamu le animó cuando ella volvió a negarse con evidente miedo, quedándose detrás cuando le colocó las manos sobre los hombros.

—Es que yo... —Su rostro de pronto se tornó aterrorizado. Retrocedió, pero su espalda chocó el pecho del hombre.

Él tampoco iba a obligarle, solo quería que se acercara y confirmara que en efecto no eran peligrosos, sin saber el trasfondo de la escupida en la cara en su pasado. Justo cuando iba a alejarla, ella se puso muy rígida y no pudo moverla.

—M-me está mirando —hizo saber.

Sí, una llama se había volteado en su lugar y le miraba mientras seguía masticado. Rai también le miró, incapaz de moverse, solo esperando a que el animal no se volviera loco con cualquier imprevisto.

—Si me escupe en la cara a quien voy a golpear es a usted —amenazó poco después, subiendo la mirada.

Dazai rio. Al nunca antes haber recibido una amenaza como aquella por parte de Rai, la extrañeza le causó gracia, sobre todo por la forma en que lo hizo.

—Tranquila, si lo hace, tendré mis manos aquí para cubrirte. —Mientras decía, está vez en lugar de tomar sus hombros, recargó con cuidado los antebrazos sobre ellos y le atrapó en un abrazo. Si le escupía, él solo pondría sus manos.

Entonces, de aterrada, la señora Tsushima pasó a estar apenada de la cariñosa acción. No pudiendo objetar en ese momento por la actuación como ya acostumbraba, le pareció lindo el hecho de que él deseara cuidarle.

<<Puedo estar tranquila así... >>, aceptó sintiéndose querida.

Se quedaron ahí observando hasta que la pequeña tuvo suficientes fotos de esa parte, luego siguieron su camino. Tras unas horas, volvieron a la sección de los tigres y pudieron verlos, ya que no estaban escondidos. Satoko volvió a tomar un millón de fotografías y por esa ocasión Rai pudo acercarse más con la ayuda de Osamu.

Terminaron en un restaurante afín a infantes por elección evidente; apenas eran las siete de la tarde, salvo que para los mayores era suficiente, se decían mutuamente con la mirada. Habían caminado toda la mañana y tarde, además tenían trabajo al siguiente día y no querían morir por cansancio.

—¿Qué haremos después? —preguntó feliz la nena en un momento de esos.

Rai observó hacia otra parte con la pajilla de la bebida en su boca, haciendo saber que le dejaba la tarea al padre al mismo tiempo en que decía "vayamos a casa de una vez". Cómo estaba frente a él compartiendo lugar con la menor, esta no lo notó.

—Ya veremos. Termina tu comida por ahora. —Incapaz de negarse, Dazai le dio esperanza e hizo que la mujer se atragantara con la bebida de forma disimulada.

Después de comer, Satoko corrió a los enormes juegos haciendo amigos enseguida y dejando a los mayores en un silencio sepultador. Ellos también terminaron su comida.

—Cuando vuelva le diré que ya estamos cansados y que podemos hacer algo más mañana cuando esté libre del trabajo —propuso el mayor también cansado.

—Debería descansar como es debido. —Rai se recargó en el asiento y le observó seria—. Ha estado toda la semana sin poder decir "no". Que Satoko esté de visita no significa que no pueda ser estricto con ella, aunque eso le moleste.

Con ese pensamiento durante la mitad de la semana, no pudo guardárselo cuando tuvo la oportunidad. Pero ello no quería decir que a ella le molestara el trato que le daba a la pequeña; de igual forma, era su hija y no iba a meter las narices más allá de lo que debía, porque en algún momento tendría que irse de sus vidas. Solo no quería ver mal al mayor por tanto esfuerzo en consentirla.

—No tengo la fuerza para decirle "no" —respondió avergonzado

Esa conversación comenzó a parecerse a la que tuvieron algunos meses atrás casi al conocerse. Esa en donde él había mencionado que no sabía cómo ser un padre adecuado.

—Me preocupa que un día de estos pueda colapsar... —susurró la muchacha, apenada de que le escuchara.

Shūji enterneció el gesto al instante.

—Voy a estar bien. Me hace feliz que Satoko sea felíz, aunque no voy a negar que también me agrada que te preocupes de esa manera por mi. Gracias, Rai. —Puso las manos sobre la mesa y le regaló una linda sonrisa de ojos cerrados.

—¡Rai, papá! —Satoko llegó corriendo hasta el lugar para llamar su atención-. La niña de allá dice que en la cuidad hay una feria, que las atracciones son geniales y hay una noria. ¡Nunca me he subido a una!

Bueno, ya tenían otro plan para ese día.

Juas, perdón por no publicar el martes. Solo quiero decir que Rai ciega Rai ciega. Se vienen buenos momentos entre estos dos.

Les dejo un Dazai bonito (✯ᴗ✯) y gracias por leer!

Puede haber errores en el cap como siempre.

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