Roku-juu hachi | 68

El comienzo del declive: una mentira que causa conflictos en cadena.

Cómo resultado de la visita de Nikolai, Akutagawa permitió que Ritsuko fuera a ocupar su hora de comida más temprano que nunca, y por ello Rai se mantuvo en el local apoyando a sus amigos con una buena actitud, pues no le molestaba trabajar un día más, y una vez la mesera y el extranjero volvieron, Rai se acercó lista para volver a casa al notar que el muchacho estaba a punto de marcharse.

—Aquí tienes. —Entregó en sus manos las gafas de aumento nada más ella le preguntó.

—Gracias por guardarlas, Dazai-san se anda golpeando con las paredes sin ellas —aliviada, comentó la casada y terminó soltando una tranquila risilla.

—Por ello noté algo diferente en Osamu. —Cayó en cuenta el ruso con cierta gracia—. Es muy encantador de su parte que vaya a entregárselas —concluyó el albino.

—Oh, no las llevaré, ni siquiera se dónde queda el edificio en donde trabaja —contestó apenada. Ella volvería a casa por ese día para no hacer nada por lo que quedaba de la tarde.

—Justo me devuelvo al edificio, mi jefe me está esperando ahí. Si gusta, puedo llevarla —ofreció amable el albino.

Ir a conocer el lugar de trabajo de Osamu realmente sonaba emocionante para ella, ya que tenía curiosidad, salvo que al mismo tiempo, también le parecía innecesario. Además, no sabía que tan ocupado estaba el mayor; bien podría distraerlo de sus pendientes.

—Mejor voy a casa, de todas formas ya son... —Miró el reloj de la pared en automático, percatándose de la hora. Eran las cuatro con veintiocho, casi la la media hora—. Ya es tan tarde, Dazai-san casi sale del trabajo —terminó asombrada.

Había arribado al lugar dos horas y algunos minutos antes, no tomó atención del tiempo mientras ayudaba, sin embargo, era la hora perfecta para encontrar a Dazai justo en la salida de su horario para ir con él hasta el departamento; de cualquier forma, eso era lo que tardaría el taxi en llegar.

—¿Le llevo entonces? —inquirió de nuevo el muchacho.

—Está bien, vayamos, así puedo saludar a Dostoyevsky-san de paso —aceptó con pena, ya que apenas conocía al asistente con el que, si todo marchaba a la perfección, compartiría más tiempo junto al azabache.

Se despidieron de Ritsuko y los demás, abandonando el local amarillo no mucho después. Encontraron el auto que los rusos rentaron para conducirse por la cuidad en el mismo estacionamiento en que Ryo dejaba su auto, trayendo consigo recuerdos de cuando se dislocó el hombro. Ahora el asunto le parecía muy gracioso.

—De cualquier forma, enviaré un mensaje a Dazai-san para que sepa que estoy en camino —avisó Rai tomando su móvil cuando estuvo con el cinturón puesto en el asiento del copiloto.

—Adelante.

Con ello dicho, Nikolai arrancó en dirección del edificio que pertenecía a Mori Ougai.

Dentro de la oficina, solo se escuchaba el tipeo de un teclado de casa, los dedos se movían rápido por las teclas y todo lo demás estaba en un tranquilo silencio. Shūji trabajaba como de costumbre en sus deberes, pero a falta de sus lentes se mantenía en extremo concentrado con la vista en el monitor.

Un error, y los cálculos se iban directo a la basura.

Mientras, a sus oídos era imperceptible la plática que mantenían su asistente y mejor amigo en el lugar de trabajo del primero. No le molestaba y tampoco era como si le interesara escuchar sus asuntos. Ellos no se habían visto en un largo tiempo, por lo que tenían que ponerse al día a pesar de los mensajes diarios que compartían.

Su cabeza, más que estar en el lugar, se encontraba en todos los documentos que revisaba y elaboraba para la expansión del Yellow Cake's por orden de su jefe directo. No tenía tiempo para otra cosa y Mori le había encargado de favor que se enfocara en ello más que en otros asuntos, así que le hizo caso.

Por infortunio, el móvil personal que mantenía lejos de él en el escritorio de madera comenzó a vibrar como un loco con una llamada entrante, rompiendo su racha de trabajo. Así, sin poder ignorarlo, sabiendo que las personas que tenían su número eran muy importantes para él, suspiró y estiró el cuerpo en la silla de oficina antes de tomarlo en su mano y contestar. No miró el número, solo atendió con la mirada en la pantalla.

Buen día, Shūji, que bueno que contestas. —La burlona voz se escuchó por la bocina, provocando en él asombro y confusión.

—¿Para qué me estás llamando, Hatsuyo? —directo preguntó al no entender que sucedía. No veía necesario hablar con ella cuando estaban metidos en un asunto legal.

No te cuesta nada ser educado y saludarme —cinica respondió.

Recordando la última vez que la vio, Osamu se molestó enseguida. Ella había maltratado a su hija frente a sus ojos y casi lo hace con Rai. No merecía el perdón por ello, aunque, dándole el beneficio de la duda, no colgó.

—No tengo tiempo, estoy trabajando. —Fue sincero, acomodándose el teléfono en la oreja para sostenerlo. Desocupó sus manos para volverlas a poner sobre el teclado.

Nunca tienes tiempo para nada —refirió la mujer con la burla aún en su lengua—. Pero está bien, hoy es un buen día, así que no me molestaré por ello.

Extremadamente cínica, eran las palabras exactas para describirle en esa ocasión, que Dazai no volvió a contestar y solo esperó a que ella volviera a tomar la palabra para que comenzara a explicar.

—¿Sabes?, desde que visité Yokohama la primera vez me pareció una hermosa cuidad. Ahora entiendo porqué viniste hasta aquí —comentó con normalidad, Shūji incluso sintió como era que sonreía al conocerle los gestos de memoria.

—¿Hasta... aquí? —No pasó desapercibida la última oración. Dejó el plástico duro una vez más y tomó el aparato con fuerza.

Sí, sí, hoy estoy en la cuidad —contenta, hizo saber—. Me encuentro en el centro para ser exactos, y justo estoy viendo a Rai trabajar en el local donde me citaste aquel día. Se ve radiante, de verdad es muy hermosa; creo que te sacaste la lotería con la muchacha, ya sabes, bonita, joven y trabajadora, estoy segura de que no te pide un peso para caprichos propios —afirmó con sorna, casi a punto de echarse a reír.

Congelado, el hombre casi se desmaya por el imprevisto. Su rostro era todo un espectáculo, aunque no mucho después, bajó las cejas y volvió a apretar el aparato.

—Estás mintiendo —aseguró con la voz temblorosa—. Rai no está en ese lugar, puedo probarlo.

No, en verdad no podía probarlo. Rai le había dicho que iría por sus lentes al local, no a trabajar, y esperaba que ello fuese verdad, mientras tanto, se encargaría de negarselo a la mujer de la llamada como si él desentendiera el dato.

—¿Estás seguro? Ella debe tener una gemela entonces, o tal vez es su hermana, esa que fue a la boda, porque son muy parecidas —falsa concluyó—. Puedo tomarle una foto si gustas, te la enviaré para que también estés al tanto...

—No —interrumpió el otro enseguida, escuchándose increíblemente nervioso—. No lo hagas, ya te lo dije, Rai está en casa, le dejé dormida por la mañana y ella no sale del departamento si no es necesario. —Quiso creerse su propio cuento, pero no pudo.

Ah, tarde, ya le tomé tres —respondió Hatsuyo aparentando ser tonta—. ¿Quieres que te las muestre?

Dazai cerró los ojos con pesar al comprender el tamaño del problema. Una vez más, la sonrisa de Satoko se desvanecía en sus pensamientos.

Ven a verme al lugar en que estaré está noche, te enviaré la dirección por mensaje de texto. Podremos hablar... Sí, tengo muchas ganas de conversar contigo acerca de nuestra hija y Rai. Te estaré esperando —tras decir, colgó sin esperar respuesta.

El pitido permaneció más tiempo en la cabeza del castaño de lo que duró sonando, luego el teléfono cayó sobre el mueble provocándole una casi imperceptible rayadura.

—No puede estar pasando esto —lamentó cubriéndose el rostro con las manos, a punto de derramar lágrimas de puro estrés y coraje.

Se dijo, hasta ahí habían llegado. Esas fotos eran suficientes para tirar todo su esfuerzo por la basura, que pronto el trato entre los casados no valdría nada.

No sabía que deseaba Hatsuyo de su encuentro, antes bien, seguro no era algo que le ayudara a recuperar a su hija.

Todo estaba perdido, fue la conclusión.

—Dazai-san, ¿se encuentra bien? —preguntó la joven de pie en la puerta.

Había llegado, conversado un poco con el ruso y el pelirrojo, después tocó la puerta con consideración, y al ver que nadie contestaba, entró preocupada y cerró detrás de ella. Entonces le encontró así.

—¿Rai? —le llamó al descubrir su aterrada mirada. No era una alucinación, ella de verdad estaba frente a él y no entendía el porqué, sin embargo, ese simple hecho desmentía las palabras de su exesposa.

—¿Se siente mal? —Avanzó en la oficina, pero enseguida el otro se levantó de la silla.

El hombre de negocios salió detrás de su escritorio y casi corriendo se acercó hasta ella para abrazarle con una fuerza exagerada. Rai se sorprendió, pero al mismo tiempo le pasó los brazos por encima para devolverle el gesto.
Tras unos segundos, él se separó adoptando su postura normal y tomándole de las mejillas a la joven, quien solo le vio sonreir con ternura hacia su persona. Logró hacer que se sonrojara por tan bello momento, y con cuidado se recargó en su pecho aún abrazándole.

—¿Qué le sucede? —inquirió preocupada, mas, ya un poco tranquila por el abrazo.

—No es nada, no te preocupes... solo estaba pensando y que aparecieras de repente me hizo actuar sin consciencia —justificó. En cierto sentido, decía la verdad.

Tras algunos minutos, Dazai le llevó hasta el sofá en la esquina de la oficina y le ofreció algo de beber, así, se sentó junto a ella para pensar y decidir bien su próximo movimiento, pues seguro, la dirección que prometió Hatsuyo ya estába en la bandeja de entrada de su móvil.

—Su oficina es muy grande —comentó la muchacha al pasar la vista por la estancia.

—¿Tú crees? —Él también hizo lo mismo, olvidando por el momento la llamada de la mujer de las joyas antes—. Es cierto que tiene espacio, pero me parece que es demasiado —confesó, mirando a la joven está vez.

—Lo importante es que esté cómodo, pasa todo el día metido aquí. —Asintió tras decir, sin saber exactamente qué expresaba.

Dazai bajó las cejas juguetón y una de sus manos fue a tomarle un mechón de cabello en forma de caricia.

—¿Prefieres que pase más tiempo contigo? Eres demasiado ambiciosa, de verdad me esfuerzo por dejarte satisfecha —seductor, se acercó para decirle cerca del oído.

Automáticamente, Rai se alejó de su agarre muy sorprendida por las palabras que eligió para hacerla quedar como una ninfómana.

—No, no tr-trataba de decir eso, es suficiente con... —negó mil veces con la cabeza al saber que estuvo a punto de decirle, haciendo la otro sonreír por su reacción.

—Tranquila, Rai, solo jugaba. —Rio más fuerte, pero ella no pudo hacerlo por la vergüenza que le hizo pasar en segundos—. Sin embargo, no me molestaría que fueses más ambiciosa.

Lo decía en sentido de las palabras que antes le había mencionado Hatsuyo, sobre que Rai no le hacía gastar un solo peso en caprichos, y por supuesto que a él le encantaba la idea de solo pensarlo. ¿Qué iba a hacer con tanto dinero en el banco? Por mucho, para lo único que servía era para consentir a Satoko como lo merecía, después sería viejo y no serviría de nada, por ello, que mejor que gastarlo en la mujer que le estaba dando todo su apoyo, y no por eso debían malinterpretar sus intenciones, el motivo no era para pagarle sus atenciones como a una empleada, no, en realidad era para darle lo que merecía.

—¿Alguna vez has querido algo para ti? —Quiso saber con tacto.

—¿A-a qué se refiere? —Ella seguía hecha un tomate con las últimas palabras de antes.

—Algo material. —Le regaló una gran pista.

<<Ahora que lo pienso... >>, se dijo para ahondar en su mente en busca de una respuesta, salvo que después de un tiempo, negó con naturalidad sin mirarle. Ahora que lo pensaba, nunca fue una persona materialista, y si en algún momento se mostró de esa manera con el dinero, era más que nada por necesidad al no tener muchos ingresos al vivir sola.

—Nada como eso, solo, me gusta tener lo necesario —confesó con sinceridad.

Él sonrió con alegría, después de todo, ese dato ya lo conocía. A Rai le hacía más feliz perseguir sus sueños y encontrar personas en las que confiar, en lugar de correr tras una cartera de piel y de cifra exagerada por la marca. En ese sentido, era muy diferente a la mujer que fue su primer amor.

—Rai, ¿te agrada la idea de mudarnos a la casa que compre para ti? —Cambió el tema de conversación adbrutamente, dejándola sin palabras de nuevo—. Hay más espacio y puedes decorarla para estas fechas, así tendrás algo que hacer por lo menos este mes.

—No me molestaría, pero ya me he acostumbrado al departamento —habló con vergüenza, llevándose a la boca la botella de agua que antes él le había dado.

—El departamento es muy práctico, y por supuesto, divertido...

La fémina casi escupe el agua. Con sus palabras recordó todas aquellas veces en que fue "divertido", y no mentía, pero era penoso para ella aceptarlo en voz alta.

—Me gustaría que comiences a acostumbrarte a la casa, recuerda que si Satoko viene con nosotros, deberemos hacerlo —concluyó con lógica.

—Si ese es el caso, entonces hagámoslo —apoyó decidida, después, recordó algo importante—. Por cierto, aquí están sus lentes.

Uyuyuyuy, bajense del tren antes de arrepentirse.

Quiero decir, de antemano me disculpo por las siguientes partes (en su momento van a entender este mensaje), no es que vayan a ser muy fuertes, pero a más de uno les van a incomodar y por supuesto, habrá quienes se enojen mucho. Y bueno, por último, tengan paciencia, no es que me guste hacerlos sufrir, así era la historia desde un principio, he cambiado cosas, claro, pero esto que viene es uno de los momentos a los que he querido llegar.

Les dejo un Dazai morido...

¡Muchas gracias por leer!

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