Roku-juu nana | 67

Patines amistosos, noticia mal tomada y un joven extranjero.

—No se caerá, solo suélteme —animaba la joven entre risas en aquella cancha de básquet vacía.

—Me voy a caer —aseguraba el hombre en patines y en ropas casuales a diferencia del traje que siempre llevaba, mientras le tomaba del brazo para mantenerse de pie.

El parque no muy lejos del edificio era el lugar correcto para pasar vergüenzas, pues casi nadie lo visitaba, sin embargo, Dazai no quería ser visto de ninguna manera, por lo que estaba muy nervioso y no podía controlarse. La risa de Rai tampoco le ayudaba mucho y temía volver a caer como en aquella primera vez.

—Ya lo ha hecho antes, ahora haga exactamente lo mismo, pero sin agarrarme. —Ella le soltó, así como una madre pájaro suelta sus retoños desde la rama más alta del árbol.

—¡Dios! —exclamó asustado cuando sintió los patines ir de un lado hacia el otro, antes bien, poco después pudo mantenerse estable con las manos hacia los lados.

—Lo ve, puede hacerlo —de nueva cuenta le lanzó porras, después se alejó en sus mismos patines para que le siguiera—. Debimos hacer esto hace mucho tiempo.

—Rai, si me caigo me levantarás —condicionó nervioso cuando dio el primer desliz y por poco sus piernas de separan en un split.

La muchacha solo rio, dando vueltas con maestria en su mismo lugar.

—Alcanceme si puede —retó después, alejándose poco a poco de espaldas. Cuando él negó, se acomodó y miró hacia el frente para alejarse más.

Era un divertido y peligroso juego para cada correspondiente, sin embargo, los dos por igual podían jugarlo. A Dazai le costaría más, por supuesto, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr por ese día. Le alcanzaría a como diera lugar para mostrarle que podía patinar.

Así pues, a pasitos el hombre comenzó a avanzar en su dirección, pero cada que se acercaba, ella corría en otra, haciendo el recorrido sin final. Con ello, aunque él no lo notaba por su desesperación, Rai sí, como poco a poco iba tomándole la pista a la técnica, y por ende cada vez se acercaba más rápido a la joven.

Los comentarios volaban de lado a lado, en especial los de la casada diciéndole que no podía rendirse.

—Imagine la sorpresa de Satoko cuando vea que aprendió a patinar —habló, acercándose hasta su lugar, aunque no mucho para no perder.

Osamu estaba de pie, y su comentario le hizo sonreír, pues también imaginaba la reacción de su pequeña. Ello, además le dio motivación, por un lado, quería mostrarle a su hija que podían patinar juntos, y por otro, ganas de que la fecha del juicio llegará para poder estar con ella.

Fue en ese momento que Rai abrió un poco más sus orbes en una mueca asombrada, ya que el castaño, sin pensarlo más, se deslizó en su dirección sin temerle a nada y copiando a ella el modo de patinar.

—¡Te tengo!

Tarde, Rai intentó escapar, pero justo cuando dio la vuelta en su lugar, Shūji le tomó con fuerza la cintura y jaló hacia atrás para abrazarle por la espalda.

Se convirtió en una bonita escena.

—Eso fue trampa, pudo haber hecho eso desde el inicio y lo ocultó —se quejó ella, manteniéndose junto a él.

—Claro, me encanta pasar vergüenzas, a mi edad, es imprescindible que alguien me vea haciendo el tonto en unos patines. —Estaba siendo sarcástico.

Apoyó después el mentón sobre su hombro y alcanzó a percibir el suave aroma de su acostumbrado perfume. Eso le relajaba, y aun más, tenerle tan cerca.

Algunos minutos más tarde, volvieron a la práctica. Osamu se sentía más seguro con las ruedas plantadas en el cemento y Rai pudo explicarle sin necesidad de sostenerlo todo el tiempo. Pronto, los dos anduvieron lentamente a la par.

Fue un buen día y tuvieron horas enteras solo para los dos; disfrutaron en armonía como las situaciones se daban de forma natural y agradecieron haberse tenido cerca, sin embargo, esa tarde en patines le hizo concluir a la joven una sola cuestión que hasta ese momento recordaba:

Dazai Osamu, en verdad podía avanzar solo.

Era simple, pero tenía más significado del que quiso darle. Antes, en ese mismo parque había pensado lo mismo, incluso se lo había mencionado con confianza y con el objetivo de animarle; pasados algunos días, Rai notó que en realidad se equivocaba, ese hombre necesitaba mucha ayuda y con el compromiso su persona había estado brindándosela... no obstante, justo en en ese momento, ¿de verdad la necesitaba? Ciertamente era una pregunta que no rompería con su trato.

Eran tan cercanos que parecía verdad.

El lunes por la tarde, la señora Tsushima arribó al Yellow Cake's, no con la intención de trabajar, sino en busca de las gafas de su olvidadizo marido y en busca de Ritsuko para está vez explicarle con claridad el motivo de su renuncia por segunda vez del local. Sabía que iba a ser difícil, pero era un hecho que no podía evitar.

Entró a paso lento por la puerta principal y un poco nerviosa de lo que fueran a decirle por esa ocasión. La mesera que estaba buscando se encontraba cerca de la barra conversando con Kyouka y los demás entretenidos con la poca gente que ocupaba las mesas.

Al acercarse, notó como la mayor le veía de reojo, y con ello, su sonrisa se esfumó como por arte de magia.

—Hola —saludó la casada con nerviosismo al acercarse hasta las dos féminas.

—Hola, Rai —devolvió el saludo la menor con su acostumbrado y tranquilo tono de voz.

Ritsuko levantó las cejas y abrió la boca, aunque no dijo nada, hasta segundos después, como si lo hubiera pensando muy bien antes de soltarlo.

—Déjame adivinar, ya has renunciado otra vez. —Se escuchaba molesta y eso era imposible de ignorar.

—¿Chuuya-san te lo dijo? —Rai preguntó sin más, adivinando lo que el gerente anunció a todos solo comenzó el turno para que se organizaran sin ella.

—¿Por qué, Rai? —cuestionó la mujer bajando severamente el tono. En realidad, estaba decepcionada de su compañera.

Era su mejor amiga en esa ciudad, desde siempre le contaba hasta el más mínimo detalle de sus asuntos y esta le apoyaba sin condición, salvo que algo había sucedido entre las dos desde que Rai comenzó a apoyarse casi totalmente en el castaño hombre de negocios. Ese "algo" era casi invisible, pero a fin de cuentas estaba presente, y no era exactamente distanciamiento.

—Afecta a nuestros intereses personales —fácil le contó, sabiendo que ella lo comprendería sin mucho trabajo de por medio, ya habiéndole mencionado antes muchos detalles del compromiso.

—Pero dijiste que no te gustaba. Que preferías mantener el trabajo a pesar de las complicaciones porque te hacía feliz. Por eso volviste, ¿no? —reclamó la mayor sin entender en ese sentido.

<<Creo que he cambiado de parecer... >>, quiso decirle. Explicarle era la mejor solución para que Ritsuko estuviera en paz, pero no sabía cómo.
Justo en ese momento, la prioridad era apoyar a Osamu hasta que Satoko volviera a sus brazos y pudieran quedarse juntos, sin importar que al final del día, ella tuviera que abandonar el escenario.

—No puedo entenderte, Rai, ¿dónde está aquella chica a la que nadie podía ponerle un alto? Ni siquiera has subido un solo peldaño para encontrar ese sueño del que tanto hablabas y por el que veniste hasta aquí —dijo, haciendo notorio el dato, a lo que la otra negó con calma.

Kyouka, aún ahí, comenzó a retroceder lentamente para dejarles el espacio de diálogo, y por supuesto que Ryōnosuke y Atsushi notaron lo que sucedía de lejos, aun si las mujeres estaban llevando todo pacíficamente siendo ese un lugar público y además el trabajo de una de ellas. 

—¿No fuiste tú la que me dijo que podía hacer trampa? —refirió no en mala manera, sino para recordarle que en algún momento ella le había escuchado.

—No siendo infeliz —contraatacó la mesera en turno.

Rai se quedó sin palabras, aunque en realidad se quedó con un "no soy infeliz" en la boca, ya que no estaba del todo segura. Si bien era feliz a lado de Shūji, muy en el fondo dolía pensar que estaba atascada en sentimientos de condescendencia, cuando no era así, pero al mismo tiempo lo negaba.

Ella estaba confundida, no enamo...

—Cuando todo esto termine, prometo que volvere a ser la misma chica de siempre —habló, vacilando en cada letra y con la mirada en el suelo.

Muy bien comprendían las dos que eso era imposible, porque esa Rai de pie justo ahí, no era la misma que se presentó aquel primer día de trabajo siendo extrañamente optimista y a la vez no. Volver a ello era un sueño.

Justo cuando Ritsuko iba decir otra palabra, la campanilla sonó avisando que un cliente había entrado, y grande fue la sorpresa de las dos cuando encontraron a un albino joven de traje con un ramo flores en mano.

—¿Gogol-san? —mencionó para ella la casada, en extremo confundida.

—Oh, dios —Ritsuko se vio muy sorprendida y quiso correr lejos, pero como si lo hubiera adivinado, Rai le tomó del brazo para impedirlo.

—No me dijiste nada de esto —reclamó está vez ella, pero sonriendo por la inseperada sorpresa.

—Solo hemos hablado un poco por mensajes —justificó poniéndose como un tomate por la vergüenza.

Cuando Nikolai les observó cerca de la barra, avanzó con un semblante autosuficiente llamando la atención de todo el mundo por el porte tan elegante que poseía. Era un extrajero, por supuesto que llamaba la atención.

—Me parecía bastante raro que no hablaras de él, cuando en la boda no se separaron —siseó al verlo acercarse.

—Es que hace apenas una semana tengo su contacto —la mayor también siseó para que no le escuchara el recién llegado.

Una vez terminó de acercarse el alto, extendió las flores sin decir nada a la mesera y las muchachas le observaron con cierto miedo.

—Son para ti, Ritsuko —anunció entonces, sin mirarle a los ojos. Claramente estaba avergonzado, a pesar de lo impuesto que estaba sobre todos

La mencionada tomó el ramo con las manos temblorosas y luego agradeció de la misma manera. A su lado, la casada se aguantó las ganas de reír cubriendo su boca y mirando el suelo.

—Ah, usted es la esposa de Osamu, el mejor amigo de Fyódor. Antes que nada, déjeme decirle que fue una elegante celebración la que llevaron a cabo. Felicidades por ello, tiene muy buenos gustos.

Su tono era refinado y su japonés bastante formal, no como el de su jefe, que hablando de él, era seguro que si este estaba en la cuidad, el otro también tendría que estarlo.

—Pues muchas gracias, pero Nakahara-san fue quien la organizó, no yo —hizo saber para darle su merecido crédito al asistente.

—Acabo de encontrarlo en la oficina del edificio donde Osamu trabaja. Es bueno saber el dato, él es un joven encantador—halagó al pelirrojo.

—Sí, lo es... —No sabiendo que más decirle, desvió la mirada nerviosa para encontrar a Ritsuko observando al ruso con los ojos brillosos y las flores entre sus brazos, así que decidió escapar—: Y bueno... Tengo que decirle algo a Akutagawa-senpai, los dejo solos. 

Por la posición, fue el albino quien le dio la espalda, así que aprovechó para correr lejos de manera cómica. Así alcanzó a Atsuhi del otro lado del local hablando con el azabache aún dentro de la barra.

—¿Quién les regaló tanta suerte? —se burló el menor—. Primero Fujiwara-san se casó con un hombre importante y ahora Ishinomori-san.

Avergonzada, pues era la verdad para él por no conocer el trato, rio para desviar su atención y negó.

—Ella se lo merece, aunque creo que es muy pronto para hablar de una boda —dijo nerviosa, y por el rabillo del ojo, pudo ver al Akutagawa serio.

—Solo espero que no la involucre en asuntos que no le concierne —advirtió al aire el mesero.

Fue una evidente "pedrada" a la casada, y esta solo pudo asentir a sus palabras. Bien, pues ella también esperaba que lo que fuese que quisiese Nikolai de la joven no fuera algo parecido a lo que Dazai buscó en ella, aunque pensarlo era muy rebuscado, después de todo ellos se llevaron de maravilla en las pocas horas de la boda, y si estaba ahí, era porque Fyódor le había animado a visitarla con sus propios pretextos.

—Oh, Ritsuko no me dio las gafas de Dazai-san —mencionó cuando notó aquello, revisándose las manos en un movimiento automático.

Ahora, tendría que esperar a que la mesera terminara su conversación con el ruso, pues no tenía fuerzas para interrumpirlos, y aunque estuviera en medio del trabajo, dicho gerente era una buena persona y los compañeros ni había que decirlo.

—Ayúdanos un poco, ¿sí? Toma el lugar de Ritsuko-san mientras tanto —pidió el encargado cuando adivinó sus pensamientos.

No le haría daño un último día de trabajo.

Jeje, que tal andan? Espero que muy bien y que se estén cuidando como debe ser. En fin, les dejo un Dazai haciendo cosplay de Dazai (*˘︶˘*).。*♡

¡Muchas gracias por leer!

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