Roku | 6.
El cambio, la lluvia y los pensamientos de Rai.
Todo se tornó increíblemente incómodo para Rai, pues no esperó verlo en el lugar nunca más. La pregunta era, ¿qué hacía allí Dazai Osamu? ¿Aún tenía en mente esa idea de agradecerle todavía más? ¿O era qué Ritsuko tenía razón? De cualquier manera, la mesera esperaba que no fuera la última opción.
—¿Estás en tú hora de descanso? —Él hombre quería mantener viva la conversación.
—Si, solo tengo media hora —informó sin saber que otra cosa decir. No quería ser grosera, era simplemente que no le agradaba mucho que le hablaran cuando quería estar sola.
—¿Por qué no te sientas conmigo? —propuso casual, aunque cuando vió que Rai no dijo nada y solo lo observó, continuó—. Te prometo que no hablaré más y te dejaré comer, es solo que estoy trabajando justo ahora y no me gusta sentirme solo. ¿Qué dices?
No, no, la señorita Fujiwara no quería involucrarse más con el desconocido, incluso odiaría el hecho de que si más situaciones como esas seguían pasando, ellos se volvieran conocidos. No quería tener un conocido que fuera un desastre de persona en todos los ámbitos que había podido ver, aún si no era perfeccionista del todo, Rai no tenía tiempo para ello, sin embargo, nuevamente el hombre le generaba alguna especie de sentimiento lastimoso que nunca sintió tan grave en alguien más.
<<Dijo que se callaría, es todo lo que necesito... >>, se lamentó internamente a la par en que se levantaba de su lugar e iba a la otra mesa.
—Gracias, ahora, si me permites. —Señaló la laptop y cuando ella asintió nerviosa, este volvió a ponerle a atención a sus asuntos.
—¿Ya vas a ordenar? —Kyoka volvió.
¡Una de las peores desiciones de su vida! No podía quedarse con la mirada quieta, solo comía de su crepa y rogaba porque la apariencia del hombre no le robara la atención. No era una broma, Rai no podía controlar sus movimientos por lo nerviosa que estaba; en algunas ocasiones, se encontró a ella misma observando idamente al castaño silencioso que de vez en cuando probaba sus alimentos y tomaba mucho café a diferencia.
Con todo eso en mente, no tardó en ponerse a pensar en la mujer de las joyas, que si bien lo recordaba, él había dicho que se llamaba Hatsuyo, y no porque le llamara la atención una fémina tan mal educada, sino porque le estaba echando en ese momento encima toda la culpa de su interacción con el hombre que había humillado aquella tarde.
<<Todo menos que se haya interesando en mi. Si mi teoría acerca de sus métodos de cortejo es verdad, no quiero ser la siguiente en rechazarle. Creo que es ahora o nunca. Debo dejar las cosas sobre la mesa >>. Con determinación, levantó la mirada y le observó con una fijeza bastante extraña, tanto, que Dazai lo notó y también le observó, pero con una linda sonrisa.
—Dazai-san, ¿a qué vino a este lugar? —inquirió dejando de lado lo que sobraba de crepa. Sonó grosera, pero ya no tenía opción.
—Para serte sincero, vine a verte —confesó sin vergüenza y terminó por cerrar la laptop frente a él—. Estaba preocupado porque dijiste que todavía estabas estudiando, así que me sentí culpable por robarte el tiempo en la cena. Estás en la calle todo el día y tú trabajo es cansado, tenías que haber descansado como era debido.
El rostro de la muchacha se relajó, antes bien, eso no quitaba el hecho de que sus primeras palabras le habían puesto alerta.
—Estoy acostumbrada, no debió preocuparse —simple le dijo. Luego, miró hacia la calle por el ventanal del local.
—Aun así, quería agradecerte nuevamente, pero no estás en servicio y sería raro que te diera dinero en estas circunstancias. —Se avergonzó después de sus palabras.
—Entiendo que se sienta de esta manera, pero ya le he dicho que no necesito que me dé una compensación por nada. —En realidad no entendía nada, solo lo quería lejos.
—Bien, también entiendo, nada de compensaciones —aceptó innesperadamente, pero ella agradeció que no insistiera más.
Se quedaron en silencio; cuando Dazai se llevó el café a la boca, Rai terminó su crepa, entonces el "hombre de negocios", como lo llamaba Ritsuko, miró la hora en su reloj de mano.
—Tengo que irme —avisó recogiendo sus pertenencias—. Aun te faltan cinco minutos para que vuelvas a trabajo, así que lamento dejarte sola.
La muchacha le restó importancia negando con cuidado y este no tardó en llamar a Kyouka, quien también lo estaba atendiendo, y una vez la mesera llegó, este le pidió la cuenta.
—También trae la de la señorita, por favor.
—Entiendo... —La estudiante estaba a punto de marcharse con la orden.
—No, espera, no lo hagas. —Rai le detuvo a tiempo—. Yo pagaré mi cuenta...
—Pero yo quiero hacerlo por molestarte para que te sentaras conmigo. —Él también cortó sus palabras—. Vaya, señorita.
Kyuoka, de no ser porque reconoció al hombre de traje, además del hecho de que era Rai de quien hablaban, no hubiera consentido aquello, pero al final terminó yendo por las dos cuentas.
—Pensé que había entendido que no necesitaba compensaciones —se quejó la joven tratando de no ponerse molesta, no obstante, si había algo que odiaba más que a su ex-novio Kosei, era el hecho de que otras personas quisieran hacerse cargo de sus asuntos cuando era independiente.
—No es una como tal, Fujiwara-san. Solo haga de cuenta que le invité a comer en su descanso —se justificó con aquello.
Rai suspiró con cansancio y luego asintió desganada. Colocó su codo sobre la mesa y después su barbilla sobre su mano abierta. Estaba haciendo berrinche, uno muy silencioso.
—Esta bien, solo por hoy —terminó aceptando de mala gana.
Cuando Kyouka volvió con las cuentas, Dazai le pagó con un billete de cifras muy altas, así que Rai tuvo que desviar la mirada nuevamente. Comprendió que no era mentira lo del "hombre de negocios", pues tenía todas las señales. Aún con ello, no estaba interesada.
—Nos vemos luego, Fujiwara-san, espero que tenga un buen día —se despidió de pronto alertando a la muchacha, ya que aún no recibía el cambio—. Le dices a tú amiga que se quede con el cambio.
<<¡Qué excéntrico hombre! >>, pensó, no obstante, no dijo nada acerca del cambio, pues era para su compañera y sabía que iba a ayudarle.
—Tenga un buen día también y no pierda su tarjeta otra vez —deseó sincera y rió con levedad por sus últimas palabras.
—No lo haré, tú estudia mucho. Adiós.
Cuando salió del local, la de los patines llegó a la mesa con el cambio en la mano y se quedó mirando sin comprender.
—Que te quedes con el cambio, dijo —Le hizo saber y también decidió que era hora del volver al trabajo.
Por alguna extraña razón, el martes cuando Rai salía de la universidad dos horas antes por la inasistencia del profesor, comenzó a llover por esos rumbos. No llevaba paraguas, porque en el noticiero que siempre dejaba por las mañanas mientras se arreglaba y tomaba café no dió noticia de ello en la sección del clima.
—Podia haber hecho dos horas extras en el trabajo, que desgracia —se lamentó refugiada en un kiosko a las afueras de su facultad.
Eso fue exactamente lo que pensó cuando les dieron el aviso. Horas extras, igual a más dinero, pero no contaba con que el cielo amenazaría con caer sobre la ciudad. A Rai no le daban miedo las tormentas, sin embargo, comenzó a preocuparse por la que pronto comenzó a arreciar; lo peor de la situación, era que dicho clima no era muy de su agrado, es decir, no le molestaba, siempre y cuando no tuviera nada que hacer, pero era diferente si de trabajar hablábamos, pues ya era un desastre con la puntualidad y su peinado, así que, que otra cosa se podía esperar de la señorita esos días en esos días lluviosos.
Sin nada por hacer, se tomó el tiempo para sentarse sobre la banca que los estudiantes usaban para socializar y estudiar, entonces espero a que por lo menos la lluvia dejara de ser tan intensa, solo que dicho momento, le llevó a estar consciente de todo el lugar.
No había nadie más por ahí, solo ella, todos los demás se encontraban dentro de la escuela y con frecuencia abandonaban esta misma bajo un paraguas, los que no, al igual que Rai aguardaban. Diferente fue el caso de una joven que la mesera alcanzó a reconocer como la "chica linda" que se sentaba hasta el frente y con la que compartía casi todas sus materias. Está salió de la escuela a paso rápido y con la mirada fija hacía el frente mientras sonreía vivaz, lo que no entendió nuestra Rai, ya que no llevaba nada encima y se estaba mojando a su andar, o no, hasta que observó el lugar al que se dirigía.
—¡Vayan a otra maldita parte! —se quejó sin querer en un murmullo después de lo que presenció.
Un muchacho en ropas casuales esperando bajo un paraguas y su auto aparcado en la calle era el objetivo de la "chica linda", que una vez lo alcanzó, se abrazaron; el joven la cubrió con cariño notable y luego se besaron con amor. Después de eso, ella entró en el auto y se marcharon.
<<¿Qué estoy haciendo? ¿Desde cuándo me ponen celosa las parejas de la calle si todas son iguales? >>, se regañó con vergüenza por sus palabras.
Era difícil para ella de pronto verse en esa situación. Todo lo que Ritsuko le había dicho y la manera en como Dazai Osamu había aparecido en su vida le dejaron los sentimientos en un lugar dentro de su corazón donde podía tomarlos siempre que quisiese. Rai dudada, debido a que era la primera vez que algo como ello se le presentaba después de decidir el camino de su vida al terminar con el joven Minagawa. Por una parte, se decía que lo mejor era seguir con su ideología de "alcanzame si puedes", sin embargo, infortunadamente, ¿qué tan mal sonaba eso de "encuentra a alguien prometedor si puedes"? En otras palabras, consigue a alguien responsable quien te mantenga para que no lo tengas difícil, después de todo, teníamos un candidato.
—Que tontería —se dijo más avergonzada.
La señorita Fujiwara deseaba cumplir su sueño, pero tras ver la manera en como otras personas se "rendían" -ejemplo su madre y su hermana-, le parecía una senda factible y sobre todo cómoda de recorrer.
Casarse, tener hijos y hacerse cargo de ellos mientras su marido se mataba trabajando... ¡Qué pensamiento tan obsoleto para esos tiempos! Rai no podía perdonarse el tenerlos, pero a fin de cuentas allí estaban.
Era cierto que lo de la "chica linda" no tenía mucho que ver con todo lo que en ese momento rondaba por su cabeza, salvo que la simple idea de enamorarse y tener una pareja de nueva cuenta le llevaron hasta ese lugar.
<<¡No! ¡Voy a cumplir mi sueño aún sí tengo que escalar una pared en su totalidad vertical! >>, animada, se dejó de esos pensamientos y decidió irse de ese lugar todavía con la lluvia.
Llegando al Yellow Cake's una hora antes, optó por quedarse en el vestidor de trabajadores avisando antes de su llegada al jefe de turno, Ryūnosuke, quien le dió el permiso porque fuera seguía lloviendo aún y pocos comensales llegaban al lugar en consecuencia.
—¡Madrugaste! —le saludaron cuando estaba de espaldas. Se secaba el cabello con una toalla y al no darse la vuelta sabiendo de quien se trataba, la mujer se apresuró hasta su lugar—. ¿Qué sucede? ¿Estás teniendo un mal día?
No adivinó del todo, así que negó cuando estuvieron de frente, solo que su rostro decía otra cosa que no podía esconder y aún más teniendo a un culpable a la vista.
—Akutagawa-senpai me dió diez minutos de descanso, si quieres puedes contarme —insistió. Ritsuko nunca estaba seria por mucho que el momento lo requieriera, pero de alguna manera siempre se salía con la suya al animar al presente.
Oigan, hoy vengo a mostrarles algo que tenía cuando era más joven, pero que mi teléfono de aquel entonces no podía soportar.
Es un gatito que anda por toda la pantalla, corre y te habla también jsjsjs.
¡Es todo, gracias por leer!
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